© Denise Giovaneli

AGUSTINA BAZTERRICA: “VIVIMOS EN UN SISTEMA QUE NOS ENSEÑA A DEPREDAR”

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La portada de Las indignas (2023, Alfaguara) invita a la lectura: es una imagen tan preciosa como turbadora. Hay cuerpos desnudos, voluptuosos, figuras demoníacas y ojos enrojecidos por el mal. Hay carneros y cabellos dorados. Hay cielo y hay infierno. Si das la vuelta a la tapa y lees la sinopsis, la sensación es de ahogo y miedo a enfrentarte a la lectura: habla de un apagón planetario, del fin de la vida tal y como la conocemos. Habla de torturas, de una comunidad de supervivientes, de una presencia pseudodivina y profundamente abusiva. Parece uno de esos libros que tienes que leer en un estado de ánimo adecuado. Por eso tengo que agradecer a Ana Soteras —una de esas maravillosas prescriptoras de lecturas que son algunas de las responsables de prensa editoriales— que me animase con esta lectura porque, una vez digerido ese primer momento de angustia ante el argumento, he encontrado en la escritura de Bazterrica una historia fascinante, una experiencia arrebatadora y una potentísima luz emanando de la oscuridad más cruenta. 

Las indignas es la historia de una secta que sobrevive a esta situación apocalíptica provocada por un gran apagón. Hay un “Él” que mueve los hilos de la comunidad en las sombras; delante de él, una Madre Superiora que mueve los hilos de sus deseos; debajo, un conjunto de supervivientes en distintos grados de maltrato y jerarquía. Y, sobrevolando toda esta historia, una protagonista: una mujer que encuentra en la escritura diarística —y clandestina— de esta experiencia una tabla de salvación. En uno de sus paseos, encuentra a otra mujer malherida a la que termina introduciendo en la comunidad. Su relación con ella enciende las luces de la sororidad entre las violencias.

La autora de Las indignas, Agustina Bazterrica, nació en Buenos Aires en 1974. Publicó los libros de cuentos Antes del encuentro feroz y Diecinueve garras y un pájaro oscuro, y las novelas Matar a la niña y Cadáver exquisito, ganadora del Premio Clarín de Novela en 2017 y obra de la que ha vendido más de medio millón de ejmplares. Traducida a más de veinticinco idiomas, en la actualidad está siendo adaptada al formato audiovisual. Las indignas es su última novela publicada.

Este año, leí Vladimir, el libro de otra autora argentina, Leticia Martin, que partía de un gran apagón eléctrico. Otro filósofo publicó un ensayo, El gran apagón. Tu ficción parte, también, de un apagón. ¿Estamos ante un temor cada vez más real y cada vez más colectivo?

Creo que sí, que ya forma parte de uno de los terrores colectivos a los que se le pueden sumar los de las catástrofes climáticas. Hoy dependemos tanto de la electricidad que sin ella nos costaría años reconstruirnos, sin ella viviríamos un período de caos absoluto. Independientemente de que ya somos sociedades digitales, me desespera pensar en los millones que vivimos en edificios y rápidamente nos quedaríamos sin agua, por ejemplo. O en la producción de alimentos que, sin luz, no podría realizarse. Si bien las posibilidades de que ocurra son bajísimas, no son improbables: de hecho, en el 2021 El Ministerio de Defensa de Austria emitió un comunicado advirtiendo sobre el peligro real y subestimado de un gran apagón.

¿Cuál es el germen de esta historia?

El germen de la novela surgió en 2018 cuando viajé a la Feria del Libro de Cusco y fui al Monasterio de Santa Catalina, donde tienen un patrimonio de arte cusqueño que me interesa porque lo estudié en la universidad. Me impresionó que el monasterio estaba ambientado como si las monjas siguieran viviendo ahí. Recuerdo entrar a una sala y sentir un escalofrío porque pensé que había una monja rezando hasta que me di cuenta de que era un maniquí. Cuando volví al hotel se me cruzó la idea de escribir algo sobre un monasterio y mezclarlo con mi etapa en el colegio de monjas alemanas. Se pregonaba el amor al prójimo, pero la realidad que yo viví ahí fue muy distinta. La estructura ideológica era opresiva, de disciplinamiento y obediencia, siempre estabas vigilada por un Dios vengativo, por tus compañeras, profesoras o monjas. Por decreto eras indigna porque siempre podías cometer un pecado. Aunque finalmente escribí sobre una secta en un mundo devastado, la base es mi experiencia.

¿Hay algo de tu experiencia vital en Las indignas?

