NAZARETH OLIVERA: CRIAR A UN BEBÉ ES, TAMBIÉN, TENER ÉXITO EN LA VIDA

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El embarazo de mi hijo me trajo muchas cosas, entre ellas, una sed infinita de conocimiento y la necesidad imperiosa de entender las mil caras de este acontecimiento tan brutal que me atravesaba entera. No quería delegar en los profesionales sanitarios un poder que sabía me correspondía, el de conocer mi cuerpo y sus procesos. Descubrí a Nazareth Olivera como muchas otras madres a través de su perfil de Instagram; enseguida me enganchó su forma accesible, contrastada y actualizada de divulgar cuestiones que me inquietaban como la diabetes gestacional, la curva de glucosa, el por qué de las diferentes ecografías, la importancia del plan de parto, el corte del cordón, la lactancia tras una cesárea, las opciones de parto en casa, las alternativas en el hospital, los primeros días del postparto y mucho más. Nazareth es madre de tres hijos, matrona e IBCLC; imparte cursos para mujeres, parejas y profesionales en todo lo relativo a embarazo, parto y lactancia. Tiene la visión abierta y flexible de una mujer que, trabajando en el hospital, cuenta con amplia experiencia como asistente en partos en casa. Su formación ha sido continuada desde que comenzó a estudiar para matrona. Sus ganas, curiosidad y pasión por lo que hace es contagiosa. 

Ahora nos regala  Ser Mamá, una guía de embarazo, parto y postparto donde la evidencia científica y la información más actualizada y contrastada son prioridad en este recorrido ameno por los increíbles procesos físicos y emocionales de una mujer embarazada. La información es poder. Poder ir segura a cada prueba en el hospital, decidir cómo y dónde quieres que sea tu parto, saber qué es básico para establecer una buena lactancia, a quién recurrir en caso de que haya complicaciones, cómo llevar mejor los pequeños síntomas o posibles molestias durante la gestación, derribar los mitos que planean alrededor del embarazo. En definitiva, poder gozar de la experiencia, sentirnos empoderadas y confiadas en nuestros cuerpos es el objetivo cumplido de Nazareth en el momento de escribir esta estupenda guía.

Charlamos con ella sobre maternidad, conciliación, miedos, deseos, lo conseguido y lo que queda por conseguir en la firme decisión de avanzar hacia ese embarazo que deje de ser considerado una enfermedad para tratarse lo que es: un viaje único del que somos las protagonistas.  Con esta entrevista celebramos la segunda edición de esta guía completa que incluye, entre otras cuestiones, el desarrollo del bebé semana a semana, las pruebas médicas y el seguimiento, recomendaciones nutricionales, la sexualidad, el postparto y el inicio de la lactancia. Declaraciones como esta dejan claro desde la primera página que no es una guía más, sino un libro necesario que urgía escribir desde el rigor y la implicación de una gran profesional: “Los profesionales sanitarios debemos acompañarte y cuidarte a lo largo de este proceso, aunque tú siempre tienes la última palabra y el poder de decisión. Lo que tu cuerpo es capaz de hacer es un verdadero milagro”.

 

En este momento en el que se multiplican las guías de embarazo y crianza, ¿cuál ha sido tu motivación para escribir este libro?

Siempre había soñado escribir un libro. De hecho, hice 1º de Periodismo al terminar el instituto porque quería dedicarme a escribir. Pero ese año descubrí que no era lo mío y dejé de estudiar hasta que tuve a mi hija y me metí en el mundo de las matronas. Un día, recibí un correo de la editora de Grijalbo, Irene Pons, que me decía que le gustaba mucho mi forma de divulgar en redes y me propuso hacer un libro. Para mí fue genial, ya que editar un libro por tu cuenta es muy complicado. Mi idea siempre fue hacer un libro de embarazo —aun sabiendo que hay miles de guías— pero muy actualizado, basado en evidencia, con una mirada hacia muchas cosas que se abordan mal tanto en la sanidad pública como en la privada. En redes he sacado varios temas a lo largo de estos años que han llamado mucho la atención por el desconocimiento. Diabetes gestacional, partos que no progresan, mala posición de los bebés… eso nunca ha estado encima de la mesa. Todo parece reducirse a que si no te pones la epidural el parto va a ir genial y que si te la pones es el fin del mundo. Y tampoco ese mensaje es correcto. Yo buscaba dar información objetiva, con recursos que realmente sirven y respetar mucho las decisiones de las mujeres. Creo que nos estamos polarizando. Cada mujer tiene que hacer lo que necesita: Acompañando a mujeres en el paritorio me he dado cuenta de que cada opción depende de cada mujer.

