Prácticamente no existen conductas de crianza entre los machos mamíferos. Entre los factores implicados en su aparición parece que está la monogamia, aunque no sabemos muy bien qué papel tiene. A pesar de que algunos simios y ratones cuidan de sus crías, son conductas excepcionales en el reino animal. Si pensamos en los padres que cuidan a sus hijos podemos decir que, en esto, el ser humano es una excepción. ¿O no? No tengo datos sobre el número de varones que se ocupan de sus crías pero sí sé que el porcentaje de hombres que solicitan el periodo de excedencia voluntario para cuidar de su bebé ronda el 2%. ¿Por qué ocurre este desfase entre madres y padres en el cuidado de los bebés y de los hijos? Hay varias razones que lo explican y nos dan las herramientas para decidir el futuro.
Los estudios realizados con ratones muestran que las crías que han recibido muchos lamidos de su madre y de su padre, cuidan mejor de sus crías cuando se convierten en madres y padres. Esto ocurre porque los cuidados tempranos activan un circuito cerebral relacionado con las conductas de cuidado de las crías. Este circuito se activa a los 6 días de nacer y se mantiene sin cambios durante la edad adulta. Si no se reciben estos cuidados el circuito no se activa y el cuidado no se produce o se produce a trancas y barrancas. Y esto se transmite de una generación a otra, de forma que los nietos de ratones sin lamer siguen sin lamer a sus crías.
Los poquísimos estudios que se han hecho con hombres muestran que las hormonas que se disparan en la mujer durante el embarazo relacionadas con el cuidado del bebé –como la oxitocina, la famosa hormona del amor– aumentan en los hombres un tiempo después del nacimiento y su nivel depende de… ¿lo adivináis? ¡el tiempo que pasen con el bebé! A mayor tiempo con el bebé menores niveles de testosterona y mayores niveles de oxitocina, vasopresina y todo el cóctel que la madre trae de fábrica para, literalmente, enamorarse de su bebé. Cuando a los hombres se les chuta oxitocina de forma artificial se observa un aumento de las conductas de crianza, menor hostilidad hacia el niño, mayor sincronía en la interacción con él y, atención, mayores niveles de oxitocina también en el niño.
Hace algunos años se hizo un estudio en el que se compararon parejas heterosexuales, en las que la madre era el cuidador principal y el padre el cuidador secundario, con parejas homosexuales en las que ambos padres eran cuidadores principales. Las comparaciones hormonales y cerebrales entre madres y padres cuidadores principales no indicaron diferencias, mientras que sí las hubo al comparar con los padres cuidadores secundarios. Los investigadores concluyen que las diferencias físicas que producen la maternidad y la paternidad no son cuestión de sexo sino de tiempo.
Vuelvo a los ratones. Cuando las crías de ratones viven sin el cuidado del padre se produce un enorme impacto en las crías. Este impacto se traduce en cambios en el sistema hormonal y en la configuración cerebral que dan lugar a mayores niveles de estrés, conductas reproductivas desajustadas y una menor sociabilidad. También se observa que estas crías lamen menos a sus crías cuando se convierten en madres y padres.
Con estos resultados creo que podemos dibujar la explicación de muchos males. En este país son muchos los hombres que no han recibido los lamidos de su padre y son muchos los hombres que no activan el cóctel hormonal porque no pasan suficiente tiempo con sus bebés. Hace 40 años todo esto no era ningún problema. Hoy sí. La buena noticia es que ya sabemos cómo resolverlo. Algunos investigadores creen que el cuidado paterno humano es una nueva adaptación de la especie, es decir, un mecanismo que se incorpora poco a poco a la dotación genética para mejorar la adaptación y aumentar la probabilidad de supervivencia. Así que la cosa no es menor: padres cuidadores, estáis modificando la especie humana. Creo que Darwin estaría orgulloso de vosotros. Por la parte que me toca, gracias.
MARTA GIMÉNEZ-DASÍ
Es madre de dos niños y profesora de Psicología del Desarrollo en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. La maternidad y la universidad conjugan su principal interés vital: entender y promover el desarrollo sano en los primeros años de vida. Desde 2009 dirige un equipo de investigación centrado en el estudio del desarrollo emocional infantil. Como resultado de sus trabajos ha publicado los programas Pensando las emociones con atención plena y varios libros sobre desarrollo infantil en la editorial Pirámide.
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5 comentarios
Madre mía!!!! No puedo evitar la exclamación… Y por cierto, curiosa exclamación que decimos miles de veces, sobre todo los de generaciones de padres “no cuidadores” jeje aunque yo me siento muy querida por mi padre es cierto que las madres antes ejercían más este papel de cuidar….
Ojalá pronto veamos estos cambios en nuestras futuras generaciones.
Muy interesante, Marta, muchas gracias de nuevo y quedo a la espera, ansiosa por volverte a leer.
Gracias! Efectivamente, siempre se asocia ese papel cuidador a las madres, pero lo que ahora sabemos es que el papel cuidador del padre es importantísimo para el desarrollo sano y la salud mental. Me encanta la frase de los investigadores que dicen “no es cuestión de sexo sino de tiempo”. Creo que resume tan bien la idea! Si esta información se extendiera creo que se podrían empezar a cambiar actitudes y conductas, así que gracias por compartirlo 😉
Me ha encantado el artículo, desde luego creo que si al padre de mi hija le hiciran las pruebas de la oxitocina, vasopresina, prolactina etc los valores saldrian disparados, y es que si bien es cierto que no es el cuidador principal, dedica mucho tiempo, atención y emoción al cuidado de su hija, lo que a mi parecer les hace tener una conexión especial.
Muchas gracias poe este articulo, siempre es un placer leerte Marta.
Hola Nairobi,
Muchas gracias y enhorabuena al padre de tu hija. Creo que es tan importante que los padres varones se impliquen en la cuidado de los hijos y creo que hay tanta inercia y tanto estereotipo que combatir, que casos como el tuyo son buenísimos ejemplos. La investigación es realmente contundente y cada vez vemos más claro los beneficios de este cuidado para la salud mental de los niños. Seguiremos hablando de todo esto.
Besos,
Marta.