(c) Núria Aguadé

ELENA SÁNCHEZ ESCANDELL: “Ni diez años de terapia logran confrontarte con lo que te confronta una hija en un día”

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Elena Sánchez Escandell (Madrid, 1978) es una mujer del renacimiento: escribe, ilustra, actúa, cría, crea… una artista completa que deja su impronta en todas sus expresiones artísticas. Elena es una mujer sin miedo al cambio: cambió su Madrid natal por Barcelona, Veterinaria por Arte… y en todos los ámbitos se mueve como pez en el agua. Coincidí con ella en una cafetería de Madrid que también es un espacio artístico hace ya meses y, aunque había saboreado su talento a través de su escritura y sus ilustraciones, me vi sorprendida y cautivada por su mirada brillante y sincera, sus rizos locos y su amplia sonrisa. Elena tiene una hija de cinco años, Mia, que ahora impregna todas las facetas de su vida: te recomendamos leer este artículo en el que cuenta su experiencia en el teatro con el Comando Señoras, una tabla salvavidas para una madre primeriza que sentía fuerte la soledad de los primeros compases de la maternidad. Ahora, Mia inspira viñetas que retratan lo cotidiano y mágico del aprender de las criaturas en esa eterna sorpresa que todo les causa. La crianza, el impacto de lo materno y los cuidados la atraviesan como mujer que cría y como mujer que crea.

¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre?

Estudié Veterinaria e hice una oposición al Cuerpo de Veterinarios Titulares, un trabajo que me aburría, pero me daba estabilidad. Más tarde descubrí la interpretación y traté de combinarlo con la esperanza de poderme dedicar enteramente a ello de forma profesional y dejar el trabajo de funcionaria. Antes de ser madre, peleaba mucho por ello y digo pelear porque era una verdadera lucha con mucho estrés y muy poca recompensa.

¿Y después? ¿Sufrió cambios significativos?

Posteriormente, a mí me llega el caos. Todo se me da la vuelta. Siempre había pensado que esa frase de “un hijo te cambia la vida” se refería a la logística: no imaginé que la sacudida era tan profunda, tan visceral. Cuando tuve a mi hija lo que quería cambió totalmente a muchos niveles. Por un lado, no me veía volviendo al trabajo de oficina: el cerebro no me funcionaba, no conseguía retener datos ni ponerlo en marcha del modo en el que me había funcionado hasta ese momento. Además, mi cuerpo se rebelaba cuando pensaba en volver. Me ponía malísima, así que decidí pedir una excedencia. Por otro lado, lo artístico me seguía llamando, pero tampoco tenía proyectos en marcha y no me sentía con energía como para levantar algo yo. Cuando empiezo a criar, dejo de poder crear. La avalancha de cambios dentro y fuera de mí me paralizan y no sé ni lo que quiero hacer. Solo que lo que me mueve es mucho más íntimo, está por dentro.

Mi hija llegó al mundo después de años de espera y tratamientos de fertilidad, así que tenerla me hace muy feliz y quiero estar presente y disfrutarlo. También hay una pena intensa que late por debajo de la euforia hormonal, un dolor que quedó despistado entre los cuidados del bebé y el cansancio descomunal. Era el duelo por mi propia muerte, pero, como tantas otras cosas, lo pospuse: hay un ser que me necesita y quiero estar a la altura de lo que se espera de mí, así que tardé casi un año en ser consciente de que la mujer que era no volvería. Y de que es preciso vivir esa pena. En ese tiempo, entre teta, pañales y un sueño constantemente interrumpido, solo trataba de buscarme, pero con el cerebro secuestrado por las hormonas no me veía capaz de hacer nada que no fuera maternar. El trabajo es algo que directamente desaparece de mis aspiraciones y esto al principio me hacía sentir mal conmigo misma. Es curioso que en el momento en el que más participo de la vida en sí misma, cuando tengo más clara mi función y la desempeño con absoluta eficiencia, me sienta tan inútil. Me colgué de las rutinas que marcaba mi bebé para tener una estructura que me marcase un camino porque yo sola no podía marcármelo.

Recuerdo intentar explicarle a mi compañero lo que me pasaba, la montaña rusa de emociones y lo feliz y triste que me sentía al mismo tiempo. Y recuerdo su mirada, de no saber de qué le estaba hablando. Entonces me dijo: “creo que tienes que escribir esto. No entiendo nada, pero me parece súper interesante”. Y empecé a escribirlo, más que como proyecto en sí, como salvavidas y recordatorio de aquello que estaba viviendo. Ahora trato de darle una forma coherente a todo ese diario porque me gustaría publicarlo. 

