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(c) Alberto Brescia

FLOR FREIJO, LAS MALEDUCADAS Y LAS DECIDIDAS

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María Florencia Freijo (Mar de Plata, 1987) no solo es una escritora Licenciada en Ciencia Política y especializada en perspectiva de género en el sistema de justicia por la Universidad de Buenos Aires: es todo un fenómeno de masas que, con sus tres libros, se ha convertido en todo un fenómeno editorial. Su trabajo como asesora legislativa, ayudando a reducir la brecha de género en el área pública y en el sector privado, la ha llevado a los principales medios argentinos y a ofrecer charlas en universidad latinoamericanas y europeas. Ha trabajado en Argentina, Alemania, Paraguay y Ecuador en temas referidos al desarrollo humanitario y de acceso a los derechos humanos.

Autora de los libros Solas, aun acompañadas, (Mal) educadas Decididas (publicados estos dos últimos títulos en Temas de Hoy), está visitando España para presentar este último título. En Decididas, la autora habla de cómo a las mujeres se nos ha apartado siempre del poder y desgrana tres grandes ejes todavía profundamente marcados por la injusticia: el amor, el sexo y el dinero. Desde la neurociencia, la sociología y la psicología, Freijo construye un ensayo esclarecedor sobre las trabas que siguen interponiéndose en el camino de cualquier mujer hacia una libertad plena. Madre de Gael, de diez años, ejerce su maternidad en un hogar de crianza exclusiva materna. Nos reunimos con ella en Madrid para charlar sobre su maternidad y sobre las claves para conocer hasta qué punto somos libres las mujeres cuando tomamos nuestras decisiones.

¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?

De mi maternidad, lo mejor es la relación con mi hijo: es espectacular. Me divierte, tenemos una comunicación perfecta. Ha sido muy lindo cómo crecimos juntos. Lo peor está dado por las negociaciones constantes que tenemos que hacer entre los cuidados y la gestión emocional de las infancias. Una debe estar bien para poder cuidar, gestionar y, encima, tener tiempo para la vida propia. Esto está siempre en tensión, el costo y la tensión de maternar y poder seguir siendo una persona más allá de ser madre. Es algo que los varones no atraviesan.

¿Cómo era tu trabajo antes y después de ser madre? ¿Influyó la maternidad en tu manera de trabajar?

Absolutamente. Antes de ser madre, recién había llegado a vivir a Capital Federal desde Mar del Plata. Lo más importante no es cómo la maternidad modificó mi trabajo, sino cómo modificó mi mirada sobre las mujeres. Sobre todo, me di cuenta de que cuando no eres madre, hay una mirada de distancia sobre las mujeres que lo son. Las mujeres no nos damos cuenta y por algo se acerca o se sana, muchas veces, la relación con la madre. O se termina de romper, porque te das cuenta de lo fuerte que es la maternidad. Después de la maternidad cambió mucho mi forma de trabajar a nivel operativo, pero también los temas de los que quería hablar. Las prioridades se transforman. Podría ser que no, porque parece que una se convierte en madre y se convierte en una persona profunda o amorosa: también hay que romper con esta mirada sobre la maternidad desde la mística. Particularmente, puedo decir que mi experiencia ha hecho que yo me transforme en una persona un poquito más profunda en los abordajes que hago de todo.

Uno de los temas que atraviesan tu obra es la culpa. ¿Crees que realmente hay una manera de librarnos de ella?

Una parte de no sentir la culpa es liberar las tensiones de que todo esté a cargo nuestro. La respuesta a eso no es individual: es colectiva. Es que la sociedad acompañe, que las familias apoyen y que los cuidados estén socializados. Cuando el proceso de decisión se reparte, la carga para cada persona es menor. Eso mejoraría las crianzas. Después hay un proceso personal y ese lo vamos a solucionar con información que nos haga entender esa culpa que surge como una emoción cuasi inconsciente y activada casi automáticamente, bueno, por ahí no dejes de sentirla. Pero una vez que ya la conoces y sabes de qué trata, con información la puedes bajar un poco.

¿Todas las mujeres tenemos que ir a terapia para salvarnos de lo colectivo, de lo estructural de esta violencia? ¿Cómo se puede revertir eso?

En Solas, mi primer libro en el que hablo mucho sobre maternidad, cuento que, en medio de la terapia, me di cuenta de que no era yo la que estaba mal. Yo estaba yendo a terapia para solucionar mis problemas individuales, hasta que me di cuenta de que la mayoría de mis problemas individuales tenían que ver con una desigualdad estructural. Me estaba poniendo sobre los hombros solucionar temas que no iba a poder solucionar nunca porque, en realidad, son cuestiones sociales que tienen que cambiar para que las mujeres tengan un soporte en sus vidas. Animo a las mujeres a decir que está bueno ir a terapia, yo acudo y me encanta, pero que empiecen a pensar que todos los discursos que les venden soluciones individuales, que se empoderen individualmente y demás, les falta la perspectiva de género, que es entender desde qué lugar están sucediendo esos problemas.

