Ahora que mi hija se aproxima a la temida pubertad, ahora que las cosas comienzan a complicarse, siempre tiendo a echar la vista atrás y a pensarme cuando yo tenía su edad. Para poder darle ejemplos o experiencias con las que comparar, para bien o para mal. Pero la verdad es que se me han olvidado muchas cosas y he reinterpretado muchos recuerdos a mi favor.
Dicen que el embarazo es uno de esos momentos en los que se producen podas sinápticas, es decir, que el cerebro “libera” espacio en el disco duro, cargándose muchos recuerdos, para dar paso a nuevas construcciones. Lo dice Marta Giménez-Dasí en su artículo El cerebro embarazado: “La memoria es tremendamente selectiva. Te acuerdas más de las cosas positivas y cambias el recuerdo de las negativas para que sean más soportables. El resultado cuando echas la vista atrás es que la vida no está tan mal. Otro de estos mecanismos consiste en eliminar, tirar o deshacer lo que ya no usas. De esta forma ordenas, optimizas el espacio y preparas la mente para lo que te vaya a caer encima”.
De lo que no me olvido nunca es de algunas de las lecturas, películas o conciertos que marcaron mi pubertad y mis primeros años adolescentes: una de ellas fue Malena es un nombre de tango, película dirigida por Gerardo Herrero y basada en la novela de la recién fallecida escritora Almudena Grandes. Primero vi la película, he vuelto a ella en inmumerables ocasiones. Después el libro, también releído, uno de mis favoritos, uno de esos libros que me definen.
Llevaba varios días con el libro en la cabeza, con Malena en la cabeza. Pensando en volver a él, en bebérmelo para encontrar la inspiración. Para hacer ese ejercicio necesario y satisfactorio que es mirarte desde otro punto. Malena fue mi inspiración y mi espejo en muchas ocasiones. Quise ser Malena y quise no serlo. No quise nunca ser un chico, pero en muchas ocasiones adopté su modelo. Yo también tuve un Fernando, un amor en el pueblo, aunque nuestras familias no estaban peleadas sino bastante bien avenidas. Mi Fernando no se llamaba Fernando, pero se le parecía. Yo también me imaginé llorando a las puertas de la casa de su abuela, porque no entendía un beso por la noche y un destierro por el día. Entre esos veranos y estos, varias vidas. Yo también me he visto diciendo “¡qué coño!”, como en el final de la película, poniendo en la balanza el cuidado de un niño y la promesa de una aventura. Y también he dado la vuelta.
Pero Malena no fue la única que me hizo ser lo que ahora soy. Después, en mi línea temporal, apareció Lulú. Esta vez, primero, en letras y después en imágenes. Quizá fue mi primera lectura con tintes eróticos, cuando todavía no tenía muy claro lo que era una sonrisa vertical. Después llegó la película. Y también fui Lulú a veces. En ella me reflejo en varias ocasiones, tampoco es menester replicar en cuáles ni en cuántas. Cada uno, cada una, que dirija su deseo hacia donde le convenga.
Pude revisitar a Malena, fundirme con ella sin salir a buscarla, porque la tragedia me la puso delante. Ayer fallecía en Madrid la escritora Almudena Grandes, la madre de Malena y de Lulú, entre otras y otros muchos. Y también de los dos hijos que tiene con el poeta Luis García Montero. Ayer dejé que mi hijo pequeño viera alguna película de más por la noche, para yo poder ir al encuentro de Malena. Para volver a verme y para agradecer a Almudena Grandes, eternamente, el habernos regalado, el haberme regalado, las vidas que ella soñó o imaginó para el público.
Almudena Grandes ha dejado en mí una impronta que es la impronta que se deja a una generación: la de las mujeres jóvenes que crecieron, tímidamente, poniendo su deseo por delante, metiéndose en la tormenta sin paraguas ni botas de agua, calándose hasta los huesos. Esas mujeres que veían a otras mujeres a resguardo de la lluvia, mirándolas desde el visillo de la ventana, murmurando la crítica, salivando el veneno. Por supuesto, Almudena Grandes es mucho más que eso, su bibliografía es mucho más extensa y los caminos para llegar a todos, numerosísimos. Pero es el camino que elegí, de la mano de Malena y de Lulú, el que me ha traído hasta aquí.
Descanse en paz Almudena Grandes. Otra que no morirá nunca, pues se nos ha metido dentro a muchas, a demasiadas de nosotras.