Madrid es una gran ciudad que presume de acogerte, pero que puede terminar escupiéndote. Madrid es un pretendido Broadway y su Gran Vía ya puede ser cualquier calle grande de cualquier ciudad. Madrid es ambivalencia pura, bocata de calamares y vanguardia literaria. Lo peor de Madrid es su centro; lo mejor de Madrid son sus barrios. Detrás de la Gran Vía, sobre todo en su margen derecha, todavía quedan reductos de autenticidad entre cafés filtrados, gastrobares y tiendas de segunda mano a precio de Barrio de Salamanca. Cuando el barrio se recupera para sus vecinos, tras el huracán turístico —convenientemente alentado por las políticas públicas— que, cada vez más, arrasa con todo lo que encuentra dentro de la almendra de la M30, todavía es posible pasear por las calles y encontrarte a las mujeres y hombres que hacen del barrio un lugar mejor. Laura Fernández es una de esas personas. Castiza como un chotis y rockera como una buena cazadora de cuero negra, lo mismo puedes pensar que es familia lejana de Frida Kahlo que de Olga Ramos. Con una personalidad arrolladora en la paz que transmite, desde su Verbena Bar está haciendo historia de Malasaña. Y lo hace al cargo de un negocio propio y también, poniéndose el mundo por montera, como madre soltera por elección de Manolo, un pequeño personaje de seis años que la acompaña en todas sus aventuras.
¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Y después? ¿Sufrió cambios significativos?
Soy propietaria de un bar-restaurante, ¡imagínate! Obviamente, mi vida profesional ha cambiado una barbaridad. Antes realizaba un turno físico de 40 horas (y las que surjan), más todo el trabajo de administración y gestión que realizaba en mi casa a ratitos. Cuando nació Manolo y después de una baja que nada tuvo que ver con la que pueda tener un trabajador por cuenta ajena, decidí cambiar la estructura del negocio y el ritmo laboral porque veía la que se me venía encima. Quería asegurarme el poder conciliar y disfrutar de una buena crianza. Me considero tremendamente afortunada por haberlo conseguido.
¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?
Siempre digo que ser madre es lo mejor que he hecho en mi vida. Es la aventura de las aventuras. A ver, estás hablando con una disfrutona de la maternidad que no suele ver las cosas “malas” más allá de que son procesos que hay que pasar. Hemos venido a jugar, ¿no? También es cierto que no he tenido que enfrentarme a depresiones postparto o lactancias infernales. Por suerte, casi todo me resultó bastante fácil… o es que veía la “teta medio llena”.
Desde el punto de vista del ser humano que soy creo que lo mejor es sentir cómo te enriquece como persona. Tal vez puede parecer egoísta verlo como un beneficio propio, ¡pero es que lo es! Y es maravilloso poder sacar tajada, porque luego hay cosas durísimas: noches sin dormir, cero independencia… Y como madre es alucinante ver como ese ser que tejieron tus entrañas sin hacer tú mucho más que respirar y comer se convierte en una personita.
Lo peor… Por una parte, la pérdida de identidad. Eso de que ya no eres la que eras, pero tampoco te reconoces en la que eres ahora. Eso se tarda muchísimo en recuperar —yo apenas lo estoy haciendo ahora— aunque también puede ser muy guay esa reinvención. Y por otra, te diría que el miedo que vas a tener ya forever de todo lo que escapa a tu control que le puede pasar a él… ¡O a ti! Incluido el pánico absoluto de si se torcieran las cosas y no pudieras ocuparte de él. Sé que puede sonar un poco tremendista, pero coincido con muchísimas madres en esto. Es como si parieras un hijo, sus preocupaciones y tus hipocondrias.
Decidiste ser madre soltera. ¿Cómo es tu historia de maternidad? ¿Qué ha sido lo más satisfactorio y lo más duro en estos años de crianza en solitario? ¿Has encontrado a tu tribu?
Siempre tuve muy claro que quería ser madre. De hecho me hubiera gustado serlo más joven, pero la sucesión constante de parejas equivocadas y el paso de los años me llevaron a ponerme un deadline. La gente dice que soy muy valiente, pero para mí lo valiente era seguir esperando. Yo soy de acción. No voy a negar que a veces ha sido y es, duro y puedes sentirte un poco sola ante los retos diarios que las rutinas de la maternidad te ponen por delante, incluida la toma de decisiones unilateral, pero en líneas generales no he sentido nunca la ausencia de una pareja ni en el sentido emocional ni en el logístico. Tengo la suerte de haber ido cocinando a fuego lento una tribu maravillosa de la que puedo tirar cuando lo necesito (y ella de mí, obvio): mi familia y esas amigas-vecinas que también lo acaban siendo. Me parece muy bonito como las mujeres que están solas por la circunstancia que sea generan tejido social y comunidad a través de los hijos.
¿Cuál es la historia detrás de Verbena?
Verbena Bar es mi primer hijo, en realidad. Nació mezcla del hastío del mundo de la moda del que salí escaldada tras 12 años de trapos y mucha tontería, y la herencia hostelera familiar. La idea era crear un sitio bonito, familiar —un ho-bar, como digo yo— donde la gente se sintiera como en casa y que tuviera reminiscencias de nuestro casticismo mezclado con cierta modernidad y un toque kitsch. ¡Metimos todo eso en la coctelera y casi llevamos 10 años ya! Y aunque la hostelería también se rige por las modas, creo que acercarnos a los clásicos nos ha hecho casi, casi convertirnos en uno de ellos. ¡Ojalá sea así!
¿Qué es lo más complejo a la hora de emprender? ¿Recomendarías el emprendimiento?
Emprender es una cosa muy bonita pero muy complicada también, tanto o más que la maternidad, pero infinitamente más ingrata. Lo más complicado es la inestabilidad; hasta que arranca, y que no siempre se ve retribuido tantísimo tiempo y esfuerzo económicamente hablando. Pero también tiene una parte preciosa que es ver un proyecto propio nacer y crecer, y sentir que eres un poco más dueño de tu vida.
Al final, la madresoltería y el emprendimiento son dos cosas bastante parecidas. Ambas cuentan con alegrías y sinsabores, pero merecen la pena una barbaridad. Y por supuesto que desde aquí animo a todas las mujeres que se estén pensando cualquiera de las dos cosas. La primera porque, si de verdad quieres ser madre, infinitamente mejor sola que mal acompañada, y la segunda porque hay que apostar por la vida que uno sueña. Solo, y ojo que ya es muchísimo, hace falta tener un buen plan, paciencia y muchas ganas.