ANNE.- ¿Qué quieres parir?
SYLVIA.- Qué va a ser, un bebé.
ANNE.- Se nota que no tienes hijos.
SYLVIA.- Ted y yo lo estamos intentando.
ANNE.- Eso es… ¡Inténtalo mucho! Es lo más divertido. Yo hubiera preferido dar a luz el poema perfecto.
SYLVIA.- Por qué ¿no quieres a tus hijas?
ANNE.- Nos queremos, sí.
SYLVIA.- ¿Y no se pueden tener ambas cosas?
ANNE.- Creo que engendrar un poema duele menos. Se gesta igual que un niño, con el mismo deseo e ignorancia. Te crece dentro, como un hongo, mientras le asignas los nombres. Le vas cediendo espacio y aprendes a amarlo hasta que llegada su hora, se abre camino en tu carne sin pudor.
-¡Empuja, empuja Anne!- gritas, furiosa. Estremecida, buscas quien traiga consigo el alivio. Y no hay nadie. La mano sola repta por la cama tecleando sílabas. Acabas por descubrir que es una pugna con tu útero, un diálogo sordo entre lo lleno y lo vacío. ¿Ves alguna diferencia con escribir?
SYLVIA.- El poema nace muerto.
ANNE.- O más vivo que tú y que yo. Piénsalo, Sylvia, le estás regalando una oportunidad. El hijo se muere, los buenos textos no. Tú misma te sabes de memoria medio Yeats y quién se acuerda de sus hijos, si los tuvo.
SYLVIA.- ¿Y parir un niño y un poema perfecto?
ANNE.- No sé si nos caben ambos en el mismo cuerpo. A lo mejor en ti sí. Yo salgo de clase desquiciada por cruzar esta puerta y engullir kilos de basura.
Anne es Anne Sexton y Sylvia es Sylvia Plath en esta escena de El techo de cristal. Anne & Sylvia (Ediciones Antígona) de la dramaturga Laura Rubio Galletero. Laura es licenciada en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid, titulada en Dramaturgia por RESAD y con formación académica en estudios de género, danza y artes performativas. Madre de Gael, de dos años, también ejerce, como ella cuenta, de “madre postiza del hijo de mi pareja que, aunque ya sea mayor de edad, conozco desde niño, y con el que he ido haciendo prácticas de maternazgo durante estos años”. En El techo de cristal se encuentran dos mujeres bebiendo en la barra de un bar. Piden un Martini tras otro. Discuten sobre el sacrificio y el poder de la palabra, sobre el suicidio y el amor. Hemos hablado con Laura sobre su obra y su maternidad, sobre el papel y la posición de la mujer en las artes escénicas. Spoiler: las mujeres y las madres seguimos infrarrepresentadas.
¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?
La maternidad me ha traído la libertad y la condena a la vez. No puedo obviar el cansancio extremo, el exceso de responsabilidad y la sensación de culpa permanente que bien conocemos todas las mujeres cuando queremos adecuarnos a un modelo de maternidad irreal. Eso sería la condena que limita a la persona que un día soñó con ser madre, pero a la vez también la ha transformado en un ser humano más fuerte. He ahí la libertad, la maternidad me ha enseñado que nada es a futuro y que la vivencia presente de cada instante es lo único real, como si fuera un ejercicio Zen. He aprendido a reírme de las situaciones caóticas que conlleva criar y a quitarme gravedad cuando me pongo intensa, y suele ser a menudo, mientras me rebozo por el suelo del parque.
¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Y después? ¿Sufrió cambios significativos?
