PATRICIA GARCÍA: “COMO SOCIEDAD, NOS DEBEMOS UNA MEMORIA HISTÓRICA REAL”

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Patricia García es una mujer inquieta. Nacida en 1985 en Medina de Rioseco, un punto en el mapa de la Castilla profunda, como a ella le gusta decir, estudió biología en León y luego se trasladó a Madrid porque su vena narrativa le pedía a gritos que se adentrase en el mundo del periodismo. Interesada desde siempre por las causas sociales y por descubrir nuevos lugares del mundo, soñaba desde hace años con escribir una novela donde las mujeres rurales tuvieran la voz que durante tantas generaciones se les ha negado. Ese sueño se ha materializado en su primera novela, El día que mueren los cerdos (maLuma, 2022), una obra muy recomendable donde habla, entre otros temas, de la memoria, del silencio y de las deudas del pasado. Con referentes como la autora cordobesa María Sánchez, Patricia García nos traslada a la Castilla de finales de los 80 con una prosa muy cuidada y unas mujeres fuertes que cargan con más peso del que a veces pueden soportar.

Tu primera novela, El día en que mueren los cerdos, es una historia de mujeres rurales. Un homenaje a la labor silenciosa (y tantas veces silenciada) de este colectivo. ¿Cómo fue construir las vidas de Herminia, Isabel, Aurora y Mercedes?

Fue un ejercicio de autoconocimiento como mujer nacida y crecida en lo rural, y un homenaje a las mujeres que han formado parte de mi vida. No es una novela autobiográfica ni ninguno de esos personajes está basado en una mujer real concreta, sino en las experiencias de muchas, también mías, de ahí que tuviera que detenerme a analizar vivencias, y sobre todo, ausencias, porque, como dices, muchas realidades que afrontan las mujeres se han abordado desde un silencio impuesto, más opresivo en los pueblos. A mí, en particular, me duele haber formado parte de él, darme cuenta del tiempo y de los aprendizajes perdidos con mis abuelas, no haberlas conocido como lo que eran antes de nada, mujeres, y no solo como cuidadoras de hijos, padres, nietos, maridos… O incluso la manera en que habían sido madres, esposas y abuelas, bajo la romantización y no la realidad, que siempre quedaba en las sombras. Espero haber redimido de alguna forma su memoria y la de tantas otras que aún hoy siguen viviendo en esos silencios.

La novela se construye sobre la memoria y sobre aquello de lo que nunca se habla. Es una historia ambientada a finales de los 80 en un pueblo de Valladolid, pero es el reflejo de tantos otros pueblos de España. ¿Cómo ha sido escribir sobre el pasado y sobre el dolor enterrado de estos personajes?

Creo que, en parte, ha sido un ejercicio de reivindicación. En este país sufrimos de un Alzheimer impuesto, nos han arrebatado la memoria, cuando no manipulado, y eso tiene implicaciones muy crudas a la hora de construir un presente y un futuro alejados de los peores momentos de nuestra historia. Como dices, durante décadas no se podía hablar de ciertos temas, y eso implica que mucha gente haya tenido que vivir escondiendo su dolor, su historia, sus pérdidas o incluso lo que eran, a quien habían decidido amar. Si las generaciones de ahora no revertimos esto, primero por una cuestión de justicia y reparación, no podremos construir una sociedad sana. Últimamente hay mucha polémica con la nostalgia, por el hecho de añorar el pasado, que en nuestro caso tiene muchas sombras. Creo que esto tiene que ver con la sensación de incertidumbre en la que vivimos, en una precariedad sistemática e impuesta. No creo que haya problema en mirar el pasado y añorar en cierta medida nuestra historia, el problema es que solo nos han enseñado una parte interesada. ¿Qué sucede con la historia de quienes lucharon por la democracia? ¿Por los derechos laborales o por los derechos de las mujeres o del colectivo LGTBI+? Yo, personalmente, no siento nostalgia por las supuestas condiciones más seguras de vida que podrían tener mis padres, con un trabajo fijo o una hipoteca asequible que les garantizase una vivienda. Tengo nostalgia de cómo se llegaron a conseguir esos derechos, de la conciencia colectiva y de los ejercicios de solidaridad que hay detrás, y que son muy desconocidos. A veces, en lugares pequeños y aislados como puede ser un pueblo, esos ejercicios son simples acciones personales, como decidir no hacer lo que socialmente se impone. Quizás las cosas hoy en día serían diferentes si tuviésemos memoria democrática. Creo que ese es el problema de escribir actualmente del pasado, es difícil hacerlo si no lo conoces, si no tenemos una memoria histórica real. Nos debemos eso como sociedad.

