Cuando nuestros días eran normales y no estaban teñidos por el coronavirus, un lunes, paseaba alegremente desde el colegio de mis hijos hacia el trabajo, acompañada en parte de mi camino por un par de padres y madres del colegio al que llevamos a los niños. Cuando uno de los padres reparó en el libro que yo llevaba, orgullosa, debajo del brazo, lo primero en lo que se fijó fue en la oca de la portada. Después, en que el título del libro era Madre.
Acompañamos nuestro paseo con cavilaciones sobre la teoría del famoso científico e investigador Konrad Lorenz , padre de la etología (disciplina que estudia la conducta animal). Me explicaba Vladi -el padre que se fijó en la portada- que Lorenz desarrolló el concepto de la impronta, esa marca o huella que se fija en algunos animales desde el mismo momento de nacer. Este concepto fue descubierto por Lorenz observando a las crías de ganso y pato recién nacidas. Detectó que los polluelos salían del cascarón y seguían al primer objeto en movimiento que veían. No se fijaban si ese objeto era su madre o no. Simplemente actuaban de forma automática, persiguiendo a lo que se moviera delante de ellos. Konrad Lorenz también notó que dicha impronta no se limitaba a los primeros minutos de vida, sino que se mantenía a lo largo del tiempo.
No es este concepto el que llevó a Ada Castells a poner una oca en su portada, al lado de la palabra Madre y de su nombre propio. De hecho, si sigues leyendo encontrarás su por qué. En unas páginas muy marcadas por su propia experiencia, como madre y como hija, conoceremos a Raquel, una madre de esas que quizá no ganaría el premio a Miss Madre Abnegada. Conoceremos a Sara, la hija de Raquel, en cuyas manos cae un pequeño cuadernito de memorias escrito por su madre con el sugerente título de Confecciones Vidal. Madre es importante porque, desde sus letras, nos ayuda a comprender que la maternidad no es una nube de algodón. Que cada uno da lo que tiene, lo que puede y que eso, a ojos de una sociedad que edulcora constantemente el relato de qué es ser madre, puede no ser suficiente, generar frustración y juicios. Ada Castells lucha desde su Madre contra esos prejuicios. Como ella misma dice, “vacía el saco de sus experiencias para conectar con el lector”.
Cuando alguien hace algo así, no se puede más que aplaudir su valentía, su destreza y su generosidad. Y dar las gracias por ofrecer otro relato, el de esas madres que no son como las demás. Gracias a la literatura, ese club va engrosando. Y lejos de ser algo triste, debemos agradecer el relato de lo crudo: en este tema de la maternidad, nos ahorraremos mucha frustración en el futuro si así lo hacemos.