Llevo trabajando en el ámbito artístico desde hace décadas, oficio vocacional que combino con la docencia en artes escénicas y escritura. Son dos sectores muy exigentes que no conocen de horarios ni de límites. Son dos empleos en los que, aunque inviertas toda tu energía, siempre necesitan más a pesar de tener un nivel muy elevado de precarización, lo que te obliga a asumir proyectos grandes, pequeños, mal pagados y peor pagados. Antes de ser madre podía atender esta demanda a cualquier hora, podía trabajar de lunes a domingo, de día o de noche, en festivos y vacaciones. Mi trabajo ha cambiado de forma radical desde que soy madre, ya no solo porque no puedo dedicarle todo el tiempo que necesita, sino porque me exige una planificación exhaustiva para maximizar el tiempo del que dispongo, y que muchas veces no es real, porque surgen todo tipo de imprevistos como virus de guardería, toses, fiebres…
Aparte, he sido madre pandémica lo que, por una parte, me ha permitido invertir más tiempo en mi familia pero, por otra, ha arrasado el sistema cultural del que formaba parte. Estamos asistiendo a una destrucción de la cultura tal y como la conocíamos, y las personas con poder no se están haciendo cargo de ello. No me refiero solo a nuestros gobernantes, hablo también de los cargos intermedios que aún adeudan muchos compromisos prepandémicos y para quienes sus principios pasan más por las acciones cosméticas (cumplir justitos con las cuotas, hablar de políticas culturales sin hacer un estudio de qué necesita cada sector) que por un interés real en poner soluciones. Las mujeres como yo, que han estado sobreviviendo a base de mucho trabajo, y sin dejar de formarse, ahora se encuentran en una tesitura muy complicada, la invisibilidad. Nos hemos quedado fuera por tres motivos: la edad (los discursos de las mujeres de más de cuarenta no le importan a nadie), por género (las mujeres seguimos siendo parte de la otredad, aun siendo la mitad de la población) y por madre (no te llaman porque tu disponibilidad es menor, porque lo negocias más todo…). Así que sí, la maternidad ha cambiado mi manera de trabajar, pero también la esencia misma de mi trabajo. Ya no escribo igual, ni de lo mismo que antes.
Tu tesis doctoral se basa en la maternidad en las obras escénicas de autoras españolas de estos últimos años. ¿Cómo se ha representado en nuestro teatro la maternidad?
Parte de la revolución vital que trajo consigo la maternidad se ha canalizado en el arranque de los estudios de Doctorado. Llevaba décadas planteándome empezar una tesis pero no encontraba el tema de investigación. No es un asunto sencillo de decidir porque por muy bien que se dé el proceso va a acompañarte unos cinco años a tiempo completo. El verano pasado pensaba en los cambios que me había traído la maternidad y hacia dónde iba a enfocarme. Me estaba planificando el año y me di cuenta de que echaba de menos volver a estudiar de forma continuada y no solo en talleres o formándome yo como formadora. Entonces me pregunté cuáles son los vacíos de representación que como consumidora de cultura, creadora y pensadora echo en falta en el teatro, y llegué a dos: el sentido crítico feminista y la maternidad no normativa. Decidí unirlas y solicité el acceso a los estudios de Doctorado del Instituto de Investigaciones Feministas que depende de la Universidad Complutense, con la buena fortuna de que aceptaron mi proyecto de entre muchos otros.
Estamos viendo una avalancha de ficciones literarias y audiovisuales sobre maternidad en la última década, esto responde, creo, a varios factores: la cristalización de los avances feministas teóricos y prácticos de nuestras madres (y que es tan fácil que nos arrebaten), las irrupción de nuevas generaciones de mujeres con un bagaje intelectual y activista mucho mayor, y por supuesto, la guerra abierta entre el modelo normativo de maternidad y la posibilidad de maternar de otras formas. La maternidad ha estado infrarepresentada en las Artes Escénicas, desde la Grecia Clásica a la actualidad. Si pensamos en los modelos de madres que perviven hasta nuestros días podemos resumirlos en dos, con sus variaciones más o menos acentuadas: la madre sufridora (o la mujer que quiere ser madre, véase Yerma) y la madre diabólica (como Medea). El resto de madres apenas importan. Son figuras secundarias que cumplen un rol de relleno. No hay madres en el Siglo de Oro, el Siglo patriarcal por excelencia, ni madres en el Romanticismo que no alcahueteen.
