Quizá no te hayas dado cuenta, pero la sombra del patriarcado se extiende hasta la manera en la que mujeres y hombres somos diagnosticados. Hasta hace relativamente poco, si un hombre acudía a urgencias con dolor torácico, se le sometía de inmediato a un electrocardiograma. Este protocolo era distinto en el caso de las mujeres: a ellas, les recetaban un ansiolítico.
También deberíamos tener claro que hombres y mujeres, ante un infarto, pueden no presentan los mismos síntomas. Las mujeres normalmente suele experimentar dolor o presión en los hombros, brazos, mandíbula y la parte superior de la espalda, además de dolor de estómago, mareos y náuseas acompañados de palidez y palpitaciones, mientras que en los hombres estos síntomas quedan reducidos mayormente a dolor torácico acompañado de sudor frío y ansiedad, presentando dificultades para respirar.
Las mujeres, a día de hoy, siguen siendo las grandes ignoradas en la medicina. Carme Valls (Barcelona, 1945), política y médica española, especializada en endocrinología y medicina con perspectiva de género, lleva años reivindicando la inclusión de las diferencias entre hombres y mujeres en el diseño y análisis de estudios sobre patologías y tratamientos. En 2006, Carme publicó el libro Mujeres invisibles para la medicina. En 2020, este título se ha vuelto a editar revisado y ampliado en sus contenidos gracias a los 20 años de trabajo de Valls, una de las pioneras en defender una aproximación a la medicina que reconozca y atienda las necesidades específicas de las mujeres, que tradicionalmente han sido excluidas como sujeto de estudio, y cuyas dolencias específicas han sido menospreciadas, a menudo desatendidas e incluso desconocidas.
Como dice Carme, no hay que perder la esperanza: “En algunos países, la evolución es positiva. En Canadá, su ministerio de sanidad ha hecho obligatorio que todas las investigaciones que se hagan en el campo de la medicina diferencien por sexo y que los protocolos que utilizan tanto especialistas como en atención primaria tengan en cuenta la diferencia. No reciben dinero para investigar si no se acogen a esta singularidad. En Dinamarca y los países nórdicos también tienen esto en consideración y en este sentido soy optimista porque hay cada día más investigación. Soy pesimista todavía porque creo que se tiene que poner más énfasis en introducir la diferencia en los estudios de las facultades de Ciencias de la Salud: esto cambiaría mucho la atención. Lo que nos falta es que lo que muchos investigan se aplique ordenadamente en la docencia para que luego los sanitarios asuman esta perspectiva de género en su trabajo. Trabajo para que se vea esta evidencia, creo que no hay tanta resistencia ya y que los estudiantes de medicina se han dado cuenta de este vacío y nos están invitando, desde hace más de cinco años, aquí en la UB, en la UAB a hacer trabajos, conferencias y clases sobre las diferencias. Si un estudiante ya ha adoptado este espíritu crítico, difícilmente se lo van a poder quitar. Eso me da mucha esperanza y optimismo en el futuro.”
En esta entrevista que te ofrecemos a continuación hablamos con Carme de los sesgos de género que siguen perpetuando la desigualdad, sesgos que perjudican las carreras profesionales y, lo que es peor, la salud de las mujeres. Hablamos de menstruación, de investigación, de menopausia, de machismo y de esperanza. Hoy más que nunca, la información de calidad es tremendamente necesaria. Es cuestión de vida. Mejor no hablemos de muerte.
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