LAURA NUÑO, MATERNIDADES S.A.

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Cuando escuché a hablar, hace algunos años, acerca de los vientres de alquiler, recuerdo haber dudado si era un tema demasiado complejo o un tema demasiado simple.

Tengo varias amigas que tuvieron muchas dificultades para quedarse embarazadas. Una de ellas, especialmente. A lo largo de los años se sometió a varios, demasiados tratamientos de fertilidad. Alguna vez pensó en dejar de empeñarse. Pero no lo hizo. Cuando yo me quedé embarazada de mi segundo hijo, ella estaba por tirar la toalla. Inocentemente, pensé: “tengo una ventaja y un don: tengo facilidad para quedarme embarazada. Tengo ovarios polifoliculares, de esos que los centros de reproducción asistida se rifan. Mi útero parece ser también un buen lugar donde gestar. Las dos veces que pude quedarme embarazada, me quedé. Qué bonito sería poder gestar para alguien que tiene tantas dificultades… una vez has estado embarazada y sabes lo que es esa experiencia, sería bonito poder hacerlo para alguien que tiene tantas dificultades”.

Mi pensamiento naïve se topó de bruces contra una realidad que no había visto llegar: la gestación subrogada. La conversión de los úteros de las mujeres en hoteles estaciónales para fetos que no son los suyos. La mercantilización de la vida. DE LA VIDA.

Hay que leer, hay que saber. Hay que buscar la información. No solo la que nos conviene: también la que no nos agrada. Solo así sabremos lo más parecido a la verdad. Así topé con el libro de la politóloga Laura Nuño, Maternidades, S.A. Laura es activista feminista, investigadora y politóloga, fundadora del Observatorio de Igualdad en la Universidad Rey Juan Carlos y experta del mismo hasta 2019; propulsora del primer Grado académico de Género en España y de distintos programas de postgrado relativos a estudios de género. Desde su creación con motivo de la entrada en vigor de la Ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres​ es una de las tres expertas integrantes del Consejo Estatal de Participación de la Mujer.

Creo que es conveniente revisar este asunto desde una perspectiva de género, dado que es una mujer la que gesta para terceros. No es un hombre, ni una incubadora, ni una nave espacial: es el cuerpo de una mujer. Tras leer su libro y con el ánimo de resolver algunas dudas de mano de una de las personas que quizá más conozcan la situación actual de esta cuestión, lanzamos esta entrevista a Laura. Esperamos que también a ti te haga reflexionar. Porque hay que buscar la información. No solo la que nos conviene: también la que no nos agrada. Solo así podremos saber lo más parecido a la verdad.

¿Qué término es el que más se ajusta a la realidad: gestación subrogada, maternidad subrogada, vientres de alquiler? 

A mi juicio, gestación comercial o vientres de alquiler porque evidencia el mercado existente, lo que en realidad supone la práctica. Todos los indicadores alarman del incremento exponencial del turismo reproductivo. Hay pocos datos, pero sólo en el año 2018, obtuvo unos beneficios de 4 mil millones de dólares, con un crecimiento interanual del 3.6%, que, según otras diferentes fuentes, podría elevarse incluso un 50%, alcanzando la cifra de 6 mil millones de dólares anuales. En el contexto español, los datos del Registro Mercantil revelan que los ingresos obtenidos por tres agencias intermediarias, de las muchas que operan en el estado, superaron los dos millones de euros solo en el año 2018.

Conceptualizarlo como gestación subrogada o maternidad subrogada en realidad es una falacia. La gestación no se puede ceder o subrogar, es un proceso fisiológico, como tampoco se puede subrogar, por ejemplo, la respiración. Ambos términos son eufemismos que invisibilizan a la madre gestante, el proceso de selección de embriones, la hormonación, el mercado existente… Porque lo que se vende (por duro que sea) no es una gestación, es la criatura o criaturas producto de la misma.

A día de hoy, en España, ¿cuál es la situación de los vientres de alquiler? ¿Cuántas personas utilizan esta opción para ser padres? 