España ha avanzado mucho en derechos de las mujeres, pero el mundo rural no avanza a la misma velocidad. ¿Cómo viviría el personaje de Isabel en nuestros días?

Afortunadamente creo que sería más libre, que sufriría menos los prejuicios y la discriminación que han vivido muchas mujeres en los pueblos por el simple hecho de querer vivir sus vidas. Yo lo veo cuando voy a mi pueblo, aunque aún queda camino por recorrer. Pero se ve porque los avances, los derechos alcanzados tienen nombres y apellidos. Puedes tener un referente feminista en la casa de al lado o tras la barra de un bar. Creo que eso es lo maravilloso de los pueblos, y lo dice el personaje de Mercedes en la novela cuando Sancho se queja de que en Villanúñez “todo es más intenso”. Ella responde “lo bueno también”. Por desgracia, también esta siendo más intensa la reacción, los ataques al feminismo en los ámbitos rurales, envuelto todo en falsas tradiciones, el desconocimiento del pasado y un costumbrismo atravesado por la discriminación y la desigualdad. Ante esto, nos toca aportar nuestro granito de arena para seguir avanzando. Muchas mujeres de mi pueblo me han parado por la calle y me han dicho lo mucho que les había gustado mi novela, especialmente por los personajes femeninos. Sin duda, es de las cosas más bonitas y enriquecedoras de esta experiencia. 

En tu novela citas a María Sánchez, una referente de la literatura rural. ¿Qué es lo que más te atrae de su forma de describir y de entender ese mundo?

Descubrí a María Sánchez en 2020, en concreto con Tierra de mujeres, justo cuando me estaba planteando retomar el primer borrador de la novela que llevaba entonces 8 o 9 años en un cajón. Quería dar una vuelta a la historia, poner el foco en el papel de las mujeres en ese pueblo que es ficticio, pero muy real. Fue una sacudida. Me sentí muy identificada con su propio proceso de deconstrucción y reconstrucción de mujer procedente de lo rural, de cómo había identificado las revoluciones feministas en hechos íntimos de las mujeres de su vida, mujeres de pueblo, mucho más expuestas a las críticas machistas, a los prejuicios, a la discriminación, y al patriarcado, en general.Y además había sido capaz de poner todo eso en un ensayo escrito desde el amor a lo rural y no desde la crítica o el rechazo, con sencillez y cercanía, llenando los silencios. Creo que es una obra imprescindible en el feminismo actual, y creo que se debería leer más en las ciudades que en los pueblos.

Me comentabas recientemente que para ti escribir es algo parecido a desnudarse. ¿Cuál era tu mayor miedo a la hora de escribir esta historia?

Pues precisamente una de las críticas que hago en la obra, el dichoso ‘qué dirán’. Y no el ‘qué dirán’ en una reseña o en una crítica literaria, sino el de mi pueblo, incluso mi familia, que detectaría algunos guiños muy personales. Al final, escribes desde las vivencias, las creencias y tu manera particular de entender el mundo, en este caso, un mundo muy reducido, el pueblo y la familia. La historia es tuya hasta que la toman otros, ahí pierdes el control. Ese era mi mayor temor. ¡Aún me queda mucha deconstrucción propia! 

Un personaje de la novela dice en un momento “nunca se pare del todo” y me parece una reflexión muy acertada. ¿Te interesa la maternidad como material narrativo? ¿Crees que hoy en día para las mujeres que son madres es muy complicado compaginar ambos universos? ¿Te has imaginado cómo lo vivirías tú en el caso de ser madre?