¿Qué es necesario para que embarazo, parto y postparto sean vividos como experiencias plenas?

Es importante que todas las mujeres tengan un conocimiento lo suficientemente profundo, sin que tengan que hacerse un máster en obstetricia, porque no se trata de esto: no tienes que sacarte la carrera de Medicina para estar informada sobre estos procesos. La información es muy importante: igual que tienes que conocer tu ciclo menstrual, que es un conocimiento que nos pertenece a nosotras y no puede ser solo de los sanitarios, con el embarazo y el parto pasa lo mismo. Cuando la Medicina no dirigía nuestras vidas, todas sabíamos lo que era un parto porque veías parir a tu prima, a tu vecina… las mujeres estábamos presentes en los partos desde pequeñas. Aunque no supieras lo científico detrás de esto, sabías qué era ponerse de parto, que dolía, que las mujeres gemían y gritaban y que, horas después, nacía el bebé. Y todo eso lo hemos perdido. Es fundamental que conozcamos nuestra anatomía, nuestra fisiología, lo que es el embarazo y el parto para quitar el miedo atroz que tienen muchas mujeres frente a este proceso. Desde la fisiología podemos tener mucha información sin tener que estudiar las patologías.

Es normal que tengamos miedos: el miedo, como la muerte, forma parte de la vida. Cuando leo esos “no tengas miedo” pienso que, a lo mejor, hay un lugar para tener miedo y trabajarlo, para saber si puedo darle la vuelta y puedo construir algo a partir de ahí. Para mí, lo más importante es tener un conocimiento básico pero bueno y suficiente sobre cómo es nuestro cuerpo, cómo es nuestro embarazo, cómo es el proceso de parto y de cómo son los bebés. Me da pena: creo que ya no conocemos a nuestros bebés. Tenemos una idea muy equivocada de lo que nuestros bebés necesitan al nacer: claro que los bebés quieren estar contigo todo el día, ¡son crías, son mamíferos! Me da mucha pena lo que pretendemos hacer, a veces, con los bebés: que duerman solos, dejarles llorar si nos reclaman… la evolución de los bebés no es una línea ascendente o recta. No funciona así.

Creo que es una idea que surge del ritmo de vida de nuestra sociedad. Las necesidades reales de un bebé te estallan en la cara porque, si trabajas nueve horas al día, no puedes hacerte cargo. Y ahí ves que algo está mal…

Tienes que ser una mujer exitosa en tu carrera, todo el mundo espera mucho de ti. Las tareas domésticas ya están repartidas, imagina. Y, de repente, llega un bebé que, biológicamente, te necesita a ti, a la madre. Y es un papel que una pareja no sustituye. Esta lucha que tenemos como mujeres nos explota en la cara. El bebé sigue sin encajar en este esquema porque la sociedad no valora ni la maternidad ni la crianza. Si le diéramos valor, sabríamos que criar a un bebé es tener, también, éxito en la vida. Los niños que han tenido todo el apego que necesitan crecen con un autoestima fortalecido. Pero como solo vemos el éxito en términos laborales o económicos todavía tenemos un problema. De hecho, incluso hay muchas plataformas y asociaciones feministas que opinan que la maternidad es un punto de desencuentro para las feministas.

El tema parir en casa/parir en el hospital también es un tema muy polarizado en la actualidad. ¿Cómo abordarías tú esta cuestión?