En nuestro país, el Ministerio de Asuntos Exteriores contabilizó, desde el año 2010 al 2016, casi mil niños y niñas gestados mediante esta práctica (con un promedio de 143 anuales)[1], es decir el 0,03% de los niños/as inscritos en nuestro país desde el año 2010 hasta el 2016. Sin embargo, algunas asociaciones defensoras de su legalización elevan sustancialmente dicho número. Así, la Asociación Española de Abogados de Familia (AEAFA) o “Son Nuestros Hijos” multiplica dicho cómputo por siete, con una estimación de mil bebés al año. Número que, la Asociación por la Gestación Subrogada de España (AGSE) eleva hasta 1.400 casos anuales.

La expansión del mercado de la gestación comercial ha conllevado un abaratamiento de los costes, lo que está provocando que -de forma acrítica- se recurra a los vientres de alquiler desplazando o desechando la posibilidad de adoptar. Las últimas estadísticas revelan que, en sólo seis años, las adopciones internacionales se han reducido en más una quinta parte en nuestro país, pasando de 2.891 en 2010 a 567 adopciones en 2016. Siendo el descenso llamativamente superior en las que procedían del continente africano

¿Dónde se establece la frontera entre la libertad personal/el deseo de ser padres y la explotación? 

En los Derechos Humanos, en el respeto a la dignidad y a la integridad personal como derechos irrenunciables o indisponibles y en los límites del mercado, de lo que se puede vender y comprar, si es que se pretende que haya límite alguno. El derecho a la dignidad y a la integridad física y moral de las mujeres o el de los menores a no ser mercantilizados, son valores intrínsecos de una democracia y bienes comunes reconocidos en nuestro ordenamiento jurídico. Por ello, no se puede partir de la validez universal de las relaciones contractuales de carácter privado. La legislación debe proteger determinados derechos y libertades. El deseo de una persona no puede conllevar nunca la renuncia a los derechos de otra.

En cualquier caso, a mi juicio, habría que analizar cuanta libertad hay en la libre elección de las gestantes. La defensa de la libre elección se sustenta en un individualismo moral que entroniza la voluntad en su supuesto libre acuerdo y propugna unas reglas de convivencia basadas, simplemente, en intercambios o acuerdos individuales.

Dicho lo cual, para que el consentimiento sea válido ha de ser un acto libre e informado y en la gestación comercial no se produce ni lo uno ni lo otro. Requiere que la voluntad del acuerdo no esté condicionada por la supervivencia o la subordinación de una de las partes. No olvidemos que la expansión del mercado gestacional no es neutral en términos territoriales o de clase social. El turismo reproductivo es más frecuente en países con estados débiles o con una deficiente protección de los derechos de las mujeres, en los que es más probable encontrar jóvenes fértiles que se sometan (o sean sometidas) a la práctica por precios más asequibles. Respecto a su perfil socioeconómico, las gestantes son, en su mayoría, mujeres sin recursos, especialmente vulnerables o socialmente excluidas. Muchas carecen de formación, más del 40% están desempleadas o reciben ayudas sociales y solo un 4% tiene estudios superiores.

En un contexto globalizado de feminización de la pobreza y rearme del neoliberalismo patriarcal, el consentimiento no es libre y está viciado porque no se dan los requisitos éticos que garanticen la autonomía exigible a un contrato libre y entre iguales. Además, es imposible que las gestantes conozcan con antelación los vínculos afectivos que tendrán con las criaturas que están gestando. En suma, se desdibuja cómo y a qué se consiente. Oculta en qué condiciones y por qué. Por ello, el debate no se puede solventar desde la libertad individual o los deseos de cada cual. La propuesta ha de pasar, necesariamente, por valorar cuán de legítima es la pretensión, qué implicaciones tiene y, en consecuencia, determinar si debe ser legal.

¿Cuáles son los principales riesgos para las madres gestantes? ¿Y cuáles para los clientes? 

