Hace pocos días, en redes, la ilustradora Mar Gregorio comentaba que ella había sido una bebé arcoíris. Que, conocedora desde que era niña de esa información, no había sido consciente de la situación por la que tuvo que transitar su madre. Leyéndola, me di cuenta de que yo también fui una bebé arcoíris. Mi madre, antes de que no naciese, estuvo embarazada de una niña. Tuvo un aborto a los cinco meses de gestación. Mi madre, que trabajaba en la UCI de Neonatos del Hospital Miguel Servet en Zaragoza por aquel entonces, tuvo que sufrir un parto provocado y dar a luz a una bebé ya sin vida. Se iba a llamar Pilar, como ella. Me contaba que era una niña muy deseada y que sufrió mucho tras su pérdida. Que, cada vez que tenía la regla tras ese aborto, lloraba desconsolada. Hasta que llegué yo. duelo gestacional
Antes, nadie nos llamaba bebé arcoíris. Básicamente, porque de esas cosas no se hablaba. Que tuvieras un aborto, en el mejor de los casos, significaba que podías quedarte embarazada. Que podías volver a intentarlo. Que, cuando hubieras conseguido tener otra criatura, el dolor por la pérdida de las criaturas nacidas sin vida, de los embarazos malogrados, se borraría. Y que de eso no había que hablar para no asustar a nadie. Se negaba la identidad de esas criaturas igual que se negaba el dolor por haberlas parido sin vida, o haberlas parido vivas, pero sin posibilidades de sobrevivir más allá de unas horas o unos minutos. Afortunadamente, cada vez somos más las mujeres a las que no nos da vergüenza hablar de lo que no se hablaba. De hecho, hablamos mucho, alto y claro, porque sabemos que así se alivian el dolor, la incomprensión y la frustración. Nos acompañamos, unas desde asociaciones de gestión del duelo, otras desde medios de comunicación, todas desde la experiencia.
Ginesta Urbano es madre y presidenta de A Contracor, una de las más activas asociaciones de duelo por interrupción del embarazo, que nació con el objetivo de dar visibilidad a las pérdidas gestacionales por interrupción legal o voluntaria del embarazo, esas que ocurren por motivos médicos, personales o sociales. Aquellas interrupciones que se hacen a regañadientes (“a contracor”) cuando no te queda otra opción que tomar la decisión. Además, Ginesta ha escrito y autopublicado el libro Los pies de su padre: diario de una ILE en el que retrata, en formato de diario personal, cómo fue el proceso de superación del duelo después de tener que interrumpir su primer embarazo a las casi 23 semanas de gestación por un problema médico de la bebé. Ahora, Ginesta tiene una hija de tres años, fruto de su tercer embarazo. Su hija mayor habría cumplido cuatro años este mes de septiembre.
El primer contacto con la maternidad fue una infertilidad de origen desconocido que la sumió en una retahíla de pruebas y esperas. Entonces, de forma natural e inesperada, se quedó embarazada de su primera hija, Dàlia, a la que tuvieron que despedir de forma precipitada por un problema médico. El dolor por la despedida volvió seis meses después, cuando sufrió un aborto espontáneo a las seis semanas de gestación.
Hemos hablado con Ginesta sobre su dolorosa experiencia, el proceso de escritura de su libro y sobre la encomiable labor de A Contracor. Testimonios como el de Ginesta son tremendamente valiosos: es muy valiente compartir una experiencia tan intensa y dolorosa, y lo es más cuando se hace desde el convencimiento de que la experiencia propia, de que el dolor, pueden ser lugares de encuentro, consuelo y abrigo para otras mujeres que han pasado o pasarán situaciones similares. Y no solo para las mujeres, sino para quienes las rodean: es importante, en el acompañamiento del duelo, saber qué decir y qué no. Porque es difícil ponerse en el lugar de quien ha pasado por una situación traumática si una misma no la ha pasado. Pero es que no es necesario ponerse en el lugar: lo que hay que hacer es ponerse al lado, con los brazos abiertos para cuando sean necesarios.
¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?
Lo mejor de la maternidad es, sin duda, ver crecer a mi hija. Aprender cada día junto a ella, oír su voz todas las mañanas, darnos un abrazo y un beso de buenas noches. Parecerá muy tópico, pero después de una muerte gestacional, dos pérdidas en realidad, tener una hija a la que abrazar es lo mejor de cada día.
