Es mediodía en Madrid y las puertas del Teatro Pavón se abren para acoger el pase gráfico de Contracciones, obra protagonizada por Candela Peña y Pilar Castro; escrita por Mike Barlett, adaptada al teatro por Jorge Kent y dirigida, en esta versión, por Israel Solá. Mientras las cámaras entran, el director se asegura de que todo funciona a su alrededor. Con ganas, esperamos la aparición en el escenario de las actrices, que interpretan un par de las catorce escenas que completan esta obra.
Contracciones primero fue escrita para ser emitida en la radio y titulada Love contract. Después se estrenó en el Royal Court de Londres bajo el nombre de Contractions. Candela y Pilar suben al escenario a representarla hasta el próximo 19 de marzo, dando vida a Emma y a su jefa, respectivamente. La jefa —Pilar— entrevista a Emma, en el marco de una estricta política de empresa, para conocer los pormenores de una creciente relación sentimental de Emma —Candela— con otro empleado de la compañía. Como cuenta Israel Solá, “la obra nos sumerge en un universo que mezcla a la perfección los mundos de George Orwell, The office y Black Mirror. Una distopía laboral que, sin darnos cuenta, ha acabado por ocurrir en el presente. Una pieza con tintes de humor negro, de ese que nos hace ver cómo de jodidos estamos si no recordamos que somos ciudadanos con derechos y capacidad de decisión. Si no recordamos que no deberíamos estar dispuestos a todo por conservar un trabajo”. Esta obra explora ese cruce peligroso de fronteras que separa lo corporativo de lo íntimo y hace que nos cuestionemos hasta dónde la empresa tiene derecho a preguntarnos o invadirnos y, también, hasta dónde podemos defendernos sin que nuestro puesto peligre. Esta historia nos suena, ¿verdad?
Tras el pase gráfico pudimos triangular una conversación con Candela y Pilar sobre cómo la maternidad ha influido en su manera de trabajar. Ambas son madres: Pilar, de un hijo de 16 y Candela, de uno de 11 años. Además de las tablas, comparten amistad y vivencias. Y ganas de hablar, con honestidad y sin paños calientes, sobre sus experiencias en este terreno.
A colación de vuestros personajes en Contracciones, si ya es difícil que, en ocasiones, te traten con el debido respeto siendo una mujer en el ámbito empresarial, siendo madres y en vuestros entornos, ¿la cosa se complica?
Candela: El otro día estuve pensando en que, desde que fui madre, nunca más he vuelto a tener un trabajo en Madrid. Todo era rodar en Barcelona, en El Hierro, en Galicia… en cualquier sitio, menos en Madrid.
Pilar: Es muy complicado conciliar para nosotras. Aparte, hay teatros en este país que no te dejan tener a tu hijo en un camerino, algo alucinante. En casi todos los países de Europa, los teatros nacionales tienen guardería. Este año, por primera vez en mi vida, he estado en un rodaje, en Cerdita, en el que pusieron una guardería porque rodamos en verano y no teníamos dónde dejar a nuestros hijos.
C: Y porque la directora y la productora son mujeres.
P: Se empiezan a hacer este tipo de cosas: antes tenías que buscarte la vida. Tirabas de las abuelas, de los padres… es muy complicado. A nivel emocional es durísimo, porque, en cierto sentido, te hacen creer que eres mala madre por no estar presente.
¿Y la culpa?
C: Yo intento no trabajármela. No somos malas madres. Quiero educar a un señor que sepa que yo me dedico a lo que más me mueve en la vida. No quiero educarlo desde el victimismo, no me gusta y no lo quiero hacer. No siento culpa por ejercer mi profesión. Aprendo mucho de Pilar, que me lleva ventaja en esto. No queremos que fantaseen con que nuestros trabajos son algo extraño. Rodamos en Barcelona: allí vienen. Estrenamos, ahí están.
P: Mi hijo se ha criado en los teatros, en los rodajes. Cuando ha habido necesidad, ha tenido que estar ahí.
C: Su educación, lo que come, lo que necesita, sale del lomo de su madre, de donde su madre se lo trabaja. Qué menos que quiera eso, que lo acepte y lo respete. Yo fantaseaba con que no me saliese un hijo que quisiese una madre de sota-caballo-rey. A veces, yo le contesto que soy artista. Se lo dijo, quiero que sepa y que entienda que es mi vida.
Es bonito explicar que una se dedica a lo que se dedica, no solo por cubrir necesidades, sino por dedicarse a lo que una quiere.
C: Hay madres que juegan a ser la madre normal porque, cuando una es madre, te sale una vena conservadora, de esa madre que tiene que dar bien de comer a la manada. Chica, sí. Pero a veces yo le digo a mi hijo que no me apetece hacerle la bolsa del fútbol. Yo también quiero ver una serie. Le educo para que él me eche, también, un cable. Es un rollo ser madre. Imagínate cada día que te dirijan. Yo siempre lo traslado a mis cosas. Imagínate que el director me dice que esta escena empieza a la sentada y yo la empiezo de pie. Y al día siguiente, igual. Me pasa lo mismo con los dientes, con pedirle a mi hijo que, cada noche, se lave los dientes. ¡Es que no cala! Me aburre ser la mala siempre.
¿Qué es, para vosotras, lo mejor y lo peor de vuestras maternidades?
P: Tener a mi hijo es una maravilla. No deja de enseñarme cosas en todos los aspectos de mi vida. Lo más complicado es que, en mi caso, vengo de una educación arcaica sobre los estereotipos de la maternidad. Tengo que hacer mucha terapia para quitarme de encima los mandatos maternos y machistas que he tenido que soportar. Me cuesta mucho educar desde otro punto de vista, distinto a ese punto de vista desde el que yo fui educada.
