RELATO DE UN PARTO INTERVENIDO, POR OLALLA IGLESIAS

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“Te volvería a parir una y mil veces, incluso de la misma manera,

con desgarro, interferencias e intervenciones”.

He subido esta frase ligada a una foto a una red social. Era una foto bonita, donde en primer plano aparecía mi rostro junto al de mi hijo, el sol de fondo, tono blanco y negro y un beso también.

Es el inicio de un poema más extenso. Un inicio contundente que, de manera aislada y fuera de contexto, nada tenía que ver con el objetivo final. Pretendía provocar pero no entiendo si hizo este efecto. No hubo un filtro o una crítica verbalizada a estas palabras. Quizá si la hubo, pero no compartida, y es una pena.

Me di cuenta por las reacciones que sí tuvo la publicación que es profundamente difícil extraernos de los mitos del amor romántico, y que estos no solo se enquistan en las relaciones, sino en todo proceso emocional y amoroso que la mujer transita. En este caso se mezclan con la maternidad y el amor incondicional, toda una serie de estereotipos que refuerzan un rol complaciente y callado, silencioso y normativo. Para amar hay que sufrir, y si duele es porque es más significativo. Pues no. Quiero expresar que no lo siento así y explicar por qué. Parece que el amor todo lo puede y el amor de madre más, y hay que pasar todo por alto porque parece que así una entra mejor en los cánones y es más templada, y eso nada tiene que ver con el amor. Una también tiene derecho a enfadarse, expresar y pedir, y no por eso se quiere menos o peor.

Veréis, a mí me hubiese gustado tener un parto corto, tranquilo y respetado, pero desde el momento en que rompí aguas hasta que tuvo lugar el expulsivo pasaron 69 horas donde hubo de todo, sobre todo interferencias, juicios, urgencias e intervenciones. Y una cosa desencadenaba la otra, y esta a la siguiente y así sucesivamente hasta que Iago nació. No fue algo idílico, no fue un parto para recordar, aunque lo recordaré, pues ahora ya forma parte de mí y de nosotros. Y no, yo no volvería a pasar por el mismo tipo de parto como una muestra de amor, aunque amo a mi hijo hasta el infinito y más allá. De hecho mi parto es el límite más grande para plantearme tener más hijos.

Volvería a parir a mi hijo una y mil veces por tratar de hacer las cosas diferentes, pero desde el aprendizaje del presente en el que me siento fuerte, no desde un estado de vulnerabilidad, para tener la claridad necesaria de decir aquello o hacer callar lo otro. Volvería a parir de la misma manera, con desgarro, interferencias e intervenciones, pero solo para tratar de evitarlas. No como una idea de amor platónico o adoración, como si “fuese lo que tocaba”. No como un sacrificio de madre. Quizá en alguna de las mil veces consiguiera que mi plan de parto no fuese tirado a la basura, no sentirme invadida en mi espacio, tiempo o decisión o no sentir que éramos unos irresponsables. Yo sé que esto es pura polémica y un debate amplio, pero sobre todo sé que es político, y no quisiera resignarme. Se mezclan teorías y sentires. “Ha salido como tenía que salir”, me han dicho, incluso he llegado a verbalizar yo, pero esto es discutible y un arma de doble filo. Huimos de enfrentarnos a las emociones y caemos en discursos que forman parte de la cara oculta, muchas cuestiones son evitables con un poco de tiempo, visibilidad y reivindicación. Ha salido como salió, pero no como tenía que salir o cómo podía haber salido.

Hubo una urgencia y entré en el hospital con la etiqueta de “la que quería parir en casa”. Nuestra entrada fue muy tensa y mucho de lo que no quería, sucedió. Ya no hablo de las opiniones no pedidas de muchas personas cuando fue público que habíamos tomado esta decisión de parto. También cayeron juicios rancios a lo “es que no era para nada buena idea”, cuando todo hubo pasado y todavía estábamos lidiando con las emociones a flor de piel o el inicio de la lactancia.

