Casi llegando al final de Nada es verdad (Libros del Asteroide, 2023), la protagonista —que es escritora— revela que una amiga le preguntó de qué iba este libro. Ella no supo qué contestar, y su amiga le preguntó «¿por qué lo escribes entonces?». Y yo me pregunto si es que hacen falta motivos para escribir o para leer. Si es que no nos sobran. A lo largo de la lectura, descubro que las preguntas pueblan la narración. Nada es verdad contiene, salpicadas a lo largo de sus páginas, varias de las preguntas que querrías hacerle a Veronica Raimo (Roma, 1978), su autora. Por ejemplo: ¿por qué todas las novelas italianas tratan de lazos familiares? El caso es que, el día en que me reúno con Veronica para charlar sobre su libro, hace pocos minutos que sabe que es actual finalista del Premio Booker Internacional 2024 con esta historia que ya conquistó al joven jurado del Premio Strega Giovani en 2022. Hermanas de vino y de felicidad momentánea, charlamos en un bar de Madrid y brindamos por su reciente nominación. No llegué a preguntarle por qué todas las novelas italianas tratan de lazos familiares.
Nada es verdad es la historia de Veronica, una escritora y precoz lectora que ha crecido en una familia romana de clase media. Tiene una madre que ocupa todos los espacios posibles, especialista en localizar por teléfono a sus hijos en cualquier momento y lugar. Tiene un padre cuyo hobby parece ser levantar tabiques dentro de una casa no muy amplia. Tiene un hermano escritor, como ella, que recibe más atención de la que a priori merece —y más éxitos—. Dónde comienza y dónde acaba la vida real de Veronica, que es la autora, es una decisión propia de cada persona lectora. Lo cierto es que, mientras estás leyendo esta divertidísima y a ratos caústica historia, todo el relato es real. La literatura es un lugar idóneo para engañar, para inventarse, para ajustar cuentas, para la libertad. Y esta es la premisa desde la que Veronica compone su historia.
Mi hermano y yo hemos acabado siendo escritores los dos. No sé qué dice él cuando le preguntan el porqué, yo digo que es gracias a todo el aburrimiento que nos transmitieron nuestros padres. Si mi madre era hiperaprensiva, mi padre tenía una forma más sutil de paranoia. Sus estudios de química le llevaban a considerar el mundo como un receptáculo de agentes nocivos de los que había que protegerse constantemente. Es decir, teníamos que limitar al máximo las salidas de casa y asfixiarnos entre cuatro paredes, que en nuestro caso eran cien.
¿Cuál es el germen de Nada es verdad?
Al principio no estaba concebida como una novela, sino como un texto teatral. Formaba parte de un grupo de actrices y autoras italianas y comencé a escribir un monólogo pensando en que lo interpretase una actriz en particular, que me encanta. Pensaba en ella al escribir, no en su familia ni en la mía. Me permití toda la libertad a la hora de escribir, no me preocupé demasiado de las consecuencias de escribir algo demasiado personal, puesto que encima del escenario nada iba a ser personal. Lo que iba a ser un monólogo teatral se transformó, cuando llegó la pandemia, en otra cosa, puesto que los teatros estaban cerrados. Quizá sin esta contingencia particular, en vez de haberse convertido en una novela, hubiera sido una cosa distinta encima del escenario de un teatro.
Con esta historia conquistaste al jurado del Premio Strega Giovani, formando por lectores de 16 a 18 años. ¿Por qué crees que tu novela les gustó de esta manera?
Es algo que sigo preguntándome. Me hace muy feliz que les gustase, la verdad. Quizá porque es un libro que no da un mensaje claro, que no quiere enseñar nada, que no ofrece un juicio moral, sino que ofrece muchas posibilidades; entre ellas, la posibilidad de mentir. Y eso es muy importante cuando eres joven y te dedicas a mentir a todo el mundo —al menos, yo lo hacía—. Para mí fue una grata sorpresa, no esperaba que el libro fuera tan querido por esta generación tan joven. Hay gente que piensa que es un libro generacional y yo no sé de qué generación hablan: ¿de nuestra generación? ¿De la de nuestros padres o madres? Para mí, es un libro sobre las relaciones entre padres e hijos, entre adultos y gente joven… quizá por eso apela a las generaciones más jóvenes, porque se reconocen en esos trapicheos tan típicos de la edad.
Es un libro que acoge a varias generaciones, así es. También es un retrato de la clase media y de estas madres italianas que tenemos en la retina: esas mammas italianas omnipresentes.