Es muy complicado porque, en concreto, la sociedad española es muy criticona con este tema. En redes sociales, si sale alguna noticia de partos en casa, siempre habrá gente que venga a insultarte, a decirte que eres una irresponsable, que te estás jugando la vida de tu hijo. Hay maldad y mezquindad en muchos de esos comentarios. Por mucho que intentas demostrar con la evidencia científica —con sus números, estadísticas y conclusiones — que, en números, parir en casa es tan seguro como en un hospital, significa que el riesgo cero no existe en ninguno de ambos lugares. En los hospitales también pasan cosas, pero tenemos la idea de que todo lo que pasa allí era inevitable, que se ha hecho todo lo que se ha podido y que no hay más. Pero puede suceder que, en un hospital, no se asista correctamente. Y esto es algo que no queremos ver.

A nivel de seguridad, es tan seguro parir en casa como en el hospital: 3 bebés de cada 1000 pueden tener alguna complicación. Pero si estás en el hospital, la sociedad te lo perdona. Si estás en tu casa, van a por ti, a quemarte como si fueras una loca o una irresponsable. No hay respeto hacia las decisiones de las mujeres, hacia nuestra autonomía. Una mujer no pare en casa por egoísmo: lo hace intentando protegerse a sí misma y a su bebé de prácticas obsoletas. El hecho de que, por protocolo, te separen de tu bebé tras una cesárea en un hospital es de terror. Las mujeres cuentan la huella que les deja algo así a nivel emocional y esto es aterrador. No hay impedimentos reales para que un bebé no pueda estar piel con piel con su madre nada más nacer. No se respeta el ámbito familiar ni las decisiones personales de cada una.

Me preguntaban hace pocos días por la polémica con la  mujer que había parido en el mar. Y a mí me pareció fenomenal, ¿qué tengo yo que opinar, si es lo que ella ha decidido? Personalmente, no pariría en el mar por cuestiones de intimidad. Yo he parido en mi casa y no quiero que nadie venga a decirme si puedo o no puedo. Que esta mujer haya tenido la libertad de hacer lo que ha querido me parece genial.

¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Ha supuesto la maternidad cambios en tu forma de abordar el trabajo?

Decidí ser matrona cuando me quedé embarazada por primera vez. Tras estudiar un año de Periodismo, cursé otro año de Psicología. Me desencanté, me puse a trabajar y dejé de estudiar. Pero, estando embarazada, descubrí que quería ser matrona. Estudié Enfermería y tuve a mis dos hijos antes de terminar mi residencia de matrona. Toda mi vida laboral como matrona ha estado muy marcada por mis experiencias de maternidad. Quería acompañar a las mujeres, sabiendo que para ellas cada embarazo o parto es único en la vida, que es su momento. Y con la sensación de que los bebés necesitan, también, que luchemos por ellos.

Tuve tres partos muy buenos. El primero fue en el hospital y, a pesar de que hubo violencia obstétrica y una separación de 9 horas, el resultado no fue malo. Pero ese fue el motivo por el que, en mi siguiente parto, parí en casa. Que me separasen de mi bebé me generaba mucha ansiedad. Llegué a la residencia de matrona pensando que todos los partos, con un poquito de intimidad, funcionaban genial. Y te encuentras con otra realidad: hay partos muy duros, muy difíciles. Te das cuenta, por ejemplo, de que hay mujeres para las que parir con dolor es realmente traumático. Yo venía marcada por mi experiencia y te das cuenta de que cada mujer es diferente y única, y que tú tienes que estar ahí para lo que ella necesita.

¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?