Otra cosa que aprendemos con el tiempo, con suerte, es que las mujeres, tradicionalmente, teníamos que competir con otras mujeres. Que las mujeres eran mi competencia en el trabajo, en el amor… De repente, cuando he conseguido poner distancia con eso, me he dado cuenta de que el espíritu de las mujeres, en general, es de cooperación.

Creer que la competencia de las mujeres es algo relacionado con su género es un error. Ahí se dan dos situaciones: primero, que esta es una sociedad basada en la competencia. El problema es que, entre los varones, la competencia se ve como algo positivo y, en el caso de las mujeres, se ve como algo que tiene que ver con la mezquindad y las problemáticas más banales. En realidad el problema, ahí, es cómo se ve la competencia en función del género. Los varones son tan competitivos que, justamente, cuando analizas los índices de quiénes están en posiciones de poder, los varones superan el 80% de todos los porcentajes. ¿Quiénes son, realmente, los competitivos en esta sociedad? El dato me modifica la opinión. Si es cierto que, entre mujeres, hay muchas situaciones del orden del conflicto que se dan y hay estudios sobre liderazgo que muestran que las mismas mujeres creen que las mujeres no son aptas para puestos de liderazgo. Ahí, claramente, algo pasa. No hay un varón que te diga que las mujeres son mejor para liderar que los varones. Lo que sucede es que las mujeres estamos tan reprimidas desde niñas a encontrar nuestros deseos, nuestros desafíos o decisiones por fuera de los mandatos, que esa decisión se nos pierde muchas veces en la negociación. Nos perdemos a nosotras mismas. Cuando vemos a otra mujer un poco más libre, nos sentimos incómodas y nos choca.

La sociedad ha construido una narrativa de que las mujeres que han estado en el poder han sido excepcionales, porque logran poder seguir siendo buenas mujeres, pero también tener las capacidades que naturalmente tienen los hombres. Toda esta frase que acabo de decir es una pura mentira: ni los varones tienen capacidades innatas que nosotras no, ni hay un liderazgo femenino. Entonces, como se nos vendió que las que llegamos somos pocas, cuando llegamos queremos seguir siendo excepcionales y pocas, porque eso hace que destaquemos más. Hay muchas mujeres, por suerte, que hay oficiado de trampolín y muchos varones en la historia, también, como John Stuart Mill, que ha empujado a tantas mujeres a tener voz propia.

¿El dinero tiene sexo?

No lo digo yo: lo dice Clara Coria en El sexo oculto del dinero, un libro fundamental. El dinero tiene sexo en el sentido de en manos de quién está concentrado. Si divido la sociedad por ingresos voy a encontrar que quienes están en los niveles de ingresos más altos, mayoritariamente son hombres. Quienes están en los niveles más bajos son mujeres. Los empleos feminizados tradicionalmente están peor pagados, porque se considera que las mujeres tienen una especie de capacidad natural para ejercerlos sin tanto esfuerzo. Como las mujeres cuidan, la distribución del uso del tiempo es inequitativa y ese peso se termina transformando en un empobrecimiento para las mujeres. No tienen tanto tiempo para generar recursos simbólicos de relaciones de poder y empieza a haber pérdida de poder adquisitivo y simbólico.

 

 

flor freijo

Perder el miedo, alzar la voz, hacernos valer. Llevamos años hablando de la necesidad de liberarnos de lo que nos oprime, pero ¿quién nos explica de dónde salieron esos mandatos? Nos repiten hasta la saciedad la importancia de tomar las riendas de nuestra vida, pero ¿dónde se esconden las herramientas que nos ayudarían a hacerlo?

Tras analizar en (Mal) Educadas las raíces históricas de la desigualdad que aún nos afecta, María Florencia Freijo desgrana ahora tres grandes ejes aun profundamente marcados por la injusticiael amor, el sexo y el dinero. Desde la neurociencia, la sociología y la psicología, Freijo construye en Decididas un ensayo esclarecedor sobre las trabas que siguen interponiéndose en el camino de cualquier mujer hacia una libertad plena. Tan potente como intimista, tan lúcido como sincero, el nuevo libro de la divulgadora de moda en toda Hispanoamérica viene con un objetivo claro: conseguir que todas seamos las verdaderas protagonistas de nuestras vidas.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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