Hace pocas semanas tuve la oportunidad de pasar unos días en la región de Hall-Wattens, en Austria. Desde Madrid a Múnich y de ahí, en tren hasta Hall in Tirol, descubrí un valle rodeado de altas montañas por el transcurre el río Inn. A pocos kilómetros de Hall in Tirol se encuentra la población de Wattens, cuna de los cristales Swarovski. Muy bien comunicada por tren con las poblaciones adyacentes, Wattens es conocida por albergar los Mundos de Cristal de Swarovski, un complejo que ofrecen una experiencia interactiva y educativa sobre la historia y la producción de los famosos cristales. En mi visita pude disfrutar de varias exposiciones temáticas, incluyendo jardines de cristal, una cámara de maravillas, y una plataforma de observación con vistas panorámicas de los Alpes.
El artista multimedia André Heller imaginó un mundo de maravillas para celebrar el centenario de Swarovski en 1995. La pieza central temática de Heller fue la idea de un gigante cuyo propósito era conocer el mundo y todas sus maravillas. Con estos conocimientos, el Gigante se estableció en Wattens, donde desde entonces vigila sus Cámaras de las Maravillas. La idea original de estas cámaras fue inspirada por la histórica Cámara de las Maravillas del castillo de Ambras, que fue un intento en el siglo XVI de reunir una colección universal de todo el conocimiento conocido en la época. En las Cámaras de las Maravillas de los Mundos de Cristal de Swarovski, artistas, diseñadores y arquitectos de renombre nacional e internacional han interpretado el cristal a su manera creando singulares espacios y experiencias a partir del brillante material.
El mundo subterráneo del Gigante comienza en la Sala Azul, la primera Cámara de las Maravillas de Swarovski. Sus paredes inclinadas, pintadas en azul Klein, sugieren el interior de una cueva. Esta sala ofrece una primera aproximación a la fascinación del cristal y exhibe obras maestras como La persistencia del tiempo, de Salvador Dalí, Nana de cristal, de Niki de Saint Phalle, y Gemas, de Andy Warhol. En esta sala se encuentra el Muro de Cristal que cruza caprichosamente varias de las estancias e instalaciones dentro del Gigante.


Es difícil elegir entre las dieciocho salas con instalaciones cuál es la favorita: todas ellas te transportan a distintos lugares a través de una experiencia multisensorial, pues además de ver, escuchar y sentirte inmersa en cada una de las experiencias, cada sala tiene su propio aroma. Así, pude disfrutar de Yayoi Kusama, una de las artistas contemporáneas más populares del mundo, expone en Wattens una de sus instalaciones de espejos infinitos más espectaculares, titulada Chandelier of Grief —Candelabro del Dolor—. El elemento central es una araña giratoria de cristal Swarovski, cuyo brillo cobra vida en una sala totalmente revestida de espejos. La sala crea la ilusión de estar en un espacio infinito. Una de las reflexiones que me surgió al disfrutar de estas Cámaras de las Maravillas —a las que es posible acceder con una audioguía personalizada y automática, que reconoce cada espacio en el que entras— es el nulo interés que demuestran muchos de los visitantes por entender y deleitarse con estas instalaciones: pude observar que la mayoría estaban más preocupados por encontrar el punto perfecto en el que hacerse un selfie —cada sala marca en el suelo, para más INRI, cuál es el punto ideal para hacerse la consabida foto— que de recibir los estímulos que cada artista proyectó en sus obras. Muy significativa fue esta experiencia en la citada instalación de Kusama: fuera de la cámara se avisaba de que la experiencia inmersiva sería perfecta cerrando la puerta corrediza que da acceso al espacio. Muy poca gente se paró a leerlo: entraban, daban la vuelta, se hacían una foto y salían. Gracias a estas prisas por retratarse y llegar pronto al siguiente retrato, pude encerrarme en la cámara y entrar con total comodidad y atención en la propuesta de espacio infinito de la artista japonesa.


