Carmen Sánchez (Cáceres, 1992) es periodista, activista feminista y antigordofobia, escritora y editora en horas y Horas. Coincidimos, habitualmente, en pases de prensa de otras escritoras. Carmen siempre ha estado al otro lado, del lado de quien hace las preguntas. Hoy, por primera vez, confiesa, está dando las respuestas. No sé si es consciente de su potencial como comunicadora, pero es cosa fina. Carmen sabe tanto, tiene las cosas tan claras y se explica tan bien que parece una profesora en la universidad despertando destellos de curiosidad y descubrimiento entre su alumnado. Así fue como me sentí: fue todo un privilegio poder hacerle preguntas y, sobre todo, escuchar sus respuestas. Nos reunimos para charlar al lado de la Librería Mujeres, en el centro de Madrid, a propósito de la reedición de Hermana otra de Audre Lorde, con nueva traducción de Gloria Fortún y prólogo de Desirée Bela. Horas y Horas, la editorial feminista con más de 30 años de trayectoria, comienza su relanzamiento con este nuevo título de la colección La cosecha de nuestras madres.
¿De dónde viene horas y horas?
Es la herencia de otra editorial feminista que se llamaba LaSal Edicions de les Dones. Elena Lasheras, protagonista de nuestro logo y dueña de la librería original, decidió tomarla y transportar los títulos existentes a horas y Horas. La editorial pertenece a la Librería Mujeres y, al mando, está la hija de Elena, Alba Varela Lasheras. Si te fijas, “horas” lleva la primera en minúscula, normalmente, y significa las horas que echamos trabajando en esto, aparte de nuestras vidas. Las “Horas” con mayúscula son las Horas mitológicas, que nos inspiran y nos ayudan a continuar por este camino. En 1991, Elena comenzó con una traducción de Un cuarto propio de Virginia Woolf, ahora descatalogada, que ya es toda una rareza. Ahora, todas tenemos la traducción de Borges, que es un señor y, al final, tiene sus cosas. Elena se centró en editar ensayo feminista en un tiempo en el que eso no sucedía. Surgió la colección La cosecha de nuestras madres, de la que forma parte esta Hermana otra de Audre Lorde, un homenaje a todas las feministas que ya habían sentado cátedra y seguían haciéndolo aun no estando vivas. Luego surgió la colección Cuadernos inacabados, títulos de ensayo feminista que empezaron recuperando los títulos editados por La Sal y acompañada por las mujeres que formaron parte de ella en los primeros años de horas y Horas. Existió otra colección llamada Las femineras, de narrativa fuera de la occidentalidad. Ahí tuvimos autoras hindúes, árabes… voces que no se escuchan aquí y que son necesarias también. El parón pandémico nos pasó factura a todas y ahora estamos en renovación.
Hablamos de la cosecha de nuestras madres, que ahora estamos recogiendo, pero… ¿Quiénes sembraron?
Las que existieron antes de Virginia Woolf. Ellas sembraron y también cosecharon. Vamos a estrenar, en breve, una colección de autoras jóvenes que se llamará La siembra de nuestras hijas. Comenzaremos con Rebelión, un librito sobre el surgimiento de Femen. Nos interesa ver todo ese recorrido feminista y su evolución.
Hermana otra se editó, antes, con otro título —La hermana, la extranjera— y otra traductora. Que hayáis elegido a Gloria Fortún para esta nueva traducción o es baladí…
Aunque estos textos se escribieron hace 40 años, siguen muy vigentes. Audre Lorde lo dice: «pese a la sororidad, sigue habiendo racismo». Estos textos siguen estando vigentes y siguen siendo necesarios. La traducción de Gloria la ha dotado de un matiz muy poético —Lorde también era poeta—. Aunque sea un texto de un seminario, en la universidad, sigue teniendo un toque poético. Ese toque es el que echábamos de menos en la anterior edición. Gloria ha incluido un montón de referencias en las notas a poemas suyos. Hemos trabajado con un “todo” de Lorde.
Somos un montón de mujeres a las que el acceso al trabajo o la maternidad nos ha hecho abrazar el feminismo, porque antes no lo teníamos tan presente. Pero hay varios hitos en la vida en los que, o abrazas el feminismo, o vives en una burbuja. Al leer el prólogo de Desirée Bela-Lobedde y, cada vez que intento saber más, soy consciente del privilegio de las feministas blancas. Y no sé si, pensando en nuestras hermanas racializadas, conseguiremos ser capaces de hacerlo bien.
