Dejar de habitar la casa donde has crecido es estirar el cordón umbilical, pero no cortarlo, quizás. Vaciar la casa para no volver, deshacer las experiencias, no saber despegarte de los recuerdos —o pensar que no ha llegado el momento para deshacerte de ellos— es cortarlo, quizás. Lia Piano (Génova, 1972) tiró del hilo y, tras vaciar la casa que habitó con su familia en su infancia, escribió una novela mágica, Planimetría de una familia feliz, llena de buenas vibraciones, recuerdos y anécdotas que, como promete en la contraportada, recuerda a otras irreverentes y divertidas sagas familiares como Los Durrell. Y es que necesitamos, también, leer sobre la belleza y la felicidad. Porque leer sobre una infancia feliz, una familia feliz, es un bálsamo que siempre alivia.
No es esta una novela autobiográfica, aunque esté plagada de anécdotas que la autora ha vivido. Ella forma parte de un familia extravagante y especial: es hija del arquitecto Renzo Piano. Su madre fue la primera esposa del arquitecto y juntos tuvieron 3 hijos. Como Lia dice en la nota de su novela: “he visto nacer entre mis manos una novela: las imágenes son todas verdaderas, pero los hechos y los personajes son fruto de la fantasía”. Y es que, según la autora, solo hay un personaje real en esta novela: la casa familiar en la colina de Génova con su jardín infinito.
Hemos entrevistado a la autora para saber cómo nació la historia de esta historia. Hablamos sobre la felicidad, sobre qué consideramos “casa” y sobre las ventajas de vivir en el seno de una familia poco convencional.
¿Una casa es un espacio formado por cuatro paredes o “casa” son también los padres?
Depende de la casa. Cada casa en nuestra vida es una experiencia diferente y tiene un significado diferente. Las casas de la infancia son especiales. Son el primer lugar, sobre todo a nivel íntimo, donde empezamos a definirnos. La casa de la infancia también habla de nuestra arquitectura interior, de cómo establecemos nuestros primeros límites, nuestros puntos de contacto con el mundo exterior.
¿Un niño feliz es un adulto feliz?
Yo diría que un niño libre tiene muchas más posibilidades de convertirse en un adulto feliz.
Usted describe en su libro una familia que lucha por ser normal. Mirando hacia atrás, ¿se alegra de no haber formado parte de una familia normal?
Planimetría de una familia feliz es una novela, por lo que el vínculo con mi familia real no es tan inmediato. Me interesaba especialmente relatar la distancia entre la normalidad y la felicidad. A menudo nos preguntamos cuál es el precio de la libertad. Pero la pregunta opuesta es aún más interesante: ¿cuál es el precio de la normalidad?
¿Qué hay de tu madre y tu padre en ti? ¿Dónde te reconoces?
Me reconozco en la alegría de mi madre. En su desenfado. Y me reconozco en el rigor de mi padre, en su implacable sentido del deber. De alguna manera, en mí, estos dos opuestos han encontrado una manera de coexistir.
¿Cómo es tu familia hoy en día?
Una gran familia extendida. Lo que enseña una cosa importante y valiosa: en las familias “grandes” siempre hay sitio para todos.
Este libro es su debut literario, ¿cómo lo concibió, cuál era su objetivo?
Me planteé varios objetivos. Como nací y crecí en una familia de arquitectos, en medio de planimetrías dibujadas, quise entender si una planimetría también puede ser “contada”. Y también me interesaba describir una familia desde el punto de vista de los más pequeños: contar la historia de una familia a un metro de altura. En tercer lugar, quería contar cómo un fracaso puede convertirse en una experiencia muy feliz. Y puede ser la mayor fortuna de la vida.
¿Piensas seguir con tu carrera de escritora?
Desde luego que sí. Es la profesión más bonita del mundo.