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MARÍA MILAGROS SOMOS TODAS

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Cuenta la actriz Miluka Suriñach en María Milagros que su bisabuela Nicanora, embarazada de ocho meses, fue mordida por un perro. Este hecho provocó un parto prematuro en el que descubrió que tenía cuatro hijas en su vientre. Dos de ellas nacieron muertas, la tercera no se había formado y la cuarta nació viva y fue llamada María Milagros por razones obvias. La abuela María Milagros tuvo una hija a la que llamó María Milagros. La hija María Milagros tuvo a otra hija, la actual María Milagros. Pero esta María Milagros, nacida en Sevilla en 1981, decidió llamarse Miluka y decidió, también, que su hija se llamase Ona.

La antigua María Milagros y nueva Miluka quería ser actriz, pero también estudió Derecho. Se fue a vivir a Barcelona, pero acabó en Madrid, en un piso de Carabanchel, lamentándose en su cocina de lo mal que le había tratado la vida: no le gustaba su nombre, se había separado de su pareja, se perdía la mitad del tiempo de su hijo pequeño tras la separación, volvía a quedarse embarazada en una nueva relación sentimental y, en el camino, se perdía. Dejaba de recordar quién era, lo que imaginaba para su vida y hasta de dónde venía. Para encontrarse, decidió echar a vista atrás y empezó a buscarse sobre las tablas del escenario. Así llegó en 2021 su obra autobiográfica María MilagrosDos años después, María Milagros nos espera bajo un palio que, en ocasiones, hace las veces de cocina, entre el humo y el olor del incienso, llorando desconsolada y llamando a su madre.

Debo reconocer que ese desgarrador “mamá, mamá” me partió el corazón nada más entrar. Hasta dudé de si sería capaz de seguir mirando, pues mientras miraba a Miluka llorando y gritando, me veía a mí misma haciendo lo propio ante la pérdida de mi madre. Miluka nos montó en una montaña rusa con pocos valles y muchas cuestas. Fue muy fácil empatizar con una madre separada que no ve a su hijo tanto como desearía, con un nuevo bebé en brazos, lejos de su madre y de la vida que había soñado para sí misma. María Milagros es risa y es llanto. Es Britney Spears y es La Macarena. Es Miluka y eres tú y soy yo y somos todas. Porque, aunque no te llames María Milagros, ni hayas nacido en Sevilla, ni tengas dos hijos de dos padres distintos, ni nadie te haya pedido matrimonio; si no te encuentras a uno de los asesinos de las niñas de Alcàsser paseando por tu barrio mientras bajas al perro o no se te descuelga la piel de los brazos, empatizarás con la mujer que busca explicarse y recomponerse porque es imposible no hacerlo aunque te duela. Es imposible no sentirse reconocida en esa mujer que se baja el sujetador y se observa los pechos desnudos. Qué valentía la de Miluka, que enseña sin pudor esas tan reconocibles tetas de madre que ha amamantado. Quién no ha sido María Milagros frente al espejo mirándose esas tetas que antes eran pechos turgentes, haciendo el gesto de subírselas con un dedo hacia los hombros, esperando el milagro de que no se caigan por efecto de la gravedad. Quién.

¿Qué edad tienen tus hijos? 

Leo tiene siete años y Ona tiene tres años y medio.

¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?

Lo mejor de la maternidad es conocer el amor incondicional. Lo peor de la maternidad es el miedo a perderlos, ese miedo que no deseas ni compartir ni verbalizar, ese miedo que incluso me hace no querer compartirlo en esta entrevista. Cuando Leo tenía un año y medio llegó a casa con la cabeza un poco doblada, fuimos a urgencias y después de 4 horas y muchos reconocimientos de neurólogos y neurólogas nos dijeron que podía tener un tumor cerebral. Recuerdo como en un segundo, todo mi mundo se detuvo. Finalmente no fue más que un ganglio.  Yo lloraba cada día cantándole “Como yo te amo” de Rocío Jurado. Los tres meses que viví hasta que el neurólogo nos dio el alta definitiva fueron inexplicables.

¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Y después? ¿Sufrió cambios significativos?

Antes de ser madre viajaba más, terminaba mi trabajo remunerado más tarde, no tenía tan presente el impacto de las cosas que hacía y sentía que tenía más prioridades. Después de la maternidad, fui viajando menos, mis prioridades se definieron radicalmente y fui cumpliendo en la medida de lo (im)posible mi jornada laboral de ocho horas.

