Conocí a Iratxe López (Pamplona, 1985) a través de una entrada en sus redes en la que hablaba de la dificultad de los primeros meses de postparto mezclada con la pandemia, la cuarentena y el estado de miedo en el que vivimos hace dos años. Identifiqué, rápido, a una compañera, una ilustradora que quería recordarnos que, a pesar de haberse convertido en madre y de aún estar gustosamente en ese estado de contemplación de su bebé, seguía allí como creadora, deseando volver a sus pinceles. Su trabajo como ilustradora editorial es inmenso y maravilloso. Y hemos hablado de ella sobre su arte y su maternidad.
¿En qué momento de tu carrera como ilustradora fuiste madre?
Creo que en uno de mis mejores momentos, la verdad. Llevaba ya años viviendo solo de la ilustración pero con bastante inestabilidad en cuanto a flujo de trabajo. Cuando me quedé embarazada estaba trabajando muchísimo. En realidad, el embarazo fue una carrera a contrarreloj para poder entregar los últimos encargos que tenía.
Ahora, pensándolo, me lo habría tomado de otra manera, lo habría disfrutado más, pero en ese momento tenía tanto miedo a lo que podría pasar después a nivel trabajo que dije que sí a todo lo que me llegaba para tener un colchón del que tirar cuando naciera el bebé.
¿Cuándo y cómo encontraste tu nuevo yo-ilustradora después de parir?
No sé realmente si hay un nuevo “yo-ilustradora” o simplemente es haber encontrado de nuevo el espacio mental y físico para volver a crear. Recuerdo que mi padre me regaló unos tubos de pintura y unos pinceles con el mensaje “para que no olvides que, además de madre, eres ilustradora”. Lo agradecí, pero se me encogió un poco el corazón porque, por un lado, veía ese reencuentro muy lejano y lo extrañaba pero, por otro lado, me parecía una locura el pensar siquiera en dejar de mirar esos mofletes rechonchos. Necesitaba estar con mi hijo, conocerlo, conocernos, olernos y tomarnos el tiempo que fuera necesario para, simplemente, vivirnos. No me apetecía dibujar, no tenía ganas. Pasó aproximadamente un año hasta que volví a hacerlo.
¿Tu arte cambió después de conocer la maternidad?
Creo que no cambió en cuanto a la manera de hacer o en cuanto a temáticas, pero sí que he notado un cambio en mí a la hora de enfrentarme al momento de ilustrar. Al tener menos tiempo, ahora lo cojo con muchísimas ganas, disfruto muchísimo del rato que paso pintando y trabajando en mis proyectos. En ese sentido sí que ha habido un cambio, me divierto mucho más haciendo lo que hacía antes. Ha sido un regalo redescubrir así estos momentos creativos. Creo que había normalizado la suerte que tengo de dedicarme a algo que me encanta y ahora lo valoro mucho más.
¿Cómo influye tu hijo en tu trabajo y tu forma de crear?
Bueno, influye en mí, en mi vida, me da mucha alegría y creo que eso, de alguna manera, se nota a la hora de trabajar. Todo es más intenso con él así que, al crear, esta intensidad sí que noto que sale y se muestra, sobre todo, en la energía que le pongo a las cosas que hago.
¿Y tu creación en tu crianza?
No sabría decir exactamente, si te refieres a mi trabajo en concreto, no creo que influya mucho. A veces pienso que en todo caso podría influir negativamente. Tengo el estudio en casa y cuando trabajo necesito estar encerrada y sola y mi hijo puede sentirse a veces excluido en ese sentido. Pero necesito mucho separar estas dos cuestiones.
Por otro lado, cuando no estoy trabajando y estoy con él sí que saco esa parte lúdica que encuentro que tiene esta profesión y creo que ahí sí que puede influir positivamente en la crianza.
¿Tienes algún proyecto directamente ligado a tu/la maternidad?
