parir en casa
Foto: Raúl Ruiz Alaminos

EL NACIMIENTO DE ÉRIC – UN PARTO EN CASA

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Este es el relato del nacimiento de Éric, un parto en casa. Éric vino al mundo un sábado 19 de mayo en Málaga. Esta es la historia de un parto sin artificios, sin intervenciones. Al igual que el testimonio de Jara, la madre de Éric, que celebra su primer año de maternidad contando en primera persona este alumbramiento.

Huelga decir que esta historia tiene el más feliz de los finales.

Gracias, Jara y Luis, por vuestra generosidad al compartir este momento tan especial.

Gracias a la labor de las matronas Tanti y Carol de Nacer y cuidar por su acompañamiento y cariño. Si quieres saber más, consulta su web Parto en casa Málaga.

Todas las fotos son de Raúl Ruiz Alaminos. Puedes seguir su trabajo aquí.

¿Quieres saber más? Puedes ver el vídeo del parto aquí: BONUS TRACK – EL VÍDEO DEL NACIMIENTO DE ÉRIC.

LA INTUICIÓN

Sábado, 19 de mayo de 2018. Nacimiento de Éric. (Parto natural en el agua, en casa). Esa mañana de sábado me desperté con la intuición de que antes de que acabara el día ya estaría nuestro hijo en el mundo. Estuve incómoda durante toda la noche, sentía molestias en la barriga, las contracciones estaban empezando a hacer su labor. Eran las 8:30 de la mañana cuando me levanté y unas gotitas rosadas cayeron en el suelo, así que avisé a mis matronas por el grupo de Whatsapp que habíamos creado para la ocasión y les dije que esto se estaba animando. Nos comentaron que siguiéramos con nuestro plan del día. Así que salimos a desayunar e hicimos unos recados. Hacia las 12 del mediodía ya estábamos de vuelta en casa. Nada más llegar me puse cómoda y bajé las persianas de nuestro cuarto: me apetecía estar a oscuras (preparaba mi “cueva”). Ya había avisado también a las otras dos personas que quería que estuvieran acompañándonos ese día: mi amiga Nuria y mi primo y ahijado Raúl, que sería el encargado de fotografiar y filmar todo el proceso. Sobre las 12:30 fui al baño y también vomité el desayuno entero: mi cuerpo necesitaba vaciarse. “Tengo frío”, les escribí a las matronas, y pusimos el calefactor en el salón.

ESCUCHAR AL CUERPO

En ese momento no sabíamos muy bien qué hacer. Te recomiendan que hagas cosas que te mantengan entretenida (un bizcocho, cocinar, ver una película…). Luis bajó el toldo de la terraza para oscurecer todo lo posible el salón (mi casa es muy luminosa y no es fácil), preparó la cama del cuarto, la deshizo para cubrir el colchón con un plástico por si paría ahí y puso las sábanas encima. Pedimos unas pizzas y decidimos poner algo entretenido y que nos gustase: La la land: City of stars por cuarta vez… No llegué a terminar la primera escena de la autovía ni a ver las pizzas. Necesitaba todo lo contrario a distraerme, tenía que concentrarme y escuchar a mi cuerpo. Así que cogí la pelota de pilates -¡bendita fitball!- y me fui al cuarto a oscuras. Aún estaba bien y le dije a Luis que comiese él tranquilo, que a lo mejor luego lo necesitaría más presente y no iba a poder comer hasta después de muchas horas. Ya en el cuarto recuerdo querer dormir, pero no podía ni tumbarme, así que me senté en la pelota, entre la cama y el armario, y empecé a balancearme sobre ella. Moverme sobre la pelota me ayudaba a estar cómoda. Descargué una app para ver cada cuánto tenía contracciones, pero fue en vano… dejé de estar pendiente de controlarlas. Puse una lista de Spotify llamada Yoga & Meditation (la escuchaba a menudo para dormir en las últimas semanas del embarazo): eso era lo que me apetecía tener de fondo, para poder concentrarme en mí, en mi parto y olvidarme del móvil. Luis se encargaría de trasladar a las matronas mis mensajes. Necesitaba abandonarme y desconectar de todo lo exterior.

¿QUIERES QUE TE ACOMPAÑEMOS?

