Hay lugares en Madrid inesperados, así como hay personas inesperadas, pero que, una vez llegan, lo hacen para quedarse. Una de ellas es Mónica Pascual (Palencia, 1972), artista plástica a la que tuve el placer de conocer por medio de la fotógrafa Carol Renaux. Ambas coincidieron en esos lugares mágicos que son las puertas de los colegios, donde las conexiones suceden, de nuevo, de manera inesperada y sorpresiva: estoy segura de que ninguna persona es consciente del premio que te da la vida cuando caes en un colegio de barrio y descubres a tu tribu. El caso es que ese colegio de barrio las unió y, aunque ahora no comparten la crianza, la amistad entre ellas sigue intacta, si no creciente.
Es la propia Carol Renaux la que me condujo, el pasado 15 de abril, Día Internacional del Arte, hasta el estudio-hogar de Mónica en el castizo barrio de Vallecas. Lo que otrora fuera un amplio taller de carpintería, ahora es un espacio luminoso y espacioso de esos que son dignos de aparecer en las revistas de diseño. Mónica nos recibe para enseñarnos su obra pictórica y escultórica, parte de la cual estará exponiendo desde el día 27 de abril y hasta el día 17 de mayo en Espacio 75 Art Gallery, uno de los espacios más punteros y cariñosos desde su reciente apertura en Madrid. Comenzamos esta conversación en su salón, con una infusión caliente e intuyendo pulular a nuestra alrededor a Carol, que inmortaliza el momento con su cámara y su mirada. Por allí pasan sus hijas, su marido, la estudiante de intercambio a la que acogen este curso.
Me gusta escuchar a Mónica: su voz es agradable y cálida. Recuerdo su paso por el pódcast de Manolitas a la Fresca, y pienso que yo también quiero sentarme a hacer preguntas y a escucharla. Mónica dice que escucha mejor que habla, y quizá sea por eso por lo que es tan hipnótico conversar con ella. «Lo que sí habla por mí es mi obra. Antes de ser madre, quizá, hablaba menos de mí. Pero en estos años en los que he tenido que ralentizar mi carrera para criar a Micaela (14) y Manuela (12) y, aunque lo he hecho encantada, es verdad que he tenido que sacrificar una parte», cuenta Mónica.
No solo me gusta escucharla, sino que me siento una absoluta privilegiada al poder entrar en su personalísimo espacio de trabajo. Mónica es generosa en su arte y lo es explicando el sentido de su obra, cómo elige los colores, qué materiales utiliza, dónde los guarda. Pasamos tiempo observando y desgranando sus cuadros y esculturas. Junto a sus paletas, sus pinceles, sus espráis, sus telas, sus piedras, vemos pasear la luz por su intensa y sumamente alegre paleta de color.
La obra de Mónica forma parte de nuestra revista: suyas son las guardas de Demasiadas mujeres, el sexto volumen de nuestra revista en papel. También dos de sus obras fueron el emocionante regalo que recibí de mis amigas en mi más reciente cumpleaños. Así que no puedo ser imparcial, pero quizá tampoco deba: a veces, la magia es una persona, o flota alrededor de una comunidad. La magia de Mónica Pascual está plasmada en sus cuadros, en sus esculturas, en su cálida sonrisa, en nuestra revista y en su amistad. En todo es excelente esta mujer. En todo.
¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre?
Ha cambiado radicalmente. Quizá no en las formas, pero sí en mi paleta de colores, que no tiene nada que ver con la anterior: esta paleta grita, necesitaba salir, estaba ahogada. Mi última exposición individual la hice embarazada de Manuela, y he estado casi ocho años sin trabajar en mi obra. Cuando la pude retomar, vi que mi paleta había cambiado: es más alegre. Siempre he escrito, también. Aparte de hablar de mí, de ese abandono como artista, de ponerte en segundo plano en la maternidad, me he dado cuenta de que todo lo que antes escribía en mis cuadros antes, ahora lo transformo en mensajes positivos. Hay que ser optimista, generosa y muy positiva para ser madre. De repente, doy la vuelta a cualquier frase y ahora me sale esta cosa, esta rabia un poco menopáusica que dice «aquí estoy yo, me he empoderado». Pienso en una frase que aparece en un cuadro mío, que digo muchas veces y que refleja lo que es ser madre trabajadora, amante y todo lo demás, que dice «la magia existía: era yo». Todo parece que fluye y funciona, pero es porque detrás hay una maga, que normalmente es una mujer. Ahora hablo mucho de amor, de quererme, de autocuidado, de la maternidad… antes, este tema, no lo tocaba ni de lado.
¿Es la maternidad poco interesante como tema artístico si no estás inmersa en ella?
Sí lo creo. Yo era de esas personas en absoluto interesadas, y cuando fui madre, me atrapó y me apasiona. Lo que te interesaba antes se descoloca y te vuelcas en la maternidad, que claramente pasa a primer plano. Me he puesto en primer plano: me quiero, me cuido, me tengo. Esta exposición que ahora estreno, de hecho, se titula Me quiero y habla de todos estos temas.
