(c) Dani Gago

ACCIÓN COMADRES: LO PERSONAL ES POLÍTICO

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Cuenta la periodista y escritora Cristina Fallarás que el germen de esta acción/conversación que es Acción Comadres surgió al calor de dos perolas de lentejas: una con verduras y otra con bien de jamón y chorizo. Por allí pasaron amigas y conocidas para contarse las vidas. Pronto descubrieron que todas tenían algo en común: estaban atravesadas, cada una de ellas, por una o varias violencias machistas —¿o acaso no son todas la misma?—. De esas conversaciones entre mujeres surgió la idea de sacarlas de la cocina, el salón o el patio para hacer partícipes a quienes resultase interesante observarlas y escucharlas: así, la primera Acción Comadres se celebró el pasado 18 de junio en el Teatro del Barrio (Madrid) y las comadres eran Cristina (Mía) Abelló, Lydia Aguirre, Violeta Assiego, Piluca Baselga, Cristina Fallarás, Marisa Kohan, Karmele Marchante, Amparo Sánchez (Amparanoia) y Zinnia Quirós, comandadas por María Botto.

Pero no son las lentejas, sino la salida de Twitter, ese vertedero de odio cobarde, de la Fallarás. Cuando se fue, montó un grupo en una plataforma de mensajería en el que también se encuentran mujeres referentes en distintos ámbitos: políticas, periodistas, abogadas… Este grupo arrancó para pensar acciones conjuntas y de ahí salió una reunión presencial en mayo de 2021. Las primeras lentejas en casa de Cristina fueron en septiembre del mismo año, en un ambiente lúdico y de goce.

Le salieron ricas las lentejas a la Fallarás porque repitieron. Le salieron ricas, además, porque consiguieron llenar la sala. Le salieron ricas a ella y nos supieron a gloria a todas, pues ya tiene mérito que las conversaciones entre nueve mujeres bien vividas saliesen de la intimidad para ser contadas en una sala de teatro con público delante. Le salieron ricas las lentejas —que quizá en verano fueran gazpacho y ensaladilla— y repitieron las comadres su actuación, esta vez el 17 de septiembre en la Sala Mirador (Madrid).

No es Acción Comadres una obra de teatro, sino una charla de sillas sacadas a la fresca. No en todas las acciones están las mismas comadres, aunque muchas de ellas han repetido en esta tercera representación —la cuarta, si contamos que llevaron la Acción al Ministerio de Igualdad dentro de la programación del 25N, Día Internacional contra la para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres—. El pasado 16 de diciembre, las sillas a la fresca nos esperaban, de nuevo, en la Sala Mirador. No era el mejor día para programar, llena como estaba la ciudad de cenas y compras de Navidad. Por lo menos, en el taxi camino a la sala, vimos las luces de Navidad en ese centro de Madrid que expulsa a los paseantes, a la vez que los engulle. La sala estaba bien nutrida de mujeres curiosas y también de algunos hombres. En el escenario, nueve sillas y una tenue luz, entre rosa y morada. Cuando ya estamos esperándolas, aparecen ante nosotras la periodista Karmele Marchante, la compositora e intérprete Amparo Sánchez, la periodista Marisa Kohan, la gestora cultural Cristina Abelló, la periodista Cristina Fallarás, la actriz y exdiputada por la Asamblea de Madrid Carla Antonelli y la activista Zinnia Quirós. No es esta una representación teatral, es decir, las mujeres sobre el escenario no interpretan un papel. Es una conversación como las que tenemos muchas de nosotras cuando nos juntamos. Porque eso es lo que hacemos las mujeres que creemos en las mujeres: escribirnos, contarnos, escucharnos, tocarnos, abrazarnos, interpelarnos; en resumen, compartirnos.

Comenzó Karmele hablando de una violencia, que es la de la edad. Porque ya sabemos que el mundo no está hecho para las viejas, que el mundo no quiere verlas. El mundo, en ocasiones, ni siquiera quiere cuidarlas. Se quejaba Karmele de que la Sanidad Pública no hace mamografías a las mujeres mayores de 70 años. La verdad es que este hecho llamó mucho mi atención, pues mi experiencia con la Sanidad Pública ha sido siempre excelente y he visto cómo a mi padre, a los 80, con su final ya escrito por una leucemia incurable, le recetaban pastillas que costaban un pastón a la semana con el objetivo de que sus últimos meses fuesen lo más dignos posible. Lo viejo molesta porque no produce y porque no es bonito. Pero qué bonito lo viejo cuando con sus pensiones sostienen a familias enteras o cuidan de sus nietas y nietos en los parques por las tardes.