Sobre las 14 horas, con Luis en el cuarto, escribimos a las matronas para decirles que las contracciones me dolían cada vez más y que acababa de vomitar de nuevo. Ellas contestaron: “¿Sientes ya que quieres que te acompañemos? Llámanos cuando así sea”. Pero yo no sabía qué momento sería ese, tampoco quería hacerlas venir demasiado pronto, era la primera vez que paría, sabía que muchos partos pueden durar horas, incluso días y no sabía cuál sería el momento en el que las necesitaría a mi lado. Así que les dijimos que comieran tranquilas, que iríamos informando. Luis se sentó en la cama detrás de mí con las piernas abiertas para estar más cerca de mi espalda y yo me apoyaba en el armario. Sus manos aliviaban mi pelvis en las contracciones, cada vez eran más intensas y mis gemidos más profundos. Por alguna extraña razón, a Luis le pareció conveniente ponerse a canturrear una canción de Los Planetas, no recordamos cuál, “puf, cariño, por favor, ahora no”. No sé en qué estaría pensando él, pero a posteriori me resultó gracioso, muy de Luis.

YA VIENEN LOS INVITADOS

A las tres y media de la tarde expulsé el tapón mucoso tras una contracción increíble. Pedí a Luis que avisase a las matronas. Al ratito apareció Tanti. Entró sigilosa en la habitación a oscuras y después de una contracción se acercó a escuchar el latido de Éric con el ultrasonido. Y básicamente, para eso se acercaba a mí si yo no requería nada más. Se fue al cuarto de al lado para estar cerca y poder escucharme. Le dije que tenía sueño y que iba mucho al baño porque perdía líquido, mi sensación era de que me hacía pis todo el rato, así que me sentaba un rato en el inodoro, me secaba y me cambiaba las bragas. Al tercer cambio dejé de hacerlo: era una pérdida de tiempo y podía estar sin ellas. Puse una toalla sobre la pelota para secarme y sentarme encima. El siguiente en llegar a casa fue mi primo Raúl con su material para grabar. Ni lo saludé, pobre. Hizo un trabajo estupendo a pesar de que yo se lo puse difícil estando siempre en la oscuridad de la casa (en la edición posterior consiguió que los vídeos y las fotos tuvieran más luz y se vieran preciosas). Yo seguía moviéndome sobre la pelota, pasando las contracciones. Luis no se despegaba de mí, aliviaba cada momento con sus manos en mi espalda, me daba agua, me abanicaba, se movía conmigo. Más tarde llegó Carol, mi otra matrona. A las 18:30 apareció mi amiga Nuria. Trajo una olla grande y otro radiador. Creo recordar que fue a la única a la que saludé. Entró en el cuarto, se puso en cuclillas, la miré por el rabillo del ojo y le dije “hola” como pude. Ella estaba inquieta porque no sabía qué hacer… ¡y es que no tenía que hacer nada! Simplemente estar y acompañar. Si algo era necesario, ya se lo dirían las matronas. Yo no sabía qué pasaba más allá de la puerta de mi cuarto ni del camino al baño. Por las fotos sé que Tanti leyó un rato en el cuarto de al lado mientras seguía pendiente de mí; Nuria y Carol se tomaron un té en la cocina y empezaron a calentar agua y a montar la piscina. Yo no me enteraba de nada, había entrado en trance, desconectado del exterior y conectado con mi cuerpo y mi bebé. En algún momento llegué a quedarme dormida por unos segundos sobre la pelota. No era peligroso: tenía delante el armario y detrás a Luis sujetándome.

¿CUÁNDO HAN HECHO TODO ESTO?

