CELEBRAMOS EL 8M CON ITZIAR MIRANDA

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No creo que haya un alma en nuestro país que no conozca a Itziar Miranda (Zaragoza, 1978), la entrañable Manolita de Amar es para siempre (antes, Amar en tiempos revueltos). Manolita lleva 18 años metiéndose todas las tardes en nuestras casas, uniendo a distintas generaciones que viven, a través de sus míticos personajes, la realidad histórica de nuestro país desde los años de la Guerra Civil hasta 1982… de momento.

Pero Itziar no es solamente la actriz que ha dado vida a Manolita en la pequeña pantalla: es una mujer curiosa con múltiples ocupaciones, y todas tienen que ver con la cultura. Es actriz, por supuesto. Pero también escritora —suyas son la Colección Miranda y la Colección Miranda y Tato, en un mano a mano con su hermano Jorge, historiador y el escritor Nacho Rubio—, activista feminista por la igualdad y madre de dos niñas de seis y ocho años.

Recuerdo la primera vez que fui consciente de Itziar, justo después de dar a luz a mi primera hija —que ahora tiene nueve años—. Mis padres, que vivían en Zaragoza —origen que nos une a Itziar y a mí—, vinieron a ayudarme en mis primeras semanas como madre. Tengo recuerdos muy vívidos de ese convulso periodo: después de comer, nos sentábamos juntas en el sofá. Mi padre dormía la siesta. Mi madre enchufaba la tele y veía Amar en tiempos revueltos. Yo me sentaba a su lado y, entre toma y toma, veía la serie con mi madre. A veces, me quedaba embobada mirando a mi bebé. Y mi madre me preguntaba que qué hacía. Y yo le contestaba que mirar a mi niña, ¿qué iba a hacer? Finalmente, caí en las garras de Manolita, de Marcelino, de Chelo, de Pelayo. Me enganché porque era algo que, a la vez, me unía a ella cuando no podíamos estar juntas.

Vuelvo a Zaragoza y al origen para hablar de la faceta de Itziar como escritora. Mi madre, que se llamaba Pilar y que era tan maña que nació a escasos doscientos metros de la Basílica del Pilar, se dedicó a comprar todos y cada uno de los libros de la Colección Miranda a mi hija —su nieta— en una castiza librería de la ciudad. Siempre en la misma, siempre que salía un nuevo libro. Sin perder uno, hasta que enfermó y ya no pudo salir de esta. Regaló a mi hija, también, el recetario de Miranda, cuyas recetas seguimos practicando. Escribo esto a modo de anécdota, para hacer entender la profunda admiración que siento por un personaje como Manolita y por la persona que le da vida, Itziar. Por todo lo que ha significado en la construcción de mi identidad como madre y también como hija. Porque, como ella dice, todo es parte de lo mismo.

Por eso me hacía especial ilusión hablar con Itziar. Sobre nuestra Zaragoza, sobre nuestro Madrid. Sobre nuestras maternidades, sobre nuestros relatos. Itziar es una mujer con muchas capas y en la conversación que mantuvimos, en la que está basada esta entrevista, me quedó claro que todas correspondían a la misma matrioska: dejar un legado de igualdad; luchar y trabajar por un mundo mejor, que pasa por el reconocimiento de la voz y la historia de las mujeres, contada por las mujeres. 

En este 8M, es el trabajo y la pasión de Itziar lo que queremos celebrar. Porque su día a día, su implicación, su entusiasmo, su fuerza y su simpatía son el reflejo de todo lo que admiramos en las mujeres. Por atreverse a cambiar las cosas, por luchar por ocupar los lugares antes vedados, por ofrecer referentes. Por poner en valor a la mujer desde la cultura. Por todo esto y más, nuestro 8M va para ella.

¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Y después? ¿Sufrió cambios significativos?

Soy un caso muy raro, porque yo soy una actriz un poco funcionaria y llevo 18 años en la misma serie. Mi serie no solo me apoyó en mi deseo de ser madre, sino que me ilusionó y me empujó a serlo. El director de la serie, Eduardo Casanova, es muy amigo mío. Recuerdo que, cuando cumplí los 35 —llevaba desde los 25 en Amar…—, él sabía que yo quería ser madre. Lo hablamos y tuve la bendita suerte de quedarme embarazada en los tiempos en los que habíamos pensado, que es algo que, a veces, no coincide. Esto puede ser una travesía en el desierto: cuándo te quedas, cómo te quedas, si tienes un aborto, algo de lo que nadie habla… Yo he vivido dos embarazos y, entre medias, un aborto muy bestia que viví rodeada de mis compañeros y trabajando. Ellos me apoyaron mucho.

