Conocí a la fotógrafa Laura C. Vela (Madrid, 1993) en un recital poético en un bar de Lavapiés allá por junio de 2017. Yo estaba con mi pareja, el dramaturgo y poeta Minke Wang; Laura nos compartió su interés por la comunidad china, propuso a Minke hacerle unos retratos y nos enseñó algunas de sus fotos. Esa fue la primera vez que vi el rostro de Xirou Xiao (Hunan, China, 1992). Xirou es performer, gestora cultural y todo lo que se le ponga por delante. Aún recuerdo el calor que me produjo sentir la alegría de su cuerpo en esas fotos delicadas y precisas como pequeños dardos al corazón. Porque la vida es magníficamente rara e imprevisible, en septiembre de ese mismo año trabajé como actriz junto a Xirou en Un idioma propio, función escrita por Minke y dirigida por Víctor Velasco en el CDN. Desde entonces me une a Xirou una amistad profunda y los privilegio de tener cerca a esta mujer, niña, anciana, como ella misma se define en treinta (Ediciones Comisura, 2024) y de asistir al milagro de su talento cotidiano para la vida y el arte. Que la relación artística y personal entre Laura y Xirou era de una potencia adictiva es algo que me quedó claro en Como la casa mía (Dalpine 2019), su anterior trabajo juntas, y se confirma ante mí con rotunda precisión en esta pequeña obra de arte que es treinta. En plena crisis de los 40, asisto al desnudo físico y espiritual de estas dos mujeres magas, me estremezco ante la belleza del rosario de fotos, dibujos y palabras que tienen preparado para nosotras, una bomba de relojería hecha de plumas, un paisaje derretido por el calor del cuerpo que palpita. Aunque cada etapa supone un nuevo revolcón, el miedo a la muerte, la pregunta, el deseo, la nostalgia y el vértigo en la garganta son los mismos a los 30 que a los 40. No puede ser más personal y precisamente por eso nos apela a cada una de las afortunadas que nos acercamos a este libro diario, álbum, exposición, donde casi como si de un intercambio epistolar se tratara, nos adentramos en un túnel tiempo detenido, donde el dibujo empapa la fotografía y las imágenes gotean palabras que se vuelven piel, casa, desierto.
treinta es una conversación tejida de textos, imágenes y dibujos entre Laura C. Vela y Xirou. Un registro de su amistad y del paso del tiempo sobre sus cuerpos durante diez años. Un baile a dos voces que se vuelven cien, sobre la crisis de los treinta, es decir, sobre lo que supone seguir regando el deseo pese a que a veces nos tiemble el pulso, la crisis como descubrimiento y oportunidad. Un alegato a la belleza que araña y siembra, un registro necesario de esta relación performativa que estas dos artistas nos muestran sin pudor, con la contundencia de la ternura más salvaje. Conversar sobre treinta con Laura y Xirou es, cómo no, una auténtica gozadera.
¿Cuál es el deseo detrás de treinta, la premisa inicial para establecer el juego?
Laura: Cuando Xirou cumplió treinta, me pidió que fuese a su casa a hacerle fotos desnuda en la naturaleza. Me pareció un regalo que una amiga me pidiera algo así, por la confianza y la apertura que supone, por compartir ese proceso de mirarse a una misma y mirarse en el espacio conmigo. A nivel artístico me pareció interesante porque en el anterior libro, Como la casa mía, nos acabábamos de conocer y los retratos estaban hechos desde la curiosidad. Las fotografías y los textos hablan de la relación con nuestra casa, con la sociedad, con el espacio urbano… Nos preguntábamos cuál era nuestro lugar y cuál nuestro hogar. Yo hice fotos y preguntas, y Xirou escribió sus pensamientos. En treinta el juego cambia: las dos preguntamos, yo también escribo, y Xirou dibuja e interviene las fotos. En treinta seguimos preguntándonos lo mismo, pero siento que hay una mirada más hacia dentro, y el cuerpo ha cobrado protagonismo. Creo que ahora es un libro hecho desde una amistad más madura, desde la vulnerabilidad, que indaga sobre cuestiones como la representación, la familia, el dolor o cómo nos influye nuestra corporalidad. Y puede que esa sea también la premisa: mostrar cómo crecemos, evolucionamos, hacer de la transformación y el proceso el propio contenido de la obra. A las dos nos interesa el arte como espacio de experimentación, de construcción de un mundo, de conversación. Publicar, hacer pública una obra, es compartir esa exploración para buscar una conversación aún más grande.