El perjuicio más evidente es el que se deriva de los riesgos que conlleva un embarazo, un parto y un posparto, que afecta a la integridad física y moral de la gestante y que puede tener implicaciones negativas no solo en su calidad de vida, sino en la de su familia. La gestación no se produce en máquinas de parir con úteros mecánicos y placentas artificiales -como ensoñara Shulamith Firestone – sino en mujeres de carne y hueso. Ellas son las que han de asumir los efectos secundarios de una hiper-hormonación, una fecundación in vitro (en frecuentes ocasiones con transferencia embrionaria múltiple), una severa vigilancia médica y un parto, normalmente mediante cesaría, a efectos de evitar posibles complicaciones y programar con antelación la presencia de los comitentes. La pérdida del vínculo con la criatura gestada y los daños psicológicos son evidentes. No en vano, es el principal argumento al que apela la asociación “Stop Surrogacy Now” liderada por ex gestantes norteamericanas.

Pero, también tiene un impacto en la salud del niño/a y en sus derechos. La mercantilización del menor, afecta a su dignidad y desprotege su interés superior, impidiendo el ejercicio de otros posibles derechos como el de conocer sus orígenes o su identidad, hurtándole la tutela institucional que le asistiría si fuera una adopción internacional. Un niño/a no puede considerarse una mercancía, ni un ser humano un medio, ni los cuerpos de las mujeres nichos de un mercado deslocalizado, que compra el óvulo en un país, en otro la gestación y en un tercero ofrece el resultado. Hay bienes que no se pueden comercializar por mucho que haya quien los compre o los desee. No podemos, por ejemplo, subastar al mejor postor nuestros órganos (aunque salve una vida o dos) ni vendernos como esclavos (si nos garantizan techo y comida) ni regalar la descendencia a unos vecinos/as responsables, cariñosos y amables.

El riesgo para los clientes es que, como es un contrato nulo, tengan problemas a la hora de inscribir a las criaturas encargadas. Pero claro, es que es un contrato nulo.

¿Qué te impulsó a estudiar sobre este tema y a escribir el libro? 

La paradoja de que, precisamente cuando parece que las mujeres están consiguiendo, por fin, el estatus de sujeto, surjan nuevas propuestas de explotarlas que, para colmo, se presentan como emancipadoras o libres. En un momento que cada vez se impone con mayor virulencia la maternidad intensiva con apego resulta que la lucrativa fórmula de la gestación comercial nos pretende colocar la posibilidad de la gestación con desapego. Todo ello revestido de una especie de discurso emocional de la necesidad de la paternidad o maternidad que obvia completamente a las condiciones de las gestantes.

Según iba investigando sobre el tema eran tal las cuestiones en juego, las condiciones contractuales, lo que supone vender criaturas a demanda… que no pude dejarlo. Por ejemplo, las propuestas en España para la modalidad altruista son demoledoras. Todas comparten la falta de reciprocidad respecto a las exigencias de gestantes y subrogantes o clientes. En alguna de las mismas, por ejemplo, mientras que exige a la gestante un buen estado de salud no solo físico sino mental, que se descarte el consumo de alcohol o drogas y se compruebe que goza de una situación económica estable, no contempla que la parte subrogante tenga, al menos, plena capacidad de obrar. Para dicha organización, en caso de infertilidad o incapacidad para concebir, basta acreditar dicha circunstancia, tener nacionalidad o residencia en territorio español, firmar un contrato ante notario y abonar los gastos. Es imposible que un tema así no te obligue a investigarlo y posicionarme. Es mucho lo que hay en juego, mucho.

Siendo esta práctica una práctica prohibida en nuestro país, ¿por qué proliferan las agencias que se dedican a ofrecer servicios de maternidad subrogada? 

Por la disparidad de las regulaciones nacionales y la posibilidad de sortear los requisitos establecidos en las mismas. En nuestro país, desde la primera regulación existente del 1988, hasta la fecha, la legislación española considera el contrato de gestación nulo de pleno derecho. Pero, pese a la expresa prohibición desde hace más de tres décadas, la filiación por vientres de alquiler se ha venido concediendo, celebrándose hasta ferias que la promocionan (como Surrofair). También son conocidos los casos de personas con presencia mediática que recurren a la gestación comercial, lo anuncian con antelación, comparten en medios de comunicación la intención de aumentar la familia repitiendo la experiencia y lo difunden con reportaje fotográfico, si es menester, sin problema alguno. En la medida que nuestro ordenamiento jurídico prevé su nulidad, que solo afectaría a la eficacia del contrato, pero no contempla un ilícito penal por compra-venta de niños/as, una vez conseguida la filiación, la nulidad está sorteada.