¿En qué cambió mi vida profesional? En que dejé de hacer teatro. Estaba en un momento hermoso del teatro, pero decidí dejarlo. Además, estuve dos años llevando a mis hijas a los rodajes para darles lactancia materna. Al final, acabaron haciendo de mis hijas bebés en la serie. Mi situación fue muy privilegiada, me sentí muy apoyada por la productora, los directores y la cadena en mis dos maternidades. También durante mi aborto. Aun así, tenía un runrún, que era la literatura. Quería escribir cuentos sobre mujeres. En la época en la que yo comencé a escribir no había libros sobre vidas de mujeres para niñas. Con mi hermano compartía esta necesidad de dar luz a estas mujeres invisibilizadas, ocultas, abandonadas; “las que faltaban”, como dice mi amiga Cristina Oñoro. Creo que soy un poco hiperactiva no diagnosticada, una persona muy inquieta y con insomnio crónico. Si me mantengo activa me angustio menos, por ejemplo. Por las noches, dormía a mis niñas y, después, me ponía a escribir. Cambié el teatro por la Colección Miranda.

Para poder cumplir tu sueño de ser madre necesitas un apoyo muy bestia de la gente con la que trabajas, que decide cuidarte en este proceso. Este apoyo no solo lo recibí yo: muchas más actrices lo recibieron. Han cambiado papeles, guiones o tramas para que esas mujeres sigan trabajando. Creo que Diagonal es un referente en ese sentido, un ejemplo de feminismo y cuidados. Antes y después de mí, lo hicieron con personajes que podrían haber cambiado porque no habían empezado a grabar cuando se quedaron embarazadas. Quiero decir que este buen trato no se debió a que yo fuera Manolita.

 

Itziar Miranda

 

¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?

Lo mejor de mi maternidad es que creo que te alarga la vida: vuelves a empezar a vivir y a valorar las pequeñas cosas. En un parque puedes estar cinco horas mirando cómo una hormiga trepa por un árbol y no cortarte las venas. Te dota de paciencia, te hace crecer, que vuelvas a aprender las tablas de multiplicar sin desesperar… te conecta con la parte intuitiva y eso es muy bonito. Lo peor no lo es con la maternidad, sino con la sociedad y el sistema. Cómo nos han educado o nos hemos educado a nosotras mismas, a veces, es algo muy difícil de manejar. Hay que hacer tribu: gracias a amigas como Katia Klein o Lorena Berdún, mi maternidad es más manejable. Y otra cosa es que tengo un marido, cuyo referente fue su padre porque no tuvo madre, que hace todo en casa. Por todo lo que él hace en casa, porque él me acompaña en este proceso, yo puedo mantener mi actividad profesional. A veces el reparto en mi casa es un 90/10, a veces, un 60/40: no hay cuotas. Estamos los dos juntos en esto, somos un equipo.

Estos cambios de roles son muy esperanzadores. Antes estaba fatal visto que el padre se dedicase a lo doméstico, a la crianza. Por fortuna, eso está cambiando y ver a padres ejerciendo como padres y con orgullo es, ya, un avance visible.

Recuerdo a uno de mis tíos que iba paseando por Panticosa con sus hijos, mientras su mujer estaba esquiando. En el pueblo se reían y le decían: “¡Ay! Os harán parir, al final”. Hay quienes han sabido entender el cambio y, quienes no, están o estarán fuera de la ecuación, de la tribu. Poca gente aguanta ya eso: esto es una empresa familiar en la que todos amamos, cuidamos y, el que no, está fuera.

Itziar, eres como la chica Disney de este país. Manolita es el personaje más blanco de la tele. Es impecable, un colmado de virtudes.