La maternidad me abrió en dos y tanto Leo como Ona han sido las fuentes de inspiración más grandes que nunca he tenido en mi trabajo como actriz. Durante la búsqueda del primer embarazo sentí una necesidad imperante de contar desde el teatro aquello que nadie me había contado de la maternidad. Viajando a los infiernos en mi historia personal al no quedarme embarazada y lamiendo las heridas de mis miedos al quedarme embarazada y sentir pánico a perderlo. Fue junto a Carlos Martín-Peñasco (Director y codramaturgo de María Milagros y Alumbrar) que creamos el primer solo autobiográfico, Alumbrar, una obra efímera que acabaría el día que Leo le diera al Play, o sea, el día que juntos dimos a luz. En mi segundo embarazo, en el posparto de Ona, en plena crisis de identidad y depresión posparto nació María Milagros, la historia de un viaje entre dos nombres (un solo teatral autobiográfico). Una vez más, fue el teatro lo que me ayudó a salir de la depresión posparto y a encontrarme.

¿Cuál es el germen de María Milagros?

Una mezcla entre el dolor que yo sentía y siento al escuchar el ruido de las ruedas que hace la maleta de mi hijo Leo, cuando no me toca en el calendario y se va con su padre y, las lágrimas que brotaban por mi cara, como las de la Esperanza de la Macarena, cuando estaba en pleno posparto de Ona, sin saber quién era y dónde me había perdido.

Por esta obra desfilan las niñas de Alcásser, Britney Spears o La Macarena. ¿Cómo elegiste a tus cómplices en este relato? 

Yo siento que ellas me han acompañado a lo largo de mi vida. Cada una de las mujeres que salen en María Milagros han nutrido la persona que hoy soy. Por ejemplo, en tercero de EGB, con diez años, cuando nos mandaron en clase de Lengua escribir una obra de teatro, escribí una obra sobre el rapto, la violación y el asesinato de las niñas de Alcàsser (Míriam, Toñi y Desirée). Mi profesor Don Carlos llamó a mis padres para decirles que se tomaran en serio mi carrera como actriz que valía mucho. Así que gracias al impulso de Don Carlos, tres años más tarde de esa obra, empecé con mis trece años a estudiar teatro. Y en cuanto a La Macarena, es la Virgen más querida en mi familia. Mi abuelo Luis murió con el cuadro de La Macarena en su cuarto, mi madre siente algo muy especial por La Macarena y la recuerdo desde bien pequeña hablándome de ella. En mi caso, me he hecho Macarena desde que la he sentido en el propio escenario, es un amor inexplicable, ¡al cielo con ella! El dolor de Britney es el dolor de muchas, ella es el reflejo del daño que hace el patriarcado a todo el mundo incluso a la Princesa del Pop. Britney es el dolor de una madre a la que le arrebatan la custodia de sus hijos y le quitan la suya propia. El otro día vi una entrevista que me partió en dos, de una mujer afgana que se llama Kadhija Amin que consiguió divorciarse de su marido y directamente perdió la custodia de sus dos hijos. Las mujeres afganas no cuentan con ningún papel que reconozca que son madres de sus hijos, ni en el propio hospital aparecen como las madres, así las someten al marido para que no se separen. Ella al separarse ya no los ha vuelto a abrazar nunca. Si me estás leyendo, Kadhija Amin, que sepas que estoy deseando abrazarte.

Tu obra habla sobre la pérdida de identidad que sufrimos muchas mujeres cuando nos sumergimos en la maternidad. ¿Cómo has asumido esa pérdida? ¿Cómo te has sentido? ¿Cómo es tu nueva identidad?

La pérdida de la identidad a día de hoy la asumo con deportividad y cierta gracia que ya es mucho decir. Me pilló desprevenida en mi segundo embarazo, con mi primer hijo Leo, no me pasó y de repente con Ona la casa se me caía a pedazos. Se me unió a la pandemia y a la custodia compartida de Leo. Me sentía muy culpable por no darle a Leo una familia normativa. Leo sufrió mucho en los comienzos de la separación, en ir de casa en casa, y yo con él.  Mi nueva identidad ha llegado a través de María Milagros, he hecho un viaje psicotrópico con la obra, he ido hasta mi bisabuela Nicanora, para entender de dónde vengo y quién soy. He abrazado muchas de mis heridas, he mirado de frente a las tres hermanas muertas de mi abuela, en su propio parto, la primera María Milagros. También he visitado una y otra vez mis cárceles, las cuales guardaba en silencio, así como lugares recónditos para no escucharlas ni atenderlas. Me he metido en el barro hasta llegar a mi cocina en Carabanchel donde el dolor que sentía dentro de ella hizo que naciera María Milagros y brotara una identidad mía que se da permiso a vivir su propia verdad. Mi nueva identidad me gusta incluso más que la de antes de haberme perdido. Ya no soy Disney, soy más coherente con la persona que vino a este mundo, con Miluka. Me siento más libre. Haber ido a mis cadenas, a las cadenas de tantas mujeres de mi linaje y a las mujeres de mi vida me ha liberado. Ir a la sombra de la sombra es la única manera de llegar a la luz de la luz.

¿Qué planes de futuro tienes con la obra o con otras producciones?

Mis planes con la obra son llevarla a Sevilla, a Galicia y a todos los rincones del mundo para compartir que todas somos María Milagros. María Milagros es un canto al perdón. ¡Vente!

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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