Xirou: Eso es: expresé mi deseo e invité a Laura porque quise documentar mi proceso de 30, y ella es la mejor persona para acompañarme desde sus fotografías. Y obviamente, más allá de las fotos, también quise compartir con Laura mis crecimientos personales que estaba viviendo, como una buena amiga.
En esta etapa, pasados los 30, ¿os sentís más como hijas que como posibles madres?
Laura: Me siento hija, y creo que no dejaré de sentirlo nunca aunque me convierta en madre. De hecho es algo de lo que hablo en el libro: a pesar de ser una persona muy independiente, que valora mucho la soledad y que anda siempre de un lado para otro, en el fondo de mí, mi mayor miedo sigue siendo decepcionar a mis padres. Ya ni siquiera pienso en tener su aprobación o admiración, sino en al menos no defraudar mucho. Esa sensación me persigue desde pequeña, la de no ser suficiente, y creo que es lo que más me hace recordar que soy hija. Hay un momento en el que Xirou comenta algo parecido, sobre soñar con dejar de ser una buena niña. Por otro lado, aunque no me veo como madre en un futuro próximo y no me atrae especialmente la maternidad, sí que me veo como mujer creadora, porque he emprendido muchos proyectos (una editorial, una revista, proyectos artísticos…) y siempre tengo inclinación a parir ideas, eventos, arrejuntamientos. En esta etapa de 30 también estoy empezando a explorar mi parte más cuidadora, generando encuentros y alianzas: con amigas, con animales, con mi pareja, con otras creadoras. Siento que este es un tipo de vida que muchas hemos escogido, que es otra forma de afecto y vida en comunidad. En la vida hay que hacer crecer algo.
Xirou: Soy hija y también soy madre de mi propia niña interior, uno de mis mayores crecimientos, alrededor de los 30, es darme cuenta y tomar la conciencia y la responsabilidad de amarme y criarme (otra vez) con mimo, cariño y paciencia. Es una transformación desde una chica hasta una mujer, y sigo en este proceso de madurez, todo esto es lo que estoy compartiendo en el libro treinta. Para mí, sí que siento un deseo de ser madre en el futuro después de cumplir los 30, nunca lo había pensado antes, y este deseo es como sale desde el interior de mi cuerpo, casi carnal y una energía muy primitiva. Esa misma sensación y conciencia compartimos bastante entre mis amigas chinas y cercanas. Me gustaría experimentar mi otra identidad como mujer, ser madre (claro, pero sin prisa). En mis proyectos, muchas amigas o participantes me devuelven que transmito una sensación bastante maternal, pienso que uno de los motivos es mi capacidad de abrazar a muchas heterogeneidades de cada situación, mirarles realmente como son y sin mucho juicio. Y comparto con Laura, siempre estoy creando, me gusta mucho crear, crear proyectos, crear vínculos, crear comunidades y tribus propias. Es la magia y el poder de la feminidad: crear el mundo.
Un libro físico con fotografías, dibujos hechos a mano, textos escritos en papel. ¿Es un intento de recuperar la fisicidad, el poso frente a la era digital de lo efímero?
Laura: Para mí, el papel es algo inherente al libro, es lo que lo hace tan interesante. Habitualmente se ha pensado el libro como un vehículo para transmitir la idea de un autor o autora, pero un libro es más que el contenido, es también el diseño, el color, los materiales, la edición, la narrativa con todo tipo de elementos más allá de las palabras… su corporalidad, su peso, su tacto, su tamaño, su olor. Me interesan los libros que están pensados más allá de las palabras, los que están pensados para leerse con todo el cuerpo. Libros que no son solo un medio. Los libros son obras de arte en sí mismas que podemos tocar, compartir, llevar con nosotras como un cuerpo más.
La idea del libro como regalo también es preciosa, un cuerpo de papel que puedes regalar a alguien y acompañarlo de un mensaje o incluso de objetos que metas dentro… Llevarlos contigo en tus viajes, en tus caminos, o guardarlos en casa con el resto de objetos. Esta fisicidad me interesa mucho y la verdad es que me considero bastante «cosista». Decía Sandra Cisneros en el prólogo de su libro La casa en Mango Street que, cuando vivía en casa de sus padres, las cosas le miraban y la regañaban. Le decían «lávame» o «recógeme». Sin embargo, las que colecciona en su casa le incitan al juego, a estar en paz y en silencio y escuchar las voces que lleva dentro. Para mí los libros, lo físico, es justo esto. Bibliotecas, museos, espacios familiares que llevamos con nosotras y construyen la historia de nuestras vidas.
