Asomarse a un abismo es asomarse a todos los abismos posibles. Los abismos, la novela de Pilar Quintana (Cali, 1972) merecedora del Premio Alfaguara de Novela 2021, es una preciosa oda a los precipicios reales y a los metafóricos. A los que nos encontramos, a los que buscamos, a los que nos asomamos, en los que nacemos y los que elegimos.
Pilar Quintana ha escrito una historia preciosa con una brisa que trae aromas de realismo mágico, sin serlo. Un trozo de vida contado desde la altura de una niña, Claudia, que es testigo directo de las crisis personales en la que viven inmersos sus padres, una pareja de marcadas personalidades. También es la historia de varias generaciones de la misma familia, de sus mujeres y de sus posibilidades. Y también es la reflexión sobre lo que quisimos y no fuimos, y sobre el peso que eso deja en las mochilas que cargamos a las espaldas.
No encontrarán aquí las lectoras ejemplos de maternidades modelo: este libro habla de deseo, habla de depresión sin nombrarla, habla de vidas interiores y las enfrenta a su reflejo hacia el exterior. Que la maternidad atraviesa Los abismos, como anteriormente y desde un punto de vista radicalmente distinto atravesó La perra es una evidencia. Nosotras hemos querido ir más allá y hemos hablado con Pilar Quintana sobre cómo su maternidad (tiene un hijo de seis años) influye en su manera de escribir.
¿Sufrió cambios su trabajo antes de su maternidad? ¿Cómo era su trabajo antes de ser madre?
Muchos cambios. Antes de tener un hijo tenía rituales de escritura o, más bien, manías. “Solo” podía escribir si la casa estaba limpia y ordenada, a mano, en cierto tipo de cuadernos, con cierto tipo de lapicero… Luego de tener un hijo me di cuenta de que tenía esas manías porque podía permitírmelas. Ahora puedo escribir como sea: a mano o en el computador, en un cuaderno o en el celular.
Siempre oí, porque lo decía mucha gente, que la escritura y la maternidad eran incompatibles. Yo, al hacerme madre, descubrí no solo que no eran incompatibles, sino que la maternidad era una fuente inagotable de ideas y temas para la escritura.
¿Cuál es la huella de su hijo en su trabajo?
En Los abismos, que está narrada desde el punto de vista de una niña, hay mucho de él. Tener un niño en la casa me sirvió para recordar aspecto de mi propia niñez y para entender el funcionamiento de la cabeza de los niños.
¿Qué es, para usted, lo mejor y lo peor de la maternidad?
Es la experiencia más intensa de mi vida. Me ha dado hondura y conocimiento. Me ha hecho entenderme y conocer aspectos de mí que solo puedo explorar porque soy madre, que no hubiera conocido de no serlo. Me ha hecho mejor persona, más cuidadosa y compasiva. Me ha enseñado a dejar de juzgar al otro. Entiendo la maternidad como un gran privilegio. Pero también es una gran responsabilidad. Sos responsable de otro ser humano. Me ha atado a la vida y me ha hecho más vulnerable. Tengo nuevas culpas, miedos y cobardías.
La maternidad está muy presente tanto en La perra como en Los abismos, desde dos puntos de vista distintos. ¿Qué llamó su atención sobre este tema para componer ambas obras?
En mis escrito hablo de las cosas que está mal visto decir en voz alta. Nos está permitido hablar de los aspectos luminosos de la maternidad y no de las oscuridades. Eso me interesa: desvelar el lado oculto de la maternidad.
¿Por qué cree que se ha idealizado la maternidad en el pasado y ahora sentimos la necesidad de desnudar la experiencia, de quitarle los edulcorantes?
No sé por qué se ha idealizado. Me pregunto si es porque ese fue el lugar que se le asignó a las mujeres y de alguna manera tenía que venderse como el lugar ideal, en el que ellas encontrarían su felicidad y realización. Yo tengo la necesidad de desnudar la experiencia porque es el lugar en el que me ubico como escritora, el de contar las cosas que me dijeron que era mejor callar.
Leí en una entrevista suya que, cuando empezó a publicar, algunos editores le dijeron que era una escritora menor porque hablaba de la maternidad. ¿Le han dado la enhorabuena por los premios que secundan su visión y su escritura?
Tengo que hacer una aclaración. Cuando yo empecé a publicar tenía 30 años, no era madre y no escribía ni me interesaba escribir de la maternidad. No sé cuál entrevista habrás leído, pero seguramente me refería a que en aquella época, a finales de los años noventa y principios de los dos mil, algunas personas del medio (escritores, críticos, editores, lectores) hablaban de la literatura y los temas considerados “femeninos” con cierto desprecio, como si fuera menores. La literatura importante era la que hacían los hombres. En aquella época, antes de los movimientos feministas de este siglo y del me too, Yo misma tenía comportamientos misóginos y machistas. Esto ha venido cambiando en los últimos años y cada vez hay más lectores, editores, críticos y escritores que apreciamos el trabajo de las mujeres.