Otra de las salas que llamó poderosamente mi atención fue Ready to Love, del artista indio Manish Arora. «Le invito a este paraíso amoroso donde el corazón manda y lo conquista todo. Los corazones de esta sala son un acto de amor, cada uno hecho a mano con diversas técnicas tradicionales indias. Expresan una emoción con la que todos podemos identificarnos y una visión que nos hará sonreír». Y es cierto: la intervención de los corazones expuestos, las luces de neón y las escaleras son el reflejo de una utopía tecnicolor que no esconde críticas al amor tóxico. Nuevamente, cada sala es una oportunidad de interpretaciones infinitas, solo hace falta poner atención para descubrirlas.
Hablando de Manish Arora, cabe destacar una de las salas que, estilísticamente, menos aprecié, pero cuyo mensaje comprendí a la perfección: los cristales de Swarovski atraen a muchísimo público de La India, son grandes fans de la marca. Por eso hay una sala llamada Silent Light. Hace más de 15 años, en una extraordinaria colaboración artística, Tord Boontje y Alexander McQueen crearon el árbol de cristal Silent Light. En 2020, esta brillante obra de arte encontró su nuevo hogar en los Mundos de Cristal de Swarovski, en una instalación que, gracias a la tecnología TechnoAlpin, produce nieve dentro de la cámara y que plantea cuestiones sobre la fugacidad y la fragilidad de la naturaleza en el mundo que nos rodea. ¿Nieve dentro de una cámara a los pies de los Alpes? Sí: muchos indios e indias no han visto de cerca la nieve y aquí tienen la oportunidad de disfrutar de esta nieve eterna.
18 cámaras con 18 excusas para pensar el mundo a través del arte, instalaciones de artistas multidisciplinares como Brian Eno que, en 55 Million Crystals, propone una síntesis de música ambiental, luz, componentes de imagen pintados a mano y tecnología informática de última generación que se funden en un objeto grandioso, que cambia con transiciones apenas perceptibles y produce un efecto meditativo. Nuevamente, si no dedicas tiempo a observar y solo quieres hacerte una foto para colgarla en tus redes sociales, no serás consciente del espectáculo lento que opera delante de tus ojos y no sabrás que nadie más ha visto lo que tú estás observando en ese momento, y nadie más volverá a verlo de esta manera. Podría seguir describiendo las salas, pero me quedo con las sensaciones: entrar en estas cámaras de maravillas requiere atención y ganas de dejarse llevar para poder disfrutar de todos los estímulos ofrecidos.


A la salida del Gigante, la integración de los cristales con la naturaleza sigue siendo sorprendente: varias instalaciones de arte contemporáneo, entre las que destacan la Nube de Cristal o la Piscina de los Espejos siguen otorgando placeres multisensoriales. Entre las sorpresas de los jardines se encuentran una torre de juegos, un parque infantil, un laberinto y el precioso carrusel ideado por el diseñador madrileño Jaime Hayón. Como curiosidad, las más de siete hectáreas de los jardines albergan los restos de una muralla procedente de una finca en una calzada romana que atravesaba el valle de río Inn. Tras casi dos mil años sepultados, además de los restos se encontraron más de setecientas monedas de plata romanas.


Hasta el 3 de septiembre, Mundos de Cristal Swarovski y Circus-Theater Roncalli están de celebración, y su regalo de aniversario para los asistentes es un magnífico programa de verano: El 5º Festival de Circo se celebrará en el jardín de los Mundos de Cristal de Swarovski. El lema de este año es “Celebremos”, y el festival presenta a artistas que combinan la pintura, la música y la interpretación creativa en un arte circense excepcional.
Tras un día de emociones intensas es recomendable reponer fuerzas en Daniels Kristallwelten, un agradable restaurante que ofrece cocina internacional, regional, tirolesa y, sobre todo, de temporada. También son famosas sus preparaciones de pastelería, de elaboración propia. Sin duda, este es un plan para disfrutar en cualquier momento del año y en la mejor compañía posible.