Estas Navidades tan extrañas, dejando el desconcertante y aciago 2020 atrás y camino de un esperanzador 2021, me colé en la antigua habitación de mi hermano, en casa de mi padre, a cotillear sus libros de entonces, de hace ya más de veinte años, cuando los tres habitábamos la casa. Mis ojos se posaron en un libro de Josefina R. Aldecoa, Historia de una maestra. Estaba dedicado a mi hermano por la autora en la Feria del Libro de Madrid, un 1 de junio de 1991. La dedicatoria rezaba: “Para Jorge, este libro que me recuerda mi infancia. Algún día, cuando seas mayor y lo leas, me recordarás tú… Con muchos besos, Josefina”. En este punto debo aclarar que Josefina fue nuestra directora de colegio (el colegio Estilo) al que asistimos mi hermano y yo desde los cuatro y hasta los catorce años. De ahí la intimidad de las palabras de la escritora hacia su joven lector, que entonces contaba doce años.
Recordé haber leído el libro hacía ya mucho, probablemente en la veintena, pero mi mente estaba en blanco respecto a la historia. Y es que uno de los efectos que ha tenido en mí la maternidad es ese: grandes lagunas memorísticas relativas a libros y películas que en otro tiempo disfruté, y sobre las que estoy segura de haber charlado con las amistades. Sólo me quedaba un recuerdo vago de una maestra rural en la época de la II República. Así que me llevé el libro a casa y lo terminé de leer la noche del día de Reyes, mientras el Capitolio de Estados Unidos era asaltado y horas antes de los primeros copos de nieve que sepultarían Madrid, la mayor nevada en cincuenta años.
Disfruté de su lectura de principio a fin. Fui recordando algunas cosas y sintiendo con su protagonista, Gabriela, con su recorrido como mujer profesional, mujer madre, mujer esposa, mi propio devenir desde aquella primera vez que leí el libro. Pensé, “cuán vigente está su trasfondo, y cuánto nos puede enseñar y acompañar en estos tiempos pandémicos e inciertos”. A través de sus personajes, tanto femeninos como masculinos, de sus referencias históricas y de su tono reflexivo nos invita a acercarnos a las historias de nuestras abuelas y abuelos nacidos a inicios del siglo pasado, y de nuestros tíos, padres y madres, algunos infantes de la guerra y otros de la posguerra. Además, pensé “madre mía, cómo me reconozco en esta mujer… ¡casi un siglo después!”.
Gabriela, la protagonista de la novela, se hace maestra en Oviedo en los años veinte del siglo XX, oposita y, salvo una experiencia docente en Guinea Ecuatorial que tiene fuerte impacto en ella, se asentará como maestra rural en el norte de Castilla y León. Se casará con un maestro, será madre de una niña, Juana, y vivirá las contradicciones de la profesión, la maternidad y la conciliación, en el marco de un periodo histórico de cambio acelerado con la proclamación de la II República y también el rápido ensombrecimiento de la luz que había impulsado con sus avances educativos. No en vano, el texto se inicia con la boda del dictador y Carmen Polo en Oviedo en 1923, cuando él aun es un perfecto desconocido, y termina con el inicio de la Guerra Civil.
Al personaje de Gabriela se contrapone el de otra maestra, Inés. Mientras que Gabriela se debe a su alumnado y opta por la formación de niños, niñas y adultos como forma de asentar el laicismo y los valores de la igualdad, el conocimiento y la experiencia de la escuela mixta; Inés imprime a su profesión una forma de activismo político acelerador de la conciencia, desde la visión de una necesaria confrontación como vía de avance hacia un mundo más igualitario. Junto a Gabriela e Inés, otras mujeres y hombres acompañan el relato y nos hablan del contraste entre la vida rural y la urbana, de la pobreza y la ignorancia, del declive de la era colonial y la discriminación por razón de raza y de género. También del poder de la iglesia y de los terratenientes y las empresas en ese escenario rural, donde las nociones de derechos laborales y sociales sólo comenzaban a esbozarse. Fue en esa España analfabeta, en esos pueblos sin libros, con alta mortalidad materna e infantil, con frío intenso y dificultad de acceso en invierno, donde la vocación y la convicción de los maestros y maestras de la II República trató de sentar un precedente.
Me gustó mucho leer cómo la escritora refleja la alegría y el descubrimiento que traen las Misiones Pedagógicas a lugares olvidados. También, encontrar citas textuales de algún documento republicano relativo al proyecto educativo, basado en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, y que fueron desterrados por el franquismo.
Mi identificación con la protagonista viene por lo bien que describe esas distintas etapas que atravesamos las mujeres al estudiar y querer labrarnos un porvenir, y al trastoque que ello sufre con la maternidad y la vida en pareja. Salvando las distancias entre aquella época y la actual, no puedo dejar de pensar en las similitudes y en cuánto hay en nosotras, hijas del baby boom, universitarias, de Gabriela o de Inés o de ambas. Por no hablar de la constatación del daño que la Guerra Civil y la dictadura hicieron a ese albor de libertad económica y de desarrollo de la mujer en todos los ámbitos que había supuesto la II República.
Por todo lo comentado, os recomiendo la lectura de esta novela, tan actual, y que puede darnos tantas claves para comprender de dónde venimos, la importancia del conocimiento y la educación en valores, la igualdad, el laicismo y el espíritu crítico, así como la capacidad de análisis en esta era de las fake news y de los discursos e ideas intolerantes y crispadoras (así como de aquellas directamente fascistas) , donde muchas veces el enfrentamiento sustituye al diálogo.
En cuanto a su autora, mi directora Josefina Aldecoa, qué decir… aquí estoy hoy, en 2021, todavía recordándola. Figura de la generación de escritoras y escritores de los 50 (junto a Carmen Martín Gaite o Ana María Matute); niña de la guerra; hija y nieta de maestra; pedagoga y directora del colegio Estilo que fundó en 1959; casada con el escritor Ignacio Aldecoa; madre y abuela.
Si la miro con los ojos de la niña que fui, diría que la recuerdo firme, con autoridad, pero a la vez cálida y accesible, conocedora del alma infantil y entregada a su profesión y a su cole, respetando a niños y niñas desde lo profundo de su ser, creyendo en cada uno de nosotros. Una mujer muy inteligente, trabajadora, luchadora, y elegante. Que su ejemplo y su literatura nos guíen…
Historia de una maestra (1990) es el inicio de una trilogía que se completa con Mujeres de negro (1994) y La fuerza del destino (1997). Tenemos la enorme suerte de que es una novela que se reedita con frecuencia y es especialmente conocida en el mundo docente.
Ana Sánchez es Politóloga, experta en género y madre de dos niños. Ha trabajado en gestión de proyectos sobre temas sociales y de desarrollo en organizaciones internacionales y consultoras. Le gusta leer novelas, viajar, hacer yoga y, cada vez más, huir de la ciudad para caminar en la naturaleza.
2 respuestas
Te ha faltado un cada una de nosotras.