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VIOLA ARDONE: “Cada mujer, al menos una vez en su vida, ha sentido miedo por el hecho de ser mujer”

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Oliva Denaro, la protagonista de La decisión (Seix Barral, 2023) es el alter ego de su creadora, la escritora napolitana Viola Ardone. Cuenta Viola, en su paso por Madrid para promocionar esta novela, que el nombre de la protagonista es el anagrama de su nombre: “Oliva Denaro es muy parecida a mí en algunos aspectos, por como yo recuerdo que era a su edad, cuando era una adolescente. Pero también por otro motivo: creo que lo que le sucedió a ella podría suceder, hoy en día, a cualquier mujer. Todas las mujeres, en su vida, han recibido algún ultraje, han sido víctimas de una injusticia, de un prejuicio, únicamente por el hecho de ser mujer. La historia de Oliva Denaro podría ser la historia de cualquier mujer”. Y es que la historia de Oliva, que tiene lugar en la Sicilia de los años sesenta, es la historia de tantas mujeres, violentadas para vivir una vida con la que no soñaron, pero para la que estaban destinadas. Oliva viva en Martorana, un pequeño pueblo, temiendo crecer. “Desde que soy mujer, es como si estuviera resguardándome bajo un cobertizo durante una tormenta: no me alejo para no mojarme”, cuenta. Su temor se hace realidad cuando Paternò la secuestra y viola con la intención de casarse con ella y reparar, así, su honor. Aun siendo Viola la ultrajada, las leyes no apoyan su libertad. Pero Oliva cuenta con el apoyo de su padre, un hombre callado y amoroso que, ignorando los clichés de la sociedad, acompaña a su hija en el completo proceso de la denuncia y la libertad.

Esta historia está basada en la historia de Francesca “Franca” Viola, conocida por ser la primera mujer en Italia que se negó a cumplir a mediados de los años 60 con el denominado “matrimonio reparador” y llevó a juicio al hombre que la raptó y la violó. Franca Viola se convirtió en un símbolo de la emancipación de la mujer en la Italia de la posguerra, aunque no fue hasta 1981 cuando el artículo que anulaba el crimen del violador si este se casaba con su víctima fue derogado. Por eso esta no es solo la historia de Viola y de la mujer que la inspiró: es la historia de las mujeres que nunca fueron dueñas de sí mismas, ni de sus cuerpos, ni de sus deseos.

Cuando comienza el libro, la madre de Oliva dice “La mujer es como un cántaro: quien lo rompe, se lo queda”. Es una afirmación tan dura como real. No es una expresión común, pero sí recuerda a esas madres y abuelas nuestras insistiendo en que guardásemos “nuestra virtud”. 

Esta expresión no es un proverbio que exista en Italia, sino una invención mía. Pero se parece bastante a muchas cosas que se decían y se siguen diciendo hoy: refranes sobre las mujeres, lugares comunes. A esto es une la idea de la fragilidad, es decir, que la mujer es algo frágil, que se rompe fácilmente, y por eso hay que protegerla. Pero proteger, a veces, significa limitar. Con la excusa de proteger a las mujeres, los hombres les han limitado la vida. La madre de Oliva, que es la mujer más cercana a ella es, precisamente, la que le enseña las leyes del machismo, que indica el paternalismo a su propia hija.

La madre de Oliva también evoluciona durante la historia, hasta rendirse. Pero es entrañable y maravilloso, en esta novela, el papel del padre. Tanto en su papel político con en el apoyo en defensa de su hija, en guiarla en su libertad.

He tratado de construir a la madre y a la padre como si fueran las dos mitades de un solo mundo. Con el padre, busqué que fuera distinto al estereotipo del hombre mediterráneo, que toma las decisiones familiares. De hecho, en la primera parte de la novela, casi desaparece en la historia porque no habla, no dice lo que piensa. Deja muy libre a su hija para tomar sus propias decisiones y, en el momento en el que la hija tiene problemas, él es el primero en apoyarla. Es un hombre silencioso que, sin embargo, lleva la acción en el libro, mientras que la madre no deja de hablar, parece que lo sabe todo, pero cuando se da cuenta de que todas esas reglas se hunden, porque su hija sufre una agresión sexual. La madre, en ese momento, debe poner en tela de juicio sus convicciones y tiene que cambiar. Quizá, en ese sentido, sea el personaje más dinámico de la historia.

“Yo no estoy muy segura de estar a favor del matrimonio (…). Por eso siempre voy por la calle al trote: el aliento de los hombres es como el aire de un fuelle que tuviera manos y pudiera llegar a tocar tus carnes. Así que corro para volverme invisible…” ¿Crees que, en algún momento, las mujeres nos liberaremos del miedo? 