Sin dudas mi experiencia en el colegio de monjas fue la principal fuente de inspiración, pero a la hora de escribir también me nutro de otros libros. Releí parte de la Biblia (que estudié en la Facultad), y tres libros fundamentales fueron Calibán y la bruja de Silvia Federici (donde Federici se pregunta por qué se quemaron a supuestas brujas), Los demonios en el convento de Fernando Benítez (que habla sobre la vida en el convento de Sor Juana Inés de la Cruz) y Primavera silenciosa de Rachel Carson (que en los años 60 ya advertía de los efectos perjudiciales de los pesticidas en el medio ambiente).

Ni siquiera el fin del mundo es capaz de acabar con las religiones. ¿Siempre existirá ese dominio de lo espiritual sobre el cuerpo?

Desde los comienzos el ser humano usa la mitología y las religiones para explicar lo inexplicable. Y cuando hay situaciones extremas o de desesperación, muchas personas se vuelcan a las religiones para sentir la ilusión de seguridad o de control. Además, algunos grupos usan las religiones como maquinarias de poder, para depredar a los más vulnerables. No es necesario llegar al fin del mundo para que ocurra. Solo hay que conectarse a las distintas plataformas para ver muchísimos documentales sobre sectas actuales donde hay abusos y crímenes. Algunos ejemplos que vi y recomiendo son The vow; Wild, wild, country; Colonia dignidad; Keep sweet: pray and obey; Twin flame universe. Y en este momento deben existir muchísimos grupos coercitivos donde se están cometiendo crímenes y todavía no fueron denunciados.

La violencia como tema está permeando en mucha de la literatura escrita por mujeres, ya sean las violencias cotidianas o las extremas, como las que narras en tu novela. ¿A qué crees que responde?

Porque vivimos en el patriarcado y aún hoy en el siglo XXI, en ciertos países te pueden matar solo por ser mujer y no importa tu edad ni tu clase social. Somos vulnerables y si bien muchas de nosotras tenemos privilegios y oportunidades, especialmente en Latinoamérica, vivimos al límite, en extremos. La violencia se percibe continuamente porque en Argentina hay feminicidios cada 48 horas. En México cada 3 horas. En sus obras muchas autoras desnaturalizan situaciones que, todavía hoy, muchas personas justifican, eligen no ver o niegan.

En esta estructura “monacal”, como en la vida, reina la jerarquización: hay un “Él” que manda, una madre superiora que mueve sus hilos, santas menores, diáfanas, iluminadas, indignas… sobre todas ellas se ejercen abusos y violencias. ¿Cómo relacionas esta estructura en la que la violencia va filtrándose de arriba abajo con la actualidad?

La jerarquización de la novela representa, en una escala menor, pequeña, la macroestructura del capitalismo, del patriarcado, de las sectas y de todos los grupos donde existan personas con más recursos que otras, que puedan ejercer poder sobre otras. Vivimos en un sistema que nos enseña a depredar, a tener más de lo que necesitamos. Elinor Ostrom (la primera mujer que ganó el Nobel de Economía) estudió a sociedades que podían vivir en armonía con otras sin dilapidar los recursos, ni luchar por ellos. Creo que tenemos que reflexionarnos como sociedad y como individuos y a partir de eso van a venir los cambios que van a hacer que vivamos mejor.

La protagonista se salva a sí misma a través de la escritura y la sororidad. ¿Crees que es ahí donde encontraremos la esperanza?

Absolutamente, en la empatía, en conectarse con el otro (humano, animal, naturaleza) desde un lugar de amor, pero no hablo del amor romántico, sino del amor como energía universal, aquel que une, que pacifica, que nos hace entender que yo soy el otro y el otro es yo.

 

agustina bazterrica

 

El mundo como lo conocemos ha desaparecido después del gran apagón, guerras por el agua y catástrofes ambientales. Los días pasan de gélidos a sofocantes en cuestión de horas, apenas hay animales ni naturaleza y pocas personas han sobrevivido. En este presente desolador, varias mujeres viven confinadas en la Casa de la Hermandad Sagrada, sometidas a los designios de un culto religioso. Una de ellas cuenta esta historia, escrita a escondidas noche tras noche para que un día alguien sepa todo lo que pasa entre esas paredes: torturas, sacrificios y ceremonias terroríficas en nombre de la iluminación. Se encuentran bajo el mando estricto de la Hermana Superior, por encima de quien solo se erige “Él”. ¿Quién es Él? Poco se sabe; nadie puede verlo, pero domina desde las sombras.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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