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DOLORES REYES: “LA VIOLACIÓN, EL FEMINICIDIO Y LA VIOLENCIA OBSTÉTRICA SON ADOCTRINAMIENTOS COLECTIVOS”

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Sentada frente a una mujer como Dolores Reyes (Buenos Aires, 1978), madre de siete hijos, docente, activista y escritora, una no puede más que rendirse a disfrutar de la solidez de su presencia, de su conversación fluida e inteligente, de la experiencia de vida que emana ese cuerpo sólido como un árbol, ese rostro curioso y observador que se resiste a acomodarse. Ella, inconformista, guerrera, divertida y culta, disfruta de la literatura como nadie y la defiende como una llave importantísima del activismo político y social. Cuando leí Cometierra (Sigilo, 2019) mi primer hijo apenas tenía unos meses; me conmovió por completo su visión única, tremenda y certera de un tema como el de los feminicidios, desde el más absoluto de los respetos por las víctimas, un cuidadísimo ejercicio literario que se me agarró al vientre durante este tiempo tan único del puerperio. En el momento de esta conversación estoy embarazada de mi segunda hija, con una barriga de seis meses muy parecida a la que luce Miseria en la portada del libro y no puedo sentirme más que una auténtica privilegiada al poder profundizar con ella en las múltiples aristas de Miseria (Alfaguara, 2023), una novela que es un canto a la vida, a los derechos de las mujeres y de la tierra, un alegato a la libertad de pensamiento, un retrato profundo de lo materno y una implacable denuncia política y social.

¿Cómo es tu relación entre la literatura y la maternidad?

Yo no me puedo imaginar la vida sin mis hijos, han sido la compañía más grande. Siempre me preguntan cómo es posible  escribir siendo madre de  siete criaturas como si fuesen un estorbo: las que realmente me han boicoteado fueron mis dos parejas de las cuales, por suerte, salí airosa. Mis personajes tienen muchísimo de mis hijos, con ellos cerca siento que no me oxido. No me gusta esa mirada verticalista y jerárquica del adulto, es tan fácil caer en eso… Idealizar las épocas pasadas como si hubieran sido mejores te encasilla en un lugar muy poco creativo. Es constante esa cosa despectiva con respecto a la maternidad que no comparto para nada y quería traer un poco eso a la novela. Me han hecho comentarios muy agresivos al respecto, dando por sentado que descuidaba a mis criaturas mientras escribía: es increíble con qué facilidad alguien que a duras penas puede mantener viva una planta juzga a las madres, con qué impunidad.

¿Cómo definirías la presencia de lo materno en la novela?

Me interesaba mucho colocar el personaje de Miseria que en Cometierra es periférico, ponerlo esta vez como coprotagonista a dos voces, porque ella habla desde su cuerpo y fisicidad en pleno embarazo. Cometierra es un personaje muy oscuro y depresivo, pero esta relación con Miseria, la oportunidad de acompañarla en el embarazo y posteriormente en la crianza de su bebé, le da algo esperanzador y luminoso, frente al horror al que se enfrenta a diario. Para mí era importante que en la novela se contara el parto desde otro lugar: hay tantos partos como mujeres, es una experiencia única. Estamos acostumbradas a una representación muy burda de lo que es un parto, al menos en el arte que se consume de forma masiva, en audiovisuales y la literatura. Siempre la misma escena: la mujer llega toda transpirada, gritando descontrolada, se la acuesta, se le ordena que empuje, de repente se llena todo de sangre como en una película de terror y al rato le traen un bebé rosadito, que generalmente tiene ya unos dos meses, perfectamente vestido y peinado. Me parece chabacano y estereotipado y me sorprende tanto que la gente acepte ese relato una y otra vez sin reflexión alguna. De hecho es algo que les recalco mucho a mis hijos cuando vemos una película juntos: que os quede claro que eso no es así por favor.

La violencia obstétrica es un tema muy presente en el libro. ¿Por qué sentiste la urgencia de abordarlo?

La violación, el feminicidio y la violencia obstétrica son adoctrinamientos colectivos. Es terrible el maltrato y el menosprecio al que estamos sometidas muchas de nosotras en el momento de parir. En Argentina las chicas jóvenes que acuden al hospital a dar a luz son muy maltratadas, prácticamente objetos sin opinión ni criterio. Es diario el abuso de inducciones y cesáreas injustificadas por aligerar los partos, como si se tratara un mero trámite. Un maltrato con mucha impunidad y desde un lugar de poder que se cura muy fácilmente. La partería es uno de los saberes y prácticas que nos arrebataron y ningunearon, silenciaron el conocimiento de las mujeres sobre su propio cuerpo, alegando que no era riguroso médicamente, poniéndolo del lado de la brujería.

Me parece admirable con qué cuidado y respeto tratas un tema tan delicado como el de los feminicidios; la crudeza y al mismo tiempo mirada luminosa con la que abarcas esta cuestión.

Sí, eso lo veo a diario en los rostros de las chicas de mi barrio, que han pasado por cosas tremendas y sin embargo mantienen la curiosidad y las ganas de aprender intactas,  desprenden una chispa vital hermosa, la pulsión misma de la vida en sus ojos. Es una novela muy sensorial, pero tierna y vital al tiempo. El discurso alrededor de los feminicidios y la vida de las mujeres muchas veces es odiador y de desprecio. Hay un propio discurso feminicida en medios y en sentencias judiciales. Es desde la literatura desde donde podemos reconstruir y poner voz a una perspectiva amorosa, respetuosa, dándole a esas vidas el valor que tienen. Me alejo intencionadamente del morbo y la exposición, al contrario de lo que hacen la prensa y los noticieros. Siento que las nuevas generaciones son las verdaderas destinatarias del libro, los personajes hablan como ellos, están atravesando un momento generacional parecido, miran desde su perspectiva, se sienten amenazados y violentados por las construcciones políticas de los adultos que encima les ningunean, sumidas en una precariedad  bestial donde su vida es lo que menos importa.

