Cada 16 de octubre desde el año 1979 se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, una celebración promovida por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con el claro objetivo de disminuir el hambre en el mundo. Este año 2020, bajo el lema “Cultivar, nutrir, preservar. Juntos”, se hace un llamamiento mundial a la solidaridad para conseguir que los alimentos saludables lleguen a todos los rincones del planeta, especialmente a los lugares más desfavorecidos y que han resultado más dañados por la crisis del COVID-19.
Nosotros, los favorecidos que podemos elegir cuánto y cómo de bien comemos, debemos ser conscientes de la importancia de una buena dieta para nuestra salud. Hoy, contamos con las palabras del doctor Miguel Ángel Martínez-González, epidemiólogo, catedrático en salud pública, experto en dieta mediterránea y catedrático visitante en la Universidad de Harvard. Erudito en la materia, acaba de publicar, junto a Marisol Guisasola, el libro “¿Qué comes?” en el que denuncia los bulos que hay en torno al mundo de alimentación, los oscuros intereses de la industria de la salud (alimentaria y farmacéutica) y sus artimañas para manipularnos. Además, dedica un apartado a hablar de lo importante que es la buena alimentación de cara a las pandemias. Para él una de las grandes pandemias del siglo XXI es la obesidad y precisamente habla de su relación el coronavirus.
Entrevistamos al doctor Martínez-González a raíz de la publicación de su nuevo libro y le pedimos consejo para conseguir los objetivos que toda agenda de salud y nutrición se marca:
¿Qué ha comido usted hoy?
-Desayuno con café cortado con un pequeño trozo de bizcocho casero hecho con aceite de oliva y harina integral, dos tajadas de melón, dos nueces y un yogurt
-A media mañana: un puñado de almendras
-Comida: menestra de verduras y sandía, con un vaso de vino tinto
-Cena: tortilla francesa, ensalada y una pera (voluminosa)
¿Consigue llevar una dieta sana a conciencia o se permite alguna licencia de vez en cuando?
Una o dos veces por semana me permito un postre de cucharilla (helado, flan o similar), pero salvo eso, en lo demás sigo a conciencia todo lo que contamos en “¿Qué comes?”
¿Cómo sería un día ideal (desayuno-comida-cena) para una familia media española -padres que trabajan, con poco tiempo, hijos en edad escolar-?
-Desayuno con café, té u otra infusión, siempre con fruta fresca, y variando entre tostadas de pan integral con aceite de oliva virgen extra, a veces yogurt, a veces frutos secos, a veces huevos (tortilla, revuelto, fritos)
-Comida: un primero de ensalada o verduras, y un segundo alternando entre un día huevos, otro pescado, otro legumbres, otro carne de ave, con más repeticiones de pescado y legumbres a lo largo de la semana que del resto.
Por ejemplo, los segundos podrían ser:
Lunes: tortilla (variando, de espinacas, de berenjena, de calabacín, de patatas, de gambas, de espárragos trigueros) // o bien legumbres (lentejas, alubias, garbanzos).
Martes: pescado.
Miércoles: legumbres (lentejas, alubias, garbanzos).
Jueves: pollo, conejo o bien legumbres.
Viernes: pescado o marisco.
Sábado: legumbres.
Domingo: legumbres.
Postre: siempre fruta fresca, salvo domingos o fiestas, que se puede tomar cuajada, yogur, fresas con zumo de naranja o repostería hecha en casa preferente con aceite de oliva virgen extra, frutos secos y harina integral.
-Cena: siempre empezar con ensalada (es interesante variarlas mucho e implicar a los niños en ser creativos al prepararlas y presentarlas de modo atractivo, hay cientos de variedades). Si es voluminosa la ensalada, no hará falta segundo. Si se toma un segundo, puede ser preferentemente de pescado, sopa de mariscos o alguna tortilla.
Varias piezas de fruta fresca y variadas siempre como postre.
¿Somos lo que comemos?
Sí, por supuesto. Es impresionante ver de primera mano cuando tienes millones de datos en el ordenador hasta qué punto lo que comemos hoy determina nuestra salud mañana. Llevo haciendo esto unos 30 años y no dejo de impresionarme.
¿Cómo podemos luchar contra los bulos y las pseudociencias en un momento como en que estamos viviendo? Apenas se discrimina la información que recibimos… y recibimos más información que nunca. ¿Cómo luchar contra ese exceso de información, que resulta ser desinformación?
Pienso que en el libro “¿Qué comes?” hemos hecho un gran esfuerzo precisamente para dar criterio y orientación muy sólida para sobrevivir a este confusionismo. A todo el que lo lea se le pasará la ingenuidad y superará el posible desconcierto. Damos medios muy específicos para saber dónde encontrar información fiable y no dejarse engañar.
Habla usted del problema de la obesidad: ¿en manos de quién debe ponerse una persona que quiere adelgazar?
Lo primero es ponerse en manos de un endocrinólogo, sobre todo cuando uno por su cuenta no lo ha conseguido. También hay magníficos médicos de familia que pueden ayudar mucho, pero su problema es la falta de tiempo y de recursos en los centros de salud: nuestra asignatura pendiente.
No paramos de leer en periódicos y revistas las bondades de tal o cual dieta. Prácticamente, cada día se habla de una nueva. ¿Es la dieta mediterránea la mejor de las dietas posibles?
No hay duda de que así es. Ningún otro patrón alimentario está mejor fundamentado en tanta evidencia científica sólida como la dieta mediterránea tradicional. El problema es que la inmensa mayoría de la población se engaña pensando que ya sigue esta dieta y realmente no la sigue. El libro sirve para hacer autoexamen y comprobarlo.
Hablando de globalización: ¿qué ganamos y qué perdemos teniendo acceso a cualquier tipo de producto -me refiero a los frescos, sobre todo verduras y vegetales-?
Pienso que, efectivamente, el más fácil acceso actual a frutas y verduras frescas es una gran ventaja.
¿En qué afecta la dieta a la evolución de la covid 19?
Dentro de los micronutrientes, la vitamina D es un inmunomodulador y cuenta ya desde la época pre-covid con pruebas científicas de buena calidad que demuestran su capacidad preventiva frente a infecciones virales por virus que son bastante similares al SARS-CoV2. Pero la vitamina D no actúa en solitario, sino en concierto y debe atenderse al conjunto de todo el patrón alimentario, no solo a un nutriente o superalimento aislado. Por otra parte, la dieta tiene mucho que ver con la obesidad que es un unánime predictor de mal pronóstico si uno se infecta.
Los mensajes sobre el peligro de los ultraprocesados, sobre el exceso de azúcar y aditivos no son nuevos: de hecho, estamos rodeados de ellos. Sin embargo, seguimos poniéndonos una venda en los ojos y no vivimos su consumo como un peligro. ¿Alguna receta mágica para eso?
La solución no es tan difícil: comprar preferentemente productos naturales que no estén enlatados y no necesiten etiqueta y en los que se reconozca la comida real (huevos, lentejas, tomates, manzanas, unas gambas, una pata de jamón serrano, boquerones, espárragos trigueros, setas, unas berenjenas…).