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HARINA PARA EL PAN: CRONOLOGÍA DE UN DESTETE

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Harina para el pan: Cronología de un destete

Grano de trigo

Utilizo las manos para hacer las últimas extracciones y mi cuerpo febril conecta con todas las horas lentas en las que hubo otro cuerpo diminuto pegado a este.

Amaso los pechos con las manos círculo arriba y círculo abajo, poniendo un poquito más de presión en los bultos duros como minerales. Despacio, firme. Uno, otro. Repito.  

Amaso los pechos con paciencia para sentir su textura azucarada: se me quedan pegadas las yemas de los dedos y la leche que se derrama por las piernas me lleva a aquellos primeros bostezos que olían a vida nueva. Me cuesta separar los dedos cuando termino, como si algo en mí no quisiera dejarlo ir porque, tanto como deseo que la leche cese, fantaseo con la posibilidad de quedarme —¿por qué no?y volver a sentirte succionar mi pecho guarida —no, definitivamente, ya está. Pienso en aferrarme a esta dependencia tan profunda —qué cansancio, a la rutina que lo acompañacuánta belleza—.

Amaso los pechos en un acto de recordar el sudor, la impotencia, los pies arrastrándose, las madrugadas de enfado y miseria. La colisión de la ternura, el calor de tu cuerpo empapándome de identidad nueva. 

Amaso los pechos hogaza, el choque y la belleza, hasta hacer con ellos una masa translúcida y permeable para no temer el olvido. 

Sémola

¿Qué habrá después de este nosotros que era en realidad solo un yooooo extendiéndose? ¿Qué habrá después del calor textil de mi cuerpo calmando la sangre que borbotea como mermelada de ciruela? ¿Qué habrá después? ¿Un hueco, una viga, un bote? 

Mascado

El llanto de un cachorro sacude cualquier otro rastro de violencia. 

Hasta hoy, parecía que las palabras y el abrazo te hubiesen sido suficientes. Y aunque sabía que podía pasar, ahora me frustra no tener nada para darte. Tus brazos, antes extremidad templada, son hoy tentáculos y hélices que se revuelven y descubren la fuerza. Y me levanto, semidesnuda y aturdida, buscando un reloj o un peluche o un vaso de leche con el que sostener la tormenta. Vuelvo a sentarme porque solo tengo para darte el cuerpo de manera inverosímil: la axila, la garganta, la barriga abierta. Busco un eco o una onda que me devuelva la certeza implacable de hace unos días. 

Y entonces, tu padre abre los brazos por si hoy su cuerpo pudiese ser el refugio.

Y así resulta. Y así me despedazo.  

Molienda

El verano cede y nuestros cuerpos se camuflan con el trigo de la meseta. El coche rueda desde hace horas. Dejamos a los costados kilómetros de cultivo y hectáreas de ceniza. Este verano la península ha sido un incendio y yo no puedo dejar de pensar en este paisaje tan familiar y al mismo tiempo tan desconocido: solo lo he transitado desde el movimiento. Entonces caigo en la cuenta de que una vez que el territorio alberga vida, el fruto siempre ondea en la superficie, también con la huella de la partida. Ahora que nosotros es más bien un recuerdo, siento que las piernas se tropiezan buscando un nuevo paisaje. ¿Cuánto tardará la piel en delimitar la maleza?

El pan y la palabra

Han pasado cuarenta y siete días desde la última toma y mis pechos ahora penden de un hilo como los higos en septiembre a punto de caer. Se han vuelto pequeños y me son extraños, pero aun así me reconfortan porque hablan de geografía expansiva y retorno. De carne cediendo alimento, alimento asomándose a boca, boca refugiándose en cuerpo. 

Ahora amanece siempre más temprano, con quince kilos que se engarzan a mí como un mineral recién descubierto. Amanece y leche caliente, manzana asada, onomatopeyas sobre vacas, faro y bicicletas. Amanece y aprendes a pintarrajear el blanco de casa mientras yo te hago fotos. Amanece y caminamos hasta el bosque para saludar a las hormigas y las olivas que no maduran. Amanece y te explico que mañana marcho por primera vez para reencontrarme con la tibieza del deseo. Amanece y entonces tu abrazo y esta sensación infinita que comienza en el esófago y se extiende por la lengua, el entrecejo y la carótida. 

Amanece y todo este amor en el que nuestro nuevo bastión son las palabras.

 

 

 

 

ANDREA MONTELIO B.

Periodista especializada en Sociología y Estudios Globales y mamá de Gael. Escribo para cuestionar y construir(me). Me interesan las voces que hacen de puente en este mundo en constante movimiento. Materno, escribo y hago la comunicación de proyectos con enfoque social de manera independiente. Encuéntrame aquí.

 

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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