No me ha bajado la regla.
Tendría que bajarme hoy, así que no debería estar tan preocupada. Otros meses he tenido retrasos y no ha pasado nada, pero esta vez es diferente.
Hace unos días mi amiga Lucho y yo nos pusimos a trastear con mi app para la menstruación; esa aplicación donde las mujeres metemos religiosamente los días que tenemos el periodo para que Google sepa cuándo anunciarnos que toca ir al súper a por compresas de noche. Por lo visto, el programa también tiene otra utilidad. Lucho me dijo que, según mi móvil, mi día más fértil del mes había sido el 1 de marzo. Es decir, el día que me lie con mi ex…
Así comienza Ponerme a parir (Planeta, 2022) , el libro en el que Valeria Ros cuenta, en clave de humor y sin tapujos, su embarazo y el primer año de su hija Federica. Poco a poco, su relato va sumando capas y entra, sin pudor, en la infancia de la propia Valeria —un periodo que explica muchas de las cosas que nos pasan en nuestra vida adulta—, en un análisis de la actualidad de cómicos y cómicas en nuestro país tras la explosiva aparición de referentes femeninos en ese sentido y ahonda, también, en su propia salud mental, otro de esos temas que, hasta hace poco, ha resultado más bien invisible. Valeria habla de sus frustraciones en un relato que no deja fuera ni sus fracasos, a los que considera aprendizajes necesarios. Hablamos con ella cuando va camino a su trabajo en Zapeando y charlamos sobre el impacto de la maternidad en su trabajo y en su vida.
¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Sufrió cambios significativos tras tu maternidad?
La verdad es que sí ha habido un cambio: el volumen de trabajo ha aumentado, aunque debería ser todo lo contrario. La maternidad y el confinamiento, esa mezcla, me ha dado más oportunidades. No sé si a nivel hormonal estaba más dicharachera… A raíz de eso, fue todo más complicado, sobre todo, poder conciliar. La diferencia es que ahora me siento más “funcionaria del humor”: no tengo ese espacio mío en el que pueda crear comedia de calidad. Ahora mismo trabajo con la improvisación, que es otra de las herramientas que hay en comedia, pero no le doy tantas vueltas a la escritura en sí que hacía antes. Y me da mucha pena, pero es verdad que no puedo con todo, no encuentro ese momento de tranquilidad. Me cuesta mucho cuidarme a mí misma, incluso. Cuando llego de trabajar estoy con la niña. Estoy en un segundo plano y hay veces en los que pienso “por favor, que se duerma”, porque necesito mandar un mail y me resulta imposible.
Federica tiene ahora año y medio, ¿ya es visible su huella en tu manera de trabajar?
Por supuesto. Yo hago comedia autobiográfica y, al final, el hecho de ser madre ha cambiado bastante el panorama de mis discursos cómicos. De lo que hablo es de lo que me pasa día a día y todo lo que me pasa es con mi hija, a no ser que tenga un estreno o alguna cosa relacionada con el trabajo. Ahora mismo vivo en un mundo de trabajo y mi hija, no hay lugar para mi ocio personal. Y me da rabia porque, en el momento en que lo tengo, me doy al 100% y luego me arrepiento. Es ese momento de desconexión máxima, ese momento en el que digo que me voy a tomar una caña y a casa, pero acabo saliendo hasta las mil y con un sentimiento de culpa brutal por necesitar ese momento de desconexión de trabajo y maternidad.
¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?
Lo mejor de ser madre es descubrir el mayor hito en la vida de una persona o, por lo menos, en la mía. Es un amor incondicional que creo no había vivido nunca antes por nadie. Esa sensación de cuidar y de querernos a unos niveles máximos y tener esa compañía que sabes es de por vida me encanta. Lo peor es ser consciente de que ya no llegas a todo, de que ya no puedes trabajar de la misma manera o hacer planes con la gente de antes. Que los sigues haciendo, pero es más incómodo porque igual ellos no tienen hijos y su ritmo es distinto. Por lo menos, yo he sentido que, ahora mismo, me interesa mucho más estar con gente que tiene hijos porque me siento en la misma situación y vives las vacaciones o cualquier momento de ocio de otra manera. Cuando voy con amigos que no tienen, experimento una sensación de agobio constante que no me merece la pena. Sin ser yo de Madrid, me cuesta tener amigos cerca que estén en mi situación.
“He conseguido que mis compañeros me traten como a una más” es una frase que me llamó la atención de tu libro. Con toda la polémica surgida tras el boom de la aparición de las mujeres cómicas y las quejas de algunos compañeros, ¿sería correcto decir “como a uno más” en vez de “como a una más”?
