Eimear McBride (Liverpool, 1976), escribió su libro Una chica es una cosa a medio hacer en solo seis meses… en 2003. Pero no fue hasta el año 2013 cuando encontró una editorial valiente dispuesta a publicar una obra valiente, mordaz, original e incómoda en ciertos aspectos. Esta editorial fue Galley Beggar, un pequeño sello independiente inglés que apostó y ganó. La novela de Eimear también ganó: el premio Desmond Elliot, el Baileys Women’s Prize for Fiction, el Kerry Group Irish Novel of the Year y el Geoffrey Faber Memorial Prize, convirtiéndose en la sensación de la temporada editorial inglesa hace ya varios años. Después del éxito de su debut literario, vinieron The Lesser Bohemians (2016) y Strange Hotel (2020), aún inéditas en nuestro país.
Otra editorial valiente, Impedimenta, la ha editado por primera vez este 2020 en español. Una chica es una cosa a medio hacer se está convirtiendo, también aquí, en una sensación literaria. En la estela de las publicaciones de Impendimenta, este libro está destinado a ser un futuro clásico, a ocupar un lugar distinguido en nuestras bibliotecas. Y eso que no es un libro fácil de leer, por la originalidad de su composición a través de una prosa desestructurada y por los temas que trata -sexualidad, religión, sufrimiento, enfermedad, dolor, culpa-. Esta novela es uno de esos libros que no puedes asumir en cualquier estado de ánimo. Pero si encuentras el ánimo para asumirlo, la recompensa es ciertamente reconfortante: es como ganar una carrera de fondo llena de obstáculos. Es un billete de ida a un viaje que, me atrevo a aventurar, no olvidarás nunca. Esta novela no es una distracción: es acercarte al fuego y quemarte, es preguntarte, es posicionarte y es quedarte algo dentro que no será fácil soltar.
La chica a medio hacer no tiene nombre, pero sí una madre con una relación bastante peculiar y tóxica con la religión. También tiene un hermano gravemente enfermo, que es el destinatario de su discurso. El padre, ausente. La chica, además, tiene una peculiar manera de afrontar el despertar de su sexualidad a través del dolor y la culpa, eliminando el amor de toda ecuación. En estos menesteres le acompaña un hombre veinte años mayor que ella. Volviendo al amor, si algo demuestra McBride en este escrito, es que la carencia del mismo sume a los personajes en una oscuridad de la que es muy difícil salir.
Eimear, además, es madre de una niña de 8 años. Confiesa que la maternidad no trastocó demasiado sus planes profesionales, pues ya era escritora cuando ella nació: “creo que convertirte en madre te hace más organizada y disciplinada sobre el tiempo del que dispones. También significa que debes renunciar a la condición del escritor: ¡la procrastinación!”. Para Eimear, lo mejor de la maternidad es descubrir lo brillante que es su hija, lo divertida e inventiva que es su mente. Lo peor… nunca tener la oportunidad de echarse una siesta los fines de semana.
Una chica es una cosa a medio hacer aborda situaciones límite desde la perspectiva del dolor: “Bueno, dicen que la felicidad escribe en blanco y creo que es casi siempre verdad. El conflicto alimenta al drama y el drama a menudo es igual que el dolor, así que supongo que el dolor es una parte necesaria de la narración. Sin duda, es más agradable escribir sobre ello”. Asimismo, McBride no definiría su escritura como terapéutica, “y espero que nunca sea así. Odiaría sentir que me he curado de algo por algo que haya escrito o leído. La literatura es una forma de pensar sobre la vida, no un medio para su curación. Esta obra es una obra de ficción y debe leerse como tal. Por supuesto, la he creado yo y estoy ahí pero sería un error pensar en ella como una parte de mis memorias. Comparto algunas experiencias de los principales protagonistas -yo también perdí a mi hermano por un tumor cerebral, por ejemplo-, pero creo que esas cosas son en realidad sólo un trampolín para una exploración imaginativa de la vida de la chica”.
Sobre la condición de la protagonista como víctima o como todo lo contrario, Eimear cree que “es demasiado fácil dibujarla solo como una víctima. En muchas formas lo es, claro. Hay un montón de cosas difíciles que le ocurren y que escapan a su control pero lo que más amo de ella es que ella renuncia a aceptarlo y lo asume. Ella siempre está tratando de imponerse y tomar el control de las situaciones en las que se encuentra. A veces toma decisiones terribles, pero siempre está tratando de tomar decisiones y eso es lo más importante de ella. En ningún momento es una observadora pasiva de su propia vida”.
La carga erótica del libro es otro de los puntos a su favor. Sobre si es fácil o difícil escribir sobre sexo, Eimear nos cuenta que “¡es difícil, muy difícil! A causa de una larga historia de censura, ni siquiera tenemos un vocabulario lo suficientemente bien desarrollado para escribir sobre sexo y los modelos que existen son a menudo terribles clichés e interpretaciones muy masculinas sobre lo que es el sexo y cómo lo experimenta una mujer. Sentí que tenía que empezar de nuevo y escribir sobre sexo de una manera completamente diferente, nada romántica, despojada de sentimentalismos. Quería crear un personaje femenino que no estuviera buscando el amor y que utilizase el sexo de la manera en que tradicionalmente se asocia a los hombres. Creo que es un retrato muy honesto y que las mujeres estamos aburridas de que todo lo que experimentamos se reduzca a lo emocional. Como sociedad, tenemos miedo a la sexualidad femenina, a que no encaje en las ideas cómodas sobre cómo debe ser expresada y dónde es apropiado expresarla. Tenemos miedo a los monstruos secretos de nuestros hogares y comunidades. Miedo a la pérdida de control, especialmente en las mujeres. Éste es un libro que enfrenta muchos miedos de frente”.
Eimear escribió este relato en seis meses, pero tardó diez años en encontrar editorial que se atreviese a publicarlo: “creo que su estilo experimental de escritura y la confrontación del tema hizo difícil para los editores imaginar cómo venderlo. No encaja con la idea de que todo lo que la gente quiere de un libro es placer o satisfacción. No estoy de acuerdo con que eso sea lo que la gente siempre quiere. A veces, la gente quiere hacer un viaje y sentir que realmente ha experimentado algo completamente diferente cuando llega al final. Ese es el tipo de libro que me gusta leer y el tipo de libro que me gusta escribir”. Eimear se marcó un objetivo al escribir este libro: “Sí, quería que el lector sintiera que nunca antes había experimentado un libro de esta manera. Que leer Una chica es una cosa a medio hacer fuera una experiencia física, visceral y casi algo que sentían que estaba pasando dentro de su propio cuerpo. Tal vez fue ambicioso, pero ¿por qué no ser ambiciosa?”.
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