Xirou: Tengo costumbre de escribir y dibujar en mis libretas, para mí es para notar mejor reflexiones propias o cosas importantes e inspiradoras. Entonces, para una parte del libro treinta, hemos escaneado algunos contenidos de mi diario y libreta (muy personal e íntima). Para mí, lo material y la fisicidad de los libros me transmiten una sensación más real y cuentan desde una lógica, una forma de entender y expresar, particular, son diferentes que lo digital.
Nos abrís una ventanita a vuestra intimidad tanto la del cuerpo como la de las confesiones a modo de diario, ¿hay un ejercicio consciente de vencer el pudor de mostrarse?
Laura: treinta es también una reconciliación con la edad y los cambios que conlleva… cambios profesionales, personales, y también corporales. Y para reconciliarse es importante vencer el pudor, el miedo a mostrarse vulnerable. En realidad, la vulnerabilidad es un don. En el libro hablamos mucho de la decepción, de los miedos, de la tripa que nos ha salido y del pelo… Esto me recuerda a unas palabras de Lin Yutang que metí en el libro: «Solo cuando están sueltos los pies y las manos, y cómodo el cuerpo, puede estar cómodo el corazón también. Entonces es cuando ante mis ojos hay amigos que conocen mi corazón, y a mi lado nadie hay que me lastime los ojos». Nos hemos abierto como nunca antes y hemos intentado mantener esa naturalidad y sinceridad propia de las conversaciones íntimas. Hay textos que son mensajes que nos mandábamos por WhatsApp… Algunas cosas nos daba miedo publicarlas, pero por otro lado también nos hacía ilusión compartirlas y esperar que el libro sirviera para encontrar resonancias, nuevas amigas, complicidades. Y quizá, quién sabe, también reflexionar de forma colectiva sobre una generación.
Xirou: Generalmente, me gusta expresarme y ser mirada, por eso, también hago performances en vivo. Pero claro, aparte de un ejercicio consciente de vencer el miedo de mostrarme, es más bien, un ejercicio sincero y valiente de verme, conocerme y aceptarme realmente como soy, una verdadera yo. Esto no es nada fácil, es desnudarme, ver mis fragilidades, oscuridades y cosas feas que no son fáciles de aceptar que soy también así. Somos la luz y la sombra, y eso requiere conciencias, compromisos y ejercicios en la vida. Pero para hacerlo acompañada y con creatividad, es mucho mejor y aceptable.
¿Hay algo de dejar constancia de nuestro paso, una relación íntima con la muerte y lo perecedero?
Laura: En mi caso no hay una intención de dejar huella o constancia, lo veo más como una exploración en vida y del acto de publicar como un encuentro con las otras y como construcción de mundo. No pienso en un futuro lejano ni en la muerte: me preocupa más la vida.
Xirou: Ssí que tengo el deseo de dejar huella de mi existencia, me parece que es un regalo que me regalo a mi misma y a mis queridas. Durante estos años de mi vida, he aprendido mucho desde la muerte de personas cercanas. Para mí, la muerte es una gran maestra. Ser sincera, tengo miedo a la muerte, me cuesta aceptar que me voy a morir ahora mismo, siento que en mi vida todavía quedan muchas cosas para vivir y experimentar, me gusta vivir, me gusta la vida, me gustan las personas. Entonces, el miedo a la muerte me convierte en el deseo de vivir, además, floreciendo.
¿Cuánto se quedó fuera y bajo qué criterios en el proceso de edición?
Laura: Lo más difícil cuando editas tus propios trabajos es quitar. Hace falta cierta distancia que las autoras no tenemos porque estamos demasiado apegadas a nuestras fotos, nuestros dibujos y nuestros textos. A veces algo se sale del tono, es repetitivo, hace que la foto o el texto de al lado pierda fuerza… y hay que quitarlo aunque te guste mucho. Lo importante es ver el libro en su conjunto, cómo se interrelacionan todas sus piezas y la sensación global de la lectura. Cuando abres un libro entras en un espacio-tiempo, te entregas a él, y como autoras y editoras tenemos que construir ese lugar con los elementos que tenemos y cuidar sus reverberaciones y equilibrio. En este sentido ayuda mucho trabajar en equipo, confiar en otras lecturas. Fue esencial el trabajo de Gonzalo Golpe, con quien hicimos la secuencia y la edición, y de Comisura (mis compañeras Carlota Visier y Jesús Cano Reyes). También ayudaron las lecturas de mis amigas Maider Jiménez y Lucía Pitters. Por ejemplo, teníamos muchas fotos del primer día, cuando Xirou cumplió 30 e hicimos la sesión de desnudo, y en el libro finalmente solo ha quedado una. Es una de mis partes favoritas: una secuencia final en la que Xirou nace de unas cenizas, como una Venus.