C: Para mí, lo peor es cómo llegó la maternidad a mi vida, porque no fue algo escogido. Nunca me planteé ser madre, no era algo que me apeteciese ni que entrase en mis planes. Cómo surgió fue bastante complejo. Lo mejor es que no tengo ni idea de hacer de madre, pero he descubierto que la vida me ha puesto delante una persona fácil para el tipo de madre que soy.
P: Pero también habrás hecho algo para que tu hijo sea así, ¿no?
C: Fíjate: yo parí a mi hijo y no le quise amamantar. En ese momento, necesitaba distanciarme. Parí a las 7, me lo trajeron a las 8 y le metí un biberón. Le puse las dos manitas rodeándolo. Nunca le di el biberón: siempre se lo tomó solo. Mi hijo ha entendido a la madre que ha llegado.
P: Tú estabas en un momento terrible. El padre de Candela murió el día que ella salía de cuentas…
C: No hay que alimentar el mito de las buenas madres. Hay madres que son una mierda. Una madre es alguien fácilmente manipulable, igual que un hijo. Yo tengo que hacer terapia. Hay que dejar espacio para que ese ser sea lo que quiera ser. Mi hijo, desde bien pequeño, me ha dicho «así pensarás tú, yo pienso distinto». Hay que respetar las improntas de la gente porque, si no, una madre es fácilmente maleable: el sistema puede ir dirigiéndote.
P: Es un poco duro decir esto, pero venimos de madres para las que hemos sido cargas. Han trabajado mucho, han tenido muchos hijos y nos han vivido como cargas. Yo intento no repetir eso.
C: A mí me echaron de casa a los tres meses y volví a los 14. Mi madre no podía ocuparse de mí y delegó mi crianza. No he tenido una madre que me haya enseñado a ser una madre. Ahora me está echando un cable con la educación de mi hijo.
P: Ahora tu madre es tu madre. Es que pienso en mi madre y pienso que no pudo hacerlo mejor conmigo.
C: No digo que fuera voluntad de mi madre no criarme. Se vio inmersa en un negocio con mi padre que tenía que sacar adelante, y con esos 23 años y una niña de 3 meses, tuvo que pedir a su madre —mi abuela— que se ocupase de mí. Y es que mi abuela ya había parido 14 hijos… Creo que por eso yo siempre he sentido que molesto en todos sitios, menos en un rodaje. Siempre he sentido que era carga en todos los lados. Mi abuela crio a 14, de repente le dejaron a un bebé y debió pensar, «¡qué coñazo!». Me mandó con mi tía Agueda y mi tío Pepe. O con mi tía Mari. Siempre fui el pegotillo. Yo solo siento que no molesto en un set o en un escenario. Aparte, es que soy la hija de los dueños del bar de cine. También sentía que molestaba en el bar y, entonces, me metía en el cine. En vez de molestar a alguna de mis tías, me metía en el cine, a lo mío. Desde pequeña, he visto un montón de cosas que no eran propias para mi edad. En los bares vi cosas que sabía que una niña no tendría que haber vivido.
Las madres aprendemos mucho de las madres que nos precedieron. La madre de mi madre, insisto, con 14 hijos, iba delegando en sus hijas responsabilidades suyas como madre. Recuerdo que mi madre decía que la veía embarazada otra vez y se enfadaba, porque era otra vez una nueva carga parar ellas. Mi madre, al no verse respetada en su casa, al no tener lugar para hablar, se prometió a sí misma que, si tenía una hija, la dejaría opinar de todo. A mí mi madre nunca me sentó en la mesa de los niños. Nunca me dijo que me callase porque hablaban los mayores. Me animó siempre a hablar. Por eso me sorprende tanto que la sociedad no te deje hablar, que hablar suponga un problema. En mi casa siempre he tenido espacio para poder expresarme con libertad.
Vosotras habéis trabajado juntas y sois amigas desde hace mucho tiempo. ¿Cómo es volver a encontraros sobre las tablas de este teatro?
C: Trabajar juntas es lugar seguro. No es solo que seamos amigas: respeto muchísimo a Pilar como actriz, es una de las mejores actrices de este país. Esta función es una función muy compleja a nivel actoral, estamos las dos solas en el escenario. Muy segura tiene que estar ella de la que tiene enfrente y yo también, para saber que, en este barco, si naufragamos, caemos las dos.
P: Como nos ha pasado en anteriores ocasiones y hemos tenido que superar la tormenta y nadar hasta la orilla otra vez.
C: Eso nos ha pasado mucho en este proceso creativo. Se nos ha pinchado la barca, hemos naufragado, nos hemos puesto el chalequito… somos, un poco, las Titanic.
Contracciones explora la invasión creciente de las grandes compañías en la intimidad de sus empleados. Con hábil precisión se muestra a una mujer en un cargo de poder que entrevista a Emma, de la sección de ventas, acerca de su vida amorosa. Al principio, hay algo cómico en la definición legalista de la empresa de lo que constituye una relación romántica o sexual. Esto, sin embargo, se convierte en lascivia mórbida cuando la gerente exige detalles íntimos de la aventura de Emma con un colega, Darren.
Las campanas de alarma suenan cuando la relación se prolonga demasiado. El embarazo de Emma conduce a la separación forzada de Darren y la manipulación despiadada de todos los aspectos de su existencia.
A través de Emma se muestra cómo la actitud desafiante ante la injerencia corporativa da paso gradualmente al cumplimiento voluntario por parte de los empleados y cómo estos permiten cada vez más que las empresas se adueñan de ellos en cuerpo y alma.
La obra de teatro tendrá gira por toda España durante este 2023 y su próximo destino será Barcelona. Ahora se representa en el Teatro Pavón de Madrid hasta el 19 de marzo.
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