Lo mejor son ellos. Es tan brutal tener un bebé, ese enamoramiento que te hace no poder parar de mirarlo… Lo que achacamos como algo durísimo en realidad, cuando lo piensas, es algo alucinante. Coges a un bebé en brazos, lo amamantas si decides dar de mamar y el bebé ya no necesita más, está como fusionado contigo. Todo eso es precioso. No es dependencia: es que sobrevive gracias a ti. La crianza de estos bebés es lo que permite la continuidad de la humanidad. Disfrutar de cómo crecen, sus primeras miradas, sus primeras sonrisas… todos los pequeños hitos que van consiguiendo son tan bonitos…

Hay momentos muy duros de crianza, de agotamiento físico. La lactancia misma, que tiene sus baches de agitamiento… Hay momentos en los que necesitas recuperar tu cuerpo, en el que necesitas un rato para ti. Y no es que no los quieras: es que realmente los necesitas. También creo que hay mucha desigualdad social: al no valorar la maternidad ni la crianza, criar es tremendamente complicado.

¿Cómo convives con tus dos pasiones, tu trabajo y tu maternidad?

Es difícil convivir con la culpa que sientes. Yo ahora siento que tengo más equilibrio entre la pasión que me genera mi trabajo y mis hijos. Antes tenía mucha urgencia, mucha inquietud por ser matrona. En casa conciliamos bien: mi pareja trabajaba en casa y teníamos ayuda externa. En mis dos años de residencia estaba todo el día de guardia, me metí en un equipo de parto en casa. A veces, desaparecía un día y medio mientras trabajaba. En aquel momento pensaba que no estaba tan mal porque luego pasaba mucho tiempo en casa. Pero pienso, mirando atrás, que me perdí también muchas cosas. Cuando mi hijo pequeño se despierta por la noche, siempre llama a mi marido. Y eso a mí me duele un poco. Creo que en ese momento me incliné más por la pasión de mi trabajo que por buscar un equilibrio entre mi trabajo y mi familia. Con el tiempo sí tengo la sensación de haber recuperado el equilibrio: mi trabajo tiene mucho peso pero yo estoy mucho en casa, muy presente en la crianza de mis hijos. Esto también va por rachas: a veces tienes que renunciar a entrar en algunos proyectos.

¿Sigues asistiendo partos en casa?

Sí, sigo haciéndolo. El parto en casa me gusta muchísimo pero exige una entrega absoluta: vives de guardia y no sabes cuándo van a parir las mujeres. Mucha gente piensa qué caro es el parto en casa, pero cuando desglosas el tiempo necesario… entras de guardia en la semana 37 sin saber si la mujer va a parir esa semana o cinco semanas más tarde. Estás pendiente del teléfono en todo momento: no te puedes ir de excursión demasiado lejos, debes estar en sitios con cobertura permanentemente… Durante mis dos años de residencia compaginé hospital y parto en casa. Era una locura: me iba y no sabía cuándo volvería a casa. Y esa sensación ya me pesaba mucho. Vivir de guardia no me compensa con mis hijos, ni a nivel personal, ni físico. No dormir, irte a las tres de la mañana y no saber cuándo vas a volver… Me quedé en el hospital, que también me gusta mucho. Acompañas a las mujeres, aprendes de sus necesidades. Estar en el día a día de un hospital te da mucha soltura.

El parto en casa no tiene nada que ver: que una mujer pueda parir en su casa, un lugar donde tú eres la invitada, con un ambiente de intimidad provoca que el manejo del parto sea simplemente acompañar, saber que madre y bebé están bien. Los escuchas, respetas sus ritmos, no hay tiempos ni obligaciones. Es espectacular. Yo parí en mi casa dos veces y pensé que ojalá todas las mujeres que deseasen parir en casa tuviesen esa posibilidad. Ahora cogemos menos partos, cuatro o cinco al año. Ahora puedo irme de vacaciones en verano, por ejemplo.

Hace falta mucha gente como tú en los hospitales…

Una de mis mejores amigas me dijo esto cuando terminé la residencia y no sabía qué hacer: “Naza, el parto en casa está muy bien. Pero si todas las matronas con una visión más fisiológica y que quieren luchar por los derechos de las mujeres se van de los hospitales… Os necesitamos en los hospitales”. Tenemos mucho que hacer en los hospitales, la mayoría de las mujeres van a parir a los hospitales.

¿Sientes presión a la hora de pronunciarte por el hecho de que trabajas en hospital —visto como institución—?

