Te traemos hoy este artículo de la pedagoga, especialista en Disciplina Positiva y madre Bárbara Bori. Bárbara fija su mirada, en este 8M, en esas madres que se dedican solo a serlo, por obligación o por elección. Porque el feminismo no puede ni debe dar la espalda a la crianza.
“Mamá no trabajadora”: dícese de la madre que no tiene ningún empleo remunerado (ni en negro ni en blanco).
Muchos medios hablan hoy de la igualdad. Leo noticias en las que se ofrece un servicio de guardería para que las mujeres puedan continuar trabajando sin frenar su desarrollo profesional si así lo desean. Hoy voy a hablar de las madres que eligen poner en pause su desarrollo profesional para priorizar la educación de sus hijos.
“Cuando tuve a mis dos hijos criados —el mayor tenía 7 años— volví a trabajar”, me contaba una antigua vecina mía.
Y alguien dirá: “Porque se lo podrá permitir…”
Vamos a empezar desde la base que todo el mundo elige su mejor opción de todas las opciones que tiene. Para mí, la libertad significa poder elegir. Y hasta que no se está muerto, siempre se puede elegir entre dos o más opciones. Y si no, pregúntale a Nelson Mandela. Dicho esto, vamos a dejar de tratar a las mamás no trabajadoras como mamás acomodadas que se dedican a ir al gimnasio, ponerse guapas, y tener la comida calentita para cuando llegue su maridito. Dicho esto, toda decisión es una elección entre dos opciones. Nadie elige por encima de sus posibilidades, sino acorde a sus circunstancias.
Decidir priorizar criar a mi hijo ha supuesto para mí comprometerme para educarle en la empatía, la autonomía, la alimentación saludable, la crianza con apego, el pensamiento crítico, la tolerancia a la frustración, la confianza en uno mismo. Yo no concibo trabajar como pedagoga-coach de mamás para darle eso a otros niños, si no se lo doy al mío primero. Por tanto, para mí la crianza es una prioridad, y la conciliación entre mi trabajo y la crianza un requisito. Y no digo que sea una opción mejor a otra. Simplemente es mi elección.
Tanto la labor de madre como la de maestra me parecen los dos trabajos más importantes del mundo, pues contribuyen a la construcción humana, a formar personas empáticas que bajarán los índices de violencia en el mundo.
Educar personas que cuiden los animales y el medio ambiente para que luego contribuyan a salvar el planeta.
Educar personas con inteligencia emocional, resilientes, tolerantes a la frustración, creativos que, independientemente de si en un futuro trabajan haciendo malabares en un paso de cebra o en la oficina de un banco, tengan herramientas para reinventarse ante el cambio.
Educar, para mí, significa enseñar el valor del respeto para erradicar el machismo, y el desprecio hacia cualquier persona de diferente identidad de género, orientación sexual, raza, edad, religión, creencia o diferencia.
Educar, para mí, significa sembrar autoestima y tolerancia a la frustración para bajar los índices en el mundo de drogadicción, trastornos alimentarios, depresión, ludopatía, alcoholismo, y cualquier otra forma de autodestrucción.
Educar, para mí, es desarrollar el pensamiento crítico, para que los niños y niñas puedan cuestionar lo que su padres, maestros, políticos, amigos les puedan decir; que sepan cómo contrastar la información y formar su propio pensamiento.
Educar significa, para mí crecer, como persona, viéndome reflejada en mi hijo con todos mis aspectos a desarrollar. A través de la crianza puedo ver lo intransigente que puedo ser a veces, puedo sentir frustración o furia y no gestionarla bien, puedo ser incoherente, hostil, orgullosa, vengativa. Puedo darme cuenta de cómo pago el enfado con otros mostrándome irritable y demasiado exigente con mi hijo. Puedo darme cuenta de toda esa basura mental que tengo por gestionar, y leer su mensaje.
Educar, para mí, es cambiar el mundo.
Y desde la crianza de mi hijo hasta mi trabajo acompañando a mamás evolucionadas, esa es mi misión.
Feliz día a todas las mamás que se han comprometido en educar, y en especial a las no trabajadoras remuneradas que puedan sentirse poco productivas.
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