Por un lado pienso que tiene mucho que ver con cómicos que llevan toda la vida de bares, intentando ganarse la vida con esto. Ha habido una discriminación positiva hacia las mujeres. En ningún momento he escuchado a un cómico de la vieja escuela quejarse, pero puedo entender la impotencia de ser un buen cómico, llevar toda la vida haciendo comedia y que aparezca este boom de mujeres haciendo comedia, sin la experiencia que él pueda tener y que se sienta amenazado o lo perciba como una injusticia. Tengo amigos cómicos y amigas cómicas y he podido verlo de cerca. Se necesitaban voces femeninas hablando de cosas de mujeres que antes eran tabú y puedo entender que no guste a todo el mundo porque los cambios no suelen gustar. Yo estoy convencida de que los cambios son para bien y creo que hay espacio para todos. Esa inmediatez de personas que, igual, no tienen las tablas suficientes y, de repente, tenían programas en televisión a podido molestar a compañeros, que llevan trabajando toda la vida y no han tenido esa oportunidad. Te hablo de cómicos que actúan en La Chocita del Loro, con un nivel brutal. En ese punto, si te pones en la piel de esa persona, puedes llegar a entenderla. En mi entorno, delante de mí, nunca se han quejado. Seguro que se sienten amenazados, porque en este mundo al final crees que o eres tú o no eres. Que hay una competencia que, en el fondo, no existe: hay espacio para todos. Ahora, cuando acudes a un micro abierto, percibes la paridad. Ya existen referentes femeninas en comedia, ya hay mujeres que quieren subirse a un escenario y es lo que realmente queríamos conseguir.
Si me hablas de activismo en comedia, yo no estoy muy a favor porque mi tipo de comedia no es activista. El hecho de estar haciendo lo que estoy haciendo en igualdad de condiciones con mis compañeros me hace pensar que estoy generando esa igualdad. Somos todos compañeros y nos dedicamos a lo mismo. Creo que ha habido un cambio brutal en la escena, las mujeres han pegado fuerte y me parece increíble lo que hemos conseguido. El único matiz, para mí, es que la comedia es una forma de hacer a la gente reír y, cuando metes activismo, no creo que sea la manera a no ser que sean unos chistes buenísimos. Para gustos, colores. Yo dejo el activismo a personas que sepan mucho, mucho de lo que están hablando.
¿Qué te impulsó a contar tu experiencia? Tu discurso dista mucho de esa maternidad ideal que nos han vendido las revistas hasta ahora…
No deja de ser mi experiencia personal y, en ese sentido, una de las cosas que me funcionan en comedia es ser completamente sincera. La escritura te da esa posibilidad. Cuando hago comedia siempre tengo que cerrar con un chiste, acotar las cosas… la escritura te da la libertad de poder explayarte y contar todo con detalles, aunque sea dramático. El libro ha sido la oportunidad de abrirme un poco más y que me conozcan de otra manera. Sobre mi familia y lo que cuento en el libro he hablado en otras ocasiones. Y sí, claro que rompe tabúes. No hago más que intentar mostrarme tal como soy, que la prioridad sea la naturalidad ante el postureo.
En las redes sociales la gente siempre se queja por una cosa y por la contraria. Yo creo que es bastante feminista pararme a pensar en qué necesito yo y no renunciar a mi carrera profesional pese a ser madre. También creo que es bastante machista ser muy permisivos con los hombres y obligar siempre a las mujeres a ser un ejemplo impoluto de feminismo y buena conducta social. Si fuera un cómico, nadie diría estas cosas. No puedo cargar con ese peso. No quiero ser el ejemplo de nada. Bastante tengo con ser madre y cómica.
Cuentas que te reincorporaste al trabajo al poco de dar a luz porque necesitabas volver a sentirte tú. ¿Qué crees que pasó, qué perdiste en esos primeros días de tu posparto?
Cada una vivimos el posparto que nos toca. A mí me tocó un buen susto: a mi hija algo le pasaba. Llegué a casa y ahí había algo que no me cuadraba. Mi tío es pediatra y muy precavido, por una experiencia anterior con una de sus nietas, me mandó directamente a Urgencias. Fui a Neonatos y la niña solo tenía reflujo. Me decían: “no te preocupes, es reflujo. Pero estate atenta, porque puede morir ahogada”. Entonces mi posparto fue muy complicado a nivel psicológico. Me obsesioné, gasté todo el dinero en salus, aprendí las maniobras de reanimación… Esas dos o tres semanas que me tomé en casa fueron dramáticas, con mucha obsesión y paranoia. Volví al trabajo para evadirme de esa situación y poder sentirme, otra vez, yo misma. Era algo que necesitaba porque estaba muy obsesionada con la posibilidad de que le pasara algo a mi hija.
Ahora estoy muy bien porque veo a mi hija como si empezara la universidad. Cada mes es un mundo y la veo súper mayor. Para mi gusto, trabajo demasiado y me gustaría poder descansar un poquito más, disfrutar un poco más de la niña sin que sea siempre bañar-dormir. Me estoy quitando monólogos de fin de semana y solo trabajo entre semana. Mis amigas de Bilbao están embarazadas y tengo muchas ganas de estar con ellas allí. Son cosas que en Madrid se me complican y que también tengo que poner el foco en poder desarrollar esta vida de madre aquí. Es lo que me gustaría conseguir.