He pasado por dos partos. Uno hace diez años. Otro, hace cinco. Entre los dos, sumo varias actuaciones que son consideradas violencia obstétrica… pero yo no lo sabía. No lo supe en el primero y tampoco durante el segundo, cuando pensé que algo habría aprendido y estaba segura de que la experiencia iba a ser infinitamente mejor. Pero fue peor.
Entre los dos partos sumo una maniobra de Hamilton, una rotura artificial de bolsa, oxitocina para acelerar y acabar “dentro del turno”, extracción con ventosa, dos episiotomías, lenguaje poco apropiado para una mujer que está pariendo “pero cariño, hazlo por tu hijo, empuja con ganas”, la obligación de parir tumbada, una maniobra de Kristeller y la carga de sentirme culpable porque no estaba poniendo todo de mi parte para que mis criaturas naciesen sanas.
Años más tarde, comencé a leer sobre partos respetados, a leer sobre la importancia de un parto lo más amable posible tanto para madre como para hijo. Cuando descubrí que había sufrido violencia obstétrica me entristeció mucho pensar que había perdido la oportunidad de recordar esos días como dos de los mejores de mi vida. Y no lo fueron, ni de lejos. Recuerdo especialmente la experiencia de una amiga, Jara, que narró su experiencia de parto en casa en esta revista. Jara me decía: “cómo siento que no hayas podido tener un parto natural, te lo merecías”. Al principio no lo entendí muy bien. Ahora, lo entiendo demasiado.
Los cursos de preparación al parto, al menos cuando yo los tomé eran, a todas luces, insuficientes. Nadie nos habló de los planes de parto. Nadie nos contó que había formas de dar a luz fuera de un hospital con todas las garantías necesarias. Tenemos mucho miedo porque desconocemos los procesos que desencadenan un parto. Y el miedo es peligroso, te paraliza y no te deja ver más allá.
Por fortuna, cada vez la información sobre embarazos, partos y pospartos es más accesible gracias al trabajo de profesionales como Laia Casadevall. Laia es madre, matrona, docente, divulgadora científica, activista y trabaja con una motivación fundamental: que las mujeres puedan tener acceso a información objetiva, veraz y científica para poder tomar decisiones informadas y poder ser así más libres en sus maternidades.
Laia ha recopilado su experiencia, su sapiencia y su activismo en Guía para un embarazo consciente, un libro que reivindica una maternidad informada y el derecho a decidir de la mujer embarazada. Laia tiene un hijo, Bru, de 4 años y está embarazada de su segundo hijo, que nacerá el próximo mes de julio. Hablamos con ella para saber qué es un embarazo consciente, un parto respetado y cuáles son los derechos que, como madres, debemos conocer y exigir para disfrutar, como merecemos y siempre que sea posible, de uno de los momentos más mágicos: el de dar vida.
¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Sufrió cambios a raíz de tu maternidad?
Soy matrona independiente y antes de ser madre me dedicaba a la atención al parto domiciliario en Barcelona. Atender partos en casa implica estar siempre de guardia, no tener horarios y poner por delante la vida profesional a la familiar. Así que cuando nació mi hijo Bru, tuve clarísimo que tendría que adaptar mi trabajo a la maternidad plena y consciente que yo quería vivir. Estuve dos años sin trabajar activamente. Cuando decidí reincorporarme a la vida laboral, ésta debía poder compaginarse muy bien con la crianza de Bru. Dejé de atender partos y me centré en el acompañamiento del embarazo, puerperio, lactancias y a los cursos de preparación a la maternidad, además de la docencia y activismo que nunca he dejado de hacer.
¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?
Creo que la maternidad deseada es revolución. Nos despierta facetas de nosotras que ni siquiera sabíamos que existían. Además nos conecta más a nosotras mismas y a otras mujeres.
La parte mala es que el sistema no nos permite vivir la maternidad de forma libre. Nos impone un modelo productivo, no nos deja maternar cuando así lo deseamos. A día de hoy es un privilegio poder decidir. Esto no es justo y yo seguiré luchando para que nuestras maternidades y crianzas puedan ser vividas desde la libertad absoluta, no desde la imposición ni tampoco desde lo que se espera de nosotras. Es un período corto e intenso, revolucionario en nuestra vida, y vale la pena poder decidir cómo queremos vivirlo.
¿Cuál es la huella de tu/s hijo/s en tu trabajo?
Creo que ser madre me ha acercado más que nunca a las mujeres. Puedo empatizar y conectar más con sus necesidades. Me ha enseñado que no todo es tan blanco ni tan negro, que hay matices y todo está bien. Que lo importante es informar y apoyar las decisiones de cada mujer, sean cuáles sean. La maternidad me ha demostrado que las mujeres somos increíbles, fuertes y poderosas.
¿Cómo definirías un embarazo consciente?