Abres el libro con una hermosísima cita de Yeats sobre la magia: “las visiones de la verdad en las profundidades de la mente cuando los ojos están cerrados”.

El realismo mágico fue, en su momento, un movimiento totalmente de hombres que ninguneó a escritoras de forma impasible y nos arrebató la magia. Se la adjudicaron a ellos cuando es algo que siempre nos ha pertenecido a nosotras: tenemos adivinas, visionarias y pitonisas desde la antigüedad, en América Latina hay una larguísima tradición de curanderas y parteras, de su relación con las plantas sagradas y la fitoterapia. Siempre estoy tratando de conectar con los principios femeninos de la tierra, la magia, las redes y la comunidad que se traman entre mujeres, para mí es importante que estos dos planos convivan en la novela.

¿Cómo vives el hecho de tener hijas mujeres frente a este panorama de violencias?

A mí me problematizan las dos cosas; también tener hijos varones que no repitan los esquemas machistas y violentos es una responsabilidad, pero desde luego no es solo nuestra como madres, es algo social. ¿Cómo  le hago entender a mi hijo Benjamín que tiene 11 años que hay que respetar los cuerpos femeninos si la sociedad le dice lo contrario? Él es fanático del Boca Juniors, donde uno de los jugadores más valorado es un violador y abusador reconocido, denunciado por muchas mujeres y que, sin embargo, sigue en su puesto con total impunidad. Es una responsabilidad social formar masculinidades no violentas y es muy difícil con este tipo de mensajes. Pero tengo fe: siento que los chicos jóvenes tienen una mirada mucho más flexible que los hombres de mi edad, no están agarrados a sus privilegios, tan atravesados por mandatos familiares y de género, ahí veo la posibilidad de cambio.

Existe una fuerte relación con la tierra y las mujeres, el extractivismo es uterino y ambiental, hay una gran tradición de ecofeminismo en Latinoamérica y eso se ve claramente en la novela.

La tierra es el útero que siempre nos acoge y conserva nuestra memoria. Ella ha sido testigo de tantas guerras invasivas, de exterminio  colonialista y patriarcal; invadían la tierra y a la par violaban a sus mujeres como parte de esa conquista, las fosas comunes, los entierros colectivos, el borramiento. Ella ha asistido a la acumulación de cuerpos sin nombre, los abusos de los gobiernos, el terrorismo de estado, el crimen organizado, la violencia machista. Esa tierra que al igual que los cuerpos de las mujeres no da más; la sequía, el extractivismo, el cambio climático, es aterrador. El tema de las semillas me parece crucial, hasta ahí se han metido,  semillas registradas por Monsanto, en cualquier momento pasará lo mismo con los óvulos, dejarán de pertenecer a las mujeres, vendrán sellados con marca de multinacional.

Me parece muy interesante como retratas a las madres en la novela, ellas no responden al modelo de madre al uso santas, entregadas, al servicio; son mujeres, plurales, vitales, con aristas, alejadas del estereotipo. 

Me gusta retratar a las madres como mujeres deseantes, pareciera que el atractivo sexual de una mujer termina cuando se convierte en madre. Las mujeres no podemos mostrarnos deseantes, con hambre y sed de vida, debido a la implacable culpa católica que aún arrastramos. Hay una nueva generación de lectores que asimila esto con mucha naturalidad y sabe que las madres no somos esa figura beata que se pasa el día al servicio, sino que tiene inquietudes y deseos como ellos. Arrastramos una imagen de lo materno muy enquilosada y son precisamente nuestras propias miradas y  relatos los que pueden acabar con ella.

Miseria es la segunda novela de Dolores Reyes tras su brillante estreno con Cometierra. En este relato a dos voces, Dolores nos lleva de la mano por el camino del dolor y la belleza, a través de su ya inconfundible y salvaje estilo literario. Temas como los feminicidios, la violencia obstétrica y la precariedad de una sociedad en vertiginoso deterioro, conviven con una profunda reflexión sobre lo materno, la amistad y la estrecha relación uterino y ambiental entre la tierra y el cuerpo de las mujeres. Una auténtica joya que puede leerse sin haber leído la anterior, pero que, bajo mi punto de vista, se disfruta mucho más como continuación del primer relato.

 

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Cometierra ha elegido dos cosas: un barrio nuevo y no volver a usar su poder adivinatorio nunca más. Rodeada de desconocidos, va saliendo poco a poco de su encierro y aprende a manejarse en su nuevo entorno, al tiempo que aguarda el nacimiento de su sobrino, hijo de su hermano Walter y de su novia, Miseria. Es precisamente esta última quien, al ver en el don de Cometierra un lucrativo potencial económico, la anima a recuperar las visiones que le permitían encontrar a gente desaparecida. Para ello, tendrá que resolver casos recientes y antiguos, desvelar secretos de su historia familiar y poner su vida en las manos de una bruja más poderosa que ella.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Sara es poeta, creadora escénica y madre de Mün. En todas sus facetas, atravesada por el feminismo. Forma parte del grupo de arte sonoro OVERture junto al músico y compositor José Pablo Polo. Ha sido recientemente galardonada con el XXI Premio Nicolás del Hierro de Poesía por el libro "Escalera de incendios" y sus poemas aparecen en diversas publicaciones con frecuencia. Acaba de publicar el poemario "La nimiedad".

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