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© Alba Villalba

JAVIRROYO: DIBUJAR LA VOZ DE LAS MUJERES

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En el feminismo, como en la maternidad o como en la vida, hay posturas que todavía no tengo bien definidas. Para pronunciarme sobre algunos aspectos, para forjarme una opinión de algo, necesito tener mucha información y de distintas fuentes. Por eso, cuando no tengo una opinión súper justificada, estudiada y sentida, mejor me la guardo.

Pero es que esta vez sí tengo clara mi postura: soy de esa clase de feministas que creen que esta lucha no es solo una lucha de mujeres. Igual que el machismo es practicado tanto por hombres como por mujeres, el feminismo también debe ser un movimiento inclusivo y que no debe dar la espalda a los hombres que deciden acompañarnos en esta lucha. Porque tengo claro que esta lucha la ganaremos todos juntos, mujeres y hombres. Porque tengo claro que los beneficios de la lucha feminista son para todos: mujeres, hombres, personas no binarias, animales, plantas y todo lo que nos rodea.

Me alegra tener la oportunidad de charlar con hombres como el ilustrador Javirroyo (Zaragoza, 1972) y de saber que estamos en el mismo bando, luchando por lo mismo e intentando hacer del mundo un lugar más justo para todos. En MaMagazine somos fans del trabajo de Javirroyo, ya te lo contamos en una entrevista anterior, donde nos interesamos por su día a día en la crianza y su poliédrica faceta artística. Fue a raíz de la publicación de Homo Machus, un libro de ilustraciones con el que el maño daba visibilidad al machismo: “Con Homo Machus fui abriendo melones: el de la crianza, el de la violencia, el del machismo como sistema estructural, el del trabajo… Laborachismo ha sido la continuación de uno de esos melones que abrí y que me parecía de los más importantes: el del mundo del trabajo en relación con la igualdad”.

Y es que Javirroyo comenzó a trabajar en este nuevo libro en febrero del año pasado, pocas semanas antes de que la pandemia nos pasara por encima a todos. Laborachismo es otro libro al que hacerle la ola cada pocas páginas, un libro coral hecho a partir de testimonios reales de mujeres, un libro donde el ilustrador dibuja la voz de las mujeres. La sencillez del dibujo de Javirroyo contrasta con lo bestia de sus mensajes. Es el ejemplo de que la mezcla explosiva de talento, empatía y activismo de Javi, funciona.

 

Comienza tu libro con esta viñeta que dice: “A ver, si las mujeres no llegan a puestos de responsabilidad, por algo será”.  ¿Por qué será? ¿Tienes alguna pista?

Yo creo que es una buena viñeta para empezar un libro porque precisamente plantea una pregunta y un tópico. Es algo que algunos hombres dicen o piensan muchas veces y dejan, además, sembrada la duda… como que las mujeres siempre se quejan y lo hacen porque sí. Creo que es interesante porque realmente parte de ese punto de “por algo será”, vamos a por qué es, vamos darle la vuelta un poco.

Laborachismo es un libro cuyo eje central es el valor de los cuidados: no existe una economía de los cuidados, no se ha dado un valor a la economía de los cuidados. Vivimos en una sociedad capitalista y lo que debería ocurrir en una sociedad avanzada y que plantea los problemas que está planteando ahora mismo la igualdad, es que los cuidados tuvieran un valor económico. Que tú, por el hecho de tener un hijo o de cuidarlo, pudieras recibir un salario. Y las personas que quieran dedicarse a cuidar a sus hijos, que puedan y quienes no, que puedan pagar a algún o alguna profesional que lo haga mientras ellas puedan destinar su tiempo a desarrollarse.

Lo ideal sería que pudieras dedicarte a ser madre, que puedas dedicarte un tiempo a eso y otro a ser profesional, y que se respete tu decisión. Eso sería lo esencial, pero no existe la intención de llegar a ese ideal. Cuando yo publico en redes una viñeta que habla de una desigualdad del 21% en salarios entre hombres y mujeres, recibo mensajes de hombres del tipo: “bueno, pues que lo denuncien, porque la ley ya dice que tenemos que cobrar lo mismo en la misma categoría”. Ya, pero ese no es el tema: el tema es que cada vez que nace un hijo, la que se ocupa de él, la que reduce su jornada o recurre a una excedencia suele ser la mujer. Esa decisión puede ser tomada de forma forzosa porque es ella la que lo decide dentro de una sociedad patriarcal, o puede ocurrir que realmente le apetezca trabajar menos para ocuparse más de la crianza. En ese caso, también me parece injusto que no se le otorgue valor a la crianza. La crianza y los cuidados son esenciales para el desarrollo de la sociedad. Esto ha quedado visiblemente expuesto durante la pandemia: cuando cerraron los colegios, colapsó el sistema y se puso de relieve que las mujeres, además de trabajar o teletrabajar, debían cuidar a sus hijo y ocuparse de los asuntos domésticos. Hemos visto otra vez que los cuidados son esenciales, pero siguen sin estar valorados. Y no soy optimista: creo que saldremos de esta crisis pandémica y seguiremos igual, no habrá pasado absolutamente nada.