Suelo decir que mi novela aborda las maternidades y paternidades frustradas, personajes que no han podido ser padres/madres o hijos/hijas de forma plena, en gran medida por las convenciones sociales del sistema patriarcal. Así que sí, la maternidad, desde diferentes perspectivas, me interesa mucho como material narrativo. De hecho, creo que actualmente es uno de los temas más abordados y en muchos ámbitos, no solo en la narrativa, también en el cine, en el periodismo o en la música. Y tenemos que celebrar esto, desde luego, porque es una muestra de que hay más mujeres tras las cámaras y tras las plumas, que hablan de esta temática desde la realidad y no desde la romantización. Esto no quiere decir que las mujeres solo pueden hablar de maternidad o de cuestiones que el sistema patriarcal considera exclusivamente temas femeninos, por ejemplo los cuidados. Ni mucho menos, eso es caer en una trampa. Que las mujeres hablemos de la maternidad determina lo que se cuenta y cómo se cuenta, desde la realidad y el protagonismo, con sus luces y sus sombras. Pero podemos, y debemos, abordar cualquier temática.   

Respecto a la pregunta de compaginar ambos universos, no puedo hablar desde la experiencia personal, y me resulta un poco pretencioso hacerlo. Pero, sin duda debe de ser muy complicado compaginar ambos mundo, porque ya lo es sin ser madre si no te dedicas en exclusiva a la escritura, que es el caso de la inmensa mayoría de escritoras. Y luego está el hecho de la corresponsabilidad, cuestión muy importante porque sigue habiendo muchos desequilibrios y falta de políticas en este sentido. Según datos del INE, los hombres sin hijos con pareja que trabajan dedican 8,7 horas a la semana a actividades de trabajo no remunerado, mientras las mujeres dedican 16,4 horas. En el caso de los hombres con hijos, 20,8 horas frente a las 37,5 de las mujeres. Estos datos evidencian las mayores dificultades para compaginar trabajo, cuidados, y tiempo para proyectos personales, como puede ser escribir una novela. Por supuesto, hemos avanzado mucho. Yo no soy madre, y de hecho me cuesta ponerme en ese papel, pero soy hija y he sido nieta de madre y abuelas trabajadoras, y he visto las dificultades que han tenido cuando el trabajo no remunerado recaía prácticamente sobre sus espaldas, especialmente en el caso de mis abuelas.

¿Qué escritoras son un referente para ti?

Hace no mucho me di cuenta de que había leído muy poca narrativa escrita por mujeres, y que casi todos mis referentes eran hombres. Me da cierta vergüenza reconocerlo, pero al menos estoy revirtiendo esta situación. Los últimos años solo he leído a mujeres, y creo que todas me han dejado un pedacito dentro. Por mencionar algunas, además de María Sánchez, diré que he disfrutado mucho con Natalia Ginzburg, Sara Mesa y Belén Gopegui. Sobre la mesilla me están esperando Irene Vallejo y Annie Ernaux.

 

patricia garcía

Septiembre de 1987. Sancho, un maestro madrileño, se muda para dar clases en Villanúñez, un pequeño pueblo de Valladolid. No va solo. Le acompaña un vencejo que guarda dentro de una vieja jaula. Su llegada revoluciona el municipio, por su curioso aspecto, su ropa ochentera, sus patillas y su pelo demasiado largo. Para la mayoría es un desafío a las costumbres del pueblo, al maestro de bien que merecen sus hijos. Pero no es casual que Sancho haya elegido el colegio de Villanúñez. El pasado de su esposa, Aurora, le ha unido sin remedio al vencejo, a ese pueblo y a quienes viven en él.
Allí se encontrará con Isabel, Mercedes y Herminia, mujeres que sufren en sus carnes los prejuicios y las costuras de las convenciones sociales, y que tratan de coger en silencio las riendas de sus vidas para poder sobrevivir. A veces son ellas incluso las que asumen, codo con codo, las batallas que los hombres abandonan. El día que mueren los cerdos es un viaje a esos pueblos profundos donde se vacía todo menos la memoria, que se tapa con tierra como a los muertos.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Periodista especializada en literatura. Ha publicado varias novelas: "En la noche de los cuerpos" (Adeshoras, 2017) y "El sol de Argel" (Ediciones Carena, 2012), sus dos últimas en la editorial Tres Hermanas: "Mares sin dueño" (2020) y "Aguas azul tormenta" (2022).

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