Que la mujer viva su embarazo de forma consciente implica que pueda disfrutar de la experiencia desde la confianza en su cuerpo y su bebé, la información veraz, objetiva y científica sobre todo el proceso, las pruebas disponibles, sus derechos y opciones para poder tomar decisiones informadas, y la conexión con su criatura y el proceso que está viviendo.
¿Cuál es mejor parto para una mujer? ¿Qué necesita una mujer para tener un parto respetado? ¿Qué necesita saber la persona que acompaña a la mujer durante su embarazo?
A nivel objetivo, el mejor parto para las mujeres y los bebés es un parto fisiológico, a no ser que exista una razón médica que lo contraindique. Respetar la fisiología en los partos se asocia a mejores resultados maternos y neonatales. Las intervenciones deben reservarse para los partos que las requieren, puesto que cada intervención tiene sus riesgos y deben ser muy bien sopesadas. Pero en realidad el mejor parto es el que elige la mujer desde la información y la consciencia según sus necesidades y sus circunstancias personales.
Para tener un parto respetado son claves la información y el acompañamiento. Tener profesionales actualizados, respetuosos con la fisiología y con nuestras decisiones que nos acompañen puede ser determinante en los resultados y la experiencia que vivamos.
Los profesionales que acompañamos a las mujeres en este maravilloso viaje de la maternidad necesitamos escuchar mucho y ser capaces de individualizar cuidados según la mujer que tenemos delante y las necesidades o preferencias que tiene. La flexibilidad es clave para una buena atención y experiencia.
¿Cuál es la línea que marca la diferencia entre un embarazo de bajo riesgo y uno de riesgo?
Un embarazo de bajo riesgo es aquel que transcurre con total normalidad (todas las pruebas muestran que madre y bebé están sanos) en mujeres sin patología previa ni factores de riesgo.
Un embarazo de riesgo es aquél que presenta alguna alteración durante el transcurso, o que la madre presenta patología previa o factores de riesgo para que pueda complicarse.
Según la Organización Mundial de la Salud casi el 80% de mujeres deberían ser consideradas de bajo riesgo al final de la gestación, pues no olvidemos que por norma general el embarazo es un proceso fisiológico en nuestra vida sexual y reproductiva.
¿Qué personal médico o de acompañamiento necesita una mujer embarazada durante su embarazo y en el momento del parto?
Las matronas somos profesionales autónomas especialistas en salud sexual y reproductiva de la mujer. En embarazos normales sin complicaciones somos las profesionales indicadas para acompañar todo el proceso (embarazo, parto y puerperio). La evidencia científica ha mostrado reiteradamente que los cuidados liderados por matronas son los que ofrecen mejores resultados maternos y neonatales además de una experiencia más positiva para las mujeres en comparación con otros modelos de cuidados.
En embarazos de riesgo, las profesionales indicadas serían los médicos ginecólogos, especialistas en patología obstétrica y ginecológica.
En varios países europeos las mujeres suelen dar a luz en sus casas o en casas de partos, anexas a hospitales pero sin formar parte de ellos. ¿Crees que esta infraestructura sería posible en nuestro país?
Sí, sería factible pero estamos muy lejos aún de este modelo de atención. En España aún tenemos un modelo muy medicalizado y paternalista de atención al embarazo y parto en comparación con los modelos salutogénicos y basados en la normalidad de otros países europeos. Necesitamos fomentar el papel de la matrona autónoma, necesitamos actualizar profesionales y necesitamos desmedicalizar la mirada del embarazo y el parto para fomentar la atención al parto fisiológico en los hospitales, las casas de parto o incluso el parto en casa.
Recordemos que es un derecho humano de toda mujer europea poder elegir dónde dar a luz a su bebé. Y por tanto, todos los estados miembros deberían garantizar esta libertad de elección que por ejemplo hoy en día no es real en nuestro país.
Tenemos derecho a elegir y no es justo que sea un privilegio. La evidencia científica muestra que el parto en casa en mujeres de bajo riesgo atendido por matronas y en zonas donde hay hospitales cerca es una opción igual de válida y segura que el parto hospitalario. Lo mismo con las casas de parto. Así que es inevitable caminar hacia un modelo inclusivo para todas.
Son muy pocas las veces que he oído a una mujer sentirse poderosa y fuerte durante sus partos. ¿Cuáles son tus consejos para acercarnos lo máximo posible a esa ansiada sensación?
Todo depende de cómo viva el proceso. Si durante el parto hacemos sentir a las mujeres pequeñas y vulnerables con cuerpos que continuamente fallan, es normal que salgan de la experiencia desempoderadas. Pero si durante el parto hacemos sentir a las mujeres fuertes, poderosas y en control, saldrán de la experiencia empoderadas, independiente de cómo transcurra el parto. Y de cómo vivan la experiencia dependerá su salud mental en el posparto. Así que es muy importante cómo tratamos a las mujeres. La maternidad es nuestra y de nadie más, es importante que nadie nos robe esta experiencia tan transformadora y revolucionaria.
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