Por el contrario, lo peor es haber tenido que aprender a maternar en la distancia, maternar la muerte como se dice, cuando no te queda otra que pasar un puerperio sin tu bebé. Hay muchas sombras en la maternidad, muchísimas, y llegamos a nuestros límites infinidad de ocasiones pero, sinceramente, lo peor de la maternidad es que tu cuerpo se empeñe en cuidar un bebé que no existe.
¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Y después? ¿Sufrió cambios significativos?
Hay un antes y un después clarísimo: la maternidad te cambia en muchos aspectos. Cuando me quedé embarazada, trabajaba en una ruta escolar; no era fija, por lo que al tener a mi hija pude disfrutar de ella los dos primeros años. Es increíble como nos cambia la percepción de las cosas, empezamos a mirar el mundo con otros ojos y a tener otro tipo de prioridades lo cual, como es obvio, te hace ser más empática, sobre todo con otras mujeres que han vivido lo mismo que tú.
¿Cuál es la huella de tus hijas en tu trabajo?
Si hablamos del trabajo que realizo en la asociación, su huella es enorme. Todo lo que hago lo hago por ellas, por mi primera hija para mantener vivo su recuerdo, ella es parte de todos nuestros proyectos así como los bebés de mis compañeras. Además, todas trabajamos duro para mejorar la atención al duelo perinatal así que en definitiva trabajamos por un futuro mejor, y nuestros pequeños son parte de ese futuro en el que esperamos que la sociedad en general sea más empática, no solo en cuanto al duelo perinatal, sino en general.
Has pasado por una ILE, un proceso que relatas en tu libro Los pies de su padre. ¿Cómo viviste ese proceso? ¿Estuviste acompañada? ¿Qué echas de menos como mujer que ha sufrido pérdida gestacional?
Tener que solicitar una interrupción del embarazo con casi 23 semanas es, de lejos, lo más duro y difícil que he hecho en mi vida. Viví el proceso muy sola, sin información, y aún tuve la suerte de dar con una psicóloga que me comprendía. No estamos preparados para afrontar algo así, y tampoco para acompañarlo por lo que todo el proceso y los meses posteriores fueron emocionalmente terribles. Aparte, en general, la maternidad está muy romantizada: sabemos que el primer trimestre es delicado, sabemos qué comer y qué no, sabemos qué pruebas se nos hacen pero no la importancia de éstas y cuando nos quedamos embarazadas automáticamente pensamos que en 9 meses tendremos un bebé en brazos, vivo. Por eso, cuando nos dicen que algo va mal, nos pilla por sorpresa. ¿Cómo iba a pensar yo que más allá de los primeros meses podían surgir complicaciones? Estamos acostumbrados a oír sobre pérdidas de primer trimestre, de óbitos en las últimas semanas pero no sabemos nada de lo que pasa entre medias, ni que esa posibilidad de que algo esté mal nos acompaña en todo momento. ¿Qué echo de menos? Empatía, comprensión e interés. Es difícil hacer pedagogía sobre algo que la gente no quiere oír, como si así no fuera a pasar.
¿Es la escritura terapéutica para ti?
La escritura fue mi terapia, sobre todo durante los primeros meses, en los que cada vez que abría la boca era incapaz de articular palabra sin echarme a llorar. A través de la escritura pude soltar el dolor que se me acumulaba en el pecho, fue realmente beneficioso para mí poder escribir sin censurarme mientras lloraba sin parar, ya que el llanto nos cierra la garganta pero no detiene nuestras manos. ¡La de lágrimas que se colaron entre las letras del teclado!
¿Habías leído o lees libros que hablen sobre el aborto?
Había leído algún libro, sobre todo de duelo en general, pero me apenó bastante no encontrar nada con lo que me pudiese identificar al 100%. El mundo del duelo gestacional, concretamente el del aborto voluntario, sigue siendo un gran tabú.
¿Qué información crees que deberíamos tener las mujeres antes de enfrentarnos a un embarazo? ¿Y si nos vemos en una situación como la que tú y otras tantas mujeres habéis sufrido?