¿Qué hace falta para entender lo que pasa a las mujeres?

Hace falta mucha empatía, preguntar a las mujeres qué está ocurriendo continuamente, hablar más, comunicarse más. Al final, mi aprendizaje viene de las experiencias que veo alrededor y de las preguntas que hago a las mujeres. Laborachismo cuenta con muchas voces de mujeres que se han prestado a contarme historias relacionadas con su trabajo, con los cuidados…

Planteé este libro a la editorial en febrero de 2020, justo antes de comenzar la crisis pandémica. Ha evolucionado mucho, porque cuando yo empecé a hablar de él había una parte dedicada conciliación. Me interesaba mucho porque había leído el libro de Yuval Noah Harari, 21 lecciones para el siglo XXI, en el que hablaba de cómo iban a ser los empleos en un futuro cercano, pero cuando llegó la pandemia se abrió la caja de los truenos: de repente, muchas amigas mías me contaban que se despertaban a las 5 de la mañana y se acostaban a las 12 de la noche teniendo que trabajar, cuidar a los niños, organizar sus casas e intentar tener algo de tiempo para sí mismas. Se iban a la cama destrozadas, sin haber tenido un respiro durante todo el día. Ha sido un bombazo el hecho de haber tenido que desarrollar el libro en medio de la pandemia, porque han ocurrido muchas cosas y muy rápidas.

Desde los tiempos del mamut hasta nuestros días, las mujeres hemos sido sido relegadas a lo doméstico. La historia, salvo en contadas sociedades matriarcales, desgraciadamente infrecuentes, nunca nos ha dado la razón.  

Los avances en materia de igualdad son muy lentos. Creo que el gran problema, en realidad, está en la resistencia de los hombres a perder los privilegios que tenemos. No hay que olvidar que aquí se libra una lucha de privilegios, incluso dentro del feminismo. En el libro entrevisté a Irene Montero y me hubiera encantado entrevistar a Ana Botín, pero no lo conseguí. Ambas mujeres viven en polos opuestos, pero luchan desde la misma trinchera. El cambio que queda por hacer es tan enorme que solo así se entiende que posiciones tan lejanas, política o ideológicamente distintas, compartan esta lucha.

¿Queda mucho? Queda todo. Se ha avanzado muy poquito y estamos en un siglo XXI donde dan mucha vergüenza muchas actitudes de muchos hombres, cómo no entendemos lo que está ocurriendo. Cuando empecé a hacer Homo Machus no sabía lo que estaba ocurriendo con las mujeres porque lo que está ocurriendo no es permeable de un género a otro. Ese es el primer problema: no se visibilizan los problemas correctamente. El siguiente paso, que sería tener empatía, para llegar a una igualdad real, debemos perder los hombres muchos privilegios. Para generar empatía debes tener un conocimiento anterior. Hay muchos hombres que ven a las mujeres feministas como una amenaza. Normalicemos las cosas, hablemos de todo… mi interés máximo es que cada vez más hombres se pongan al lado de las mujeres, a luchar con ellas. Este movimiento, el feminista, debe ser liderado y dirigido por las mujeres, pero los hombres tenemos que estar su lado, este cambio no va a traer más que cosas buenas. Lo que algunos hombres ven, en una visión limitada, es que quizá tengan que ocuparse más de sus hijos, ir a jugar un día a la semana a pádel en vez de dos y así permitir que sus parejas puedan disponer de tiempo para ellas mismas, porque lo necesitan. Hasta que eso no ocurra, hasta que los hombres no hagamos este cambio, el feminismo no podrá seguir avanzando.

Mucha gente me apoya, pero también recibo críticas. Sé que un sector del feminismo no ve bien que los hombres hablemos sobre feminismo. Sin tener interés en asumir protagonismo dentro de este mundo y dirigiéndome a los hombres, creo que es muy importante que los hombres se apunten y peleen al lado de las mujeres.

Igual que los medios y la sociedad, de un tiempo a esta parte, se esfuerzan por generar y sacar a la luz a referentes femeninas en distintos campos, ¿no sería conveniente destacar el trabajo de los hombres feministas?

