HELENA SOTOCA Y EL ARTE VISTO DESDE UNA PERSPECTIVA FEMINISTA

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Muchas conocimos a Helena Sotoca a través de sus memes en su cuenta en Instagram, Femme Sapiens. Helena elige pinturas clásicas para sus potentes críticas no solo a la invisibilización de las mujeres en el mundo del arte, sino hacia el patriarcado y el machismo que inundan nuestro día a día. Lo que quizá no sepas todavía es que Helena, además, toca la viola profesionalmente y estudia Historia del Arte. Helena, como muchas de nosotras, llevaba tiempo haciéndose preguntas a las que, poco a poco, estamos encontrando respuestas: ¿dónde están las mujeres en la historia del arte? ¿Qué lugar ocupan en el imaginario colectivo las mujeres artistas? ¿Somos musas y sumisas… y así nos quedaremos en este campo? Hace ya más de cincuenta años que la historiadora del arte feminista Linda Nochlin planteó estas mismas preguntas en su ensayo ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas? Su respuesta fue cristalina: «Las mujeres en el arte», afirma Sotoca, «ni siquiera estamos en el imaginario colectivo. Casi no sabemos decir el nombre de mujeres artistas».

Pero con la publicación de Ni musas ni sumisas (Bruguera, 2022), Helena está dando la vuelta a este argumento y nos presenta una historia del arte occidental con perspectiva feminista, que cuestiona el papel de las mujeres, que señala las violencias, que acaba con los tópicos y que desempolva el talento de las artistas, habitualmente arrinconadas en los almacenes de los museos, cuando no perdidas.

La realidad de las mujeres en el mundo del arte sigue siendo bastante deprimente. A día de hoy sigue costando nombrar artistas mujeres, encontrarlas en las paredes de los museos, no desnudas en los lienzos, sino como autoras de las obras. Pero es justo decir que, aunque más lento de lo que nos gustaría, esta tendencia está cambiando. Ya no entramos a los museos sin plantearnos dónde están las mujeres. De hecho, las buscamos —y confesamos que, a veces, nos cuesta encontrarlas—. Hemos hablado con Helena sobre su trabajo de divulgación a través del humor en Femme Sapiens, sobre la influencia de su reciente maternidad en su trabajo y sobre las artistas que le sorprendieron en la tarea de documentación para este libro que te recomendamos leer. Por las mujeres artistas. Porque son como las meigas: haberlas, hailas. Y cuánto merece la pena descubrirlas y tenerlas en cuenta: nos ayudan a entender la parte del relato que nos falta y que tan necesario es.

¿Cómo era tu trabajo antes y después de ser madre? ¿Sufrió cambios significativos?

Sufrió cambios significativos… pero a mejor. En realidad, no tuvo nada que ver nada mi maternidad. En ese momento, Femme Sapiens estaba creciendo. Me encargaron el libro cuando Pau tenía 4 meses. En ese sentido, me vino bastante mal porque no podía decir a Penguin Random House que no podía escribir el libro con un bebé tan pequeño. Para mí fue una fuente de agobio y estrés enorme: de repente tuve que elegir entre ir adelante a tope con mi vida profesional, con un proyecto que me gustaba tanto o atender a un bebé como debería ser atendido. Sentí mucha frustración y, a la vez, mucha ilusión. Tengo la sensación de que tuve que elegir, como tantas otras madres, entre maternidad calmada, en paz, reposada o vida profesional.

No he leído mucho acerca de maternidad antes de quedarme embarazada, aunque seguía a mujeres como Esther Vivas o Malas Madres. Sabía que la culpa iba a llegar en algún momento y lo tenía bastante trabajado. Tengo la suerte de que, con mis amigas, nos reímos mucho de nosotras mismas y conseguimos relativizar.

¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de ser madre?

Empezando por lo peor, la absoluta falta de tiempo para mí en los primeros meses de vida de mi hijo. Cuando Pau empezó a ir a la escuela con 10 meses sentí una auténtica liberación, y eso que empezó yendo solo dos horas por la mañana. De repente, descubrí otro mundo. Lo mejor, ahora que ha empezado a interactuar, es entendernos y comunicarnos.

¿Cuál es el origen de Femme Sapiens?

Nace de hacerme la pregunta de qué pasaba con las mujeres artistas. De hecho, Femme Sapiens comenzó como una revista online antes de ser una cuenta en redes sociales.

¿Y has conseguido saberlo?

En todo este camino he hecho mucha investigación a nivel académico y, básicamente, lo que ha pasado con las mujeres artistas es esto: cuando nos cuenta que no ha habido grandes mujeres artistas, normalmente una tiende a rebatir ese argumento. Claro que ha habido grandes mujeres artistas, pero muchísimas menos porque el sistema no las ha dejado ser. Las que han conseguido saltar sobre el sistema —de la moral, de no poder entrar en las academias, de tener que estar en casa cuidando— han recibido el ninguneo por parte de instituciones, museos, editoriales, etc. Se las ha invisibilizado y dejado escondidas en los almacenes de los museos, sus obras se han perdido, no se han catalogado…

Lo mejor que me ha pasado con este trabajo es tener voz: poder ir a lugares en los que explicar tus investigaciones, tus experiencias, tus obsesiones —en mi caso, el arte con perspectiva feminista—.

