2020 ha sido un año distinto. ¿De verdad? Y ha tenido sus aprendizajes y sus lecciones no aprendidas. A modo de resumen, Javier Oliva nos escribe una especie de “cachitos” de sus experiencias como padre.
2020
desde que soy padre
he tenido que aprender a
interrumpir momentos de inspiración
para atender carencias momentáneas
, a tejer diminutas mantas que calientan
, a llorar semanalmente mis cuitas
; en cambio, no he podido aprender a
desarticular las preguntas que me lanzáis
, a dar noes sin dar razones
, a irme a la cama enfurecido
. este año que ha terminado
he aprendido a
atar y pactar las actuaciones
, a llenar de aire el estómago
para que la conversación no salga a empujones
, a rascar papeles pintados
antes de demoler un muro de carga
. y por desgracia no he aprendido
a daros la mano incondicionalmente
cuando perdéis pie en determinadas piscinas
o recibís mensajes perturbadores
, o abrís boletines de notas
. este año he confirmado
que cuidar es trabajoso y profundo
y que merece la pena
acompañar encendiendo luces
, dispersando semillas
, pisando el terreno de delante
. y parece que no he aprendido
a que juntéis cobre para formar bobinas
, a que suméis fuerzas para
brillar hacia dentro
, a que os independicéis de las sombras
. este año dos mil veinte
he picado piedras salvajes que
no han cedido ni un milímetro
, pero también os he abrazado
porque no hay más que esto
: la vida
; y es algo urgente
.