Empecé a quejarme cada vez más, las contracciones eran más intensas y mis gemidos cada vez más guturales. Los trayectos al baño los hacía con los ojos cerrados, no quería deslumbrarme con la luz del pasillo. Paraba en algunos momentos y me abrazaba/colgaba de los brazos de Luis, me hundía en su cuello, qué bien. A las 19:15, más gemidos, me senté en el váter y me apetecía empujar. Carol se asomó, agachada a mi altura y me dijo que la avisase si iba a dar a luz ahí. Risas y complicidad. De repente, ya no quise sentarme más en la pelota, no podía, me incomodaba. Había sido imprescindible en esa primera parte, pero ya había cumplido su función. Gracias. La piscina ya estaba preparada en el salón para mí. Sí, me apetecía mucho estar dentro, tenía frío caminando por el pasillo. En el salón estaba todo preparado, calentito, luz tenue, sofá cubierto con otro plástico y sábanas, toallas sobre el radiador, las puertas se cierran. “Ufff, qué bien”, dije al meterme en la piscina con el agua muy caliente. ¿Cuándo han hecho todo esto? Qué tranquilidad.

UN SUBIDÓN DE HORMONAS

Me coloqué sobre las rodillas, con el pecho y los brazos apoyados en el borde de la piscina y hundí mi cabeza en el pecho de Luis. Esta es la posición que me salió de manera natural y la que me apetecía tomar. Estaba cómoda, el agua caliente me reconfortó muchísimo y me relajó. Seguí moviéndome de un lado al otro, bailando con las contracciones. Me dolía el ano, tenía la constante sensación de que iba a evacuar. No sé muy bien qué hacían los demás: todo era silencio y algún susurro que otro, se descalzaron al entrar en casa y se movían sigilosos en calcetines. Solo sabía dónde estaba Luis, el contacto con su cuerpo me hacía sentir bien. En un momento abrí los ojos, lo miré y me di cuenta de que llevaba casi todo el rato con los ojos cerrados y sin mirarlo a la cara. Nos besamos, él me masajeaba la parte baja de la espalda e iba echándome agua caliente. Acaricié su barba. Bebí agua, me abanicaba, qué calor tengo ahora, ultrasonido: pumpum… pumpum… pumpum… “¿Qué tal?” “Está perfecto” (hablamos del latido de Éric). Tanti va y viene de la piscina a la mesa, apuntando cosas alumbrada por una lamparita. Ella también masajeaba mi pelvis, justo donde lo necesitaba y con la intensidad perfecta. Carol estaba sentada en el suelo al lado de uno de los sofás, me observaba en silencio y, a veces, cuando sentía que contenía un poco los gemidos (¿me estarán escuchando los vecinos?) me acompañaba y ella también los hacía: eso me ayudó a sacarlos mejor. Me sentía segura, se respiraba tranquilidad en el ambiente y amor, mucho amor. Suspiré profundamente. Estaba justo donde quería estar, como quería y con quien quería. Mi casa, la seguridad de mi hogar, la confianza en las personas que había elegido, Luis abrazándome. Tuve varios subidones de hormonas buenísimos, vaya “viaje”, la oxitocina corría por mis venas. Y dolía, claro que dolía, pero no estaba sufriendo y ese dolor lo necesitaba para parir a mi hijo. Me dejé llevar en cada contracción, no las intenté evitar, al revés. Exhalaba todo el aire y mis caderas se iban abriendo.

UN TRANCE MARAVILLOSO

Hubo un momento en que flipé con una contracción, “¡Ufff, jodeeer!”. Y pensé que, como siguiera subiendo la intensidad de las contracciones, iba a superarme, pero no. Curiosamente, esa fue la más fuerte de todas. Sentí que me iba a partir, lo notaba en el coxis (son las ocho de la tarde). Pero confiaba plenamente en mi cuerpo y en mi capacidad para parir, mi cuerpo sabía hacerlo, soy mamífera. Estaba preparada mental y físicamente, ese era mi momento. Seguí moviéndome sobre las rodillas. Durante las contracciones me incorporaba un poco hacia delante acercándome a Luis, que se inclinaba por encima para llegar a mi pelvis y masajearla. Me sujeté y apreté sus piernas. “Uaaaaahhh”. “Lo estás haciendo muy bien, mi amor”, me decía. Cuando terminaron las contracciones, intenté descansar un poco sentándome de lado y apoyando la cabeza en el borde de la piscina. Aprovecharon las matronas para escuchar el latido del bebé. Silencio y tranquilidad. Nuria se acercó con la olla para echar más agua caliente en la piscina. A mi primo, que lo estaba grabando y fotografiando todo, ni lo sentí, no me enteré de que estaba ahí, mejor, por eso también quería que estuviese él, por su discreción y saber estar. Se movía invisible por el salón. Seguí en mi trance maravilloso, ya quedaba menos.