¿Qué museos crees que están trabajando en la dirección de mostrar el arte de las mujeres?

En Madrid, el Museo Thyssen-Bornemisza está haciendo un trabajo importante cuestionando los relatos a nivel feminismo, colonialismo, anticlasismo, antiracismo… Es una labor muy interesante la que están llevando a cabo. El Museo Reina Sofía, por fin, ha situado determinadas obras que estaban “escondidas” como la Araña de Louise Bourgeoise (1994) con el nuevo planteamiento de Vasos Comunicantes. Han dado visibilidad a artistas como Ángeles Santos o Maruja Mallo —situada en la sala adyacente al Guernica, por ejemplo—.

En Barcelona tenemos el MACBA que, para mí, tiene una doble cara. En su exposición permanente encontramos una cuestión muy absurda: las pocas mujeres artistas que hay están en una salita dedicada al feminismo, como si las mujeres solo pudiéramos hacer arte feminista. Esto me da mucha rabia. Pero sí es verdad que, en cuanto a exposiciones temporales, realiza un trabajo bastante interesante.

Visitamos museos durante toda nuestra vida. Con nuestras familias, con el colegio. Pero nunca nos planteábamos dónde estaban las mujeres artistas. Solo veíamos que las mujeres colgaban, casi siempre desnudas, de las paredes de los museos. Pensando en una obra que aparece en tu libro, Crisálida, el retrato de una prepúber desnuda, pintado por Pedro Sáenz Sáenz (1897) y que formó parte de la exposición Invitadas en el Museo del Prado, bajo la definición de “arte incómodo”. ¿Por qué crees que hay tan alta tolerancia, en el mundo del arte, con los cuerpos desnudos de mujeres y niñas? Hay muchas obras que retratan no solo cuerpos, sino abusos.

Al final, el arte responde a cuestiones de la vida. Si tenemos en cuenta que la sociedad patriarcal nos ha impuesto la belleza como la cuestión más importante a valorar en una mujer, como un objeto, en el arte el mayor objeto de belleza siempre fue la mujer. Y siempre está sexualizada. Siempre aparece sin nada que hacer, más allá de ser bella. El mundo del arte es un mundo de hombres. Lo sigue siendo. El arte no solo es el pintor: son los jurados de los concursos, los comisarios, los directores de museos… mientras no tengamos en estos cargos a mujeres u hombres que sean un poco más empáticos con la realidad de las mujeres esto va a seguir sucediendo.

Una de las cosas que hemos aprendido leyendo tu libro, por ejemplo, son los selfies de la pintora Clara Peeters. ¿Cuál ha sido tu mayor descubrimiento en la redacción de este libro?

Este libro ha sido un compendio entre cosas que yo ya sabía y cosas que he tenido que investigar para ilustrar las cuestiones de las que estaba hablando. Me ha flipado la miniaturista Sara Goodridge que dibujó Belleza revelada (1828), un dibujo en miniatura de sus propios pechos y cómo se centró todo el tiempo en interpretar su obra a través de la mirada masculina. Con Artemisia Gentileschi ya conocía esta problemática, pero me he dado cuenta de que sucede todo el tiempo. Otra artista que me alucina, pero de la que solamente conocía sus míticas flores, fue Georgia O’Keeffe. Me había creído el relato de que sus flores aludían a una iconografía vaginal cuando, en realidad, no es que no tengan nada que ver porque realmente recuerdan a una vagina, pero es cierto que ella toda su vida negó que tuviera algo que ver. Estaba en un contexto muy diferente, en ese contexto macrosómico, en el que todo era grande. Me ha encantado cubrir su historia como flâneuse, como mujer que ocupa el espacio público, que camina por las calles de Nueva York y decide retirarse al desierto ella sola a crear. Me ha encantado descubrir a las artistas más allá de los tópicos.

NI MUSAS NI SUMISAS, HELENA SOTOCA

Helena Sotoca es la creadora de Femme Sapiens, una cuenta de Instagram que recorre la Historia del Arte con perspectiva de género y un humor muy sagaz. Con ironía, sátira y un punto de vista feminista, la autora reflexiona sobre cuestiones como el arte, la mujer y su papel en la cultura, los cánones de belleza o la sexualidad femenina, de una manera insumisa y didáctica a partes iguales.

Con naturalidad, frescura, humor y una dosis justa de crítica, Helena Sotoca ha conseguido escribir un ensayo capaz de reescribir nuestra memoria histórica de las artistas. Como ella misma confiesa, «solo así podemos aprender del pasado para no repetir los errores en el presente. Un presente en el que las imágenes de las mujeres siguen siendo machistas. Y es que los cuadros misóginos que aparecen en este libro no pertenecen a un pasado ya superado. Son, en realidad, el inicio de una tradición que todavía continúa».

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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