Lo primordial es dar por sentado que no estamos haciéndolo del todo bien, aunque tengamos las mejores intenciones. Hay mucha gente que da por sentado que se están haciendo bien las cosas con las hermanas racializadas, o con las hermanas con discapacidad, con cualquier matiz que salga de la feminista blanca-cis-heterosexual. Me da esa sensación muchas veces de que en los ámbitos feministas se da por sentado el avance, pero sigue habiendo muchas opresiones que seguimos dejando de lado. Hay mucho detrás por lo que luchar. Cuando leí Hermana otra por primera vez, me encantó esta reflexión de Lorde: «todas somos iguales, pero no todas tenemos las mismas opresiones». A ella, como feminista negra, lesbiana y con hijos, no le valen las mismas herramientas que a una feminista blanca y heterosexual. Tenemos una misma opresión, que es el patriarcado, pero luego se suman muchas más que no estamos teniendo en cuenta en distintos ámbitos.
Desde MaMagazine hacemos hincapié en visibilizar la maternidad como motor de creación. Opino que la creación es inevitable: otra cosa es que te puedas ganar la vida dignamente con ella. Si una tiene un impulso, lo llevará a cabo. Igual escribe en una servilleta sucia en un café. Dice Lorde: «para las mujeres, la poesía no es un lujo. Es una necesidad vital para nuestra existencia».
Es algo que va muy en consonancia con otras palabras como las de Tillie Olsen en su ensayo Silencios, en el que habla acerca de cómo una mujer desarrolla su creatividad. No se parece a cómo la desarrolló un hombre. Ella, que viene de Harlem, de una familia en la que la cultura no es valorada excesivamente, encontró en la poesía una vía de escape. Cuando no puedes acceder a una terapia pagada, puede ser una terapia alternativa. Incluso una forma de ser y de estar.
Habla de esa universalidad, que es universal para unos pocos, pero no para todas. De cuando no hablamos de escritoras negras porque no somos negras, entonces no podemos ponernos en su lugar, pero, sin embargo, hablamos de Shakespeare sin ser hombres. ¿Podemos ponernos ahí del todo? Nos han vendido que esa es la universalidad. Quizá tengamos mucho más en común con una señora negra y lesbiana de Harlem que con un señor del siglo XVII, acomodado y con su habitación propia.
Seguimos con algunas citas del libro: “Los padres blancos nos dijeron: «pienso, luego existo». La madre Negra dentro de cada una de nosotras, la poeta, nos susurra en nuestros sueños: «Siento, luego puedo ser libre». La poesía forma el lenguaje con el que expresar e impulsar esta reivindicación revolucionaria, la puesta en práctica de esa libertad”.
Hace poco leí una entrevista en La Vanguardia en la que un señor se quejaba de que no se leía ya a los clásicos. ¿Qué clásicos no se leen? Igual lo que no estamos haciendo es leer a tus clásicos. Esa lista de clásicos que mencionaba estaban escritos por hombres. Solo había una mujer: Rosalía de Castro. Igual a Emilia Pardo Bazán la podían meter, pero como no le cabía el culo en el sillón de la RAE… quizá ya no. Nuestra universalidad es otra y nos habla desde otro lugar. Todos los personajes femeninos no son libres y, si lo son, como Madame Bovary, son castigadas.
No podemos vivir ajenas al mundo, eso es así. Fíjate en otro tema importante, que es el tema de la gordofobia y que viene de los cuerpos negros. Hay un libro no traducido, Fearing the black body, que analiza el origen racial de la gordofobia. Lorde no habla de este tema, pero podría haberlo hecho perfectamente.
La poesía, para Lorde, es su manera de ver la vida. Como decía Lorca, «la poesía no quiere adeptos: quiere amantes».
«Se tiende a equiparar la pornografía con el erotismo, cuando son dos usos diametralmente opuestos de la sexualidad».
Personalmente, odio la hipersexualización y creo que es uno de los principales problemas del feminismo hoy en día. Creo que confundimos la hipersexualización con una forma de libertad. Lorde tiene una frase épica: «no podemos derribar la casa del amo con las herramientas del amo». En el feminismo, estamos tomando las herramientas del amo para intentarlo, y dudo de que sea viable. Nos vamos a perder por el camino. Hay una frontera muy delgada entre «lo hago porque quiero» o «porque es lo que me dicen que tengo que hacer». Busquemos el erotismo en el disfrute de las cosas pequeñas, en lo cotidiano.