EL ALUMBRAMIENTO

Noté perfectamente cómo la cabeza estaba bajando, ¡qué pasada!, se me abrieron más las caderas y sentí más presión en el ano. Las matronas me dijeron que si metía los dedos en la vagina podría tocarlo, pero no me apetecía en ese momento. Un poco más tarde sí lo hice y toqué su cabeza y sus pelitos, ¡qué sensación! Ellas estaban detrás alumbrando con una linterna y podían verlo. “¡Guaaaaahhh, me quema mucho!”, dije. “Es el aro de fuego”, me explicó Carol. Es el periné al dilatarse al máximo cuando la cabeza del bebé está coronando. Muy bien, Jara. “Poquito a poco”, me dije a mí misma en bajito. Noté quemazón, fuego puro en los labios de la vulva estirándose completamente. En un momento pensé que aquí es donde podría sufrir algún desgarro pero no quería que ese miedo se apoderase de mí y pensé también que no había prisa. Seguí con la mano ahí, sujetando la cabeza de mi bebé para ir poco a poco. Cuando salga la cabeza será todo más fácil, pensé. Jadeé, respirando profundamente y salió de lo más profundo de mi garganta un grito súper animal. La cabeza sale, ahí está, dije. Lo noté perfectamente. “Muy bien, Jara, la carita está fuera”. Con mi mano en el mismo sitio, quería confirmar (aunque lo sabía) hacia dónde miraba, “¿hacia atrás?” “Sí, Jara, hacia nosotras, está perfecto”. Pensé que Luis no se debía perder ese momento y lo animé a que rodease la piscina y lo viera. “¿Cómo está?” “Está ahí, mi amor”. Me besó. Disfruté mucho este momento corto antes de salir del todo, con la cabeza de mi bebé fuera de mi cuerpo y dentro del agua. Ya no quedaba nada, esto ya estaba hecho. Noté que salía algo, líquido, pienso que ahora es muy fácil y sigo empujando suave. “Está rotando, Jara, muy bien”. Éric iba girando tranquilo para ponerse mirando hacia mí, todo el cuerpo salió fluido y sujetándolo con mis manos lo saqué del agua y me lo acerqué al pecho. “Oh, dios mío”, dijo Luis. Son las 21:05. Me giré y apoyé mi espalda en la piscina. Éric estaba sobre mí, desnuditos los dos. A los pocos segundos lloró, ¡eso es! Luis me abrazó por detrás. Impresionante. Qué sensación más maravillosa, brutal.

¡QUE ES MI HIJO!

Me hundí un poco en la piscina para que siguiese calentito, el cordón era corto y no podía subirlo mucho, pero quería que Luis lo tuviese cerca y lo viese bien. Más besos, caricias en su cabecita. Comentamos y lo admiramos: “¡qué bonito es y qué labios!” Sentí mi cuerpo y me pareció que no había parido, no noté dolor ni nada, como si no acabase de pasar un bebé por mi vagina, me sentí como antes. De repente, desperté de mi trance y no podía parar de hablar, saludé a todo el mundo y pedí perdón por no haberles hecho caso en todo el rato (qué tonta). Qué limpio estaba mi niño y qué color más bueno tenía. Me imaginaba que saldría cubierto de vérnix, pero no fue así. Y el agua estaba clara, no había evacuado, era lo único que me daba pudor. Pero mi cuerpo se había vaciado mucho antes, en las idas y venidas al baño. Miré a mi alrededor y observé el trípode con la cámara, “¿lo has grabado?” “Claro, Jara”. “Puf, no me he enterado de nada”. ¿Habrán comido y bebido algo?, pensaba. Seguí parloteando sin parar, qué subidón. Tanti me invitó a tocar el cordón y sentir su latido, palpitaba y pude ver la sangre fluir por dentro. “Es mío”, digo. “Claro, Jara”. “Quiero decir… ¡que es mi hijo!” Risas.

