Cádiz, al sur del sur. Refugio de la bohemia, tierra de atunes, con vistas a África… La costa gaditana tiene una energía especial que cura el alma. Lugar donde encontrarse y a la vez donde perderse. No menospreciamos el valor y la funcionalidad de los profesionales de la salud mental, pero escaparse unos días a Cádiz debería estar incluido en el presupuesto anual del psicólogo.
Encontrar un sitio así hace que los problemas se coloquen en el lugar que se merecen y no en otro más alto, hace que bajen los tonos de voz y que se amplíe el espectro lumínico con el que se ven las cosas, desterrando los extremos y suavizando las actitudes.
Pasar unos días entre Conil y Vejer, pongamos que en una casa con piscina (para los días de Levante) como El Romeral o los bungalows de Casara, en un carril de tierra con baches y charcos que lleva a playas como La Mangueta o La Aceitunera, funciona.
Funciona pasearte un rato por el centro de Conil y tomarte unas cañas y unas tapas.
Funciona conocer al residente, al que tiende a escaparse cuando suena el timbre de las vacaciones de verano. Ese residente suele ser un huido-de-la-gran-ciudad (vamos, de Madrid) que te lleva a una bonita azotea con un baño con vistas al atardecer, rodeado de buganvillas. Y funciona ver el atardecer desde allí, en silencio y esperando que el sol se bañe en el océano y que se despierte al día siguiente. A la vez que el sol, a ti te despiertan los gallos y los pájaros, y si afinas, el ruido de las olas del mar.
Funciona comerse unas pizzas en la pizzería de Zahora, o en la de La Muela.
Funciona también escaparse a las calas de Roche en día de Levante e ir echando hacia atrás las toallas mientras sube la marea. Y si prefieres ir hacia el otro lado, funciona montarte en el coche y, de camino a Tarifa (prueba los zumos y los sándwiches Ovni del Café Azul), date un paseo por la playa de Bolonia y visita las ruinas de Baelo Claudia.
Como complemento a la terapia, no está mal de precio en temporada baja.
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¿Un destino para una escapada exprés? ¿Qué tal Barcelona?
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