A la autora rusa Anna Starobinets (Moscú, 1978) se la conoce como la Stephen King rusa, aunque frecuentemente se la ha comparado, también, con autores como Neil Gaiman, Gógol o Bulgàkov. Habituada a escribir obras de ciencia ficción, teñidas de terror y fantasía, con gusto y satisfacción, habiendo recibido premios como el de la Sociedad Europea de Ciencia Ficción, se atrevió a volcar en Tienes que mirar su historia personal, a escribir su propia historia de terror.
Anna tuvo que desplazarse a Alemania para poner fin a un embarazo tardío por motivos médicos, tras encontrar en su país pocas facilidades en las instituciones sanitarias y el mandato de esconder un trance, el del aborto, considerado «feo y pecaminoso». Sucedió en 2012 cuando, una visita rutinaria reveló a través del ecógrafo que el bebé que Anna estaba gestando no sobreviviría a causa de una enfermedad renal poliquística. A raíz de ese acontecimiento, Anna revela los hechos, se convierte en superviviente, lucha contra la frialdad y la falta de empatía de los sanitarios en su país.
La autora ha visitado nuestro país para participar en la última edición del festival de literatura fantástica y de ciencia ficción Celsius 232 en Avilés. Allí, ha presentado Tienes que mirar y también otro libro dirigido al público infantil, Gatlántida, ambos traducidos recientemente al español. Aprovechando esta visita, ha concedido varias entrevistas a medios de comunicación y protagonizado un encuentro con sus lectores en la Librería Alberti de Madrid. Hemos tenido la oportunidad de hablar con ella de nuevo —no es la primera vez: la entrevistamos hace pocos meses, coincidiendo con la publicación de Tienes que mirar en España— y hemos querido saber su opinión sobre un tema que nos tiene francamente preocupadas: la negación por parte del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos del término “violencia obstétrica”.
Hace pocos días saltó la noticia del comunicado de CGCOM, rechazando el concepto de “violencia obstétrica” ¿Qué opinas al respecto?
No sé mucho de cuál es la situación en España, no he tenido ninguna experiencia médica aquí. Pero sí puedo decir que, en Rusia, definitivamente la violencia obstétrica es un hecho. He hablado y compartido mi experiencia con varias mujeres españolas y he llegado a la conclusión de que en Rusia, la situación es mucho peor. Dependiendo de cuánto dinero tengas, si puedes permitirte atención en una clínica privada, todo estará bien contigo hasta que, ocasionalmente, te encuentres con una situación como la que yo narro en mi libro. Si eres una ciudadana normal, no tienes dinero extra para invertir en ello y quieres hacer uso de tu derecho de uso de atención médica y acudes a una clínica estatal, la posibilidad de sufrir violencia obstétrica es muy alta. En Rusia, especialmente fuera de las grandes ciudades, cuando acudes a un ginecólogo, normalmente no encuentras un trato respetuoso hacia ti. Por ejemplo, la primera vez que supe que, al acudir a una cita ginecológica, tenías el derecho a cubrir tu cuerpo fue en Alemania. En Rusia, antes de mi experiencia, cada vez que acudí al ginecólogo me revisaron mientras estaba absolutamente desnuda, como si fuera un pedazo de carne que debía ser explorado. Ni siquiera usan lubricantes para facilitar exploraciones, algo que suele ser muy doloroso. Si hablamos de dar a luz, de nuevo, si tienes suficiente dinero tu experiencia puede mejorar. En una clínica estatal es muy probable que no te ofrezcan anestesia y los sanitarios suelen ser muy maleducados. Es muy probable que, durante tu parto, si gritas o lloras, te suelten un: “¿Por qué lloras? Porque sí sentías placer cuando estabas follando, ¿verdad? Pues ahora, asume las consecuencias”.
¿Cómo te encuentras, años más tarde, cuando los periodistas te preguntamos sobre el libro, cuando te llevamos a revisitar ese momento una y otra vez?
Creo que lo he superado. No me hace sufrir como lo hizo años atrás. Creo que después de haber escrito el libro y haber dado a luz a mi hijo, he pasado página sobre este sufrimiento. Pero lo que sí me hace sentir mal es recordar a mi marido: en el libro, mencioné que mi marido Sasha estaba enfermo de cáncer y parecía que se iba a recuperar. Finalmente, no pudo superarlo y falleció. Este libro, ahora, me hace pensar que es sobre él, habla más de él ahora que cuando lo escribí.
¿Qué se necesita para sobrevivir a la pérdida?
Yo necesité hablar sobre lo que me estaba pasando: no podía guardármelo para mí sola. Tengo buenos amigos y algunos de ellos me han acompañado y apoyado en esta tragedia sobre mi marido. Poder hablar sobre esto te hace sentir no bien, pero sí menos mal. Mi marido murió en 2017, el año en que el libro se publicó, a la vez que el libro comenzó a venderse en las librerías. De esto hace cuatro años. El primer año fue absolutamente insoportable: la única razón por la que pude continuar viviendo fue por el amor los niños, a esos niños que son sus hijos. El segundo año fue muy malo: no sentía más dolor que el primero, pero sentía que nada tenía sentido. El tercer año recuperé la capacidad de escribir, de volver a la literatura y me produjo mucha excitación, placer y felicidad. Así que, quizá, cada persona tiene algo que le provoca placer y energía para continuar. Lo más importante es no perderlo: yo lo perdí por dos años.
¿En qué estás trabajando en la actualidad?
Estoy trabajando en The Fox’s Fords, una historia fantástica que tiene lugar 1945 en Manchuria, en la frontera entre URSS y China. Hay zorros que se convierten en mujeres, brujas, muchos objetos imaginarios… las cosas fantásticas interfieren con la historia real. Hay muchas aventuras, es una especie de saga. Todo el que lo ha leído dice que es muy largo, pero que es imposible dejar de leerlo, que engancha. Eso me reconforta mucho.