Cada mujer, al menos una vez en su vida, ha sentido miedo por el hecho de ser mujer y, por lo tanto, que se la considere automáticamente una posible presa, es decir, algo que puedes coger, alguien a quien puedes violar o pegar. Una mujer puede ser objeto de un cumplido no deseado. Es un hecho cultural: los hombres, hasta hace algún tiempo y todavía hoy, se sentían totalmente legitimados para actuar así. Se creían dueños del deseo, también, respecto a la mujer. El hecho de que un hombre desease a una mujer ya era suficiente, no es necesario que la mujer desease, porque era el hombre el que elegía. Esto es lo que sufre Oliva y este es el motivo por el que, en el momento en el que entra en la pubertad, empieza a correr, a caminar deprisa. Sufre por el hecho de tener que entrar en relación con el deseo de los demás y también con el suyo propio. Para mí, este libro es una biografía sentimental de esta chica que descubre lo que significa desear y también cuáles son los peligros del deseo.

Otra maravillosa reflexión, incluida en tu libro, es que la mujer en singular no existe. Esto es algo que le dice su maestra a Oliva: “No he visto una mujer en femenino singular en la vida”. 

A menudo, aún hoy, se habla de las mujeres en política, las mujeres en el deporte, las mujeres en el campo de la ciencia… Cuando se habla de una mujer de poder, se le llama solo con su nombre, por lo menos en Italia es así: Georgia —por Georgia Meloni—, Samanta —por Samanta Cristoforetti, tercera mujer astronauta que ha ido al espacio—. Como si todavía fuera difícil enfrentarse a lo femenino singular, a esa mujer con su nombre y su apellido, por lo que es, por sus méritos. Las mujeres son siempre una corporación. Está el hombre, en singular y después, las mujeres.

 

Viola, que, como su protagonista, fue profesora, trabajó durante un tiempo en el sector editorial y tiene un hijo de once años. Ser madre, definitivamente, moldeó su carrera como escritora.

¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Y después? ¿Sufrió cambios significativos?

Para mí ser madre nunca fue un objetivo, no estaba segura de querer serlo. Más bien fue una oportunidad que, en un momento determinado de mi vida y bastante tarde —con 37 años—, cogí al vuelo. Es una experiencia muy bella, pero no imprescindible en la vida de una mujer.

Mi trabajo ahora es más complejo, sin duda, porque tengo menos tiempo, pero traer al mundo a un hijo es una forma de creatividad, evidentemente. Me he convertido en escritora después de ser madre. Antes era profesora. Mis novelas más conocidas, a pesar de que fuera más difícil conciliar ambas cosas, las escribí después de que mi hijo naciera.

¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de tu maternidad?

Lo peor es tratar de ponerse delante del hijo e indicarle caminos o escondérselos, hacer de pantalla con tu cuerpo. Es algo espontáneo, un mecanismo de protección que creo es lo que más debemos controlar. Deberíamos tratar de dejar libres a los hijos, incluso cuando sus decisiones nos hagan entrar en crisis, cuando no las comprendamos o nos asusten. Esto es lo más difícil de ser madre.

¿Crees que, en algún momento, vamos a poder escribir nuestros propios derechos? Cuando en tu novela buscan asesoría legal para denunciar la violación a Oliva, les aconsejan que no pierdan el tiempo, porque las leyes son así. Las leyes que afectan a las mujeres han estado escritas por los hombres.

Así es. Son leyes escritas por los hombres sin tener en cuenta a las mujeres. En los años en los que la historia de Oliva está ambientada, los años 60, las mujeres votaban desde 1948. Hablamos de un mundo escrito por los hombres, a su imagen y semejanza. En 1960 las mujeres, en Italia, no podían presentarse a las oposiciones para ser magistradas, porque consideraban que las mujeres no eran capaces de tomar decisiones de forma lúcida cuando tenían la menstruación y, en esos días, uno no se podía fiar de ellas. Es ahora cuando nos estamos beneficiando de la lucha de las mujeres y seguimos escribiendo una historia que, en algunos aspectos, todavía no ha llegado hasta el fondo, como cuando hablamos de igualdad.

 

En la Sicilia de los años sesenta las mujeres siguen oprimidas por la familia, la tradición e incluso la ley. No importan los ardides que un hombre herido utilice: una mujer debe someterse a él. En esas circunstancias, y aun a riesgo de enfrentarse a todo el pueblo y pagar un alto precio por ello, la joven Oliva inicia una revolución silenciosa para conquistar su derecho a tomar libremente la más difícil de las decisiones: qué hacer con el resto de su vida. La decisión se inspira en un caso real impactante y en las vivencias de todas aquellas mujeres que eran forzadas a casarse con sus agresores. Pero es una historia que trasciende poderosamente la época y el escenario que la acogen, que se pregunta qué empuja a una persona a emprender batallas más grandes que una misma y que demuestra que a veces un gesto anónimo es capaz de iniciar algo extraordinario.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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