Decía la activista Angela Davis (Birmingham, 1944), histórica activista afroamericana, en una de sus conferencias celebradas en Madrid en 2018 que no bastaba con no ser racista: había que ser antirracista. Muchas hemos recordado estas palabras tras la trágica muerte de George Floyd el pasado 25 de mayo de 2020 en el vecindario de Powderhorn, en la ciudad de Mineápolis (Estados Unidos), como resultado de su arresto por parte de cuatro policías locales. En pocos días, el hecho generó una oleada de indignación y protestas a lo largo de todo Estados Unidos en contra de lo que llamaron el racismo, la xenofobia y los abusos policiales hacia los ciudadanos afroamericanos, protestas que se extendieron a otras ciudades del mundo a través de manifestaciones celebradas bajo el lema “Black Lives Matter”.
Volviendo a las palabras de Angela, nos encontramos con que no ser racista no es suficiente. Detrás del simplemente “no ser racista” se esconde la inacción, la falta de lucha contra el racismo. Ser antirracista implica acción, toma de decisiones, hacerse preguntas difíciles y, muy a menudo, encontrar respuestas perturbadoras. Como el feminismo, como otras corrientes y movimientos que luchan por la justicia y la equidad, el antirracismo implica una labor educativa y progresiva. Una tarea que podemos comenzar a poner en práctica desde ya, en nuestras casas, con nuestro entorno, con nuestros hijos.
Porque no nacemos siendo racistas. Los niños no entienden de colores ni de privilegios. Pero una sociedad poco educada, poco solidaria, individualista y anclada en los privilegios de clase construye personalidades racistas, así como ampara actitudes machistas o violentas.
5 consejos para criar hijos antirracistas:
Ser conscientes de nuestros privilegios y nuestro poder. ¡Uf! Primera cosa que echa para atrás. Y es que, cuando hablamos de privilegios y poder, muchos se sienten amenazados. Pero es el primer paso para caminar hacia la igualdad: ser conscientes de nuestros privilegios, entender de dónde vienen y saber que son armas de doble filo -usados tanto para hacer el bien como para hacer mucho daño-. Pero muchas personas con privilegios pueden actuar a favor de los menos privilegiados a través donaciones, apoyo a organizaciones, activismo, inclusión social y laboral. Y hacer a sus familias partícipes de ello. Utilizar nuestros privilegios y nuestro poder para apoyar la justicia es un buen comienzo.
Generar conversaciones sobre temas raciales con nuestras familias y entorno. Implica a tus hijos en las conversaciones y no tengas miedo de defender lo que es correcto. No es cuestión de sermonear: eso solo provoca actitudes a la defensiva. Es cuestión de encontrar ejemplos, ponerlos en común y generar conversaciones. Puede haber mil posturas distintas. Pero el silencio y la connivencia son posturas peligrosas.
Educar y hablar con los hijos sobre los privilegios, la raza y la opresión. En muchos momentos, las madres y los padres hemos intentado proteger a nuestros hijos de las cosas malas, de la “fealdad” del mundo. Esta opción, lamentablemente, solo está disponible para los privilegiados: hay muchos padres que no pueden ocultar la pobreza o el dolor a sus hijos, porque viven inmersos en ellos. El activismo es una labor cotidiana, del día a día. No ocultemos a nuestros hijos que hay muchos niños a su alrededor que sufren, que necesitan más ayuda o más atención. Porque muchas veces, detrás de un niño problemático hay una historia cruel y de dolor, una historia en la que la frontera que separa que el niño sea verdugo o víctima es inexistente.
Escuchar las voces de los oprimidos. Porque nadie mejor que ellos sabe cuál es el efecto de la injusticia: lo viven a diario, pero se les niega la voz. Y llevan mucho, pero que mucho tiempo hablando y planteando soluciones a sus problemas. El problema es que no sabemos o no nos esforzamos en buscar esas voces. Está bien hablar desde la observación, pero sin dejar de escuchar y de poner en primera línea a quien efectivamente sufre. Quizá tengan menos influencia… pero definitivamente tienen el poder de la experiencia. Y más válido que eso, hay poco.
Buscar libros, series de TV o películas con personajes de distintas razas. ¿Has analizado alguna vez cómo son los personajes de los dibujos que tus hijos ven? Porque el resultado de la observación es desalentador: los héroes son chicos, las princesas chicas y los personajes de razas distintas a la blanca, anecdóticos. Quizá uno de los enfoques que más fácilmente nos ayuden a educar a nuestros hijos y hablar con ellos sobre diversidad e igualdad sean los cuentos. Es importante encontrar letras, audiovisuales o juguetes que nos ayuden a enseñar a nuestros hijos el valor del respeto y la diferencia.