Cuenta Paula Camarós en su página web que, al final su carrera, decidió viajar a Londres y seguir formándose. Las cosas en nuestro país no estaban boyantes para quienes querían dedicarse a la sanidad y vio allí una oportunidad de formación y trabajo. Los primeros momentos fueron duros: compartía habitación, trabajaba como recepcionista en un hotel… pero pudo elegir dónde estudiar y comenzó a trabajar en un buen hospital. Paula, matrona y madre de dos criaturas, ejerció su profesión en el sistema público de sanidad de Reino Unido durante 6 años. Esta experiencia, en un país pionero en parto respetado, le abrió los ojos hacia una nueva manera de vivir y acompañar la maternidad. Esta experiencia fue la que motivó, en su vuelta a España, la apertura de un centro para la maternidad que se define por ofrecer un entorno respetado y humanizado para las madres.
Cinco años más tarde, Baby Suite es un centro de referencia y Paula ha decidido publicar un libro, El poder de crear vida, en el que vuelca toda su experiencia y explica los pormenores de la maternidad, desde la búsqueda del embarazo hasta los primeros meses de vida de una criatura. Es un libro con mucha información, pero de lectura muy accesible, alejado de tecnicismos y que busca acompañar a la mujer en este proceso. Cuando la lectura puede resultar más espesa, por su carga técnica, se presentan ilustraciones que facilitan la comprensión. La cabeza de Paula no para y, al acabar esta entrevista, confiesa que ya está pensando en el siguiente: “soy un culo inquieto, ya estoy pensando en el siguiente libro, pero voy a parar y a disfrutar un poco de este”. Charlamos con ella en un Hub de la calle Huertas de Madrid. Paula sonríe, relata y resplandece, como lo hacen las personas convencidas de estar haciendo bien las cosas, como las personas que cuidan a otras personas en momentos tan definitivos y, a la vez, tan frágiles, como el embarazo, el parto y el postparto.
¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Cambió la maternidad tu forma de trabajar?
Creo que he ganado algo siendo madre: la empatía. No quiere decir que antes no fuese empática, pero es verdad que, a raíz de haber vivido el proceso, que nadie me lo haya contado o que no me base en lo que veo una y otra vez en diferentes mujeres, me ha hecho ser mejor profesional. No quiero decir que no puedas ser una gran matrona si no eres madre, en absoluto. Pero a mí, personalmente, me cambió la forma de ser y la forma de vivir mi trabajo.
¿Cuál es la huella de tus hijos en tu trabajo?
El libro está dedicado a ellos. Cuando te conviertes en madre, tus hijos son tu motor: te llevan al límite en muchas cosas, te retan en muchos aspectos pero, al final del día, merece la pena. Puede haber complicaciones, desviaciones, momentos duros… pero realmente ser madre es maravilloso. Hay que disfrutar de ese proceso. Es verdad que ellos llegaron para poner nuestro mundo patas arriba. Primero, descubres el amor absoluto, más puro e incondicional, descubres que existe otra manera de querer. No consigo describir con palabras cuánto les quiero. Y hay días en los que no puedo más pero luego se acuestan, les miro y pienso que todo merece la pena. Son el motor que me ha hecho escribir el libro, que hace que me levante por las mañanas, ir a trabajar y hacerlo bien, querer dejarles un futuro mejor.
¿Qué es lo mejor y lo peor de tu experiencia como madre?
Lo mejor, sin duda, es tenerles a mi lado, porque todo compensa. Lo peor son los días en los que sientes que no llegas a más, en los que estallas y les pegas cuatro gritos a tus hijos —y luego te das cuenta de que ellos no tenían la culpa—. Quizá el sentimiento de culpa sea lo peor: es algo que nos tortura a todas las madres. Y también querer llegar a todo, cuando no es posible. ¿Cómo puedes trabajar y cuidar a la vez? Esto es algo que ha quedado muy patente con el coronavirus: hacer esas cábalas para poder conciliar en un país en el que la conciliación no existe.
Cuentas en tu libro que has estado formándote y trabajando fuera de España, en Reino Unido. ¿Cómo es la estructura sanitaria para las mujeres embarazadas allí?
Hay varias opciones. Existen hospitales al uso, normales, donde los procesos son realmente respetados. Por ejemplo, yo trabajé en un hospital de referencia en Londres. Teníamos una planta de paritorio, con un ala destinada a mujeres con embarazos de bajo riesgo y un ala de alto riesgo, para mujeres con ciertas condiciones —con preeclampsia, diabetes gestacionales mal controladas o riesgo de parto prematuro—. En el propio hospital existen las casas de partos, que están dentro del propio hospital pero es una unidad ideada por matronas, en el que solo se admiten embarazadas de bajo riesgo. También hay casas de partos fuera de los hospitales, independientes pero a una distancia mínima. Y también puedes tener tu parto en casa, cubierto y financiado por el sistema público de salud.
Cuando has trabajado de esta manera, a primera vista mucho más respetuosa con los procesos de embarazo y parto y vienes a España…
Nace Baby Suite. Es cuando me doy cuenta de que se puede vivir la maternidad de manera distinta, respetada, con un abanico increíble de opciones para la mujer que no estamos teniendo en cuenta. Es verdad que en Inglaterra soy quien soy, me he formado y he aprendido cosas maravillosas, pero me sentía sola, con la niña, sin familia, con un clima complicado. No me sentía en casa. Decidimos volver después de seis años, decidí que era mi momento y puse en marcha ese centro hace más de cinco años.