«Nuestras hijas pueden medirse con nosotras, rebelarse, reflejarse o soñar; por el contrario, los hijos de lesbianas deben crear su propia definición de lo que significa ser hombre. Esto implica poder y vulnerabilidad al mismo tiempo».
Son construcciones totalmente distintas. Igual no deberían, pero aunque no deban, yo estoy muy a favor de las diferencias. Son las que tenemos, no tenemos por qué estar constantemente buscando lugares comunes. Y no pasa nada: podemos convivir todas juntas desde estas diferencias. No tiene la misma opresión una negra que una blanca, una gorda que una delgada. Como construimos nuestras familias también se hace desde la diferencia. Y no es distinto solo porque la suya sea una familia formada por dos madres y dos hijos: es que toda la sociedad, fuera, te está diciendo que lo que tú ves normal en tu casa, es raro. Y tienes que crear unas herramientas para que eso no te afecte. Ella lo hizo muy bien.
Desirée, en el prólogo, también habla de ello. Suma a las preocupaciones comunes de una madre normativa la presión de lo racial o lo lésbico… ¡es tremendo! Caemos, con frecuencia, en la romantización de las relaciones maternas. No es obligatorio ni llevarte bien ni odiar a tu madre.
En Hermana otra hay una conversación muy interesante entre Adrienne Rich y Audre Lorde. Adrienne le pregunta a Audre qué es lo que aprendió de su madre y ella habla de la comunicación no verbal.
Y en esa conversación se muestran varios desacuerdos entre ellas. Y esto está bien: no por ser amigas tienes que estar siempre de acuerdo. También puedes criticarte desde lo constructivo. El lenguaje no verbal es algo que heredas. A partir de eso, Audre ha construido su poesía y sus relatos. Y no solo a partir de su madre física, sino a partir de toda su ascendencia afroamericana. No entra demasiado en ello, pero también habla de sus rituales ancentrales y que tiene muy presentes. Debemos tener presentes nuestras raíces.
Dice Adrienne que en todo este asunto hay algo más que se interpone entre ellas. «He sentido una gran resistencia a alguna de tus percepciones. Pueden resultarme muy dolorosas. Acerca de lo que sucede entre nosotras, de lo que sucede entre las personas Negras y las blancas, de lo que sucede entre las mujeres Negras y las blancas». Y volvemos al inicio de nuestra conversación: ¿cómo es posible hacerlo bien? ¿Necesitamos hacer el relato, todavía, más claro?
Sucede que, a veces, supongo que nos cansamos de explicar las cosas. Y pensamos que no tenemos que estar continuamente explicándolas. A la gente no le gusta que les señales sus privilegios, en general. A las blancas tampoco nos gusta que las negras nos señalen nuestros privilegios. Queda mucho camino por hacer todavía. Las personas que tienen un privilegio deben ser conscientes de ello, y no negar las realidades u opresiones de otras personas. Adrienne no puede invalidar cómo se siente Audre para sentirse mejor.
La delgada línea roja entre que la ofensa exista o no es la predisposición o asumir la ignorancia, incluso.
La ignorancia es, en muchas ocasiones, brutal. A quien tiene el privilegio de ir caminando por la calle con su pareja, a veces, no le entra en la cabeza que eso no sea lo normal entre parejas homosexuales. Debemos reconocer las diferencias, pese a los posibles lugares comunes que tengamos.
La audacia y sensibilidad de la pensadora y poeta Audre Lorde (1934-1992) en Hermana otra (Sister ousider) hace que sus textos sigan más vigentes que nunca, a 30 años de su muerte y casi 40 tras su publicación. Esta nueva edición ha sido traducida por la escritora Gloria Fortún para enriquecerla con su activismo feminista y por la visibilidad lésbica, y se abre con un prólogo de la activista afrofeminista y antirracista Desirée Bela-Lobedde para presentar y situar esta mítica recopilación de ensayos en la realidad y las luchas del feminismo más combativo que pone la interseccionalidad en el centro. La necesidad de la poesía, el lenguaje como herramienta transformadora y también de acción o el erotismo como potente útil para la vida son algunos de los temas que Lorde pone sobre la mesa atravesados siempre por el racismo, que es necesario seguir denunciando en nuestros días. A través de la experiencia propia pero también de la de quienes le rodean, Lorde indaga con estos textos entre las diferencias del feminismo negro y el feminismo blanco, en los silencios que aun quedan por romper porque «a pesar de la sororidad, aún existe el racismo». La búsqueda de puntos de encuentro desde los que luchar, sin escamotear el esfuerzo necesario de quienes están en una posición de privilegio, abren una puerta que debe ser escuchada.