Acabo de entregar los originales para una exposición que se hará el próximo año en el Museo de Navarra junto a otras ilustradoras y cuyo tema es el ahora, el presente. He preparado una serie de 10 ilustraciones inspiradas en el momento del postparto más inmediato que se me juntó con la pandemia y el confinamiento.
En ese momento, mi hijo no ganaba peso por un mal agarre al pecho que tratábamos de solucionar con una asesora de lactancia, pero que ningún pediatra supo ver, así que lloraba muchísimo de hambre, hasta que dejó de comer, de cansancio. Fueron unos meses muy difíciles a los que sumamos el no poder salir de casa y no poder compartir la alegría por la llegada de este ser con amigos y familia así que yo pasaba ratos en el baño creyendo que ese espacio era un lugar ajeno a todo, como un aeropuerto, un sitio en el que podía reencontrarme conmigo misma, mirarme y creer que detrás de la puerta nada de todo eso estaba pasando.
Así he recuperado esta idea creando escenas en baños. Imaginado qué hacen otras personas cuando nadie las ve, cómo son, cuando no hay ojos mirando, como cuando una madre reciente se mira al espejo en un baño, sola por la noche.
¿Ves luz al final del túnel de la conciliación entre la Artista y la Madre?
Si los gobiernos no se ponen las pilas actualizando la duración de las bajas de maternidad y las ayudas a las autónomas, lo que hagamos a nivel particular es poco menos que malabarismos. Es imposible la conciliación. Siempre se renuncia a algo, y es doloroso.
No conozco a ninguna madre que se sienta 100% conforme con el tiempo que dedica a crear y a su criatura. Por mi parte, lo que estoy empezando a hacer es priorizar. No cojo encargos que no me compensen económicamente o que a nivel personal no me satisfagan mucho. Si no se cumplen al menos una de estas dos premisas, no me compensa. También me embarco en proyectos personales más meditados y pensados.
¿Hay un conflicto dentro de ti entre esas dos partes que te componen?
Totalmente. Cuando tengo una idea o estoy trabajando en algo que me tiene muy atrapada me descubro, a ratos, mirando la hora en la que podré meterme en el estudio a trabajar. Y cuando estoy trabajando, espero a que mi hijo llegue a casa para estar con él.
En mi caso, no he encontrado la solución compaginando ambas cosas. Admiro mucho a esas artistas que crean mientras sus hijos juegan a su lado o colaboran con ellas… yo no he podido hacerlo. No me gusta, no me sale, necesito centrarme en una cosa cada vez para disfrutar de ambas.
¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?
Lo peor no lo relaciono directamente con la maternidad sino con cómo nos lo hemos montado como sociedad. Maternar hoy en día es un ejercicio solitario, eso es lo que menos me gusta, esa soledad que muchas veces se siente al no poder compartir momentos, dudas y alegrías con familia y amigos cercanos. También me ha sorprendido la niñofobia que, en general, existe y me da pena. Parece que, en algunos entornos, los niños molestan. ¿No es terrible intentar excluir de la vida social a una parte de la sociedad? Lo hacemos con los niños, con los ancianos, con cualquier colectivo que no produzca. Constantemente queremos separarlos, que vayan a guarderías cuanto antes, mejor; a extraescolares, a campamentos de verano, que no demanden tanto nuestra atención, que anden, que hablen, todo cuanto antes, que crezcan cuanto antes. En definitiva, que dejen de ser niños, cuanto antes. Cuando miro a mi hijo se muy bien lo poco que va a durar su niñez y quiero disfrutar cada minuto, porque sé que la sociedad ya se va a encargar de que crezca lo antes posible.
Lo mejor es todo lo demás. Es él y cómo me veo a mí misma con él. Antes de tener hijos tenía dudas sobre si me gustaría realmente o si me arrepentiría de alguna manera por el cambio de vida que podría implicar criar a una persona. Ahora me parece increíble todo esto, lo más animal que he vivido nunca, una locura total, pero locurita de la buena.