Cada experiencia de crianza es única y estoy convencida de que, verdaderamente, cada madre y cada padre lo hacemos lo mejor que sabemos y podemos con nuestras criaturas. Lo que está claro es que, aunque madres y padres pensemos que tenemos que enseñar a nuestros hijos, no debemos perder de vista que ellos son, también, nuestros maestros. La crianza te sitúa en lugares a veces maravillosos, a veces curiosos, a veces incómodos. Gemma Díaz es psicóloga, madre de tres hijos y, desde su blog Educa con humor, está comprometida con el objetivo de construir una sociedad más consciente, respetuoso y emocionalmente sana.
Gemma ha publicado recientemente La magia de los niños (Desclée De Brouwer, 2022), una guía práctica para educar en la vida real dirigida a todas aquellas personas que se relacionan con niños y estén dispuestos e interesados en avanzar y seguir creciendo con ellos día a día. Hemos hablado con Gemma sobre cómo confluyen su maternidad y su trabajo y sobre la experiencia de la crianza respetuosa.
¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Cómo es después de serlo? ¿Ha cambiado o afectado la maternidad en tu vida profesional?
La maternidad ha cambiado mi vida profesional porque tomé la decisión de trabajar menos horas para poder disfrutar de mis hijos, desgraciadamente no siempre es posible esta opción, pero en la medida de lo posible es importante ordenar nuestras prioridades en la vida. Ninguna madre debería verse en la tesitura de tener que elegir, ojalá con el tiempo la conciliación familiar sea una realidad.
¿Cuáles son los consejos de crianza que te han dado tus padres y que pones en práctica en tu día a día?
Para poder entender la forma en que nos educaron nuestros padres es necesario comprender todo su escenario personal y para evitar repetir patrones que no son demasiado adaptativos hay que pararse a reflexionar nuestra forma de tratar a los niños y mirar un poco hacia adentro. Yo creo que el respeto y la prudencia han sido los mayores consejos que me han dado mis padres.
¿Cuál es la huella de tus hijos en tu trabajo?
Toda. Mis hijos dejan huella en absolutamente todo lo que hago porque yo soy quien soy en función de mis experiencias, mis relaciones y todos los aprendizajes que van llenando mi mochila. En ese sentido, ellos ocupan un lugar inmenso porque escuchándolos y observándoles aprendo constantemente.
¿Qué es para ti lo mejor de la experiencia materna? ¿y lo peor?
La maternidad tiene un enorme impacto psicológico, supone un crecimiento personal realmente especial. Si estamos atentos y dejamos las prisas a un lado logra reconectarnos con lo verdaderamente importante y también nos ayuda a resolver carencias o dificultades que arrastramos. Lo mejor de la maternidad para mí es el entusiasmo, el juego, la alegría, el descontrol, el amor por el aprendizaje, el instinto, la creatividad, el amor incondicional… todo eso y mucho más.
Lo peor de la maternidad es la sensación de que el tiempo escapa de nuestras manos y el miedo que sentimos ante el posible sufrimiento de nuestros hijos.
¿Cómo descubriste la crianza positiva y respetuosa?
Actualmente se habla de disciplina positiva, crianza respetuosa o consciente para referirnos a un paradigma que sencillamente nace del sentido común, en el momento en que un cuidador tiene la intuición y empatía necesarias para comprender a su hijo. Educar y vivir a conciencia, actuando desde el respeto y la comprensión y no desde la imposición, debería ser algo natural.
¿De qué manera se puede fortalecer la autoestima de nuestras criaturas?
Erróneamente podemos pensar que proteger a nuestros hijos de cualquier malestar o frustración va a hacer que tengan una mayor autoestima, pero eso solo logra privarles de aprendizajes esenciales y distorsionar la realidad.
Para nutrir la autoestima de un niño tan solo hay que tenerlo en cuenta: las invalidaciones son el peor enemigo de la autoestima. Tan sencillo como preguntar, agradecer, pedir su opinión, señalar sus fortalezas, integrarlo y hacerlo partícipe. Dejándole espacio para pensar, tomar algunas decisiones, equivocarse y aprender. Hemos de confiar en él, evitando juzgar, acompañando sus emociones con amor y ofreciéndole seguridad (unas normas y límites justos y coherentes). Tan solo debemos asegurarnos de enviar el mensaje correcto: “te amo por lo que eres, no únicamente cuando haces lo que quiero, te quiero siempre y me encanta estar contigo, confío en ti”. Por eso es importante compartir proyectos, juegos y mostrar interés por sus intereses.
¿Hay alguna manera de manera de evitar los conflictos y el desacuerdo continuo entre padres e hijos?
No se trata de evitar diferencias porque claramente tenemos prioridades distintas, sino más bien de aprender a resolver conflictos de forma eficaz y respetuosa. Es útil hacernos buenas preguntas que nos muevan a la acción: ¿Cómo puedo hacer para…?, ¿mi actuación ayuda o empeora la situación? Y evitar creencias limitantes “no me hacen caso, no soy capaz, soy mala madre…”
Es imprescindible aceptar que los niños no están preparados neurológicamente para anticipar, reflexionar o controlar sus impulsos como nosotros esperamos y que tienen su propia vida interior. Es necesario explicarles con paciencia, darles alternativas y recursos para moverse por el mundo. Hemos de buscar soluciones, no culpables y tener expectativas realistas en función del temperamento y la madurez de nuestro niño, así como investigar qué necesidad se esconde tras una explosión emocional. También nos ayudará revisar las peticiones que les hacemos, que fácilmente pueden estar mal formuladas o estar repletas de errores comunicativos: órdenes, generalizaciones, chantajes, amenazas, premios, castigos, etiquetas, gritos, automatismos o contradicciones, entre otros.
¿Cuáles son los principales bulos sobre la aplicación de la crianza positiva? ¿Observas en los adultos predisposición o facilidad a la hora de asumir estos conceptos en la crianza de sus hijos?
Se tiende a pensar que la crianza respetuosa es “dejar hacer” y nada más lejos de la realidad: los límites son necesarios para que nuestros hijos puedan confiar en nosotros y se sientan seguros. El hecho de desterrar los desfasados castigos no significa que los comportamientos no se reparen y tengan consecuencias lógicas. Es necesario huir del autoritarismo, la permisividad y la sobreprotección para responsabilizarnos y estar a la altura si queremos una sociedad más sana. Muchos adultos muestran resistencias ante este “nuevo” enfoque educativo, la mente humana se siente cómoda con aquello que conoce y requiere un esfuerzo extra. Desaprender cuesta, pero es posible por un motivo tan poderoso como son nuestros hijos. Tenemos que evitar perpetuar formas educativas que no van a favor de las personas. Hemos de aprender habilidades relacionales y conocer bien nuestras emociones para conectar con los niños, es un ejercicio de prevención necesario para que crezcan mentalmente sanos.