Creo que es muy importante generar referentes masculinos también en esto. Una forma de hacerlo, por ejemplo, es a través de las series de televisión: desde que se emitió Gambito de Dama, cada vez más mujeres juegan al ajedrez, es un boom. Lo que vemos tiene mucha influencia en nuestros comportamientos y puede ayudar a que se normalicen determinadas situaciones. Es algo que comenté con la Ministra de Igualdad, Irene Montero, cuando la entrevisté: es importante generar una visión feminista desde pequeñitos, a base de referentes. Si has tenido un padre dedicado a tu crianza, en un hogar donde se ha normalizado la igualdad en los cuidados, aprenderás que hombres y mujeres somos iguales: nadie va a tener que explicártelo. Mi padre se iba a las 6 de la mañana y volvía a las 8 de la tarde. Pero desde el principio, mi madre insistió en que tanto yo como mis dos hermanos teníamos que valernos por nosotros mismos para todo: que teníamos que hacernos la cama, aprender a hacer las tareas de casa y compartir. Cuando yo empecé a ver que eso no era lo normal, flipaba mucho. Me alucinaba ver que algún amigo no se hiciera su cama y se la siguiera haciendo su madre. Creo que es muy importante que los referentes y la experiencias cotidianas sean las correctas y no lo son todavía. Muchas madres y mujeres siguen transmitiendo valores machistas.

En Homo Machus, tu anterior libro, pediste a las mujeres que te contaran sus experiencias. ¿Ha sido también este el modus operandi en Laborachismo?

En Homo Machus, a través de las redes sociales, pedí testimonios a mujeres, sobre todo relacionados con la violencia. En Laborachismo volví a pedir testimonios a las mujeres, esta vez en relación a sus experiencias en el trabajo. Por otro lado, entrevisté a grupos de trabajo de mujeres dentro de empresas muy grandes, por ejemplo, Boehringer-Ingelheim, farmacéutica alemana que tienen un grupo llamado Mujeres Alcanzado Retos (MAR), que luchan por el empoderamiento de la mujer dentro de la empresa y organizan muchas actividades integrando a los hombres también.

Entrevisté también a Palmira Tejero, Directora de Atención al Ciudadano y Comunicación de Consorci Sanitari Integral: ella es trabajadora social y se ha dedicado toda la vida a los cuidados de forma profesional. Me interesaba muchísimo su opinión. Palmira montó el primer centro de metadona en los 90 en Cataluña. Es una mujer increíble, vino como inmigrante a Cataluña desde Extremadura y ha llegado muy lejos.

Me ha faltado entrevistar a Ana Botín, pero le he enviado un libro y, si le gusta, quizá su testimonio pueda formar parte de alguna reedición.

Pensamos que el machismo solo afecta a las mujeres, pero no es así. ¿Cuáles son los principales daños que el machismo causa a los hombres?

Reconocer que el machismo nos hace daño es una de las claves para que los hombres se unan a esta lucha.

En el plano personal, sufrimos el machismo teniendo que ocultar nuestras emociones.

Tenemos que convivir con tópicos muy subidos de testosterona.

Sufrimos esa masculinidad única y terrible en la que nos han educado cuando nos juntamos en grupo: hablo de los temas de conversación, la forma de sentarse, el tradicional “a ver quién tiene más cojones”…

No debemos mostrar debilidad, siempre parece que tiramos hacia adelante sin dudar.

El problema de que te hayan educado en el machismo es que estás dentro de ese rol, dentro de esa cultura y es muy difícil salir y darte cuenta de lo que ocurre más allá. Hace ya mucho tiempo que me siento incómodo, en ocasiones, rodeado de hombres y viendo el tratamiento que se otorga a la mujer, cosificándola. Puedes hablar de las mujeres, igual que las mujeres hablan de los hombres, pero hay determinados límites que no se deberían exceder. Creo que uno de los mayores problemas que tenemos es esta dicotomía terrible cuando hay muchos colores, infinidad de matices. Creo que la gran pelea de los hombres está en la búsqueda de los matices y en encontrarte bien contigo mismo, en que no te impongan cómo debes ser. Creo que ahí también hay mucho por hacer.

 

LABORACHISMO, JAVIRROYO

Hace mucho tiempo, en una época muy, muy lejana llamada Paleolítico, las mujeres y los hombres del planeta Tierra pudieron estar en pie de igualdad. Pero el Homo machus, un ser que se creyó superior, institucionalizó la violencia y la dominación sobre la mujer e instauró el perverso Imperio Patriarcal, que dirige desde una estación acorazada con potencia suficiente para impedir cualquier perspectiva de progreso femenino. Desde entonces, algunas tropas rebeldes han logrado pequeñas victorias, pero, tras varios milenios, ha llegado la hora urgente de la deconstrucción del LABORACHISMO.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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