Para mí sería muy importante saber a qué nos podemos llegar a enfrentar durante el embarazo antes de quedarnos embarazadas, poder hablar de muerte gestacional con total sinceridad porque si hablamos de estadísticas solamente nos quedamos cortos. No basta con decir que aproximadamente un 20% de los embarazos no superan el primer trimestre, o que uno de cada 10 mil niños nace con tal enfermedad o malformación, porque esas estadísticas no son simplemente números: son personas, mujeres que han pasado el trance más duro de sus vidas y hay que hablar con propiedad. Si llega un día en que te dicen que tu bebé tiene algún problema, que sepas cuáles son tus derechos, cuáles son tus opciones y de qué recursos dispones si llega a darse el caso. De otra forma, estamos fomentando que no se hable del tema, perpetrando aún más el tabú y la vergüenza que en muchas ocasiones van asociados a este tipo de pérdidas. De este modo, si nos suena, quizás el día que tengamos que afrontarlo, que ojalá no, pero si se diera el caso, sabremos que no estamos solas. Saber que no estás sola es fundamental para atravesar un proceso de pérdida y duelo, por eso es tan importante que se apoye a las asociaciones que reciben a estas mujeres, además de que ayudando nos ayudamos a nosotras mismas.
¿Qué es A contra cor? ¿Qué ofrecéis y qué necesidades tenéis como asociación de duelo?
A Contracor es la primera asociación de duelo por interrupción del embarazo de España, somos pioneras en este campo. Decidimos que era necesario crear un lugar específico para estos casos cuando nosotras mismas vimos que necesitábamos una atención “especial” en el sentido de que hay muchas ocasiones en las que una mujer que ha tenido que hacer una ILE no se siente del todo cómoda contando su experiencia en un grupo de apoyo general, donde mayoritariamente las familias han perdido a sus hijos de manera natural. Así que nosotras acompañamos estos procesos desde que llega la mamá a nosotras, hasta que finaliza y entra en el grupo de ayuda mutua, además de ofrecer una consulta gratuita con nuestras psicólogas para orientarla y ver cuáles son sus necesidades específicas. También hemos acompañado virtualmente a mujeres el día de su interrupción a través de grupos de whatsapp, del que hemos estado pendiente durante el proceso apoyándolas y resolviendo cualquier duda que surgiera en ese mismo momento.
Colaboramos también con diversos hospitales ofreciendo de forma gratuita nuestro proyecto llamado Saquitos Jizō, un conjunto de arrullo y gorro en 4 medidas para pérdidas gestacionales. Esta iniciativa surgió en 2019, viendo la necesidad que había de tener algo con lo que envolver a los bebés cuando nacen dormidos, ya que hasta entonces (y en muchos sitios sigue siendo así) se presentaban los bebés a sus padres en un empapador o trapo quirúrgico, haciendo el momento muy estéril. Nosotras queremos que ese momento sea lo más cálido posible, y sabemos que hay una diferencia abismal entre conocer a tu bebé, al que adoras, en un empapador o en un arrullo con su gorrito a juego. Puede parecer una tontería, pero lo cierto es que solo tenemos un momento para crear recuerdos con ese hijo o hija, una única oportunidad para ser una familia y envolverle correctamente le da a los padres la seguridad de que su pequeño merece todo lo que quieran hacer, como tomar huellas, sacar fotografías… Es un gesto muy pequeño que provoca un cambio inmenso en el recuerdo de estas familias. Desde la asociación ofrecemos también grupos de ayuda mutua en los que se reúnen familias en proceso de reproducción asistida, tras una ILE y tras una IVE. También iniciamos un proyecto para crear espacios de duelo perinatal en los cementerios municipales, para sumarnos a compañeras que ya llevaban tiempo pidiéndolo y hacer más fuerza con la tremenda sorpresa de que nuestro proyecto se ha acabado convirtiendo en una moción de soporte al duelo perinatal que ha llegado a prácticamente todos los ayuntamientos de Cataluña y se ha aprobado en todos, a excepción (que sepamos) de un solo municipio. Nos cogió por sorpresa y estamos contentísimas y atareadas reuniéndonos con los ayuntamientos que nos piden asesoramiento.
¿Cómo te encuentras ahora?
Ahora, 4 años después, puedo decir que estoy bien sin esconder nada detrás. He cambiado, mucho. No soy la misma mujer que era antes, pero ¿cómo iba a serlo después de 3 embarazos y un solo bebé en mis brazos?
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