Hace pocas semanas, en una charla con la experta en comunicación efectiva Teresa Baró, constatábamos que uno de los motivos que impulsa a las mujeres al emprendimiento es el no encontrar un lugar para ellas en el mercado tradicional de trabajo. La magia quiso que ese mismo día nos cruzásemos en el camino con Sandra Sanz, creadora de la marca de ropa para criaturas Cuddles Brand. Sandra nos escribió y nos contó su historia, que es la historia de tantas mujeres a las que les dijeron que podían con todo, pero ese “todo” encontró una piedra en el camino llamada maternidad. Y esa piedra, pesada, tenían que levantarla ellas solas. Es ahí cuando te das cuenta de que pierdes valor a ojos de las corporaciones porque tu vida ha cambiado. Porque además de darlo todo por tu empresa, tienes que cargar con los cuidados. Y este mundo está tan requetemal hecho que, en vez de respetar, incluso diría sacralizar, el acto de cuidado y humanidad que supone la crianza de un hijo, penaliza a las mujeres que, habitualmente, no solo gestan sino que deben hacerse cargo de un ser humano totalmente dependiente, como lo hemos sido todos, incluidos los grandes directivos, CEO’s, responsables de Recursos Humanos y otros gurús de los negocios.
Así comenzaba la historia de Sandra compartió con MaMagazine:
“Cuddles Brand nació casi a la vez que mi primer hijo, aunque la idea no se pudo materializar hasta el año pasado. Yo siempre he sentido que he tenido mucha suerte y aunque sé que la suerte se hace, aún hoy me considero muy afortunada en todo. Yo era una chica con un trabajo que muchas envidiarían, trabajaba fuera de España en moda en una empresa multinacional, viajaba mucho a Milán, París, Londres, Madrid y hasta Nueva York. Tuve un puesto importante y me costó mucho llegar a él. Horas interminables, mucho cansancio, mucha presión, pero yo quería demostrarles a todos y a mí misma de lo que era capaz.
Quería demostrarles a todos lo que podía hacer sola ya que, hacia el final de mis estudios universitarios, en una cena familiar durante mi búsqueda de trabajo acabé llorando pensando que no valía. Recuerdo a mi padre y a mi hermano diciendo que debía engrosar mi CV y que, bueno, a fin de cuentas, con mi timidez y mi personalidad me costaría mucho que me cogiesen después de una entrevista a no ser que viniese de “algún contacto suyo.” No fue con mala intención, pero se me quedó grabado. Conseguí mucho sola y también gracias a mi marido que siempre me apoyó en todo. Todo esto en una industria, la de la moda, donde el 80% de los trabajadores eran mujeres, pero ninguna llegaba más allá del puesto de directora de algún departamento y estas mujeres casi nunca tenían familia. Incluso yo quise conseguir un ascenso justo antes de mi maternidad porque sabía lo difícil que sería a posteriori.
Y luego ocurrió el mejor regalo de mi vida: un embarazo. Todo fue muy bien hasta el parto. Fue un parto deshumanizado que acabó en una cesárea de emergencia cuando yo “había hecho todo bien”. No vi nacer a mi bebé y tuve que decir que por eso me costó mucho aceptarle (cuando yo pensaba que esto era algo natural y siempre había tenido un gran instinto maternal). Tuve muchos momentos de soledad y dudas. Tuve que volver al trabajo con mi bebé de menos de 4 meses (por las normas del país y de mi empresa no tenía otra elección) y ahí empezó lo duro.
En este punto me encontré con la cruda realidad. Yo creía que me había vuelto mejor persona, pensaba más en los demás, había aprendido a relativizar la importancia real de los problemas y tenía más confianza en mí misma. Ellos me relegaron a trabajos de menor responsabilidad, me obligaron a viajar y me hicieron sentir como un incordio cuando tenía que sacarme leche. Conseguir continuar con el trabajo a diario con despertares nocturnos cada dos horas se me hacía muy complicado y, además, tenía un sentimiento de culpabilidad constante por dejar a mi hijo con otra persona y no cuidarle yo.
Al final, mi marido y yo tomamos la decisión de volver a España y yo he sacrificado mi carrera por mí —no por mis hijos, que también, pero no quiero cargarles a ellos con esto—. He sacrificado mi carrera porque no podía continuar viviendo en ese mundo sin sentido para mí. Mi marido también ha sacrificado muchas cosas pero creemos, que aún con las dificultades actuales, somos más felices aquí.
El caso es que en todo este camino me he dado cuenta de que a las embarazadas se las venera y es uno de los mejores momentos de la mujer. No quiero confundir a nadie: un embarazo no es fácil, pero es un momento en el que la mujer cobra protagonismo, se la cuida, se la quiere, se la protege y se le conceden pequeños placeres en forma de antojos. Pero luego llega el bebé y la mujer pasa a segundo plano. El bebé cobra protagonismo y la mujer vuelve a su estado anterior pero un poco más cansada, con las hormonas a flor de piel y con muchas preocupaciones. A veces nos olvidamos de ellas; ellas, que acaban de dar la vida y a quienes deberíamos venerar y dar todas las atenciones. Y nosotras las mujeres, como siempre, hacemos lo que mejor se nos da, poner nuestra mejor cara y seguir adelante. No hay espacio para sentirse mal, no hay espacio para la soledad y deberíamos estar muy felices con nuestro hermoso y perfecto bebé.
Os escribo esto y no puedo evitar las lágrimas en los ojos y es que me emociono cada vez que recuerdo todo aquello y el por qué de nuestra marca. Ahora estamos en nuestros comienzos y ojalá salga”.
Sandra es el ejemplo perfecto de todo lo que adolece la sociedad respecto a los cuidados y al papel de la mujer: es una mujer a la que el sistema ha fallado. Emprendedora porque, a veces, no hay otra manera de equilibrar todas las facetas de la vida de una mujer: la trabajadora, la cuidadora, la madre. Además, con la dosis extra de culpa: en su parto, en su día a día, con el sacaleches… Como ella dice, cree que es mejor persona. Y yo también lo creo: ha aprovechado su experiencia para poner el foco de atención en un modelo de negocio sostenible con su familia y también con el medio ambiente. No se ha inventado una empresa para crear necesidades, sino para cubrir las que ya existen de una manera responsable y ética con el medioambiente y la salud. A veces, los fallos del sistema hacen de este mundo un lugar mejor. Gracias a Sandra y a todas las emprendedoras por no rendirse.
Hemos querido saber un poco más sobre ella y sobre la historia de Cuddles Brand. Esperamos que esta historia te guste. A nosotras nos ha enamorado.