Hay un fenómeno que llevo observando en los últimos años; al principio, no conseguía darle forma y ahora que ya la ha cogido, ¡me encanta! Tiene algo que ver con eso que describí en Las irresponsables ilustradas, pero va más allá. En su día, me di cuenta de que tengo numerosas amigas que, a veces, en las consultas —de ginecología o pediatría— se sienten tratadas como ignorantes, con el pequeño detalle de que puede que hasta tengan un máster sobre el tema —no es una forma de hablar, lo digo literalmente—, y ahora veo que nos hemos atrevido a dar todavía un paso más. Nuestras predecesoras aprendieron a leer a escondidas —cuando lo tenían, también literalmente, prohibido—; se atrevieron a cuidar el parto y el nacimiento como un ámbito privado de las mujeres —hasta que empezaron a quemarlas en la hoguera, acusándolas de almacenar un conocimiento que debía ser, cuanto menos, demoniaco—; se lanzaron a querer estudiar en las universidades —cuando era un espacio exclusivo para los hombres; exigieron poder votar, que las dejaran comprarse una casa sin que tuviera que firmar su autorización un hombre o tomar sus propias decisiones —¿qué atrevidas, verdad?—. Ahora, nosotras vamos y damos un paso más. Nos convertimos en madres y no solo nos da por querer saber más sobre qué nos está pasando, ¡sino que también lo convertimos en nuestro ámbito de trabajo! Cómo somos, ¿eh? Con lo bien que estábamos calladitas…
El día en que caí en la cuenta —porque esto no es algo obvio, no te creas, hace falta poner algo de luz para hacerlo explícito— estaba leyendo la tesis doctoral de Virginia Murialdo. Hacía tantos años que no leía una tesis doctoral con tantas ganas… Esta mujer, a quien aún no tengo el placer de conocer personalmente, pero espero que ocurra pronto, es Doctora en Antropología y Sociología; ha escrito no solo sobre parto, sino sobre su proceso personal para acercarse a este tema. Leyéndola pude entender bastante de mi propio camino y de que este, como desvelaré aquí —por si alguien más no se había dado cuenta—, es el mismo que están transitando otras muchas mujeres.
“A lo largo del proceso de gestación me vi inmersa en un trabajo de campo personal que desarrollé con el objetivo de tener un parto respetado”, cuenta Virginia. ¡Vaya! ¿Un trabajo de campo sobre nuestra propia experiencia? Que resulta que ahora nos va a dar por aplicar los conocimientos adquiridos a nuestra propia vida… Pues sí, eso es. Yo había estado dos años analizando mi proceso de embarazo y parto, estudiando cada pequeño detalle a nivel emocional, conductual y de toma de decisiones —que es para lo que yo estaba formada—, no porque fuera una cabezona, ¡sino porque sabía hacerlo y casi nadie lo había hecho antes! Así me he ido dando cuenta de que podría aplicar mis conocimientos en otras áreas —análisis de conflicto, gestión emocional, reparación del daño o violencia de género— al área de la maternidad, donde nadie parecía haber pensado, hasta ahora, que pudiera hacerse algo así. ¿Estudiar la maternidad? ¿Para qué? Eso es algo que ocurre y ya está, debía ser lo que todas andábamos pensando.
Con tanto esfuerzo como el que costó a mis padres poder darme unos estudios superiores, ¿cómo no voy a usarlos en algo que realmente me parece básico y necesario? Como decía, por suerte esto no es algo que solo nos haya pasado a Virginia y a mí, sino a muchas, muchas, muchas más. Así, viendo un vídeo por casualidad, escucho a Mónica Felipe, abogada y experta en género y salud —a quien tampoco tengo el gusto de conocer— quien un día se preguntó algo así como: “si yo soy abogada y conozco cuáles son mis derechos, ¿cómo se pueden estar incumpliendo así?”, refiriéndose a su experiencia de parto. Tiempo después, tuve el placer de contactar con una trabajadora social, Isabel Ardil, que, de repente, tras ser madre, decidió redirigir su trayectoria profesional hacia lo perinatal, donde también era posible aplicar todos sus conocimientos como Agente de Igualdad. Y así podría estar enumerando más y más casos, porque parece ser que somos unas cuantas las que nos hemos vuelto locas, dándonos por formarnos como doulas, asesoras de lactancia, fundando revistas especializadas en maternidad real y un sinfín de cosas más, y no entendiendo por qué no se está dando a estos temas todo el espacio que se merecen, con la relevancia que tienen.
Nombrar aquí a todas las que hemos hecho este camino es imposible, pero quizás sí sea necesario hacerlo con las revolucionarias, aquellas a las que les dio por andar removiendo todo esto, cuando nadie quería reconocer que el rey iba desnudo. Aquí cada cual puede que tenga las suyas propias, pero las mías fueron Isabel Fernández del Castillo, Ibone Olza y Francisca Fernández Guillén. Porque, ¿qué es eso de fundar una asociación para mejorar la atención al parto, con lo bien que se atiende ya? ¿Qué es eso de montar formaciones especializadas sobre salud mental perinatal, con todo lo que ya se habla de ello? ¿Qué es eso de llevar ante la ONU los casos no reconocidos por la justicia en España, como si fuéramos unas chivatas? Pero cómo andáis quejándoos tanto… ¿Acaso no sabéis que los trapos sucios se lavan en casa? Pues eso, que nos ha dado por desviar nuestros conocimientos previos hacia esa área que parecía que no se podía tocar: la maternidad.
Y no sé si a vosotras os pasa igual que a mí, pero es increíble como, cuando me intereso por un tema, me aparecen caídos del cielo textos relacionados. El caso es que el otro día leí a Ibone Olza explicándolo claramente, al decir que “la creciente presencia de mujeres profesionales e investigadoras en este ámbito nos permite seguir reelaborando los datos, incorporando lecturas”. Si la ciencia hasta ahora no había puesto el foco en todo esto, ¡es porque las madres no estábamos ahí para señalarlo! Nuestras abuelas no pudieron aprender a leer, pero se empeñaron en que sus hijas fueran a la escuela; nuestras madres no tuvieron formación especializada, pero se empeñaron en que nosotras sí pudiéramos tenerla. Así que, gracias abuelas y madres, porque la estamos liando buena, y a saber qué harán vuestras nietas. Dicho esto, queridas, pues a seguir reelaborando los datos e incorporando lecturas, porque nuestra mirada feminista hacia la maternidad ya estaba siendo bastante necesaria. Estamos en un momento social, histórico y político clave, porque ahora sabemos que la disciplina en la que nos hemos formado, fuera la que fuera y del ámbito que sea, siempre tiene algo que aportar al estudio y apoyo a las madres. ¡Ahí es nada y ya era hora!
2 comentarios
Hole por la valentía que estás y estáis demostrado, será una lucha dura, pero necesaria, me siento orgullosa, la pena es haber sido tan ignorante y dar todo por bueno y natural. Te quiero .
Me ha encantado el artículo!!! Qué verdad que es!!!!!!