Supongo que la manera más habitual de llegar a Vivian Gornick (Nueva York, 1935) es que una muy buena amiga te regale Apegos feroces. Me atrevo a decir que este librito, en el que la Gornick relata los paseos por Nueva York con su madre, sus tensiones, sus apegos y sus diferencias se ha convertido en todo un clásico dentro de las lecturas feministas. Es un libro en el que buscar respuestas y terminar haciéndose preguntas.
La continuación natural de Apegos feroces es La mujer singular y la ciudad, cuyo título original es The odd woman and the city. El adjetivo “odd” se refiere a singular, a extraña… y también a solitaria. Aunque en este título Vivian no está sola, pues el coprotagonista de estos diálogos compartidos es su buen amigo Leonard.
En ambos títulos se revela Vivian Gornick a través de sus traumas, sus preocupaciones, sus luchas internas, sus rarezas, su valentía o su originalidad. Nunca estuvo en una zona de confort y no pierde la oportunidad de destacarlo. Es el sello personal de su literatura.
Hace pocos días llegó a nuestras librerías Cuentas pendientes, publicado por Sexto Piso. Este libro es otra apertura más en canal del alma de Vivian Gornick, otra entrega de sus memorias, esta vez mezclada con otro género que domina, que es la crítica literaria. Porque somos quienes somos, también, a través de nuestras lecturas. A través de lo que calan en nosotros e incluso de las distintas interpretaciones que podemos dar a la misma obra… leída en un momento o en otro de nuestras vidas.
Vivian Gornick concedió una rueda de prensa en la que habló con generosidad sobre el germen de su nuevo libro y de su carrera: “Empecé a escribir este libro como un libro de crítica literaria, pero mi editor insistió en que lo combinara con memorias más personales. Es cierto que yo soy escritora de temas personales, pero me preocupo constantemente por la proporción entre el uso de mí misma y el tema. Desde el principio de mi vida como escritora siempre me vi como una periodista personal y esto es lo que era hace 40 años. Pero desde entonces supe que yo me utilizaba a mí misma para hablar de otras cosas y no al revés. En mis años enseñando, he enseñado a mis estudiantes que los sentimientos no son un tema, sino un instrumento”.
Señala Vivian Gornick que “una memoria es una pieza de experiencia compartida. La diferencia principal entre una memoria y una novela, aunque la novela esté contada en primera persona, es que el lector sabe que en una memoria el narrador es el escritor. El trabajo del escritor es crear drama sobre sí mismo. En una novela tenemos más personajes que interactúan entre ellos y son los que generan el drama necesario para que la narrativa avance. En una memoria solo te tienes a ti misma para producir ese drama”.
A sus 86 años, la experiencia manda y también la perspectiva desde la que se ven las cosas. Es notorio que uno de los temas que más recursos genera en la literatura de Vivian Gornick es la relación con su madre: “cuando empecé a escribir Apegos feroces pensaba que estaba todo en el pasado, que estaba escribiendo una historia sobre mí misma y mi madre, pensaba que era agua pasada. Pero al cabo de 40 páginas me di cuenta de que tenía muchas cuentas pendientes con mi madre y que no podía simplemente escribir sobre el pasado (…) Ahí entendí que era una pieza sobre la experiencia, una parte de la experiencia que yo tenía que perfilar y la esencia de dicha experiencia fue que yo no podía abandonar a mi madre porque me había convertido en mi madre, tal como reconocemos muchos de nosotros cuando vivimos lo suficiente”.
Feminismo y Vivian Gornick parecen inseparables ya. En la introducción del libro se habla de las contradicciones y tensiones que vivieron las feministas en los años 70. En este momento, en que las fricciones de nuevo están a la orden del día, Vivian habla: “me sorprendió enormemente el movimiento #metoo, como a casi todo el mundo que conozco. Estas mujeres jóvenes surgieron mucho más enfadadas de lo que estábamos nosotras, algunas con una rabia revolucionaria. Nosotras éramos una generación visionaria y es cierto que estábamos enfadadas y se nos acusaba de ello, pero lo que intentábamos era escribir el manual, allanar el camino y descubrir qué significaba esto de que fuéramos ciudadanas de segunda o que nos vieran como nos veían. A mí se me publica tanto por el resurgimiento del feminismo en Europa”.
“El hecho de que haya revuelo está bien, pero yo sé que volveremos a ir para atrás, a las cosas como estaban. Es así como el cambio social tiene lugar. A la gente de mi edad le ha costado muchos años reconocer que no va a pasar nada revolucionario de la noche a la mañana”, dice Gornick.
También habló sobre el estigma de la mujer soltera: “si alguien cree que hay un estigma sobre ser una mujer soltera en la ciudad en la que vive, que se mude a Nueva York. Hay muchos lugares en el mundo donde no hay estigma alguno sobre esta situación. Cuando nosotras empezamos, hace mucho tiempo, yo tenía mucha compañía. Cuando abrí la boca como feminista, de repente, tenía 100 amigos. Y nos teníamos los unos a los otros para darnos fuerza porque claro que había un estigma asociado a estar sola. Estar sola, no estar casada, no ser madre y no pensar que el amor era lo más importante para la vida de una mujer es cultura. Esta es la cultura que vosotras podéis cambiar. Tenéis que cambiarla para vosotras mismas“.