No por parir con más dificultades mi hijo me ama más o yo lo amo más a él. No por sufrir más, mi historia tiene más valor. Al contrario, es una más del montón, del montón de historias de partos y nacimientos que acaban instrumentalizados, invisibilizados, donde las peticiones son poco oídas y donde las mujeres acaban cediendo por miedo y/o presión. Así que sí, volvería a parir una y mil veces a mi hijo, incluso de la misma manera si hiciese falta, pero solo con la intención de visibilizar y cambiar. Para empezar, no le contaría a nadie, absolutamente a nadie nuestras decisiones, solo a las personas imprescindibles. Y por supuesto no avisaría del inicio, avisaría cuando ya mi hijo hubiese nacido y la lactancia se hubiese establecido.

A las mujeres nos flaquean las fuerzas para dar voz a lo que nos ha dolido. Tiene que pasar el tiempo. No es sencillo exponerse a opinión pública después del parto. No es el momento, ya es suficiente con estar para nuestra cría y lamernos las heridas. Además en cuestiones de parto hay muchas opiniones e historias que saltan como resortes cuando se abre la conversación. Quizá necesitas compartir pero acabas escuchando.

Quiero decir también que no solo duele lo físico. Yo, que después de 62 horas pedí epidural, no sé lo que es el dolor del expulsivo. Aunque en mi caso gracias a la anestesia dilaté dormida y evité cesárea, a mí me duele mucho la falta de la sensación física natural, pues estuve muchas horas con una inducción muy molesta y artificial donde tampoco hubo opción a la movilidad. A las que les ha dolido dirán que qué estoy diciendo, pues claro, cada una tenemos una experiencia única y lidiamos con lo nuestro.

Todas tenemos nuestra mirada puesta en un buen parto, la esperanza mezclada con los temores, la expectativa difuminada con la inseguridad, el deseo de que ni a nuestra cría ni a nosotras nos pase nada. Algunas de las mujeres que compartieron embarazo conmigo y que parieron más o menos en la misma época contaban su parto muy ligero, y yo, sentía el mío con más fracaso todavía al escucharlas.”¿Por qué ellas sí y yo no he sido capaz? Tengo algo defectuoso, no estaba tan preparada como el resto, ¿por qué no conseguí dilatar?”, y ahí caía sobre mis hombros el peso de toda la teoría previa: “Todas las mujeres están preparadas para parir bien y saben cómo hacerlo”. Esto resulta muy emponderante y es magnífico, pero en una preparación al parto convencional no te preparan para todo lo que puede llegar a suceder que no depende de ti, decisiones en las que de repente no tienes ni voz ni voto, circunstancias que te rodean y que influyen en tu serenidad. ¿Cómo se lidia con eso entre contracción y contracción? En nuestra preparación al parto si se hablaba de estas cosas, y aún así no supimos lidiar con ellas.

Con el tiempo, algunas de estas mujeres han empezado a contar sus partos de manera diferente, con más detalles, con más dolores, con más seguridad y dando visibilidad a las circunstancias antes no verbalizadas. Esto no ha hecho que yo me sienta mejor, esto ha hecho que entienda más el dolor que muchas llevamos dentro. He comprendido también las dificultades y barreras internas que una encuentra a la hora de expresar.

Entendí también que no es que yo no supiese parir, es que no supe pedir, poner límites y callar. Yo solo tenía que recogerme en la cueva y concentrarme en lo mío, en lo nuestro. Mi lectura siempre acaba siendo la misma, tenía que haber pedido más y hablar menos. Tenía que haber pedido que alguien hablase por mí. Esta parte la teníamos que haber practicado más.

Este es el poema entero, con su contenido hasta el fondo. Con el encabezamiento que pretendía provocar y que solo tuvo reacciones de emoticonos con miradas acorazonadas, sabéis a cuáles me refiero ¿verdad? Pues eso.

 

Te volvería a parir una y mil veces

Olalla Iglesias

@olajui

@babyvanblog

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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