Como personaje, sí. Pero creo que es algo más nostálgico que otra cosa. Manolita es un símbolo de nuestras abuelas y nuestras madres, mujeres que vivieron la posguerra y nos abrieron un camino de educación a las que vinimos detrás. Creo que por eso la tenemos en un altar. Es verdad que el público a Manolita le perdona todo: le perdonó hasta una infidelidad a Marcelino, porque entendieron su momento emocional. Hay una cosa preciosa que ha pasado con Manolita: muchas chicas han conseguido decir a sus madres que son lesbianas porque, como Manolita tiene una hija lesbiana y es la gran amiga de sus madres… Lo que Manolita ha aportado en ese sentido es muy bestia. Tuvo otra trama con una de sus hijas, con el tema de la bulimia. Manolita ayudó también a que se entendiese lo que era. Una tiende a pensar que Amar… lo ve gente de una determinada edad y no: lo ve gente en edad de instituto cuando sale y va a comer con sus abuelas o madres; mujeres durante sus bajas de maternidad… el target es gigante.

Yo soy una de esas madres en su baja de maternidad. Cuando venían mis padres a ayudarme con mi primera hija, hace doce años, como mi madre lo veía, yo lo veía con ella. 

Durante la pandemia me escribían muchas chicas jóvenes por redes, contándome que se sentían más cerca de sus familias cuando se ponían Amar… por las tardes, porque sentían que hacían lo mismo que, en la lejanía, estaban haciendo sus madres. Lo veían para sentirse parte de algo que las unía a sus familias. Esta serie es un símbolo y todo lo que Manolita ha vivido, desde que empezó con 18 años hasta ahora, que tiene 60, mucha gente lo ha vivido con ella. Vengo de inaugurar la exposición de la Residencia de Señoritas y que explica todo lo que muchas mujeres ya luchaban por otras en 1915. Y nosotras nos creemos que hemos inventado el feminismo…

Era el mejor momento de España. La Residencia de Señoritas estaba en lo más alto: Lorca leyó allí su Poeta en Nueva York en 1930. Por allí pasaron Marie Curie o Victoria Ocampo… Había un movimiento cultural que hubiera hecho que España fuera pionera en cultura, feminismo, igualdad y derechos.

Hablemos de tu faceta como escritora. Que también me une a mi madre porque, cada vez que salía uno de tus libros, se lo regalaba a mi hija. Siempre los compraba en la librería Fontibre, en Zaragoza.

Esto surge con mi hermano y es una cosa que me gusta mucho contar. Parece que el feminismo es algo que solo atañe a las mujeres y para nada es así. Si Marie Curie recibió un Nobel y un segundo por dos hombres: por su marido en primer lugar y por Einstein en segundo lugar. Cuando nos apoyan los hombres es cuando realmente parece que importamos. Parece que nos validan.

Mi hermano estaba estudiando Historia del Arte y comenzamos a plantearnos cuántas pintoras o historiadoras conocíamos. ¿Frida Kahlo? ¿Sofonisba Anguissola? No puede ser que no existan. Nos pusimos a investigar con la intención de dejar un legado a nuestras hijas e hijos. Todo el mundo necesita referentes y fuimos conscientes de la doble invisibilización de las mujeres: éramos invisibles y el hecho de que lo éramos, era invisible a su vez. Vas a Museo del Prado y no te das cuenta de que apenas hay obra de mujeres. Es tan invisible que tú, mujer feminista del siglo XX, no te das cuenta. ¿Dónde estaban las científicas? ¿Es que solo existía Marie Curie? Han existido miles de científicas y mujeres referentes como Lise Meitner —la madre de la bomba atómica—, Hedy Lamarr o Hildegarda de Bingen…

Comenzamos a trabajar en esto y Thilopía —Lola Castejón—, una amiga ilustradora, se unió a nosotras. Llamé a Edelvives para presentarles el proyecto —ellos no sabían quién era, no me presenté como actriz y ellos no habían visto Amar…—. Me recibieron y trajeron a una niña de ocho años a la reunión. Mientras mi hermano y Lola estaban con los jefes yo me quedé con la niña, contándole las historias. Cuando vieron que me quedaban 4 o 5 páginas, le dijeron a la niña: “nos vamos, ¿quieres llevarte el libro?” y ella dijo que sí, que todavía no lo había terminado. Y vi que ahí, en el interés de esa niña, estaba mi futuro. Hemos conseguido que la Colección Miranda se traduzca a un montón de idiomas, algo que nunca habíamos imaginado.