LOS PRIMEROS MINUTOS DE VIDA

Al rato me sugirieron salir de la piscina para tumbarme en el sofá para alumbrar la placenta fuera. Lo hice sin soltar a mi bebé, que seguía en mi pecho y al que cubrieron con una toalla. No me pareció muy agradable la salida de la placenta, me pilló desprevenida, tal vez tendría que haber seguido en mi trance. Más tarde, con el cordón ya sin latir y blanco Luis lo cortó, ¡bien, toda la sangre para mi niño, suya es! Carol nos enseñó y explicó la placenta mientras yo seguía completamente flipada por todo lo que había pasado. Lo conseguimos y sin una sola intervención, solo escuchando el latido del bebé y mis gemidos. También viendo la línea púrpura que sube desde el ano hasta el coxis, pero de eso me enteré después cuando me lo contaron. Impresionante. Tuve sangrado abundante que las matronas controlaron con oxitocina inyectada en el muslo. Más tarde, para que Tanti pudiera verme mejor, Luis se quitó la camiseta, cogió a Éric y se lo puso en el pecho: ahora, piel con piel con papá. Aprovecharon para pesar al bebé, darle la vitamina K vía oral (fue lo único que quisimos que se le administrara al niño), limpiar el primer meconio y ponerle su primer pañal. Tanti me examinó de manera más exhaustiva con una linterna sujeta en su frente, tipo minero. Así pudo verme perfectamente sin necesidad de encender más luces de las que había y poder mantener el ambiente íntimo. Comentó que no me había desgarrado, el periné estaba intacto… ¡genial! Efectivamente, no noté más dolor, como si hubiese vuelto a mi ser de forma rápida. Éric volvió a mi pecho y se enganchó a la teta: ahí comenzó nuestra disfrutada lactancia. Me prepararon un batido de frutas, qué rico. Nuria me abanicaba porque me encontraba algo débil. Hicimos una foto de grupo. Qué bien, estaba tan feliz… Ni en mis mejores sueños habría sido mejor. Conseguí mi parto deseado.

LA CASA SE VACÍA

La casa se fue vaciando poco a poco. Para trasladarme al cuarto, Nuria cogió a Éric y Luis a mí, con las matronas a mis lados. Perdí el conocimiento por un momento muy breve y me tumbaron en el suelo del pasillo. Cuando recobré la conciencia, yo, que seguía encantada con la vida, me reí: “¿qué hago aquí?”. Seguimos el camino al cuarto. Me dejaron en la cama con mi bebé. Tanti y Carol se fueron después de recoger todo, de asegurarse de que todo estaba bien y de comentarnos algunas cosas, como que es normal que la primera noche el bebé duerma mucho (así fue). Al día siguiente vendrían a vernos. No sé cuántas veces les di las gracias, qué trabajo más bueno llevaron a cabo, haciendo todo y nada a la vez, dejándome parir en libertad. Nuria se quedó a dormir en el cuarto de al lado. Luis y yo estuvimos hasta las 5 o 6 de la mañana hablando y rememorando todo lo que había pasado sin poder dejar de mirar a nuestro hijo, que dormía tranquilamente entre los dos. Me sentí pletórica y poderosa. Estábamos alucinando. No nos dormimos hasta entrado el amanecer. ¡Qué placer parir y nacer en casa!

UNA NOTA ACLARATORIA

Nota aclaratoria de Jara: Como comento, yo entro en trance y casi no me entero de lo que pasa a mi alrededor. Sí recuerdo mis sensaciones y pensamientos. He podido ser más precisa y dar más detalles de todo lo demás porque he vuelto a leer las conversaciones de whatsapp, por el material fotográfico y de vídeo, por el registro que hace Tanti sobre lo que va pasando (mi “partograma”) y por las conversaciones que hemos tenido después rememorando ese día.

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9 comentarios

  1. Jara, una experiencia increíble. Imagino que no era facile elegir esta manera de dar luz porque es bastante raro en España pero era exactamente lo que buscabas. Estar valiente valía la pena – no podría ser más bonito esta experience. Me ha gustado mucho este artículo.

  2. No creo que yo hubiese sido tan valiente como tú Jara, pero me ha parecido lo más bonito y la experiencia más maravillosa del mundo. Felicidades a ese papa que supo estar a la altura de la circunstancia y porque no también al cámara por esas reales tomas

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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