Las madres italianas se pueden ver como un cliché, como una figura sacralizada. Es una figura importante, muy absorbente y también muy celebrada. Son madres con un rol muy relevante dentro de la familia, que se meten en tu vida, que controlan tu infancia. Era importante, para mí, revelar también la violencia que ejercen ese tipo de madres que aman tanto a sus hijos que los ahogan, en cierta manera. Mi inspiración fue esa visión de las madres judías de los libros de Philip Roth o Woody Allen, pero con frecuencia esas historias se cuentan desde el punto de vista de los hijos, no de las hijas.
Mi madre trata su propio amor filial como una conquista, la liberación de una brutalidad ciega y desesperada. Mi abuela había intentado abortarla introduciéndose una percha en el útero. No hay más detalles del suceso en los relatos familiares, aparte de la tácita evidencia de que algo debió de salir mal, dado que mi madre llegó a nacer.
¿Qué es la memoria en una familia? ¿Quién fija los recuerdos? ¿Cuántas versiones distintas de un mismo recuerdo podemos tener?
Ese era uno de los puntos desde los que empecé a escribir el monólogo original: en este caso, en el que ambos hermanos son escritores que se retan, es importante destacar que la memoria es un instrumento muy frágil. Es, también, una especie de parodia de estos memoirs que ahora abundan, que exigen honestidad y fidelidad al recuerdo. Aunque quisiera hacerlo perfecto, me parecería imposible: la verdad es que yo no confío en mis recuerdos.
Este libro no es solamente un libro acerca de la familia: en él tiene mucho peso la amistad. De hecho, está dedicado a Cecilia, Glenda y Milena, tres de las amigas de Veronica que aparecen en la novela.
Siento mucha nostalgia cuando pienso en las relaciones de amistad, por eso quise dedicar este libro a estas tres amigas a las que no las he vuelto a ver desde hace tiempo. No hay ningún motivo especial: simplemente, así es como funciona la vida. Hay gente que dice que la literatura le ha salvado la vida: a mí me han salvado la vida mis amigas. Y todavía es así: para mí hay una conexión emocional mucho más fuerte con la amistad que con la familia o con una pareja. Preferiría convivir con una amiga, en la actualidad, que con una pareja. Creo que hay una conexión muy real cuando sucede una buena amistad.
En tu novela, tanto Veronica como su hermano, ambos escritores, comenzaron a leer muy pronto porque estaban muy aburridos. En la actualidad, apenas permitimos que nuestras criaturas se aburran, siempre tenemos encima la presión de estar proponiéndoles planes.
Un poco envidio eso: las criaturas hoy en día están muy estimuladas. Pero también creo que aburrirse es una clase de libertad, también: puedes inventarte nuevos mundos.
En tu novela se habla del aborto y también de la no maternidad. Si bien antes la maternidad estaba poco retratada en la literatura, algo que se ha revertido, lo que apenas aparece como tema literario o de conversación es la no maternidad.
No ser madre no siempre responde a una elección súper radical o política, quizá se trate, simplemente, de una opción o una elección. Para mí, es la misma cuestión que se plantea sobre el aborto en los libros o en las películas: existe cierta polarización. Hay quien habla del aborto como un trauma total, algo devastador. Otras personas hablan del aborto desde lo político, como un derecho por el que se tiene que luchar. La realidad es que casi nunca se representa el aborto como lo que realmente es: una experiencia por la que pasan muchas mujeres, que necesita ser normalizada y que, en ocasiones, no es un trauma, sino una oportunidad. No hablar del aborto es parte del problema.
Veronica pasa su infancia y adolescencia en un barrio de Roma junto con su excéntrica familia: una madre omnipresente que vive permanentemente angustiada, un padre lleno de estrafalarias obsesiones y un hermano mayor, casi perfecto, que es el centro de toda la atención. Día a día tendrá que sortear situaciones tan embarazosas como desternillantes y descubrirá la impostura como forma de mantenerse cuerda y lidiar con la vida que le ha tocado en suerte. En esta divertidísima novela, ganadora del Premio Strega Giovani y que ha causado sensación en Italia, Raimo nos ofrece una precisa radiografía de esa energía paralizante que puede llegar a ser la familia y de la empresa siempre incierta que es convertirse en mujer.
Nada es verdad es un extraordinario retrato generacional, feroz e irreverente, sobre vínculos, pérdidas, desastres familiares y la aventura de crecer; una novela que rebosa inteligencia y que nos recuerda el valor siempre terapéutico de la comedia.
Traducción: Carlos Gumpert