Sí me condiciona, sí. Tengo compañeras matronas independientes, que no trabajan en hospitales, que pueden decir lo que opinan más abiertamente. Yo no hago público dónde trabajo, aunque muchísima gente lo sabe, con la intención de separar. Lo que hago de manera autónoma es totalmente independiente del hospital en el que trabajo: no hay ninguna conexión. Tengo la suerte de trabajar en un hospital en el que se trabaja bastante bien. No significa que no pueda mejorar: si yo fuese la jefa de paritorios o de obstetricia intentaría hacer ciertos cambios. Pero en mi hospital todos los protocolos están actualizados. Cuando yo divulgo y digo que los tactos tienen que ser cada 4 horas, en mi hospital los tactos son cada 4 horas. Yo hago 80 kilómetros para ir a trabajar en este hospital en concreto, porque no hay ninguno que trabaje como este. Siento que puedo trabajar con ética: todos los protocolos están en esa línea. Si la mujer no quiere epidural hay bañera, duchas, libre movimiento. Si no quiere una vía venosa, no se le canaliza por protocolo. Todo lo que hago y digo es coherente en mi trabajo. Si trabajase en otro sitio en el que se pone la vía a la fuerza, no se respetasen los tiempos de dilatación y no se escuchase a la mujer me vería perdida: sentiría que todo lo que divulgo no tiene sentido. En mi hospital las matronas tenemos bastante autonomía y el respeto de los ginecólogos.

Intento incluir en mi labor de divulgación a todas las mujeres. Creo que el parto en casa es fantástico: yo he parido en casa, pero no se me ocurre recomendar a todas las mujeres parir en casa. El parto en casa no tiene riesgo cero, igual que no lo tiene un hospital. Y hay hospitales que trabajan realmente mal. Pero si todo el rato estamos diciendo que las mujeres necesitan información objetiva para tomar decisiones, tenemos que dar esa información en todos los planos, incluidos los de las inducciones, de las epidurales… Existe mucha polarización y yo, realmente, me siento cómoda en el equilibrio. Mientras te informen y tú aceptes y lo veas bien, no está mal la intervención. De hecho, a veces es muy necesaria. Y si quieres parir en tu casa, es importante que se te respete, que se te apoye y que acabe esta caza de brujas. Hay lugar para todo. Hay que informar bien de todo y es importante que todas las mujeres se sientan representadas y no sentirse culpables.

Empoderar a las mujeres es eso: darles información que las haga dueñas de sus decisiones.

Eso es. Sin que se les pase por la cabeza si son más flojas o más fuertes, por ejemplo.

 

 

 

SER MAMÁ, NAZARETH OLIVERA

En este manual para las futuras madres se habla de los nueve meses de embarazo, el parto y el posparto desde la evidencia científica y, a la vez, con una perspectiva absolutamente respetuosa con el bebé y la mamá, escuchando sus necesidades, resolviendo dudas y abarcando todas las opciones sin tendencias, para dar tranquilidad, serenidad y confianza. Cada mujer debe escoger qué es lo mejor para ella y su bebé. La autora explica los procesos de embarazo, parto y postparto, de manera concisa pero amena. Desde el desarrollo del bebé semana a semana y los cambios que van a producirse en el cuerpo de la mujer, hasta las diferentes emociones que podría experimentar, recomendaciones básicas nutricionales por los cambios del embarazo, molestias y posibles remedios, actividad física y ejercicio, la sexualidad y el inicio de la lactancia, el papel de la pareja si la hay, y las pruebas médicas fundamentales y seguimiento habitual que se realiza.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Sara es poeta, creadora escénica y madre de Mün. En todas sus facetas, atravesada por el feminismo. Forma parte del grupo de arte sonoro OVERture junto al músico y compositor José Pablo Polo. Ha sido recientemente galardonada con el XXI Premio Nicolás del Hierro de Poesía por el libro "Escalera de incendios" y sus poemas aparecen en diversas publicaciones con frecuencia. Acaba de publicar el poemario "La nimiedad".

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