Y es lógico: el sistema patriarcal del que todas formamos parte, ha necesitado fomentar un modelo de mujer en función de madre que sostenga la unidad burguesa por excelencia: la familia. Unidad básica de producción y de consumo que incluso a día de hoy (modificando modelos de familia pero incluyéndolos) sigue siendo necesaria para el sistema neoliberal. Este modelo aparca el desarrollo personal (ojo, escribo personal y no individual, porque la trampa del capitalismo es generar individuos voraces, en vez de redes de apoyo) de las mujeres para que se entreguen a los cuidados (no remunerados y no reconocidos) y los integren sin dejar de producir en el mundo exterior.
Por suerte, en el teatro anglosajón se han empezado a escribir otros personajes femeninos desde los 70 del pasado siglo, producto sin duda de la influencia de los movimientos sociales que cambiaron el mundo. En Latinoamérica se percibe a día de hoy una fuerza similar que lleva transformando el Arte, y el Teatro desde los 80. Entre esos modelos de mujer también se proponen otras maneras de ejercer la maternidad, o de no ejercerla de forma consciente que aparecen en las ficciones.
En España el ritmo de creación es más lento por nuestras barreras históricas, que aún nos lastran, la reticencia al movimiento feminista que no ha permeado bien en todas las capas sociales y el peso moral de la educación católica que asoma por todas partes. Esto no significa que no se esté escribiendo, estrenando y publicando teatro con otros modelos. Desde el inicio de esta investigación he descubierto la obra de multitud de autoras de todas las comunidades autónomas cuestionando y proponiendo otras maternidades. No es que se genere teatro sobre maternidad en nuestro país, es que no interesa que se conozca. No hablo de una conspiración, simplemente con no apoyar ni con financiación, programación o difusión estas obras corren el riesgo de morir en un cajón o de estrenarse en malas condiciones.
¿Cómo y por qué decidiste este tema para tu investigación?
Decidí este tema por compromiso político. Hacer teatro lo es por sí mismo, porque el teatro es el arte político (de encuentro con los y las otras) por excelencia. Como autora que ha escrito sobre maternidad en todas sus obras, descubro que siempre que estoy inmersa en un proceso de creación me pregunto: ¿Este tema le interesará a alguien? Y siempre me temo que como mujer que escribe habrá un amplio sector del público que pensará que en mis textos abordo “temas de chicas” (sean cuales sean esos temas) y que no pondrá interés en ello. Esta idea me revuelve y me empuja a fraguar nuevos cimientos donde todas podamos estar representadas, y donde podamos hablar como la misma libertad de la lactancia que de la guerra. Este proceso de investigación reúne teoría y práctica, porque no solo voy a elaborar un canon con títulos y nombres de autoras, sino que pretendo incluir un análisis feminista de algunos de los títulos más significativos, un estudio del impacto que esas obras han generado en público y crítica, y lo más importante, recoger el testimonio de algunas autoras sobre su proceso creativo a partir de la maternidad y qué ha supuesto en sus trayectorias. Quiero introducir en el discurso de la Academia, como se introdujo en su momento la noción de genio masculino, a la creadora que es madre. Todo un reto porque esta Academia no se caracteriza por su flexibilidad.
¿Cómo se relacionan dramaturgia y maternidad?
