HERE COMES THE SUN KING
Foto: Aperture vintage

HERE COMES THE SUN KING, POR GUILLE ORTIZ

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Here comes the Sun King es el título de este texto, una historia muy personal de Guille Ortiz. Guille es un montón de cosas. Por destacar algunas, diremos que es escritor, padre, hijo, esposo, hermano, periodista y melómano. Todo lo que es, lo es con matrícula de honor.

Guille y su mujer, Tania -la Chica Diploma-, acaban de ser padres por segunda vez. Sus dos hijos son varones: El Niño Bonito y el Rey Sol (este último es el recién llegado). Y Guille, que escribe sobre aquello que solo él puede contar, destiló estas palabras que le pedimos prestadas en MaMagazine. Porque hay pocas voces y pocas letras masculinas hablando de partos, de primeros días de bebés y de falta de sueño. Y cuando las encontramos debemos compartirlas.

Disfrutad de estas palabras de El Chico que quería ser Bret Easton Ellis.

 

HERE COMES THE SUN KING

Las diferencias entre el Rey Sol y el Niño Bonito son tan obvias que me da incluso un poco de apuro ponerlas por escrito:

1- De entrada, el Rey Sol duerme. No es que duerma a tramos, es que es capaz de caer fulminado en la cama después de mamar a las dos de la mañana y seguir así hasta las nueve, cuando no nos queda más remedio que despertarle porque, vaya, en algún momento tiene que comer.

2- Por mitificado que tengamos lo del sueño y por mucho que sea lo primero que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en la anterior crianza, yo diría que lo más desesperante del Niño Bonito era el lloro constante. No ya el lloro, el grito. A las cuatro de la mañana, a las cuatro de la tarde. Acostarte con el grito y despertarte con el grito, con los ojos cerrados, la boca desencajada y la espalda torcida hacia atrás en algo que podría ser reflujo pero que nadie nos supo decir nunca en qué consistía exactamente. El grito y el sueño, juntos, hacían de ser padre una experiencia espantosa, terrible, ante la que solo cabía resignarse, luchar y apretar los dientes. En ningún caso disfrutar.

3- Puede que tenga que ver con lo anterior pero puede que sea distinto: el principal cambio de esta crianza con respecto a la primera no tiene que ver con los niños sino conmigo y diría que es algo parecido a la rendición. Hace cinco años, casi seis, yo aún soñaba con ser un escritor y periodista de éxito, aún consideraba que ese era mi verdadero camino en la vida y que tenía que hacer cualquier cosa por avanzar en el mismo. En ese sentido, pese a todo el amor, pese a toda la entrega, el Niño Bonito tenía una parte de molestia y solo ahora he sido capaz de darme cuenta de ello. El Niño Bonito como obstáculo para ser yo, como excusa para todos mis fracasos profesionales.

Y el caso, ya digo, es que eso ha cambiado. No es que haya cambiado el sábado a las 01.50 de la madrugada sino que llevaba  tiempo cambiando y puede que por fin dicho cambio se haya completado. Puede que, por fin, después de tanto dolor, de tanto sufrimiento, de tanta angustia, de tanto rechazo, de tanta inseguridad… puede que después de todo eso, la escritura ya me de igual por completo. Puede que haya entendido que cuidar a mis hijos es lo más importante del mundo y que da igual que desde fuera se entienda regular o se vea precisamente como lo que es, ya digo, una rendición en toda regla. Puede que de ahora en adelante siga habiendo libros y siga habiendo artículos pero ya no como fin sino como medio, como el divertimento que nunca debió haber dejado de ser.

Y creo que es importante decir que ese cambio, esa rendición que en el fondo llevaba anhelando diez, quince años, casi desde antes de empezar en esto, por supuesto es mérito de la Chica Diploma pero también es mérito, sobre todo y por irónico que parezca, del Niño Bonito. Porque es él, con su propia entrega, con su propio amor, con su ayuda constante, con su sonrisa, con sus enfados, con su paciencia y su forma de entendernos desde una edad a la que no debería entender nada, la que me ha hecho entender que existe eso que llaman amor incondicional, amor por encima de todas las cosas, y que no solo no es un estorbo ni lo ha sido nunca sino que él ha sido el camino que de verdad me ha hecho conectar con algo mucho más grande que un montón de directores ególatras y editoras psicópatas.

En otras palabras, y esto jamás lo habría imaginado en su momento, sin Niño Bonito no habría Rey Sol. No este Rey Sol, al menos, no estos sentimientos míos hacia los dos y hacia mi familia y este convencimiento de que por fin puedo rendirme porque hay algo que realmente justifica el abandono y no es ya una pataleta sino un apartarse, sin más, un coger distancia, una especie de I am leaving, I am leaving, but the fighter still remains… he still remains.

*

Lo de “Rey Sol” me parece una horterada y muy probablemente lo vaya puliendo, pero la hipérbole está justificada: cuando nació el Niño Bonito y aún estaba calmado en el paritorio antes de darse cuenta de que todo mal, me dio por tararearle Michelle, que siempre me pareció una excelente canción de cuna. Durante estas últimas semanas, he estado pensando qué canción le cantaría a su hermano y después de darle muchas vueltas, me incliné por Here comes the sun. Lo que pasa es que por alguna razón el parto fue distinto. De entrada, más rápido, que se agradece. De madrugada, además, con el cansancio que eso conlleva. Esta vez, el bebé pasó mucho más tiempo con su madre y para cuando por fin me lo dejaron en brazos, el entusiasmo ya era mucho menor y, sí, las palabras salieron de mi boca, pero sin sentir del todo lo que estaba diciendo.

Aparte, me pareció que recurrir a esa canción era demasiado fácil. Demasiado obvio. Así, cuando mandé el típico WhatsApp a amigos y familiares con la foto del recién nacido y empecé a escribir ese Here comes the sun… me di cuenta que era más potente llevarlo de Harrison a Lennon sin cambiar siquiera de disco y añadir lo de King al final, que siempre me ha parecido una genialidad. De hecho, en el mensaje original omití la “s” del final de “comes” porque en el disco no la pronuncian… Una semana después, no sé si como reconocimiento de que aquello estuvo bien hecho, el niño abre los ojos e interrumpe el llanto cuando suena el “medley” de Abbey Road y acaba quedándose dormido en Golden Slumbers, que por otro lado es lo suyo.

 

GUILLE ORTIZ

https://bretguille.blogspot.com/

 

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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