Desde una perspectiva psicológica, el acto de bañar a un bebé trasciende la mera higiene para convertirse en un ritual enriquecedor que contribuye significativamente al fortalecimiento del vínculo afectivo entre las madres y padres y sus bebés. Hablamos con la psicóloga perinatal Diana Crego (Mi Tribu Perinatal) sobre cómo este acto cotidiano puede ser un potente catalizador para el desarrollo emocional y la conexión familiar.
¿Qué es el vínculo y cómo se crea?
El vínculo se define como la relación emocional que se establece entre dos personas. La primera relación vincular que sucede es aquella entre la madre y su bebé. Este lazo afectivo se crea mediante la interacción, el contacto físico, la presencia, y debe darse de manera constante en el tiempo.
Fortalecer el vínculo en el momento del baño
El momento del baño servirá para fortalecer ese vínculo siempre y cuando suponga estar realmente con el bebé, es decir: que haya una comunicación con él. No es el baño en sí lo que fortalece el vínculo, sino lo que sucede durante ese rato. No es lo mismo dar un baño a un bebé como mero trámite que ofrecerle no solo un cuidado a través de la limpieza de su cuerpo, sino una mirada cómplice y una sonrisa. Es de esta última forma a través de la cual ofrecemos otro momento que sirve para reforzar ese lazo afectivo.
Los beneficios del baño para los bebés
Además de la higiene, el baño se convierte en toda una experiencia sensorial. La piel es el órgano más grande del cuerpo y a través de ella, existe una conexión con nuestro sistema nervioso. Teniendo esto en cuenta, el contacto del bebé con el agua puede ayudar a relajarse y con ello, lograr una sensación placentera. Otro de los beneficios es que el baño puede ser un momento idóneo para que se dé el juego y a través de este, se establece también una comunicación entre el adulto y el bebé. El baño no es solo un momento de cuidado hacia nuestra criatura: también se convierte en una forma de estimular su desarrollo cognitivo.
El baño como momento de juego y exploración
Las personas aprendemos a través del juego y este fomenta la curiosidad, lo que invita a la exploración y a desarrollar nuestras capacidades. En el baño, el bebé juega a través de descubrir nuevas texturas, sensaciones y olores. Tocando la espuma con sus manos o su cuerpo, observando los diferentes tamaños de las pompas, experimentando cómo se siente su cuerpo al tocar el agua y sintiendo por primera vez la sensación de flotar, así como oliendo nuevos aromas. Con todo ello, la hora del baño es un momento en el que se utilizan los cinco sentidos. Cuando jugamos, los conocimientos se graban mejor en la memoria porque entran en juego la imaginación y el poder utilizar las herramientas queso disponen. Como resultado, motiva al bebé a seguir descubriendo el mundo que le rodea.
En el juego hay mucho de disfrute, de gozo, de placer. Todo lo que aprendemos jugando hace que se activen las bases cerebrales del placer, se liberen hormonas como la oxitocina y endorfinas y con ello, conseguimos una sensación de felicidad, amor, y alegría. El bienestar, por lo tanto, está asegurado. Si se considera, además, que la oxitocina tiene como función el modular los comportamientos sociales, logramos una mayor conexión emocional entre esas dos personas. Cuando un progenitor y su bebé se ponen a jugar juntos, ambas partes obtienen, además de los beneficios mencionados anteriormente, un recuerdo positivo y compartido que se queda grabado en nuestra mente y en nuestra mochila emocional.
El baño y la comunicación no verbal
Los bebés pequeñitos no saben hablar, por lo que su única manera de relacionarse e interactuar es a través de la comunicación no verbal. Durante el baño, ese momento compartido con el bebé se convierte en un lugar donde hay miradas, sonrisas, muecas. Utilizamos también nuestro cuerpo para expresarnos, por ejemplo, cuando movemos los brazos en alto o nos inclinamos para decirle algo a nuestro bebé. Señalamos objetos como el champú, el agua, la esponja o la toalla y también tarareamos, vocalizamos y entonamos con una voz más aguda. Mediante todo esto, es cómo el bebé aprende sobre su entorno y también va conociendo a quien le cuida.
Las ventajas de la rutina del baño
Las rutinas ayudan a los bebés porque son predecibles y esto les tranquiliza, les da calma y les ofrece seguridad. Introduciendo el baño dentro de la rutina del bebé, le hacemos saber lo que puede esperar y con ello, podrá anticipar lo que suceda durante ese ratito. Además, no olvidemos que la rutina del baño no es remojar al bebé exclusivamente, sino todo lo que lo rodea. Es el antes: ver cómo se preparan las toallas, el gel, la esponja. Mirar cómo cae el agua mientras se calienta y la llegada del momento en el que se le quita la ropita, incluyendo la sensación del tacto de nuestras manos en su propia piel, el juego. Y el después: observar la sensación de frío al salir del baño y la que produce la toalla en su delicada piel, sentir la crema hidratante en su cuerpo y el calor al ponerle de nuevo la ropa. Todo ello, mientras observa con detenimiento, amor y curiosidad, la cara y los gestos de quien le acompaña.
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