De alguna manera, estás dejando ese legado.

Ese era un poco el objetivo. Yo quería dejar este legado a las niñas y a los niños, para que ellos también vean cómo ocupamos lugares de creación, de innovación. Me ha sorprendido que un montón de mujeres habían dejado relaciones tóxicas al leer la colección. Señoras de 50 o 60 años que han descubierto que podían hacer otras cosas, que querían otras cosas para sus vidas. Las niñas, por supuesto, lo han entendido muy bien. Pero la sorpresa es cómo ha sido acogida la colección por parte de mujeres adultas, maduras. Ha sido un regalo inesperado. Muchas mujeres me han hablado de sus maltratos, de los acosos que han sufrido… se han sentido empoderadas para contar ciertas cosas.

¿Cuál es tu relación con la Fundación Ortega Marañón?

Colaboro con la Fundación en todo lo que tiene que ver con igualdad, feminismo y cómo construir espacios de igualdad con mujeres de diferentes ámbitos, ideologías, edades… En estos tiempos en los que parece que el feminismo está tan dividido por la Ley Trans, me interesa mucho no la discusión, sino el encuentro. Construir espacios de igualdad es prioritario para mí. Dirijo Ocho miradas en la Fundación y estoy en el Comité Científico de la exposición de la Residencia de Señoritas, comisariada por la historiadora Margarita Márquez. Es maravilloso saber que por aquí pasaron las mujeres más relevantes e influyentes del primer tercio del siglo XX como conferenciantes, maestras, alumnas… Esas mujeres hicieron algo por la igualdad como motor muy bestia en ese momento. La Guerra Civil hizo que ese ritmo parase.

En la Residencia de Señoritas, a la hora del té, se conocían los salseos: quién estaba escribiendo, quién iba a dirigir o a estrenar su siguiente obra… Había siete grandes colegios mayores de mujeres en el mundo y la Residencia de Señoritas era como la octava hermana. Clara Campoamor, Maruja Mallo, Victoria Kent… aquí se gestaron las Sin Sombrero.

Es impresionante tu implicación en la cultura…

Y Manolita tiene mucho que ver en ello. Yo vengo de un mundo muy intelectual a nivel familiar. En la celebración del centenario de la Revista de Occidente, a la que asistí, el historiador Juan Pablo Fussi hizo una radiografía en veinte minutos de estos cien años y yo pensaba que me lo sabía todo por Manolita. Porque Manolita lo ha pasado todo y, cuando Manolita ha parado, he empezado yo como mujer. Manolita está ahora en el 82; yo nací en el 78…

Nuestras bisabuelas quizá no aprendieron a leer, pero se empeñaron en que sus hijas aprendiesen. Nuestras abuelas quizá no tuvieron acceso al trabajo y ejercían como amas de casa, pero se empeñaron en que sus hijas estudiasen y tuvieran la oportunidad de trabajar fuera de casa. 

Cuando me preguntan que cuántas cosas hago, yo siempre digo que es la misma. El personaje que a mí me dieron a mis 25 años me abrió la mente a la igualdad, al feminismo, a seguir construyendo.

¿Ves el final de Amar…?

No me lo imagino y, el día que sea, vais a tener que venir a buscarme y a consolarme, porque va a ser muy duro. Existirá un final, claro, pero no lo quiero ni pensar porque va a ser muy duro. Es una serie que ya es mítica por los años que lleva en antena, porque es un ritual, como la siesta en España. Mucho se tiene que torcer la cosa para que Amar… deje de serlo.

¿Y te imaginas en otros papeles?

Este año estreno dos películas, he hecho otra serie de televisión, hago teatro… papeles no me faltan, pero el día que me tenga que desprender de Manolita no lo puedo imaginar: ¡es que ha conformado mi identidad! Forma parte de mí. He tenido dos hijas, un aborto, me he casado, ha muerto mi padre… esta serie es parte de mi vida. Parte de mi familia son ellos: Pelayo, Marcelino, los cámaras, los realizadores… Nos hemos conocido sin hijos, solteros, con hijos. Hemos pasado de discutir a dónde salíamos de noche a preguntarnos por las bronquiolitis de nuestros hijos.

 

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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