Xirou: La edición ha sido principalmente el gran trabajo de Gonzalo Golpe y de Laura, también compañeras de Ediciones Comisura y el equipo de diseño. No he participado mucho en el proceso de edición, no es mi potencia, y me gusta mucho lo que han hecho y cómo se ha quedado, entiendo que es la capacidad de contar un relato y muchos relatos con multicapas.
Xirou ha pasado recientemente por el incendio de su casa, y creo que algo así pasa con los 30, algo se decanta en este incendio personal, una poda emocional. ¿Qué rescatáis de la quema y qué se ha perdido para siempre?
Xirou: Lo que estoy viviendo es más como un acto simbólico, porque cuando ocurrió el incendio estaba en China celebrando el primer día del año nuevo chino con mi familia. Entonces, no he vivido como un trauma mortal sino como una señal de la vida. El fuego es la transformación, es el renacimiento. Las últimas tres fotos —las que comentó Laura en la pregunta anterior—, yo con mi cuerpo desnudo, estaba justo encima de una tierra quemada, esa onda ha continuado hasta el incendio. Ya cierro esta etapa, y continuo con la otra. Invité y pedí a Laura otra vez que vaya a mi casa quemada para sacar las fotos «además estaba en China y no podía acercarme para ver cómo se ha quedado—, y ella sacó una serie de fotos e hizo una comparación del mismo espacio/escena, un antes y después. Estaba mirando estas fotos que son muy potentes —mira, he dejado otra huella, y menos mal que tenía fotos de mi casa—. El fuego, la quema, la muerte y la vida, no he perdido nada, pero ya sé lo importante de mi vida, no puedo llevar nada y al mismo tiempo he llevado todo conmigo en el destino.
Laura: Hace un par de años entrevisté a Remedios Zafra y dijo algo que me gustó mucho. Yo siempre he tenido complejo de parecer demasiado inocente o infantil porque hago muchas bromas y tengo cara de niña, así que escucharla fue una especie de reconciliación. Le pregunté qué le asombra, y me dijo que le gustaba mucho la pregunta porque le encanta encontrar cosas que le asombren ya que su mayor miedo es convertirse en un sujeto desapasionado, focopiado. Añadió: «Dentro de las muchas personas que viven en nosotras y de las muchas personas que hemos sido, hay quien se empeña en no dejar hablar a las partes más ingenuas o aniñadas, y yo confío en no tener nunca esa tentación, a pesar de que a las mujeres nos infantilizan en determinados contextos y eso podría hacernos querer huir de ello. Me parece que esta capacidad de asombro, que tiene que ver con la capacidad de poder ver con los ojos de un niño o poder ver con los ojos de una persona que se ha educado en un contexto cultural que de repente cambia, tiene mucho que ver con el extrañamiento, el asombro ante lo cotidiano». Mi poda emocional de los 30 es no querer acelerar el tiempo, parecer algo que no soy, vivir la vida de otra persona. Ese miedo a ser alocada, un poco niña, se ha perdido. Ahora lo celebro: ser una niña, una mujer y una viejoven todo a la vez.
Cuando Xirou cumplió treinta años le pidió a Laura que hiciera fotografías, imágenes que guardaran ese tiempo. Durante un año, lo que tardó Laura en cumplir la misma edad, se juntaron para hablar, hacer fotos, pensar en alto, discutir y jugar. Xirou Xiao y Laura C. Vela crearon un pequeño universo que se fue llenando de fotografías, dibujos, letras, documentos intervenidos y fragmentos de la vida. Así nació treinta, como fruto de ese intercambio en el que ambas exploraron y confrontaron sus dudas sobre el crecimiento, la familia, la representación y el cuerpo. Las páginas de treinta componen una caja del tesoro, como reflejos y testimonios de su relación, sus miedos cotidianos y sus hallazgos, desde la alegría de encontrar el aguacate perfecto, el poema más intenso o la luz más bonita hasta la sensación de ser observada a través de una cámara, las decepciones y la incapacidad de responder, sin dudas, a la pregunta de quién eres.