¿Cómo explicar con facilidad qué hay de ilegítimo en contratar a una mujer para que ejerza momentáneamente las funciones reproductivas que a los clientes, por diversas causas, les están vedadas? 

Porque una persona no puede considerarse un medio.  Y ello, no porque se parta de posiciones tecnofóbicas o trasnochadas, como en ocasiones se pretende hacer creer, sino porque vulnera la máxima kantiana que exige que un ser humano sea tratado como un fin en sí mismo. La consideración de objeto, a su vez, colisiona con la concepción de sujeto y atenta contra la dignidad personal. Asunto nada baladí habida cuenta que la dignidad se constituye como un elemento definitorio de la condición humana de la que emanan los derechos humanos.

El debate sobre la legalización de la gestación comercial requiere desmitificar y polítizar la libertad individual. Precisa tener en cuenta que la legislación regula las normas de convivencia, avala determinadas prácticas y tiene una innegable capacidad socializadora. La legalidad otorga legitimidad y, ambas, establecen un marco ético de convivencia que no debe estar condicionado por el mercado de los deseos o los deseos del mercado.

Por ello, ante el apremio de aquellas posiciones que reclaman una modificación legislativa, quizás convenga analizar las implicaciones que tendría en lo relativo a aspectos tan relevantes como la justicia social, la igualdad de género, la brecha genética en sociedades fuertemente jerarquizadas, el interés superior del menor o los límites del mercado, si es que se pretende que estos tengan límite alguno. Y, reflexionar por qué, la lucrativa industria gestacional tiene tanto afán en que se apruebe, al menos, su modalidad altruista.

El problema no son los deseos o los anhelos, que forman parte de la naturaleza humana, la cuestión es hasta qué punto y grado colisionan y se anteponen a los derechos y libertades. Por ello, antes de enarbolar la bandera de su legalización, parece prudente, al menos, analizar las implicaciones políticas que supone permitir el intercambio comercial de bebes por encargo, las consecuencias que pudieran derivarse para mujeres con menos recursos económicos, el sincretismo cultural que implica conciliar el mandato patriarcal de la maternidad como esencia y el mandato neoliberal como función mercantilizable y, en qué medida, ello no representa una sofisticación de la plusvalía genérica. La envergadura de la cuestión invita, cuando menos, a plantear un debate sosegado y una reflexión que huya de retóricas emocionales vinculadas al lenguaje del yo deseo.

 

[1] El cómputo no contempla aquellos casos cuyos trámites se iniciaron en las oficinas consulares de los países de origen, pero en los que la inscripción final se concluyó en España.

MATERNIDADES, S.A.: El negocio de los vientres de alquiler

La industria de los vientres de alquiler —conocida eufemísticamente como “gestación subrogada” y en la cual mujeres fértiles gestan hijos e hijas para terceras personas— es un lucrativo negocio de alcance mundial que ha sabido atender a la presión social o el deseo individual de tener descendencia propia. Así, es reclamado hoy por las posturas que lo defienden como un “derecho” y una alternativa a la infertilidad. La apropiación y explotación del cuerpo de las mujeres para fines sexuales o reproductivos o los proyectos de eugenesia no son ajenos a la historia de la humanidad. Pero lo que sí resulta una novedad es una mercantilización del embarazo que desvincula maternidad, gestación y sexualidad y convierte a las personas en objetos de intercambio económico según encargos “a la carta” (con la opción de elegir el sexo, la carga genética o las características físicas). Es por ello que los argumentarios a favor o en contra de esta nueva y sofisticada práctica de reproducción requieren una reflexión sosegada y contrastada como la que ofrece Laura Nuño en este libro. En él da cuenta de sus implicaciones ético-políticas en aspectos tan importantes como la justicia social, la igualdad de género, las brechas sociales por la selección genética, el interés superior del menor, los límites del mercado o el afán de esta industria por conciliar el lucro con la retórica del altruismo. Cuestiones también relevantes para su delimitación jurídica por la indefinición internacional existente en relación a los vientres de alquiler, caracterizada por la ambigüedad, la diversidad y las mutaciones legislativas.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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