Cada vez son más las mujeres que se atreven a incorporar el aborto en sus relatos, ya sea como parte de la no ficción o como autorrelato (siendo esta modalidad la más frecuente). Cada vez son más las mujeres que no se conforman con los mandatos y las imposiciones de silencio frente a sus traumas. Menos traumas serían si pudieran compartir estas experiencias.
Cada vez son más las mujeres que buscan en la literatura el consuelo que no encuentran ante lo incomprensible, ante la pérdida, ante el dolor, ante el duelo. Cada vez más mujeres leen sobre el aborto porque cada vez más mujeres escriben sobre el aborto.
Porque el aborto es un derecho y una liberación en muchos casos, pero también un momento traumático en casi todos, máxime cuando el deseo de ser madres va por delante de todo lo demás. En esta selección hablamos de abortos como salida y también de abortos no deseados, abortos terapéuticos, abortos espontáneos e incluso abortos como forma de autoviolencia. De abortos literarios y de abortos que no lo son, aunque se escriban.
Siguen sin existir los libros necesarios sobre esta experiencia, pero estamos ante la caída de un tupido velo que impedía a las mujeres hablar de las “cosas de las mujeres” y soy optimista: no creo que ese velo se vuelva a levantar. El aborto sigue sufriendo una suerte de invisibilidad social, pero las voces cada vez son más y la necesidad de reivindicar el derecho al duelo, cada vez más acuciante e irrenunciable. Dejemos de esperar, de una vez por todas, que las mujeres deben superar sus abortos como meros trámites, como si nada hubiese pasado, que lo piensen un poquito y ya está, que se laven la cara y salgan a la calle como si nada, que, mejor, no lo comenten con nadie y que sigan con su vida. Como si eso fuese posible.
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