¿Eres tú la persona que define tu obra o es alguien externo a ti?
Yo trabajo, disfruto de mi obra, me siento la persona más afortunada del mundo por poder crear, hablo de mí… la definición, será una u otra, dependiendo de quien la vea. Hace años, alguien, en una exposición, me contó que había comprado «mi cuadro del toro», pero yo no había concebido así ni lo había relacionado con un toro. El punto final es algo que debe escribir el espectador.
¿Qué podremos disfrutar en tu exposición?
Será una exposición con piezas de técnica mixta —base acrílica sobre tela— y también llevaré papel, porque en mi vuelta he comenzado a trabajar mucho con el papel. También llevaré escultura, para la que utilizo el papel reciclado como material, además de piedra y madera.
Muchas veces pensamos en que el arte es elitista y no nos atrevemos a preguntar por los precios de las obras.
Sucede que, en ocasiones, las personas se gastan más en una lámina industrial que en una obra original de una artista. Cuando estaba empezando, tuve un encargo de un cuadro. Cuando fui a enmarcar la obra con quien me la había pedido, supe que el marco costaba más que mi obra… Dice mucho de una casa que haya obra original o no.
Hay clientes que visitan mi taller y les encanta, porque ven de dónde sale mi obra, tenemos tiempo para tomar un té y conversar… Así comprenden mejor el valor de mi trabajo.
¿Cómo comenzaste a imaginar estos dípticos/trípticos que incluyen color y textos?
Por la idea de transformar lo negativo en positivo. En ocasiones, trabajaba plasmando incluso cierto reproche como mujer. Igualmente, mis obras se pueden adquirir de manera individual o en pareja. La forma de tríptico comencé a imaginarla inspirada por las cuadrículas de Instagram —risas—. Al final, las redes sociales también son el escaparate de mi obra.
¿Qué papel juega la sostenibilidad en tu obra?
Es importante. Por ejemplo, para las esculturas utilizo el cartón de las hueveras, que es un material con poca cola. Lo humedezco y, después, le doy forma con colas naturales. Siempre estoy recogiendo piedras para mis esculturas, por ejemplo. En pintura, utilizo buenas telas naturales.
La obra de Mónica, en palabras del comisario de la exposición Pedro Huidobro
No temer al pasado, revivir el recuerdo y reconocerse en el presente, remover lo que ha sido con lo que está siendo para volver a dar con nuestro propio yo, volver sobre uno mismo. Quizá sea esa la única forma de hacer que la vida tenga sentido o, al menos, de que parezca habérselo encontrado.
La obra de Mónica Pascual transita por estos territorios del autorreconocimiento —de la búsqueda del verdadero yo, un yo que parece haberse difuminado con el paso del tiempo y sus nuevos escenarios y por el que se ha emprendido la aventura del retorno— para ir a dar con una identidad que tras muchos años parecía irrecuperable. Es en esos momentos de pérdida del yo cuando se vuelve imperativo posar la mirada en lo vivido, escarbar en nuestra historia personal reciente. Este empeño de preguntarnos y examinarnos hasta hallar respuestas para volver a ser quienes éramos articula la obra de Mónica Pascual. Sus obras son una reafirmación de lo aprendido durante esta etapa de reconciliación consigo misma, una especie de moraleja íntima que parece haber sido extraída del proceso creativo y vital a la par.
Si en la última exposición monográfica de Mónica Pascual, la que inauguró Espacio75, veíamos una obra más contenida en el gesto, de menor tamaño, con el papel como soporte, y con formas menos expandidas y seguras —producida en una primera fase del reencuentro con la pintura, a la que sigue una vorágine creativa y de expresividad desmedida de todo lo que había sido contenido durante tanto tiempo— en la muestra actual podemos apreciar un paradigma radicalmente distinto. El lienzo es ahora el protagonista, y las siluetas del grafito, del rotulador, y los sprays, se mezclan con el acrílico más serenamente. Mónica dispone en sus telas los retales de un pasado dulce y meditado al que no hay nada que objetar y que solo puede ser contemplado con sosiego. Y al punto, afloran del entramado de colores unas frases sencillas que llevan consigo mensajes de reivindicación personal «me quiero», «soy mi amor»…
La reflexión vital se ha trasladado al lienzo en una máxima del autocuidado, cuidarse a una misma como premisa fundamental de todo lo que venga, ser una misma el espacio íntimo de su realización personal, que es el arte. Mónica pinta porque se ha reconocido, ha vuelto a dar consigo misma en su obra, y he aquí el aprendizaje: su alegría es pintar. Y la nuestra, la de ver lo pintado.
La exposición Me quiero se inaugura el 27 de abril a las 18.30 en la galería Espacio 75 Art, en la calle Pilar de Zaragoza, 75 de Madrid. Podrá visitarse hasta el 18 de mayo.