¿Cuál es la huella de tu hija en tu trabajo?

Está por todas partes. Literalmente. Está en lo que escribo, en lo que pinto y en la fuerza con la que interpreto. Y también físicamente: cuando teletrabajo (porque al final después de tres años de excedencia me reincorporé a mi plaza por necesidades económicas), a veces la tengo sentada encima, o pintando a mi lado, o en la sala de ensayo.  También está muy presente en el miedo a la muerte que impregna toda mi obra. La idea de morirme ahora y que ella me olvide me atormenta. 

¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?

Lo mejor es el cambio. Es un salto cuántico. Ni diez años de terapia logran confrontarte con lo que te confronta una hija en un día. Creo que te ofrece una oportunidad de crecimiento personal brutal y, si lo sabes aprovechar, es un tesoro. Es durísimo, pero es un tesoro. Aparte del amor, claro. Yo no pensé que se podía querer así, que el amor pudiera ser tan desmesurado. 

Lo peor son las circunstancias en las que nos toca maternar, el entorno social no ayuda. Las madres estamos muy abandonadas y muy poco comprendidas. Se nos juzga sin piedad constantemente: nuestros cuerpos, lo que hacemos o dejamos de hacer como madres, como mujeres, como trabajadoras. Y por supuesto, lo que sea que hagan nuestras criaturas. Todo es culpa nuestra y todo está mal por un motivo u otro. A mí una mujer me dijo: “mira que soy feminista, pero si me quedara embarazada haría lo que tú: a chupar del bote”. Le aclaré que con una excedencia no se cobra el salario y me dijo “bueno, del bote de tu pareja”. No podía creerlo. Mi pareja, que gracias a que yo me ocupaba de la niña las 24 horas del día, podía mantener el ritmo de su carrera profesional como si no fuera padre. No está reconocido lo que supone maternar. Volvemos a lo mismo de siempre: la invisibilidad de los cuidados. 

 

elena sánchez escandell
Mujer loba dando de mamar, ilustración de Elena Sánchez Escandell

 

¿De dónde viene tu pasión por la ilustración?

Yo siempre había dibujado aunque no había recibido clases. Pintaba como desahogo, sin ninguna pretensión. Cuando tuve a mi hija empecé a estudiar ilustración en la Escola de la Dona. Mia tenía tres meses y me ordeñaba para dejarle leche a mi suegra, que se quedaba con ella. Yo corría a hacer la clase y volvía enseguida para volver a darle teta. Era el único momento que me separaba de ella: tres horas de clase a la semana. Luego pintaba por la noche, cuando todos dormían. Una vez se fue pasando la parálisis creativa del puerperio, empecé a pintar para ver quién era ahora, para entender lo que me pasaba y lo que sentía. No es que los dibujos me ofrecieran respuestas, pero de pronto veía en ellos más claras mis preguntas y eso me hacía sentir mejor. Durante el confinamiento, por ejemplo, pintar y escribir me ayudaron a aplacar la ansiedad.

¿Qué es Wild Wild Mamas?

Cuando empecé a estudiar ilustración, el profesor dijo que mucha gente iba cayendo por el camino y no acababan los estudios. Yo miré a mi alrededor y pensé, joder, no quiero ser yo, pero él ya me había advertido que con un bebé de tres meses iba a ser duro. En las presentaciones de las compañeras vi que había otras tres madres en una situación parecida a la mía y nos fichamos unas a otras para asegurarnos de que si alguna faltaba, las demás le darían los apuntes. De aquí nació una amistad muy bonita y un día nos propusimos hacer algo juntas: de ahí salió el nombre de Wild Wild Mamas hacienda alusión a lo salvaje que resulta la crianza. Vamos muy despacito, la verdad, porque queremos respetar tanto nuestros tempos que a veces las cosas no nos acaban saliendo, pero hicimos un mural para el Festival Handmade, hacemos un calendario cada año y ahora mismo tenemos un par de proyectos en mente que están empezando a coger forma y me hacen mucha ilusión. Todo nuestro trabajo se centra en los temas que nos afectan: los cuidados, el feminismo, el racismo, la ecología, la salud mental. Vamos poquito a poco.

 

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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