Creo firmemente en un equipo multidisciplinar, sin jerarquías, donde cada uno ejerce su profesión y, sobre todo, donde la mujer y su acompañante se sienten los verdaderos protagonistas: todo gira en torno a ellos. Puedo traer todo lo que aprendí allí y empezar a hacerlo aquí. Cuando me preguntan qué es Baby Suite, yo digo que es una filosofía y una manera de sentir la maternidad, de empoderar a la mujer y hacer que sienta que es capaz.
Una experiencia muy común entre las mujeres que dan a luz en España es sentir desconocimiento, miedo y, en algunos casos, sufrir violencia obstétrica.
Se habla de violencia obstétrica y hay colectivos que miran hacia otro lado. Sé que decir “violencia” es una cosa dura y que la violencia obstétrica parece ser algo que nos afecta a todos. Yo me dedico a la obstetricia y puedo estar metida en el mismo saco. Pero, o le ponemos nombre y luchamos por su erradicación, no acabaremos con esto. Si no crees la palabra de las mujeres, si la pones en duda, vamos a ver porcentajes: ¿Cuántas cesáreas se hacen en España? Un 25%, cuando la OMS recomienda un 10-15%. ¿Episiotomías? En un 40% de los partos. Si sigues mirando hacia otro lado viendo estos datos, eres parte del problema.
Te infantilizan, no te dejan elegir, todo va con prisas, te separan de tu hijo, te hacen maniobras no recomendadas. Preguntas el por qué, y te dicen que es “una ayudita”… Es muy duro.
¿Cuáles son las diferencias más notables entre cómo se da a luz en Reino Unido y en España?
Hay muchas pero, para resumir, te hablo de tres: la formación. Allí estamos en actualización constante. Cada pocos meses, tenemos reciclajes, escenarios de emergencias con simuladores. Allí no existe la jerarquía ginecólogo-matrona que existe en España. En una parte del libro hablo sobre ello: esto no es una guerra de poder. Cada uno tiene sus competencias y hace una cosa diferente. En mi primer parto, en Inglaterra, mis padres vinieron desde España y tuvieron la gran suerte de acompañarme. Fue un parto muy largo. Yo tengo muy malas venas. Fueron a cogerme una vía y me pincharon como 8 veces. Llamaron al jefe de equipo, que estaba de guardia, para que me pinchase. Él subió, me cogió la vía a la primera. Una gota de sangre cayó al suelo y él la limpió, desechó los punzantes y el material sobrante. Se lavó las manos y se dirigió al cuarto oscuro, para dejar la bandeja con todos los utensilios que había utilizado. Mi padre alucinó: ¿un médico que se agacha a limpiar el suelo? En España te quitas los guantes, se los tiras a la auxiliar de turno y te vas de la habitación. No quiero generalizar: he trabajado de enfermera y de matrona aquí muchos años también. Pero lo he visto, ocurre. En Reino Unido, hasta el médico más top se presenta a la mujer con su nombre y apellidos.
Los protocolos allí están unificados. Aquí, en España, por ejemplo con una prueba común como la curva del azúcar. Te reto a que preguntes a cinco amigas y te digo que ninguna de vosotras coincidís en qué semana os lo han hecho. En algunas provincias, de hecho, te la hacen dos veces. En otras, ni te la ofrecen. En Inglaterra da igual en qué punta del país vivas: el protocolo está estandarizado y unificado.
¿Qué necesita una mujer saber antes de quedarse embarazada?
Sabemos lo que hay que saber, pero nos han hecho creer que no. De hecho, la mejor formación ya la tenemos: nacemos con ella, está dentro de nosotras. Con el paso de tiempo, como han querido medicalizar un proceso cuando no es necesario, nos van quitando ese poder que tenemos. Lo mismo ocurre con el poder que tenemos para amamantar. Nos han hecho sentir que debemos tener formaciones y formaciones. Alguien podría pensar pero si tú das preparación al parto, te haces un flaco favor diciendo esto. Nacemos con el poder de crear y dar vida pero, a veces, recibir una formación de preparación al parto en la que prime la evidencia científica, podemos llegar a ese momento más empoderadas y entendiendo que no existe el parto perfecto, que hay un abanico de posibilidades amplísimo y que es la mujer la que tiene el poder de elegir una vez se ha informado de sus opciones. La información es poder.
En estos días, de nuevo, los medios hablan de violencia obstétrica. El Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos rechaza y considera muy desafortunado este concepto.
Yo no practico la violencia obstétrica, la denuncio cuando la veo y no me siento ofendida. De hecho, me duela que exista ese término porque parece que nos engloba a todos los que nos dedicamos a la obstetricia. Pero es súper necesario ponerle nombre: ya no es lo que las mujeres puedan decir, es que las evidencias científicas no están inventadas. Están auditadas, son reales y me atrevería a decirte que las estadísticas son peores de lo que vemos. Cuando emiten este tipo de comunicados, súper ofendidos, a mí me duele. El primer paso para el cambio y solucionar un problema es aceptar que el problema existe.
Somos muchas peleando para cambiar las cosas. Y llegan estos señores y dicen que el problema no existe, que es algo que se inventan las mujeres. ¡Hay mujeres destrozadas! Con secuelas físicas, emocionales, psicológicas… me duele a mí, que no lo he vivido en mis partos. Si niegas el problema, eres parte del problema.