La dramaturgia es el arte de generar mundos con la palabra, el silencio, la imagen y el sonido. Una dramaturga no solo escribe un texto literario, sino que compone una partitura de emociones a partir de los lenguajes que elija con una premisa de base, deben generar teatralidad. La dramaturgia como columna vertebral del Teatro tiene algo mágico, y es la interacción directa con el público. Aun cuando un texto no haya sido estrenado se escribe pensando en el público, no en la biblioteca, por eso contiene la rara virtud cuando está escrita en sintonía con el mundo, de ser concreta y universal a la vez. Las mujeres que maternamos hacemos dramaturgia con nuestras condiciones de vida. Componemos un lenguaje complejo con lo que decimos y con lo que callamos, con los personajes ausentes y los antagonistas de nuestra vida diaria. Somos creadoras de mundos más allá de nuestro útero. Por eso, la dramaturgia en manos de las autoras teatrales es tan contundente y subversiva, por eso incomoda tanto al público que se sienta en la butaca para que le complazcan y se encuentra con una ruptura de lo convencional. El teatro es una flecha que una persona lanza a otra en presente absoluto y de la que no puede escapar.
¿Qué es Señora Rojo y qué proyectos tenéis entre manos?
Señora_Rojo es una productora de Artes Escénicas que mi pareja y yo fundamos en 2019. Ambos llevamos tanto tiempo en el sector que no hay día que no pensemos en dejarlo. Él, Pablo Huetos, como intérprete, productor y distribuidor con su otra compañía Teatro de Fondo con la que acaba de cumplir veinte años de carrera y yo, como dramaturga en compañías independientes de todo el país. Decidimos formar una productora para salvarnos de la desesperanza y con la que empujar aquellos proyectos que exploren temáticas controvertidas, o que echamos en falta en la programación habitual. Arrancamos con un texto mío titulado En tránsito, un texto escrito en 2015 (a pesar de que el tema parece haberse puesto de moda hoy) sobre la difícil situación de los menores trans y las dificultades de comunicación con sus familias. Si la adolescencia es complicada no quiero ni imaginarme cómo es en una situación tan delicada en la que hay que tomar decisiones que ponen en juego la salud de nuestros hijos e hijas a pesar de que sea lo que necesitan. En tránsito explora los vínculos familiares en situaciones de crisis, y también los modelos de feminidad y de transexualidad de los que disponen nuestra juventud en esta sociedad, y que no son positivos para nadie.
Estrenamos la obra en plena pandemia y durante mi postparto. Me pasé los descansos del período de ensayos sacándome leche, mientras el resto del equipo desayunaba en el bar. Así que, cuando estrenamos, me estrené yo en el mundo de algún modo. Y la obra funcionó muy bien a pesar de que abra varios debates de difícil respuesta. No pretendemos, ni como autora ni como productora, que ese debate se resuelva en escena sino que nos llevemos la duda a nuestra casa, porque la duda nos hacer pensar y fomenta el diálogo con los demás.
La obra ha estado en gira nacional durante 2021 y parte de 2022. Hemos tenido la suerte de llegar a Finalistas de los Premios Max en la categoría de Espectáculo Revelación, lo cual es casi un milagro con una productora pequeña y siendo nuestro primer espectáculo con nuestra firma conjunta. Confiamos en retomar la gira 2022- 2023 mientras ya estamos ideando una nueva producción para la siguiente temporada. Será un unipersonal sobre un tema urgente, la masculinidad patriarcal, que titularemos Homo ausente. Este futuro espectáculo parte de la necesidad de cuestionar los modelos de masculinidad normativa que tenemos interiorizados y con los que algunos hombres no se sienten bien (yo diría que ninguno, pero hay algunos que se sienten duramente agredidos y fuera de lugar) pero no saben hacia dónde encaminarse. Ahora está muy de moda hablar de “nuevas masculinidades” pero, ¿cómo podemos hablar de nuevos modelos si no somos capaces de desmontar el que nos está matando? No deja de tratarse de una etiqueta comercial que encubre lo de siempre, es como cambiarle el collar al mismo perro. En esto estamos ahora, en pleno proceso de documentación y armando un taller documental para que hombres reales co-creen con nosotras este espectáculo.
Un comentario
Laura, me gusta y comparto tu visión del mundo, relaciones humanas, laborales, creativas, etc.
Gracias.
Adelante con tus proyectos, ánimo!!!
Si te sirvo para algo, me tienes.