Contó la granadina Amparo Sánchez su gran historia de ¿amor? A los 14 años, se enamoró mucho, muchísimo, de un hombre de 22. Ese amor tan bestia se cobró un embarazo a los 15 años y una relación de maltrato —primero psicológico, después físico— que solo acabó poniendo cientos de kilómetros de por medio y gracias al apoyo de su padre, “que era feminista, pero él no lo sabía”. Con esta violencia, ya llevamos dos: la violencia sobre quien no está en edad productiva y la violencia que deriva del maldito amor romántico. Amparo contó su experiencia y la cantó, también. Porque de tanto dolor surgió la inspiración, surgió la letra, surgió la música. De la mierda como abono nacieron las flores, las canciones que tantas veces hemos cantado y que ahora no volveremos a cantar igual, pues sabemos de qué caldo están hechas.

La periodista Marisa Kohan habló de la violencia que no reconoce sentimientos ni relaciones fuera del tándem hombre-mujer. Contaba Kohan que ella no se sentía demasiado femenina cuando era niña. Contaba, también, que de sexo no hablaba con nadie y que tenía bastante claro que el matrimonio y los hijos no iban con ella. De eso tuvo que retractarse: se casó con su pareja, la también periodista Lydia Aguirre, y juntas tienen 3 hijos. Marisa no se encontraba porque no encajaba, tampoco, entre las lesbianas estereotipadas de los 80, escondidas tras los bares de puertas negras y timbre en Madrid.

Zinnia Quirós tocó una de las violencias que más palos toca, que es la violencia vicaria. Habló de sus tres figuras paternas: una, abusó físicamente de ella; otra, le hizo varios veranos imposibles —amenazas de muerte incluidas— para hacer daño a su madre, separada de este ser que le dio su apellido; la última, solo puso “la semillita” y se fue. Zinnia es pequeñita, pero matona y, además, lo cuenta con una gracia que hace que se te resbalen las lágrimas de la rabia y la impotencia mientras te arranca una carcajada al segundo siguiente.

Cristina Fallarás, que se declaró lesbiana tras tres maridos, habló de varias de las violencias que la han atravesado. Recogió el guante tendido por Zinnia para reconocer que también ella había sufrido abusos sexuales en su niñez. Estos abusos y los “de esto no se habla” afectaron y siguen afectando a todas sus relaciones, a su forma de habitar el mundo. El resultado: una promiscuidad tan precoz que hizo que, en una ocasión, tras preguntarle una ginecóloga cuántas parejas sexuales había tenido y ella le contestó, le preguntó si se dedicaba a la prostitución.

Cristina Abelló, productora de esta acción, contó su experiencia con el porno como fuente de educación sexual. Porque el porno erotiza la violencia contra la mujer hasta límites que, frecuentemente, se disfrazan de libertad y poder. Pero no. La mirada del porno con el que crecimos era la mirada del hombre blanco. Cristina quería ganar el Óscar a mejor actriz porno en cada relación sexual. Este testimonio se cosió al de la anterior Cristina a través de una conclusión muy común: que cómo nos relacionamos con el sexo permea toda nuestra vida, nuestros comportamientos, nuestras relaciones.

La invitada de honor a esta sobremesa fue Carla Antonelli, que habló de la violencia trans. Carla salió de su pequeño pueblo al sur de Tenerife con una frase en la cabeza: “tú te vas, pero aquí nos quedamos los demás”. El odio que generó su opción vital en su pequeño pueblo se tradujo en varias décadas sin pisar las calles que la vieron crecer y en no poder asistir al entierro de su padre. Güímar, ese mismo pueblo del que huyó, le dedicó hace pocos años una calle. Contaba Carla, con las lágrimas en los ojos desde el inicio de su intervención, que 36 años después del fallecimiento de su padre, cuando asistió al entierro de su madre, pude ver como sacaban los restos paternos en una bolsita para dar cabida a la madre en el panteón familiar. Finalmente, vio enterrar a su padre.

Acabaron las comadres su conversación abierta y con público entre aplausos, invitando al público a tomar las palabras y a ponerse en acción. Cambiarán las comadres y cambiarán sus historias, pero las violencias, al igual que la sororidad, nos seguirán uniendo a todas.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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